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Volver al limbo

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My Everyday Hero

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DMR Exalumno

-¿De verdad dijeron que era obligatorio ir?- dijo Mateo mitigando un tono quejumbroso. -Sí-dijo su madre.

Mateo continuó desayunando aceptando su desafortunado destino de tener que ir, por lo menos así era como lo percibía. Sabía que el día llegaría, no podía quedarse en casa para siempre, todo el tiempo que pasó le había dejado el trabajo de aceptarlo al Mateo del futuro, quien ahora era el del presente. No se sentía listo, lo único que lo motivaba a hacerlo era su compromiso con su vida académica y también su madre que lo apresuraba. Trataba de pensar en que tal vez no sería tan malo, pensaba en posibles escenarios más positivos, pero a estas alturas en su mente el hecho ya era demasiado imponente. El hecho de que no importa cuánto tiempo haya pasado o que el lugar sea diferente, siempre resultaría en lo mismo. -Ándale Mateo, tu primera clase es a las siete y media. - Su madre lo estaba esperando en el pasillo de la puerta.

Él agarró su mochila, rápidamente se puso los zapatos, ambos salieron de la casa y subieron al coche para partir hacia la escuela. Mateo se sentó en el asiento de atrás, no podía dejar de pensar en cómo la pasaría allá. La experiencia que presentía que iba a pasar ya había pasado la mayor parte de su vida y, aunque había tenido algunos momentos excepcionales, donde no sea que esté con su familia cercana siempre pasaba lo mismo.

Hace tiempo Mateo había visto en internet la definición de la palabra “limbo” , bueno más bien una de sus definiciones. Y decía que se usaba como expresión para alguien desconectado de la realidad que lo rodea o un lugar misterioso donde ocurren cosas inexplicables. Y desde entonces se había sentido tan identificado con esa descripción que cada vez que tenía que ir a un lugar donde ocurría lo que está pensando ahorita lo llamaba "Limbo" . Cuando vas al "Limbo" estás desconectado de lo que te rodea. ¿Qué es lo que te rodea? Lo que te rodea son per-

sonas, voces, ruido, risas; todo formando un ambiente de interacción humana en la que todos son parte de él, todos menos tú. Tú estás desconectado, ni siquiera comprendes lo que pasa a tu alrededor. Tal vez si pudieras integrarte, si pudieras formar parte de ello te sentirías mejor, pero no sucederá, no sabes como hacerlo e incluso si tuvieras alguna idea, el solo pensar en intentarlo te paraliza de miedo y al final te quedas en el limbo. Si hay demasiado ruido y multitud éstas te pueden ahogar tanto que ni siquiera puedes oír tus pensamientos, haciendo insoportable la sensación. Pero si buscas lugares tranquilos y silenciosos la sensación es más liviana, incluso hasta puede llegar a ser agradable. Aún así en cualquier caso no tienes más remedio que divagar en tu mente o buscar alguna cosa que hacer todo con el fin de que el tiempo pase y llegue la hora de por fin acabar con esta sensación, la hora de por fin salir del limbo.

Y así Mateo había estado en muchos lugares que habían sido sitio del limbo. Desde reuniones, fiestas, plazas... pero en ningún lugar había estado más que en donde tiene que pasar seis horas al día, por cinco días a la semana por cinco meses: la escuela.

En preescolar parecía que no tenía mucho, pero desde que entró a la primaria había caído en picada para nunca volver a subir. Había pasado sus clases poniendo su atención a sus pensamientos o al profesor, sólo esperando el timbre de salida. En los recesos no hacía más que deambular por el patio y los pasillos encontrando un lugar tranquilo para comer o sólo pasar el tiempo. Al caminar veía a sus alrededores personas platicando, riendo, divirtiéndose, gozando de compañía mientras que él no gozaba de ello, simplemente observaba desde la distancia.

Mateo había pasado todos los días de su vida escolar así, esperando que, en algún futuro, ya no tuviera que pasar por eso. Después terminó la primaria y empezó la secundaria en otra escuela, pero por cuestiones de causa mayor tuvo que tomar sus clases mediante un formato digital. Como la situación ya se había calmado un poco, la escuela decidió que los alumnos regresarían a los salones. Y ese momento de volver había llegado: el momento de volver al limbo.

Mateo bajó del coche, su madre le dio un beso de despedida y caminó hacia la entrada. Había revisado su horario cautelosamente para no equivocarse de salón; al entrar en el que le tocaba, no estaba seguro si era ese pero tampoco estaba dispuesto a preguntarle a alguien, lo dejó a su propia certeza. Y el día pasó justo como esperaba y temía que iba a pasar. En el descanso se sentó en un lugar solitario, las instalaciones eran grandes así que los demás estaban por otras partes. Estaba pensando en que tal vez sería así porque era el primer día, pero entonces recordó que en la primaria llegaban niños nuevos en segundo año, tercero y cuarto y en su primer día se mostraban tímidos y reservados, pero al pasar del tiempo se adaptaban y formaban nuevas amistades mientras que él seguía quedándose atrás.

“¿Cómo lo hacen?” , pensaba. “Lo hacen ver tan fácil, pero simplemente yo no puedo. Incluso en las pocas veces que pudo pasar algo, ¡Al final nunca resulta en nada!” Ya estaba empezando a sentir el verdadero dolor, pues cuando era más pequeño no comprendía estas cosas y no les daba tanta importancia, pero ahora le estaba afectando de verdad. Y se ponía peor cuando se daba cuenta de que probablemente no sería cuestión de tiempo de que acabara este sufrimiento, de que estaría atrapado en el limbo en la secundaria, preparatoria, universidad y hasta la vida adulta. Así pasó el resto del día sumergido en estos pensamientos que le causaban tanto dolor, ¿pero qué más tenía?

Cuando vas al "Limbo" estás desconectado de lo que te rodea.

Llegó la última clase, quedaban como unos veinte minutos y Mateo sólo esperaba estático en su pupitre esperando a que llegara la hora de salir de ese lugar y regresar a casa, hasta que alguien vino por detrás. -Hola ¿eres nuevo?, dijo el desconocido interrumpiendo el trance en el que estaba Mateo. -Sí, respondió de vuelta. -Me llamo Dylan. , dijo mientras le estrechaba la mano a Mateo. -¿De qué escuela vienes?-

Así inició una conversación un tanto apagada pero amigable al fin y al cabo con temas bastante generales; Mateo daba respuestas cortas y simplonas pero aún así la actitud amigable de Dylan persistía. Cuando menos lo esperaba, tocó el timbre de salida, así que Mateo empezó a recoger sus cosas. -Nos vemos mañana. - se despidió Dylan. -Nos vemos. - respondió Mateo con un tono bajo y confundido, todavía tratando de procesar lo que había pasado.

Salió de la escuela y subió al carro de su madre. -¿Cómo te fue?, ella le preguntó. -¿Hablaste con alguien? -Sí- respondió Mateo. -¡Ay, qué bueno, hijo!- contestó su madre con un tono de alegría.

Mateo estaba pensando en el chico que se le acercó a hablar, “Dylan, se llama Dylan” se recordó a sí mismo. “Parecía una buena persona” pensaba, “¿Podría ser incluso un posible amigo? A mí me agradó, ¿Le habré agradado yo a él?”

Muchas preguntas y suposiciones pasaban en su cabeza, pero en lo que más pensaba era que cuando estaba hablando con él sintió una sensación de comodidad, se sentía parte de la compañía de alguien, ya no se sentía en el limbo. Sin embargo, todavía pensaba y especulaba en lo que pasaría, estaba debatiendo si ir a hablarle otra vez él mismo o esperar a que él generara la interacción como había pasado.

¿Será este día el principió del fin de su soledad? ¿Será que ya no tendrá que volver al Limbo?

Tendrá que descubrirlo después. Mañana será otro día, pero tal vez un día en que empezaría a cambiar todo.

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