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YO soy la obra de arte

Por: Sofía Arango, 11°

Recientemente, las pantallas de los smartphone se han convertido en marcos para encuadrar pinturas, y las musas inspiradoras en el arte, ahora se denominan instagrammers. Mundos de helado, museos del color, cápsulas de diversión, imágenes fácilmente capturadas con un simple ƀCUJ. ¿Lo mejor?, tú eres la obra de arte, el gran centro de atención. Bienvenidos, entren a conocer la nueva cara del arte. Espero que cuando terminen de leer este texto me den un like, ¿vale?

La concepción tradicional de museo está sufriendo una transformación, desde hace varias décadas los artistas han venido trabajando para conseguir una interacción activa con el espectador, dando lugar al arte instalativo; un derivado del pop-art. El arte pop es un movimiento artístico que comenzó a mediados del siglo XX. Se caracterizó por transformar el enfoque artístico de la época (elitista, aristocrático, reservado para unos pocos) en uno más popular y fresco que articulara imágenes y objetos de la cotidianidad. En el siglo XXI, este movimiento dio lugar a un nuevo tipo de “museos” o exhibiciones diseñadas para que el visitante interactúe con las obras. La propuesta conocida como instalaciones ganó popularidad y reconocimiento.

En la actualidad, muchas de las obras inscritas en esta línea son de gran valor artístico, sin embargo, hay que reconocer que por estos días el pop-art instalativo también es parte de un esquema de obsesión digital. Muchas de las instalaciones nos prometen satisfacer una necesidad de aprobación social mediante fotografías. Hay exhibiciones que se centran en temas populares, RQTGLGORNQGN/WUGQFGNJGNCFQFGNCUUGNſGUde los sentimientos, los sueños; y la lista es ex

tensa. En museos como el del helado, las luces son conos, hay un sándwich de helado gigante que funciona como columpio y piscinas de sprinkles, brinda innumerables oportunidades para esa foto “perfecta” de Instagram. El visitante tiene un papel activo, así su visita no solo es contemplativa. En este tipo de instalaciones el espectador se convierte en el centro de atención, se sumerge en la obra para hacer parte de ella.

Estos museos moldean nuestro consumo del CTVGNCUQEKGFCF[CPQSWKGTGXGTUGFGſPKFCpor un objeto inanimado, tampoco anhela la perfección artesana de un pintor; en vez de ello, quiere sentirse incluida, quiere ser protagonista. El público rechaza una experiencia de la cual no pueda ser parte, y más, cuando no la puede documentar. Es el caso del museo de arte Hirshhorn, localizado en Washington D.C., éste seguía un reglamento tradicional donde las fotos no eran permitidas, por lo que sus visitas eran bastante limitadas. Sin embargo, cuando en el año 2017, lanzó una exposición diseñada para tomar fotos, llamaFCő+PſPKV[/KTTQTUŒFG;C[QK-WUCOC UWUmembresías incrementaron en un 6.566%. En la misma ciudad, la exhibición “Wonder” de la Galería Renwick, también atrajo más visitantes en seis semanas de lo que había alojado anteriormente en un año, todo gracias a su interacción con el visitante. Surgen, entonces, preocupaciones e inquietudes en el ambiente artístico, ¿la sensibilidad humana se está limitado al narcisismo?, ¿los individuos se han XWGNVQVCPUWRGTſEKCNGUSWGPQRWGFGPXCNQTCTel arte a menos que gire en torno suyo?

A muchos nos gusta sentirnos guapos frente a WPGURGLQEQPſTOCTNQDGNNQUSWGPQUXGOQUen una foto, nos gusta recibir cumplidos y disfrutar de todo aquello que alimente nuestro COQTRTQRKQ.CUCEVKVWFGUSWGCPVGUECNKſE¶- bamos como narcisistas y vanidosas, ahora nos conducen. Los medios de comunicación y las redes sociales se concentran en proyectar una versión virtual e idealizada de uno mismo. Suele suceder que el público, de pie ante una obra de arte, no la quiera observar de manera directa, sino a través de la pantalla de su celular para así incluirse en la imagen, publicarla y regocijarse con los likes que sus

seguidores le den. Hay una confusión entre la necesidad de reconocimiento y la creencia de que lo hacemos por nosotros mismos, por nuestro “amor”. No intento criticar el amor propio, pero dime, ¿tu amor es verdadero si vives con la necesidad de tener aprobación social? Esta necesidad puede ser tóxica, y una vez le quitamos la portada, nos encontramos con un cúmulo de inseguridades. Vamos a estas exposiciones de arte, no para conocernos y adquirir una retrospectiva frente a quiénes somos, sino para, precisamente escapar de ello. En consecuencia, preferimos la persona que creamos digitalmente, antes que la verdadera.

Se visita una exposición artística para tomar fotografías, no para admirarla, ni siquiera nos estresa el corto tiempo para ver la obra comRNGVCUKPQNCKORQUKDKNKFCFFGVQOCTUWſEKGPtes fotos. En la foto podemos aparecer con una UQPTKUCſPIKFCRGTQPQPQUFCOQUEWGPVCRQTquerer aparecer en ella y subir la publicación a las redes. Después recibimos una oleada de cumplidos que nos categoriza como cultos y fanáticos del arte. En corto tiempo encontramos publicidad sobre otro evento “artístico” que promete ser mucho mejor. Así funcionan, se presentan durante unas pocas semanas y luego son reemplazadas por otras que prometen ser aún O¶UHQVQITCſCDNGU&GLCOQUFGXGTGNCTVGEQOQuna propuesta independiente, nos distanciamos de su belleza estética porque solo anhelamos ser parte destacada de la obra.

Está bien que te admires, pero también es neceUCTKQSWGTGƀGZKQPGUUQDTGUKNQJCEGUFGOCPGTCUCPC6WCOQTRTQRKQPQUGFGſPGRQTNCKOCgen que proyectas en una plataforma virtual. El problema no lo generan las propuestas artísticas que te invitan a participar de la obra, como el caso del pop-art; la calidad de tus experiencias no debe ser medida por la cantidad de fotos que tomaste. Puedes ir a lugares hermosos sin neceUKFCFFGHQVQITCſCTNQUKPVGPVCRNCUOCTCNIWPCUimágenes en tus recuerdos. Respira, prende los ojos y no una pantalla. Admira el arte, la naturaleza, la vida, toma el lugar de espectador, no siempre se es protagonista.

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