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Mamá Oso (Parte 2

Mamá Oso
Parte 2
Alejandro Arnaiz Bátiz 4º Preparatoria
La Guerra
Ha pasado un día desde que Everlight se fue con todos. Estaba sentado en una de las mesas de la pastelería, un tarro de agua miel a mi lado y mi hacha al lado del tarro. Escuché un violento golpe en mi puerta. -¡Abre la puerta!, dijo una voz intentando sonar amenazadora desde el otro lado de la puerta.
Tomé un trago del tarro y en mi mano derecha tomé mi hacha. -¡Abre o derribamos la puerta!- dijo la misma voz.
No había nada en mi mente, estaba en blanco, me quitaron a Everlight, me quitaron a Corin, a Vile, a Ingolf, Evel, Bujistra, Díli. ¡Todo es culpa de la maldita guardia del fuego azul! ¡Maldita redada! ¡Maldito Bálagar! Me acerqué a la puerta… -¡Abre Ya!, gritó la voz, justo antes de que abriera la puerta de golpe y blandiera mi hacha a lo primero que apareciera detrás del arco de la puerta. -¡Quédate allí! ¡No te muevas!- dijo otro hombre.
No me moví. Había todo un pelotón de soldados en la entrada de mi casa y parecía que todos se estaban haciendo a un lado para que alguien pasara. De entre la multitud de cascos puntiagudos, emergió un hombre enorme, más alto que yo. Tenía una espada en la mano y otras dos en su cinturón. Una piel de oso negro en su hombro, una pesada armadura de hierro negro, sedas de los colores representativos de la guardia del fuego azul y un casco con una máscara de oro y hierro enano. Todos sabían quién era este monstruo. Era Aethelwulf Jern’Merk, el perro de caza de Bálagar… Solamente un asesino fiel al consejero. -Otto Bjorne’klo, quedas arrestado por contrabando, resguardar criminales y asesina… -
No dejé que acabará su oración. Apunté mi hacha a la cabeza de Aethelwulf y tiré un golpe que podría cortar a un caballo a la mitad. Él levantó su espada y bloqueó el golpe como si mi golpe fuera el de un niño. Regresó su espada a mi abdomen, la esquivé… no dejaría que ganara… no dejaría que viviera… me


quitaron todo.
Lancé un golpe a su pantorrilla con mi hacha, le di, pero el acero repelió el golpe, y él tiró un golpe a mi cabeza. Lo esquivé de nuevo y empecé a golpear lo que pude con mi hacha… no dejaría que viviera… repelió todos los golpes con su espada y, de un momento al otro, vi el pomo de su espada dirigirse a mi cabeza. Caí, medio inconsciente. Tenía nublada la vista. pero escuché los gritos de felicidad de los soldados a mi alrededor y pasos que se acercaban. Me empezaron a golpear y a patear mientras estaba inmóvil en el piso, eventualmente, después de largos minutos me desmayé del dolor.
Poco a poco abrí mis ojos. No se veía nada, sólo una luz entrando desde… desde una ventanilla en la puerta abarrotada. Volteé la cabeza. Me dolía todo, el cuello, estaba entumecido, mi cara estaba hinchada, mis costillas rotas y uno de mis brazos parecía estar esguinzado. Vi poco a causa del dolor, pero lo que vi fue un esqueleto, con una cadena alrededor del cuello como perro y un pan lleno de hongos y de mordeduras de ratas.
Escuché los pasos intermitentes del guardia afuera de la celda. No estaba completamente seguro de cómo había llegado aquí, pero sabía perfectamente dónde estaba. Drakko nos contó de este lugar el día que llegó a la capital. Era el lugar en el que las fuerzas de Bálagor se empezaron a fortalecer. Era un castillo de piedra negra, una prisión oscura, una fortaleza en las montañas del norte. Estaba en Svartal’ Stein.
Comí un cacho de pan, no sabía cuando me traerían el siguiente, pero imaginé que me quedaban muchos días para eso. Había escuchado cuentos de este lugar, mantenían a sus prisioneros al borde de la muerte. No había vida en este lugar, era un hoyo de miseria y tortura. Muchos se volvían locos, no los dejaban ver el Sol, en años.
Pasaban las horas, o los días, no tenía ninguna referencia del tiempo, no sé cuánto estaría aquí ni cuánto había estado. La mayoría del tiempo dormía. Tomé un pedazo muy racionado del pan y me dormí.
Casi ni me podía parar del hambre. Cuando la luz de alguna vela llegó hasta mi cara vi que mi barba se iba tornando blanca, me dormí de nuevo.
Después de mucho tiempo de estar así, escuché pasos inusuales, apurados, muchos pasos de muchas personas acercándose a mi celada. No escuché bien, pero oí hablar a alguien con el guardia que siempre estaba rondando el pasillo. La puerta se abrió y una figura esquelética apareció a contraluz. Tenía una túnica verde oscura y una barba blanca de chivo que le llegaba hasta el pecho. -Llévenlo, dijo una voz aguardentosa, áspera que hablaba en un tono grave y uno agudo al mismo tiempo, como un violín roto y una trompeta tapada intentando sonar bien en una misma melodía.
Me tiraron una cubeta de agua fría maloliente, disque para despertarme. Dos guardias me agarraron de los brazos bruscamente, como si buscaran esguinzarme más. No pude pararme, entonces los guardias me tuvieron que arrastrar por las filosas y frías piedras del pasillo. Mis pies empezaron a sangrar, hacía mucho más frío afuera de la celda que dentro. Empecé a temblar de frío mientras el aire gélido de la fortaleza abrazaba mi piel. Los guardias que me arrastraban estaban justo detrás del hombre esqueleto. No supe bien quién era, pero me recordaba a Bálagor: con su expresión de asco y su ropa verde, su complexión delgada y la barba blanca.
Me arrastraron por toda la prisión, estaba seguro que dieron muchas vueltas con tal de que sangraran más mis pies y rodillas arrastradas. Después de caminar y ser arrastrado por largos minutos, vi que el hombre esqueleto se dirigía a una puerta de hierro. Se abrió antes de que él chocara con ella y vi un cuarto iluminado por antorchas. Vi a dos caras familiares, pero nada reconfortantes. La primera que vi era una cara larga, arrugada y con barba blanca, ropas verdes y una daga colgando en su túnica: era Bálagar. La segunda era la que más me preocupa. No era una cara en sí, era una máscara de hierro y oro, una expresión serena, incluso elegante, nada adecuada para el hombre que la lleva. Aethelwulf.
Al fondo del cuarto había una mesa de madera larga, inclinada, con cintas de cuero a lo largo y al lado otra mesa llena de cuchillos pequeños. Había espadas colgadas en la pared, látigos en uno de los estantes y todo tipo de artefactos de tortura al margen de la luz. Muchos pilares adornaban la sala, parecía un patio oscuro. Apestaba a sangre, sin ni siquiera entrar podías escuchar los gritos de todas las personas que habían pasado por ese lugar.
Me arrastraban más, directo a la mesa con las cintas de cuero… -No hagamos esto difícil, escuché a Bálagar. -Te voy a hacer dos preguntas, si las respondes… puede que consideremos una muerte rápida para tí… si no… , siguió diciendo el hombre esqueleto.
Dio dos pasos en dirección a la mesa de los cuchillos y levantó uno de ellos. Mientras tanto los guardias estaban atando mis piernas y brazos a la mesa. El hombre esqueleto empezó a arrastrar el cuchillo por mi cara, sin cortarme. -¿Dónde está tu hermano?, dijo el hombre esqueleto.
Solamente gruñí, no sabía dónde estaba, no lo había visto desde que fue a la ciudad. Pero aún si lo supiera, no creía que quisieran esa información para visitarlo a tomar té.
El hombre esqueleto empezó a clavar el cuchillo en mi frente. -Tal vez eso refresque tu memoria, solamente gruñí, no dije nada. -Si no recuerdas eso… tal vez recuerdes dónde está tu hija…
Tenía la nariz rota, los ojos cubiertos con moretones, un pie roto, la espalda llena de latigazos y la cabeza descalabrada. Apenas y pude voltear la cabeza. Escuché pasos acercándose a mi celda. Sabía lo que significa. Cada vez que escuchaba ese sonido, se abría la puerta y dos guardias me arrastraron por toda la prisión. Llevaban haciendo esto por años. Mi barba era casi blanca, el pelo de mi coronilla era casi nulo. La mayoría de los prisioneros se volvían locos, después de unos meses. Los escuchaba todos los días. A veces deseaba morir, para acabar con esta tortura. Llevado al borde de la muerte por años.
Los pasos se acercan cada vez más. Pero no escucho a la puerta abriéndose ni veo a los guardias acercarse. Se paran justo en mi puerta. El hombre esqueleto asoma la cara. -Encontramos a tu niño- dijo con su horrible voz. Lanzó una carcajada y de, entre la ventanilla, lanzó una correa de cuero que tenía amarrado un dedo índice. El dedo tenía un anillo. Todo me dolía, pero me arrastré por la correa y tomé el dedo cercenado. Solté un grito ahogado en el momento que vi el anillo con el escudo de un oso, el mismo anillo que le regalé a Corin el día del banquete...
Corin... mi niño... Si hubiera estado ese día con ellos... Si no los hubiera dejado ir a la maldita fiesta... Sabía cómo estaban las cosas con la guardia del fuego azul, pero... Nunca me imagine. Era mi culpa... Sin darme cuenta una lágrima salió de mi ojo... Corin... No podía pelear... No podía gritar por ayuda... -Punta de Pino, dije sin pensarlo. Lo dije como el eco de un deseo, como anhelando estar en esa casa. Siempre soñé con ir algún día allí a visitar a mi madre con mis dos hijos... fue lo último que me pasó por la cabeza, el anhelo de un recuerdo inexistente, antes de darme cuenta de lo que había hecho.
Lo murmuré, no estaba destinado para los oídos del hombre esqueleto... pero lo escuchó. Soltó una sonrisa malévola. Años de tortura y lo que tomó para quebrantar al oso solo fue un anillo.
El dedo cercenado de Corin se quedó muchos días


tirado en el piso. Quería tomar el anillo... Quería morir, decirle a Corin que lo sentía, que todo esto era mi culpa, pero no podía. El dolor nunca fue la peor parte de la tortura, siempre me preguntaban lo mismo, sabía que no habían encontrado a Everlight o a Drakko, pero que tuvieran encerrado a Corin. Podía estar en esta misma fortaleza, con un dedo faltante o podía estar muerto a miles de kilómetros de aquí. La peor parte de la tortura fue no saber cómo estaban mis hijos, mi hermano. No sabía si seguían vivos, sólo que no estaban bajo las garras Bálagar.
Tomé el anillo. Escuché pasos acercándose. Creí que era el hombre calavera, pero estos son diferentes, tiene un ritmo más acelerado. -¡Alto allí!, gritó un guardia ¿Qué está pasando...?, ¿quién...?
Se escuchó caer un cuerpo y los pasos acelerados seguían, no sabía nada. No sabía si venían por mí, por otra persona. Si querían matar a algún prisionero o... -¿Segura que está aquí?, dijo la voz grave de un hombre casi susurrando fuera de mi puerta. -Pues el gordo nos dijo: Celda trece en el piso siete de la torre central, eso es aquí, ¿no?, respondió una mujer. -Pues más le vale, si no lo encontramos, juro que le cortó las bolas a ese niño. , le dijo de nuevo el hombre.
No tuve tiempo de pensar, ni de preguntarme; el sonido indiscreto de unas llaves inundaba la celda. Luego, el característico sonido del metal rechinando mientras se abría la puerta de mi celda.
No veía al hombre calavera, no veía a Bálagar ni a Aethelwulf... eran dos rostros conocidos. Soltó un grito ahogado de felicidad... Eran Drakko y Everlight. Los dos gritaron en unísono, como si fuera una pregunta, pero al mismo tiempo un grito de emoción: -¡Otto!-
Se lanzaron a abrazarme. Los dos estaban mucho más grandes que la última vez que los vi. Everlight era toda una mujer y Drakko era idéntico a la imagen que tengo de mi papá. Solté una lágrima de felicidad, no los podía abrazar, pero apoyo mi cabeza en sus hombros. -No tenemos tiempo de explicar, ¿sabés dónde está Corin?, dijo Drakko.
Intenté levantar la mano en la que tenía el anillo, pero no pude. De igual forma Everlight lo vio, luego apuntó con la cabeza al dedo cercenado, ya pudriéndose en el piso de la celda.
Everlight soltó un grito ahogado, casi lamento, pero Drakko le dijo: -Lo lloraremos llegando al bosque, ahora no tenemos tiempo. -
Everlight asintió y cargó en sus hombros el vestigio de un hombre enorme y fuerte, ahora era una figura desnutrida y frágil.
No sé si fue por la emoción o si realmente llegué a un punto de quiebre pero, de repente, a medio camino, mi vista se empezó a nublar. Intenté mantenerme despierto, incluso escuchaba las voces de mi hermano y de mi hija diciéndome que me quedara despierto, pero por más que lo intentaba, no podía. Me desmayé.
Hay un dragón, más bien, estaba en un dragón. Oscuridad. El cielo negro se iluminó con la mañana y varias figuras voladoras se veían a contraluz. Oscuridad. Un mar de bosque envolvió a un árbol gigante entre la neblina. Me desperté de golpe.
Estaba acostado y lleno de vendas. No era la misma celda fría y oscura de siempre, era un cuarto


enorme. Estaba hecho todo de madera, pero la corteza de la madera no había sido removida. Estaba cubierto todo el cuarto en runas antiguas, no sabía si élficas, humanas o enanas o una combinación de todas. Una luz cálida se filtraba de entre ramas y hojas que conformaban el techo.
No me podía mover. Volteé mis ojos a mi pecho. Tenía ropa blanca, vendas y ungüentos por todos lados. Intenté sentarme y no pude, pero una figura a lado de mi cama de la que no me había percatado, cerró de golpe el libro que tenía en sus manos y se volteó conmigo. -Papá, dijo Everlight y me abrazó. Sonó un sonido raro de dolor. -Perdón. -No pasa nada. ¿Dónde estamos?, dije con una voz casi afónica. -Drakko y Tyr le dicen Mesedequi Q’la, pero todos los demás le llaman Kasförst. -
Casi me ahogo cuando escuché el nombre de Kasförst. Era la fortaleza a la que me dirigía yo antes de regresar a Punta de Pino. -Kasförst.
- repetí. -La misma que buscaste en algún momento, Otto Bjorne’Klo. , escuché decir a un hombre en la esquina del cuarto. -Tyr, dijo haciendo una pequeña reverencia. Pude ver su cabeza rasurada, llena de tatuajes. Una espada enorme en su espalda y una mano faltante. -Caudillo de la Reina Everlight Draconis Klan, a tus servicios. , siguió diciendo Tyr. -¿Reina?, volteé a ver a Everlight. -¿Alguna vez te preguntaste quién eran mis padres? Los de sangre digo. Seguramente no. Resulta que el rey tenía una hija. Esa hija fue encarcelada por Bálagar, desde que era una niña, se aseguró de que nadie supiera de ella, ni siquiera el rey. Pero ella consiguió una forma de escapar. Conoció a un hombre en la ciudad y pues… Tuvieron dos gemelos, Corin y Everlight los llamaron. Pero Bálagar estaba buscando a la princesa y los niños no estarían a salvo con ella, así que los dejó en la puerta de la casa de un pastelero famoso por cuidar a los desamparados y se fue de la ciudad. Y creo que co-
noces una buena parte de la historia restante.
En ese momento llegó Drakko: tenía el pelo y la barba trenzada, una brillante armadura envuelta en una roja capa de seda y sus dos hachas en el cinturón. Sonreí cuando entró en el cuarto. -Drakko... yo... yo... No te veo desde hace mucho. , le dije. -Creo que hay mucho que contarnos entre todos. , me contestó mientras sonreía. -Pero primero descansa. , dijo Everlight. -No he hablado con nadie en años, por favor no se vayan... , de pronto empecé a toser. -Cuéntenme todo. - reanude mi idea.
Drakko se acercó una silla a la cama y miró al techo, como si estuviera buscando ideas allí. -¿Por dónde empezar? Creo que en donde te quedaste tú, cuando me fui ¿no es así Otto?, asentí. -Empecé mi viaje en un barco a Kanas’shi Lish’dul. Cruzamos el mar de oro hacia la península del Oeste. Beatriz crecía cada día más. Llegando al puerto, ya era de mi tamaño o más grande. Bueno, después, tomó un caballo al reino de las tormentas, Solicité una audiencia con el rey y esperé. Cuando me dieron mi audiencia le dije que estaba buscando ayuda contra la guardia del fuego azul. El rey no dijo nada, pero Tyr, que era en ese entonces un general del reino de las tormentas me dijo que me ayudaría si yo le ayudaba, además tenía unos asuntos sin terminar con Bálagar. Él me prometió barcos y un ejército pequeño a cambio de que le acompañara a buscar una espada familiar que se había perdido hace años. Entonces buscamos la espada. Nos adentramos en una jungla, peleamos contra nativos y recuperamos su espada. Así que sin permiso del rey, una pequeña fuerza de soldados y Tyr vinieron conmigo. Aún no teníamos soldados suficientes como para atacar Svartal’Stein, entonces nos regresamos a este continente, pero al sur. Resulta que muchos reinos estaban siendo invadidos por el ejército de Bálagar y solo los pueblos sin rey y los orcos de las islas del norte se podían defender… Me secuestraron los pueblos sin rey y, cuando lideré a una fuerza de dragones, Beatriz incluida, contra la guardia del fuego azul, me aceptaron. Me entrenaron y me enseñaron a montar dragones. Estuve dos años con ellos... los pueblos sin rey estaban entrenando al ejército de Tyr y viceversa... luego... así derrotamos
a ...
Poco a Poco me fui quedando dormido, parece que el hábito de Drakko de hablar sin parar nunca se iría. En parte fue por la historia y en parte por el cansancio, pero dormí hasta que Everlight me despertó a la mañana siguiente. -Te quedaste dormido a la mitad de la historia de Drakko. , me dijo mi hija... la reina. -En mi defensa, habla mucho. Everlight se rió y me dió ropa nueva. -¿Qué me perdí de la historia de Drakko?-No mucho, sólo visitó muchos reinos, derrotó a los centauros, consiguió hacer una alianza con los orcos, me encontró después de que me mandaras a Punta de Pino dormida sobre su dragón, me entrenaron, murió el rey y Bálagor tomó el trono, la princesa de Nek se casó con Drakko después de haber destruido el reino, la guardia del fuego azul atacó Punta de Pino, no sabemos cómo descubrieron nuestra ubicación y… encontramos el Kasförst.
Me vestí con la ayuda de Everlight y bajamos a desayunar. -¡Hermano!, dijo Drakko desde un extremo de la mesa. Se paró a saludarme y me invitó a sentarme. -¿Cómo me encontraron?, - le pregunté sin decir nada antes.
Me entrenaron y me enseñaron a montar dragones.
-Siéntate. Unos meses después de que Everlight llegara a nuestro puesto en Punta de Pino, un niño gordo quiso robar algunos huevos de dragón, pero Beatriz no lo dejó, estaba a punto de rostizarlo cuando vió a Everlight y dijo “¿Corin?” , entonces lo tomamos cautivo, nos dijo que había escapado de Svartal’Stein y que había compartido celda con Corin. Entonces lo fuimos a rescatar. Celda trece en el piso siete de la torre central. Fuimos montados en dragones, llegamos a la torre central sin que nadie nos viera y matamos al guardia. Abrimos la puerta y en vez de encontrarnos a la versión en hombre de la reina, nos encontramos contigo. No estamos seguros de que le pasó a Corin. -
Suspiré y estuve a punto de decirles lo que pasó, pero Drakko me interrumpió: -¿Cómo llegaste tú a ese hoyo de miseria?-Me imagino que Everlight ya te contó la historia de porque huyó de Rynök. , Drakko dijo que sí. -Pues un día después de que Everlight se fuera, llegó Aethelwulf Jern’ Merk con un pelotón de soldados. Derroté a algunos, pero Aethelwulf es otro tema. Me golpearon y me llevaron a Svartal’ Stein. Y pues me preguntaban todas las semanas dónde estaban ustedes dos, dije señalando a Drakko y a Everlight. -Nunca les dije nada, hasta el día en que… -¡Les dijiste donde estábamos!, gritó Drakko levantándose de la mesa y tirando su plato. -No del todo, lo que paso fue… -No tienes excusa, ¿sabes lo que nos costó ese ataque?... ¡La mitad de nuestro ejército, Otto! ¡La mitad! Lilith murió en ese ataque… ¿y todo por qué? ¿fue porque te preguntaban amablemente?, gritó Drakko. -Ellos… , quería decir que no era eso, que fueron años de tortura, que… que habían matado a Corin. -¡No! ¡No tienes derecho de explicarte!- interrumpió Drakko. -¡Callate! ¡No tienes idea de lo qué sufrí en ese infierno! Por años me dieron de latigazos, me cortaron, golpearon y nunca ¡Nunca dije nada! Años de tortura. Años de despertarme y pedirle a dioses que me mataran. Pero ni una sola palabra salió de estos labios. ¿Sabes qué paso el día que pronuncié el nombre del pueblo? ¡El hombre esqueleto trajo el dedo cercenado de Corin a mi celda! No fue mi intención decir nada. Solo murmuré el nombre del pueblo, pero la persona incorrecta escuchó… -¡Debieron haberte cosido los labios, así no te llevabas a nadie entre las patas por tu sentimentalismo estúpido!, me respondió Drakko. -Primero ten a tu hijo torturado y asesinado y después hablamos… Sabes… En algún momento me arrepentí de haberte dejado en casa con ese pescador. ¡Ahora me doy cuenta que debí haberte arrastrado al bosque y dejarte solo para que te comieran los lobos! No quise… Ninguna de esas palabras fueron sinceras… Pero… No quise. -Drakko, perd… -En un mes atacamos la capital. , dijo Drakko a sus generales en la mesa. -Otto, te quedas en Kasförst-Drakko… -Suficiente. Yo soy comandante en jefe y tú mi soldado. Me obedecerás. Me fui de la mesa enojado.
Pasó una semana. Soldados de todo el mundo estaban llegando. Tenían que tomar la sede de Bálagar para poder liberar a sus reinos. Orcos, elfos, enanos, incluso los pueblos sin rey llegaron al llamado de Drakko. No salí de mi cuarto. A veces Everlight venía a visitarme y a traerme comida. Me la pasé toda la semana viendo al balcón. Estaba hecho de madera, como todo lo demás y se veía el mar de bosque que alguna vez llamé hogar. Cada día veía cómo más y más soldados entraban al árbol
Soldados de todo el mundo estaban llegando.
No sabía nada de los planes de guerra de Drakko. Sólo me importaba mi plan. Everlight me dijo el otro día que ella pelearía en el asedio de Rynök. No iba a mandar a mi hija sola a pelear, no iba a ver cómo hombres mueren por una causa que también era mía, mientras estaba recluido en un árbol a la mitad de un bosque.
Sabía que hacer. La compañía militar de Everlight, Drakko y Tyr partía mañana antes de que saliera el Sol. Estaban preparando las carretas de comida y provisiones. Drakko guardó mi hacha todos estos años, entonces me la llevaría. Mis heridas estaban parcialmente curadas… dolían, pero no me incapacitan. Tomé mi hacha y bajé al campamento. Everlight me dijo que estaría con Tyr, un grupo específico para llegar montados en dragón al castillo y emboscar a Bálagar. Si me colaba con la infantería y entraba a la ciudad podía llegar al castillo y ayudar a Everlight. No me gustaba este plan, había muchos: “Si pasa esto... ” , pero era el mejor que tenía.
Me metí en una carroza que lleva paja para los caballos y burros. Dudaba que alguien me vería. Sentí cómo el caballo empezó a jalar y escuché la canción de marcha de los soldados y sus conversaciones. Decían que eran los soldados de élite, que serían los segundos en entrar a la ciudad, una vez sus puertas hubieran sido alcanzadas. Caminaron por una semana, parándose a lo largo del camino para descansar y eventualmente escuché los gritos de alegría y los cuernos de guerra indicando que la Gran Capital de Rynök había sido alcanzada por la compañía militar de la reina Everlight Draconis Klan.
Todos los soldados murmuraban y hablaban de algo extraño rodeando la ciudad… una cúpula de luz con runas grabadas en la base dijo uno de los soldados más jóvenes.
En la noche, asegurándome de que nadie me viera, salí de la carroza y vi algo impresionante. La ciudad en la que viví por más de quince años, estaba rodeada por un escudo de luz. No había visto uno en mi vida, pero por las leyendas sabía perfectamente qué era. Runas mágicas, parecidas a las que estaban en mi cuarto en el Kasfröst, pero enormes.
Me colé en la tienda de los soldados con los que he estado viajando todo este tiempo y me dormí. Me desperté temprano y caminé un poco, regresé con los soldados y todos estaban parados y recibiendo instrucciones de un comandante: -No atacaremos hasta que esa cúpula de luz no sea destruida. No se puede atravesar. El Comandante Tyr está trabajando en destruirla. Estén listos, cuando vean que desaparece el escudo, ¡atacamos!Los gritos y aplausos de los soldados explotaron al escuchar la última palabra.
Todos esperamos una noche más. Justo en la madrugada el escudo de la ciudad se rompió como si fuera cristal. El sonido retumbó en nuestra cabeza. No era algo que se pudiera escuchar en el mundo físico. Era como si nuestro espíritu lo escuchara. Todos tomaron sus armas y empezaron a correr hacia las puertas de la ciudad.
Mientras corríamos, flechas empezaron a llover desde el castillo hacia nuestra infantería. Los que tenían escudo o levantaron, los que no se intentaron esconder del chubasco de flechas. Muchos cayeron, pero no suficientes como para debilitar al ejército.
En lo que los arqueros recargaban, nosotros corrimos y nos preparamos para la siguiente ronda de flechas. Esta vez, tres flechas cayeron en mi escudo y muchas a mi alrededor, pero ninguna tocó mi piel.


Así pasamos varios minutos, hasta que antes de llegar a la puerta, raíces gigantes brotaron del suelo. Empezaron a enganchar la infantería y a lanzar a los soldados por el aire. Desde los lados salieron árboles de hojas azules con cuencas en el centro de las que brotaban soldados de madera. Sabía que eran. Una vez en el bosque un mago nos contó que estaba buscando una rosa azul. Una rosa capaz de crear ejércitos de madera, castillos, puertas y cualquier cosa que se te ocurriera con solo sus raíces y un simple hechizo. Era como una mala hierba, pero al revés: la única manera de destruirla era cortando sus pétalos.
Esquivé ramas afiladas que venían a mi corazón, corté cabezas de madera y raíces pequeñas que querían agarrarme los pies y ponerme de rodillas. Tenía que llegar a la rosa, si seguía en manos de Bálagar, no podrían entrar a la ciudad ni siquiera los dragones.
Me hice paso a través de las ramas, la hierba y los árboles soldados. Logré entrar a la ciudad escalando sus muros y matando a los soldados en estos. Tenía poco tiempo antes de que llegaran más soldados de Bálagar. Me bajé de los muros en dirección a la ciudad, que está completamente desierta, excepto por raíces y árboles de hojas azules que llevan en una dirección. Parecían estar dirigiéndose al mercado. No tenía tiempo para pensar, tenía que seguir las raíces. Corrí en su dirección. Me estaban llevando por un camino familiar. Pasé por la plaza del dragón rojo, no tan diferente de la última vez que lo ví. Había raíces en todos lados, ventanas rotas, carrozas y carruajes volcados, incluso trincheras de muebles en algunas partes. Crucé un par de arcos y vi el mercado de Dumbrang. Era un caos: casas derrumbadas, puestos arruinados, todo lo que conocía estaba ahora cubierto de plantas azules y raíces que venían de ningún otro lugar que la pastelería más famosa de la ciudad: Mamá Oso. De la tienda… mi tienda, salían soldados de la guardia del fuego azul. Todos se ponían en una formación de media luna, con sus
lanzas apuntando a mi cara.
Volteé a ver a todos, el primer soldado lanzó un golpe con su pica. Tomé la lanza en mi mano izquierda y con mi hacha le corté la cabeza de un tajo. Esto es por Corin. Le clavé la lanza en el cuello al soldado de al lado y lancé un golpe con mi hacha a algo que estaba moviendo a mis espaldas. Le corté el brazo y parte del abdomen a otro soldado y regresé mi hacha a otro soldado con un corte completamente horizontal, que separaba sus piernas de su torso. Después de eso no sé bien qué hice. Veía armas volar de las manos cercenadas de soldados, picas clavadas e incluso flechas. Después de unos minutos, todos los soldados que estaban protegiendo a la rosa azul dentro de Mamá Oso estaban muertos, menos uno.
Desde adentro de la tienda, se escuchan pasos pesados y el sonido de una armadura chocar contra cota de malla. Se abrió la puerta y estaba frente a frente con nadie más que Aethelwulf Jern-Merk. Tenía su distintiva máscara de hierro y oro y sus tres espadas, una en la mano y otras dos en su cinturón, pero tenía algo más. Junto a sus espadas había un bulto de pelo ensangrentado, era una cabeza decapitada. Con su enorme mano volteó la cabeza, asegurándose de que yo la veía. No era cualquier cabeza… era Corin. Escuché una risa áspera y, desde adentro de la máscara, una voz que decía: -¿Te gusta? Lo conseguí yo mismo. Siempre recordaré los gritos de cobardía que salieron de esa asquerosa boca.
Me escuché gritar, lancé mi cuerpo entero hacia el hombre enmascarado y puse mi hacha al frente. La esquivó fácilmente y me golpeó con su mano desnuda en las costillas. Le lancé yo un revés con mi mano izquierda, le golpeé el casco y él se tambaleó con el golpe. Intenté lanzar mi hacha, pero él la tomó y me la arrancó de la mano. Me golpeó otra vez la costilla, desenfundó su espada y a penas logré esquivar el corte. Sentí el acero en mi cara y el ardor mientras cortaba a través de mi cachete y por mi nariz. Por pura suerte, no me arrancó la cabeza. Me pateó en el pecho y me tropecé con uno de los cadáveres. Me levanté, pero, para cuando estaba de rodillas, su espada ya estaba en alto, lista para partir mi cráneo en dos.
Respiré profundo, podía ser que fuera mi último aliento, cierro los ojos. En vez de sentir el acero en mi cabeza, sentí un calor que casi quema. Abrí los ojos y vi que la espalda de Aethelwulf estaba en llamas. Volteé a ver qué pasó y vi a Beatriz, la dragona de mi hermano, aterrizando a mis espaldas.
Aethelwulf, con su espalda en llamas, se volteó e intentó lanzar un golpe, pero Drakko lo bloqueó y me dio paso libre para clavarle su propia espada en el abdomen. Desenfundé su espada y sin pensarlo la clavé en un lugar que lo dejara agonizando por un buen rato… "esto es por Corin" pensé por segunda vez.
Tomé la cabeza cercenada de su cinturón y solté una lágrima… - Perdón Corin, serás vengado… -Si el cobarde no se quita la máscara para matar, morirá con ella, ¿no, Otto?-Sí… -¡Beatriz!, dijo Drakko -Fuego, le dio la instrucción a la bestia apuntando a la cabeza del enorme soldado.
El dragón respiró profundo, sus escamas se tornaron rojas brillantes, sus alas se extendieron y con un pisotón pesado, salió fuego de su hocico, directo a la cara de Aethelwulf, derritiendo el hierro y el oro de su máscara en su propia cara. -Everlight ve por la Flor. , le dije.
Ella corrió y volvió rápidamente con una flor arrancada. Las ramas y árboles en toda la ciudad y sus alrededores se empezaron a quedar tiesas y a
pudrir en segundos. Escuché a la infantería de Drakko abrir las puertas, pero también algo más. Los cuernos de retirada de la guardia del fuego azul y la guardia gritando que se retiraran al mercado. -Drakko, llévate a Everlight al castillo, yo los distraeré mientras ustedes se van. , dije -No te voy a dejar. , dijo Drakko -No hay tiempo, están llegando- respondí -Si los alcanzan no habrá reina que gobierne, son demasiados. -Tenemos a Beatriz y los demás dragones están en camino, podemos defendernos. , Everlight me dijo. -Lleven a Beatriz al castillo, si los alcanzan y siguen aquí quién sabe si un dragón será suficiente, los demás se tardarán demasiado. -Otto, ven con nosotros. -Vayan, Beatriz no aguantará mi peso además del suyo. , dije volteando a ver al grande pero delgado dragón, fuerte como para cargar a dos personas, no a dos personas y un oso. -Otto…
-¡Vayan!-
Everlight y Drakko me abrazaron. Sentí lágrimas ajenas en mi pecho, los abracé más fuerte y luego los solté. -Los amo… ¡Vayan!-
Se montaron en Beatriz, y se fueron volando. Corrí directo a la marabunta de soldados de la guardia. Grité y los llevé hasta donde no vieran al dragón alejarse. Luego empezaron a clavarme lanzas, flechas, y espadas, pero nada me tiraba. Maté, corté, golpeé y cercene a un buen pedazo del ejército del fuego azul, hasta que quedando pocos soldados, escuché el grito de un hombre joven y antes de poder voltearme, sentí el frío acero de una lanza atravezar mi pecho.
El cielo se tornó blanco y vi mi cuerpo caer a un suelo lleno de cadáveres con una pica atravesada. Estaba afuera de mi cuerpo, estaba muerto.
FIN


GLOSARIO
Banco de duendes: El banco principal del reino de Brhen. No se sabe cuál es la cantidad de su capital exacto, pero se estima que es más que lo que tiene la corona de Brhen.
Batalla de los barcos dragón: Relato épico de una batalla en la que barcos enemigos consiguieron imitar el fuego de los dragones y crearon cañones a partir de esto.
Bosque caminante: El bosque más grande Brhen, se dice que se creó cuando un dios sin nombre camino la tierra. Con cada paso que daba se creaban nuevas plantas. Al final de su caminó recorrió Brhen y se durmió en el centro del bosque, donde un árbol gigante brotó de su cuerpo.
Brilico: Lengua oficial del reino de Brhen, aunque también se habla en otros reinos como Nek o el reino de Grabapor.
Brilico Antiguo: Variante predecesora del Brilico actual.
Camino del dragón verde: Carretera que lleva de Punta de Pino a la Gran Capital.
Consejo del bosque: Un consejo secreto de animales y espíritus que rigen a los habitantes del bosque caminante.
Festival de Media Luna: Celebraciones que se llevan a cabo después de la rotación de las cuatro estaciones. Se lleva a cabo en verano.
Guardia del Fuego Azul: Ejército fiel a Bálagar.
Guerra de los Dragones: Guerra en la que la Reina Everlight Draconis Klan peleo contra Bálagar por el trono.
Kanas’Shi Lish’dul: La península del continente oeste más cercana a Brhen.
Kasförst: Una fortaleza hecha dentro de un árbol gigante en medio del bosque caminante. Se dice está ubicada donde el dios sin nombre se echó a dormir. Este árbol fue fruto del cuerpo del dios. Está regido por el consejo del bosque y está rodeado por plantas mágicas conocidas cómo rosas azules.
La Gran Capital de Rynök: Capital comercial, militar, política y cultural del reino de Brhen. Es la sede del Rey o Reina que ocupa el trono de este reino. Su nombre oficial es la Gran Capital, pero muchas personas le dicen la Gran capital de Rynök o solamente Rynök, en honor al rey fundador de la ciudad y unificador de Brhen.
La Viuda Rica: La pastelería más antigua de la Gran Capital.
Mercado de Dumbrang: Uno de los mercados de la gran capital.
Mamá oso: Apodo que adopta Otto Bjorne’ Klo. También es usado para referirse a la pastelería dirigida por este mismo. Tiene su sucursal en el mercado de Dumbrang.
Plaza del dragón rojo: Plaza en la que se llevan a cabo fiestas y festivales, principalmente en las celebraciones de Media Luna.
Punta de Pino: El pueblo Natal de Drakko y Otto “Mamá Oso” Bjorne’ Klo.
Rabdofobia: Discriminación o desaprobación a la magia y a cualquier objeto, persona o ente relacionado con esta.
Rosa Azul: Una planta mágica que se puede encontrar en el Bosque Caminante. Con un hechizo de control, las raíces de la rosa pueden crear árboles, fortalezas pequeñas, soldados, escudos, armas y cualquier cosa que su usuario desee. Contrario a la mala hierba, esta planta no se puede arrancar de raíz, ya que esta es la parte que crea la defensa de la flor. Para destruir las raíces de esta flor, se necesita arrancar el tallo con los pétalos de la flor madre. Se creé que son una variación de la semilla del Kasfört, o que surgieron con este mismo, como un mecanismo de defensa del bosque.
Svartal’Stein: Casa ancestral de la familia de Bálagar. Durante la guerra de los dragones fue usado como prisión oficial y como base para la guardia del fuego azul.
*Mamá Oso fue escrito e ilustrado por Alejandro Arnaiz Bátiz como producto de su proyecto personal. Si