
1 minute read
Minashigo
Anónimo 4º Preparatoria
Era de noche, el ambiente era frío y las calles estaban vacías. Había una silueta oscura en el piso con una sombra detrás. Las callen se llenaron de ruido cuando el niño empezó a llorar más fuerte que lo que había llorado en lo que había hecho en le poco trayecto de vida que había tenido. El cuerpo estaba lleno de rojo. Había una perforación en el pecho del cuerpo, de ahí brotaba el líquido rojizo que llenaba de sangre las prendas que tenía. El niño agarro el rostro y soltó un estruendoso grito, “MAMÁÁÁÁÁÁÁ” se escuchó.
La boca seguía derramando sangre y el niño se lleno sus pálidas manos de sangre. Minashigo se dió cuenta que el quejarse no iba a cambiar el hecho de que su madre había muerto. Se recostó a un costado del cuerpo y miró la fría y feliz expresión que tenía su mamá y después miro hacía el estrellado cielo. Empezó a soltar sus lágrimas sobre la acera con una cara que no expresaba nada. Los días pasaban y el niño no se quería despegar del cuerpo de su madre, por más lleno de insectos que estuviera.