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Torneo del pavo
a la ciudad lo más rápido posible. Tanta gente es abrumadora. Solo entrando a la ciudad, se veía la diferencia entre el pobre mercado y los altos edificios de piedra. Había puentes que conectaban casas y había ropa colgada de entre los edificios. No tenía idea de a dónde ir, tenía que buscar a alguien que me dejara dormir en su casa. Puede que si me meto por esta calle a la derecha, encuentre el famoso mercado de Dumbrang.
Sin saber a dónde estaba yendo, de repente me encuentro en un callejón entre dos edificios que parece estar chueco, como si las dos casas que lo conforman estuvieran ladeadas, y huele a excremento de caballo. Casi no se ve nada, hay arcos de piedra que tapan la luz y ropa. -¡Danos todo lo que tengas!- escuché a una voz ronca decir detrás de mí.
Me vuelvo y solo veo a dos niños con una sola daga. No me llegan ni a la rodilla, no han de tener más de 7 años y se ven flacuchos y sucios, parece que no han comido en varios días. Me volteo de al frente y veo a otro niño “bloqueando” la salida, con sus diminutos brazos extendidos y una mirada asustada. Me bajo de la carreta y tomo tres cosas de esta. Mi hacha, dos hogazas de pan y mi bolsa de dinero. Los tres se asustan al ver el arma que es casi del doble de tamaño que uno de ellos, pero no les voy a hacer nada. Los pobres niños solo quieren comer y dormir en un lugar limpio. -¿Dónde están sus padres?- Les pregunto con un tono entre amenazador y tierno a la vez. -Muertos, y… y tú pronto los acompañaras si no nos das tu dinero- Dijo la niña que sostenía la daga sin mucha confianza en su voz.
Les lanzo el pan a los niños y dos monedas de plata a cada uno. -Consiganme dónde dormir y consideraré no hacerles nada, de preferencia cerca del mercado de Dumbrang- Dije levantando el hacha hacia mi hombro.
Los tres niños corrieron casi como si fueran perros, con gritos ahogados y tropezando con cada paso. -¡Los veo en la plaza del dragón rojo antes de que oscurezca!- les acabé gritando desde lejos.
Era extremadamente improbable que los niños estuvieran en la plaza del dragón rojo con las llaves de un cuarto en el que pudiera yo dormir. Pero así de improbable fue, que justo antes de que el sol se metiera entre las montañas, los tres niños llegaron. No se acercaron mucho, solamente me hicieron señas para que fuera con ellos, así que fui. me llevaron por muchos callejones y por diferentes caminos raros, hasta que llegamos a la parte trasera de una casa. -Dije, cerca del mercado de Dumbrang- les reclamé a los niños. -Aún no llegamos- me dijo uno de ellos.
Rompieron la puerta de la casa y me dijeron que entrara. No estoy seguro de que esto sea muy legal que digamos, pero la casa parece abandonada, no hay nadie adentro, salvo nosotros y algunas ratas. Huele a madera podrida. Exploramos la casa y parece que el primer piso es un restaurante o una taberna, tiene muebles rotos y un mostrador, incluso tiene un horno de piedra en la parte de atrás de la cocina. -¿Dónde estamos?- les pregunté a los niños. -Es el antiguo local de la Viuda Rica, la pastelería en el lado rico de la ciudad. Desde que murió su dueña, dicen que el local está embrujado. Los dueños lo vendieron al banco de duendes, pero nadie se quiere meter, excepto nosotros. -Hay camas arriba- dijo la niña. -Muchas Gracias… si no les molesta que pregunte, ¿Cuáles son sus nombres?-Ella es Díli, él es Bujstra y yo soy Ingolf- dijo el niño con el pelo más oscuro, señalando a cada uno de los niños.
Nos dormimos todos en un par de literas que había en el piso de arriba de la vieja pastelería. Me
levanté temprano, como siempre, encontré a los niños aún dormidos y fui a mi carreta a buscar cosas para empezar a trabajar. No podría sobrevivir en la gran ciudad sin un trabajo.
Tomé miel, harina, huevos, levadura y algunas especias de mis maletas. Fui a por agua a un pozo cercano y compre paja para mi caballo y leña para el fuego. Regresé a la pastelería y sin pensarlo mucho prendí el horno y empecé a hacer un pan de miel para el desayuno.
Después de algunos minutos de meter el pan al horno, Díli, Bujistra e Ingolf empezaron a bajar. decían que el olor a miel los había despertado. Cuando se acaba de cocinar el pan, lo saqué, lo rebané y le di un cacho a cada uno. -Si mañana igualmente quieren su desayuno caliente, me tendrán que ayudar a conseguir ingredientes para hacerlo. -
Sin decir una palabra y devorando el pan que cada quien tenía en su plato, los niños asintieron. Pidieron más cada uno y se los di, pero guardé un poco, ya que tenía que tener algo para vender.
Seguí cocinando y cocinando, se sentía extraño hablar y no ser corregido por Lilith, pero cocinar por mi cuenta me hizo sentir normal. Nadie aquí sabía que yo había huido al bosque, solo sabían que era un hombre grande y con barba que sabía hacer diferentes panes.
Salí a vender mis pasteles, no mucha gente se acercó, no mucha gente podía pagar un pastel caro. Pasaron las horas y nadie compraba. Se iban a pudrir los pasteles si nadie se los comía.
Así que decidí hacer algo, guardé un poco de pan y pasteles y fui a regalar los demás. Muchas personas parecían necesitarlos, y ayudar nunca es malo. Fui por todo el mercado y por la plaza, regalando pasteles a los vagabundos y mendigos. Pocos dijeron algo, les extrañaba que les dieran cosas sin que ellos las pidieran y eventualmente llegó la noche.
Regresé a la pastelería y me dormí. Desperté temprano de nuevo y no encontré a los niños… ¿Dónde estarán? ¿Les habrá pasado algo?¿Estarán bien? son las únicas personas que conozco aquí, me invitaron a su casa, me dieron asilo, no me perdonaría si…Se abre la puerta de golpe y entran los tres niños y otros dos que no conocía. -Ellos son Vile, y Evel- dijo Díli. -Nos ayudaron a conseguir la harina, también quieren comida y desayuno- Dijo Ingolf. -Si me traen las cosas por mi bien- dije. Tomé los ingredientes y empecé a cocinar.
Resulta que Vile y Evel eran hijos de alguna de las personas a las que les di mis pasteles ayer, dijeron que les gustaron tanto que harían lo que fuera para comer eso todos los días. -El problema es que no tenemos dinero, pero Bujistra nos dijo que les estabas dando de comer a cambio de harina, huevos, agua y otras cosas, entonces nos unimos al plan. , dijo Evel mientras Vile analizaba cuidadosamente todo lo que hacía yo con los ingredientes. -Bueno… creo que esto va a crecer más rápido de lo que pensé. , dije sin pensarlo.
Me quedé callado por unos minutos y después de analizar la situación les dije a todos: -El que quiera comida que venga, solamente que me traiga ingredientes para hacer más al día siguiente. Los voy a dividir en tres equipos. Evel y Díli, díganle a todas las personas que conozcan lo que les acabo de decir, menos a los guardias, no quiero problemas. -Bujistra e Ingolf, consigan más ingredientes. -Vile, tu te quedas conmigo y me ayudas a cocinar, ¿ok?-
Y así se fue el día, cociné y le enseñé a Vile a cocinar, cada hora llegaban nuevas personas dejando harina o huevos, incluso miel y demandaban su comida.
Así transcurrió toda la semana, hasta que el octavo día un pelotón de guardias de la ciudad llegó a la puerta principal de la pastelería. Abrí la puerta y un hombre casi de mi altura me dijo: -Nos dijeron que hay cierta fabricación ilegal de productos y contrabando de comida en este local-Señores, creo que se equivocaron de casa- les dije cordialmente a todos. -No hay necesidad de mentir… ¿Otto, verdad? Solamente venimos por nuestra comida y nadie tiene que saber esto.
Me sorprendió al principio, pero después entendí. ¿Qué opción tenía yo? es solo dar unos pasteles a unos guardias y fin de la historia. Fui a la parte de atrás, tomé algunos de los pasteles que estaban en la mesa y se los di a los guardias. -Muchas gracias señor, le prometo que nadie en mi gremio lo molestara, pero no puedo hablar por el banco, está usted viviendo en propiedad privada. Le recomiendo hablar con los duendes. -
Así que dejé a Vile a cargo de la cocina y me fui al banco. espere y eventualmente acorde de pagar la propiedad mes por mes. Y así fue. Después de formar una red de contrabando de ingredientes por accidente, los clientes de verdad empezaron a llegar. Primero fueron mercaderes de la zona, luego personas de toda la ciudad y al cabo de dos años, la pastelería había crecido enormemente.
Nombramos al local Mamá Oso porque así me llamaban las personas de la zona. Decían que era grande, peludo y salvaje como un oso, pero protector y cariñoso como una madre. Entonces nos pareció una buena idea llamar así al local.
El negoció siguió y siguió, alcanzó la fama poco a poco. Las personas que antes compraban en la Viuda Rica ahora compraban nuestros pasteles, decían que solo las viudas ricas podían permitirse comprar en esa pastelería. Gente rica y gente pobre, todos iban con nosotros por sus panes y por sus postres. Tenía una red de contrabando casi pública dentro de mi tienda, pero ningún guardia se metía con nosotros, solo iban y venían por su dosis semanal de pasteles.
Cinco años se pasaron volando, y cuando creí que nada podía estar mejor, llegaron dos cuervos con dos notas diferentes a mi puerta. El primero que llegó, tenía el escudo familiar, al principio tenía miedo de que fuera una nota de defunción de alguien, pero fue una nota de Drakko, diciendo que había organizado un viaje por todo el mundo y que quería pasar a verlo en un par de semanas.
La segunda nota fue la más extraña, tenía el sello real. ¿Qué quería la realeza con Mamá Oso? Abro la nota:
Señor Otto Bjorne’Klo,
Por decreto real, se le pide cordialmente ser el repostero oficial de la fiesta de Media luna en una quincena. Se requieren 3 tipos de postres pequeños diferentes y 300 de cada uno de estos. Además de un postre principal, todo de su elección.
Esperamos su respuesta en este mismo cuervo antes de que el sol se ponga en el segundo día.
Atentamente, Rey Konungur de Brhen.
¿Qué demonios? ¿Yo, en la fiesta del rey? ¿Qué voy a hacer?, no dice que pastel quiere. Revisé la nota tres veces más y se la enseñé a Bujistra, Vile, Ingolf, Evel, y Díli. Todos se emocionaron, ya querían enviar la respuesta, pero no sabían qué postres iban a hacer.
Toda la noche se la pasaron despiertos, haciendo postres y pasteles nuevos. Para los tres postres pequeños decidieron hacer un dulce de leche envuelto en galleta de vainilla, un mini pay de flor de luna y un pan de miel cortado en forma de luna.
Mamá Oso tenía más clientes que nunca. Banqueros, Lords, mercaderes y todo tipo de personas hacían fila para comprar nuestros pasteles. Pero nosotros estábamos ocupados ha-
cían fila para comprar nuestros pasteles. Pero nosotros estábamos ocupados haciendo 900 mini postres y una obra maestra.
Las dos semanas antes de la fiesta fueron pura locura, consiguiendo suficientes ingredientes y atendiendo a los clientes mientras preparaban la fiesta del rey. Así que el día del festival fue una combinación de alivio y nervios. nunca había cocinado para un rey, menos para todos sus invitados.
La pastelería encargada de la repostería en todos los años anteriores había sido la Viuda Rica, entonces muchas personas desaprueban la decisión de una nueva pastelería, escuche decir a una señora vestida en seda fina: -Le dicen Mamá Oso por salvaje, como podemos esperar algo bueno de sus pasteles. -
Luego nos enteramos que era la esposa del dueño de la Viuda Rica, y no pudo decir palabra alguna después de probar el pastel de 7 pisos, decorado con macarrones, claras de huevo y crema pastelera de la más fina, un interior cremoso con la perfecta combinación de limón y crema, una base de un crocante dulce hecho al punto y una Luna de papel que brillaba a la luz de una vela en su interior. Una auténtica maravilla repostera. Incluso el mismo rey nos llamó para felicitarnos, y bien merecido ya que no dormí en dos semanas por acabar ese monstruo de dulce de limón. Parece que el postre nos ganó la admiración y respeto de todos en la fiesta ya que el resto de la fiesta fueron felicitación por los postres y propuestas de negocios que Lords me hacían. Pero la mayor parte me la pase sentado, comiendo y mirando el enorme castillo. Eventualmente tuve que sentarme a tomar y comer con todo el mundo. Acabamos borrachos y empachados, pero felices. No regresamos a nuestra casa hasta justo antes de que amaneciera.
Gran sorpresa que me llevé al llegar.
Llegamos todos a la pastelería, algunas luces estaban prendidas, pero algo sobresalía. Estaba justo a los pies de la escalera que daba a la puerta, era una especie de canasta de paja con algo adentro, tal vez sea pan o queso de algún alma agradecida, pero eso nunca pasaba.

Confundido me acerco a la canasta, y veo que no es una canasta, es un moisés. Estaba cubierto con sábanas viejas y cortadas. De este sobresalían dos cabecitas con pelo negro delgado y un nombre bordado en el cuello de la manta de cada uno -Corin…Everlight- leí en voz alta sin darme cuenta. Dos bebés. Dos Gemelos. Dos hijos.
Apenas me podía mantener parado de la cena de ayer, o de hoy no estoy seguro cuánto duró la fiesta y tengo que cuidar de dos niños que se aparecieron de la nada en mi puerta. ya he acogido a muchos huérfanos antes: Vile, Igolf, Díli, Evel, Bujistra, pero ellos ya sabían sobrevivir en el mundo. ¿Qué se supone que hago con dos bebés? Ni siquiera sé qué comen. Pero ¿Quién perdonaría a alguien que abandona a dos bebés recién nacidos a su suerte?
No pude dormir ese día, tan pronto como cerré los ojos Corin empezó a llorar, despertó a Everlight y a todos los de la casa. Tuve que ir con alguien que los pudiera amamantar, conozco a una señora que acaba de parir, veré si ella les puede dar de comer.
La señora me dijo que los niños no debían ser amamantados, ya eran lo suficientemente grandes como para comer cosas blandas. Estaba exhausto de la fiesta y de la mañana de bebés. Los días siguientes fueron locura pura, no pude ayudar a hornear para cuidar a los bebés, tuve que encontrar comida lo suficientemente blanda para que comieran y limpiarlos era toda una monserga.
Un día, estaba atendiendo a los guardias de la ciudad con mis dos hijos en los brazos, no sabía a quién ponerle atención. Everlight estaba llorando y dos de los guardias me estaban hablando al mismo tiempo. No fue hasta que entró una figura alta y encapuchada que noté el caballo negro frisón estacionado en mi puerta. ¿Quién será este hombre tan extraño? algo me parece familiar. Veo dos hachas sobresalir en su capa, veo un escudo en su espalda, pero también una canasta grande, como de la mitad de su tamaño…una cabecita se asoma de ella, es como de una lagartija grande, tiene dos botoncitos oscuros en su cráneo…¡es un dragón! Pero, ¿Quién traería un dragón bebé a mi tienda? -Disculpa… , no pude acabar de pronunciar la oración cuando el extraño hombre se quitó la capucha.
Era una cara que nunca podría olvidar…
Era una cara que nunca podría olvidar…
Traía su pelo rojo trenzado, una pequeña barba, una armadura de cuero barata. Se me había olvidado por completo que iba a quedarse aquí un par de días. Entre el postre del rey y los nuevos bebés, no tuve tiempo de acordarme de su visita.
Toda la tienda se quedó en silencio por un momento, incluso Corin y Everlight se callaron. -¡Drakko!, - grité.
Dejé a los gemelos en brazos de Díli y me lancé inmediatamente a abrazar a Drakko. Me regresó el abrazo, que duró un buen tiempo, hacía cinco años que no lo veía. Nos soltamos y sin quitarle la mano del hombro dije para que toda la pastelería escuchara. -Todos, este es mi hermano, Drakko. -
Todos seguían callados, no fue hasta que Vile dijo algo que todos empezaron a bombardear preguntas. -¿Tienes un hermano?-¿Cuántos años tiene? -¿Qué hace aquí?-¿Por qué tiene un dragón? -¿No le dijiste a nadie que iba a venir?- escuche a Drakko decir. -Ok… Si tengo un hermano, es seis años menor que yo, viene de visita antes de empezar un viaje por el mundo conocido, no tengo idea de porqué tiene un dragón y no, no le dije a nadie que venias, tuve que preparar el poste para el rey en las fiestas de Media Luna, además, dejaron a estos dos en mi puerta la noche del banquete- dije señalando a los gemelos. -De cualquier manera, siempre es un gusto verte, Otto. No fue mucho tiempo el que te vi desde que
te vi desde que regresaste del bosque¿Qué bosque?, - dijo una voz al fondo del restaurante. -¿Otto no les contó nada de su vida antes de venir? -No…, - respondió Ingolf -Bueno, creo que deberían sentarse para escuchar esto… -
Toda la tarde y casi toda la noche Drakko contó la historia, de cómo escapé al bosque y cómo maté a un lobo gris a los diez años. Contó la parte de los osos, reafirmando mi apodo para la eternidad y la parte del asalto a Punta de Pino. Les contó porqué me fui y además nos contó que una nueva fuerza militar está creciendo desde el norte, desde Svartal’Stein, las malas lenguas decían que obedecían a Bálagar, el consejero del rey, pero nada era seguro. Por eso Drakko se iba. Tenía que buscar una forma de proteger a Punta de Pino, y un ejército no sería suficiente. Por eso compró un dragón. Podría ser útil en un futuro si aprendía a montarlo. Nos dijo que era una hembra y que la llamaría Beatriz. Después me preguntó por todo lo que había hecho en la Gran Capital. -Mencionaste “El postre del Rey en el festival de Media Luna” . ¡Explica eso!-
Entre todos le contamos como el rey nos llamó para ser los reposteros oficiales de su banquete, le contamos cómo había empezado Mamá Oso y toda la red accidental de contrabando que lo soportaba.
Después de eso la noche se tornó borrosa. Entre el pastel de brandy y el aguamiel de Evel, solo recuerdo pedazos de canciones mal desentonadas y despertar en la cama de Ingolf.
Drakko solo se quedó en la pastelería por un par de días. Ayudó a cuidar a los gemelos, me dió varias y preciadas horas de sueño, hasta que en el tercer día, empacó sus cosas y se fue. Dijo que estaría cabalgando al oeste, quería buscar un puerto en el que pudiera abordar un barco en dirección Kanas’Shi Lish’dul, la península norte del continente Oeste. Cada año Everlight y Corin crecían más y más. A los 3 años empezaron a ayudarme en la pastelería, incluso me dieron ideas para los postres del rey en sus banquetes de Media Luna. Un año, Everlight quiso hacer un pastel de chocolate con zarzamoras salvajes y justo eso le presentamos al Rey Konungur. Otro año, Corin decidió hacer un pastel de rosas caramelizadas y miel. Todos los años los niños me ayudaron a preparar los postres, y todos los años me acompañaron a los banquetes del rey. Siempre estaban a mi lado cuando el rey nos felicitaba. Y cada año, el rey hablaba menos, su cabello se hacía más gris y Bálagar le susurraba más al oído. Año tras año la guardía del fuego azul, la fuerza militar de la que Drakko nos advirtió, llenaba más las calles de la ciudad. No me daban buena espina. Nunca los dejaba entrar a Mamá Oso, sabía que si lo hacían, alguien cercano saldría herido.
Han pasado quince años desde la primera vez que llevé un postre a la mesa del rey. Como todos los años, Corin y Everlight me ayudaron a hacer los pasteles, este año sería un pay de manzana con canela y dulce de vainilla.
Corin es todo un hombre, sabe pelear, sabe hornear, es algo tímido, no habla mucho, pero siempre estaba dispuesto a contar una anécdota, a hacer reír a alguien, pero más importante a ayudar. Siempre se pone en frente de las peleas, no siempre las gana, pero era el primero en defender al indefenso.
Por otro lado Everlight es menos tímida, todo lo que Corín no habla, Everlight sí. Nunca le gusto mucho hornear, siempre quería practicar su técnica de pelea conmigo o con cualquiera que estuviera dispuesto. Ganó cierta reputación en el barrio des-
pués de clavarle un hacha a un guardia del fuego azul después de que este quisiera robar cosas de un puesto del mercado en nombre del rey. Everlight tiene un temperamento fuerte, pero es inteligente, si puede evitar una pelea de verdad, lo hace y sabe llevarse con la gente.
Este era el primer año que los dos me pedían no ir al banquete del rey. Los dos querían ir a la fiesta del barrio. Todos los años, en honor a las fiestas de Media Luna, llegaban acróbatas, cuentacuentos y comerciantes de Kief, un reino del sur conocido por sus artes circenses y mercaderes. -Papá, por favor. Todos los años desde que tengo memoria, incluso desde antes, te hemos acompañado a ese banquete y todos los niños del barrio nos cuentan mal las historias de los cuentacuentos de Kief. ¿Qué nos puede pasar? conocemos a todos aquí, los dos sabemos pelear y la casa está a dos calles de distancia. - Everlight me recordaba mucho a Drakko, hace mucho que no lo veo. Habla todo el tiempo y es tan testaruda como un toro. -¡Ingolf!- Grite al aire esperando una respuesta. -Mande, Mamá Oso- respondió una voz desde atrás del contador. -¿Cuidarías a Corin y a Everlight en la fiesta del barrio hoy en la noche? -¿Y perderme de las historias aburridas de la señora de la Viuda Rica?…¡Claro!- gritó ingolf desde el mostrador. -Obedecen a todo lo que les diga Ingolf, no se separen. Los veo mañana en la madrugada dormidos en sus camas- Les dije brincando la mirada de uno a otro. -¡Ingolf! Los quiero dormidos seis horas después de que oscurezca. - Grité al final. -¡Gracias!- dijeron en unísono, los dos me abrazaron y fueron a la cocina.
Una hora después yo salí con los postres en dirección del castillo. La noche fue cómo todas las demás, pero me faltaba algo. Extrañaba a mis hijos. No es lo mismo sin ellos. Recuerdo la cuarta vez que fui con ellos al banquete del rey. Everlight se quedó hablando con el rey hasta que se durmió en sus piernas y Corin jugó con el jefe de la guardia de la ciudad hasta la madrugada. Regresamos a la casa con Everlight profundamente dormida y Corin blan-
diendo una espada de juguete que le regaló uno de los guardias. Recuerdo que me regalaron un anillo de plata con el escudo de un oso. Apareció en mi plato después de acabarme mi porción de pastel. Le di ese anillo a Corin la mañana siguiente y nunca se lo quitó desde entonces.
El resto de la noche fue comer, beber y felicitaciones por el postre, lo normal. Las horas fueron pesadas, no capté mucho esa noche, creo que no tener a mis hijos cerca me apaga. Sin saber qué hora era, probablemente en la mañana, ya estábamos regresando a nuestra casa. Se veían los rayos de luz del sol saliente. Siempre pasamos de noche por la plaza del dragón rojo. A los niños les encantaba ver las decoraciones en una calle casi desierta, y me contaban cómo se imaginaban que la fiesta del barrio había sido. Esta vez, no estaba oscuro, debimos habernos quedado en la fiesta por más tiempo de lo normal.
Esta vez, antes de cruzar la calle que llevaba a la plaza, algo parecía fuera de lugar. Las calles después de la fiesta estaban desiertas, pero no tanto. Caminé unos pasos más, y el olor del humo no tardó en llegar a mi nariz. Corrí a la plaza y en vez de las linternas de colores y las carrozas exóticas de siempre, había caos.
Carrozas incendiadas. linternas aplastadas en el piso, sangre y gente muerta, gente conocida tirada en el piso, ensangrentada, masacrada. -¡Everlight! ¡Corin!- grite una y otra vez, sin respuesta alguna. Corrí a mi casa, tal vez estaban. Dioses por favor que estén allí.
Corrí, alcancé la puerta de mi casa, estaba rota. La azoté y vi a tres guardias del fuego azul. Uno gritando cosas que no escuche en la alacena. Los
otros dos estaban agarrando a Everlight. Uno la acaba de tirar al piso y tenía una espada en la mano y otro tenía mi hacha en la mano. Everlight debió tomarla para defenderse, y ese guardia debió de habérsela quitado.
Sin pensarlo empiezo a correr y pongo mi hombro al frente. Empujó al guardia con mi hacha directo a mi pared. Mi codo le pega en la nuca, su frente se estrella contra la pared e inmediatamente se mancha de un rojo carmesí.
Arrancó mi arma de sus manos tiesas y blando mi hacha con tanta fuerza que ni siquiera el acero de la espada del guardia lo puede detener. Doy el golpe, se rompe la espada y mi hacha corta el pecho del guardia en dos, partiendo al hombre a la mitad.
El tercer guardia se había percatado de la presencia de un hombre que acaba de matar a sus dos compañeros y se voltea, espada desenfundada, pero hay poco que se puede hacer contra un hacha que parte tu cráneo en dos.
Me quedo estático unos segundos, recuperó mi aliento y me encuentro diciendo: -¿Todos bien?-
Volteé la mirada a mi hija, aún tenía una cara de susto, como si no entendiera lo que acaba de pasar. Saqué a todas las personas de la alacena, les di comida, agua, y a algunos aguamiel. Tomé algunas de mis camisas y se las di a los que las necesitaban. Algunas personas me ayudaron a barricar la pastelería, los soldados seguramente tenían regresar a su base hace algunas horas, entonces sin duda los están buscando. Pasaron horas y yo ni me di cuenta que tenía la cara, la camisa, las manos y el cuello manchados de sangre.
Everlight no se calmaba, todo el día estuvo con la misma cara de angustia. No podía verla así, no es justo que un padre tenga que ver así a su hija. Pero ¿dónde está Corin?
Me siento al lado de Everlight y le digo con la voz más calmada y tenue que puedo hacer: -¿Qué pasó?- Pasan unos segundos antes de que responda. -E… Estábamos con Ingolf, llegamos a la plaza…
Compramos dulces, rehiletes, lámparas y… todo lo que se compra en el festival del barrio. Había dragones exóticos en todas partes, fuimos a ver una obra. Era el relato de la batalla de los barcos dragón. El hombre estaba con un cuerno lanzallamas, de repente el fuego se torna azul. Una cabeza de un dragón sale de las llamas y el vestuario del hombre se empieza a quemar, pero no quema al actor. Se empiezan a quemar los vestuarios de muchas personas y se ve el escudo de la guardia del fuego azul en el pecho de todos. Empezamos a correr…Corin…Un guardia me agarró la mano, Corin se lanzó sobre él… - Everlight estaba sollozando, ya casi ni podía formar una oración completa. Tomo su hombro opuesto con mi mano y la abrazo. -Fue mi culpa…si hubiera corrido más rápido… -Shhh…no fue tu culpa, nada de esto fue tu culpa, - le digo.
Everlight volteó su cara a mi pecho y empezó a llorar. La abracé más fuerte. Pasaron unos minutos y se calmó un poco. -Empezaron a salir de todos lados, de las carrozas, de los edificios…de todos lados. Después de que arrestaran a Corin, Ingolf y yo corrimos a la casa. Nos escondimos con otras personas en la alacena y esperamos varias horas. Luego llegaron los guardias y…y luego tú llegasteMe quedo viéndola por un rato, hasta que de la nada digo: -No es seguro que te quedes aquí…Los guardias no estaban buscando a los sobrevivientes, llegué más tarde de lo normal a la casa…me estaban buscando a mi. Si te encuentran conmigo, te arrestarán, o peor. Tienes que irte, con todos los demás-Pero… -No es un tema de discusión, empaca ropa, comida y toma cualquier caballo que quede, lleva a los demás a Punta de Pino. No tomes el camino del dragón verde, seguramente lo estarán vigilando. Ve hacia el noroeste y en la primera ciudad que encuentres, gira hacia el este, así llegarás a Punta de Pino. Ya allí, toca la puerta en la casa más cercana al bosque y di que eres mi hijaEverlight asintió, sabía que estaba hablando en serio. Inmediatamente se paró y me abrazó, luego se volteó y empezó a empacar sus cosas.