Cuentos cortos para esperas largas 2020

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Está bien, es normal ver a una pareja que se habla al oído mientras el concertista de turno –esta vez Lang Lang– después de interpretar a Satie, agradece al público agachando la cabeza y el tronco hacia adelante con la mano derecha en el corazón. El piano de cola es Steinway & Sons y brilla, como brilla la corbata de Lang Lang, sus dientes y solo un poco la parte alta de la frente. La pareja está sentada en tercera fila. La mujer, aplaudiendo, cierra un poco el ojo derecho, lado por el cual, el hombre, con los labios en la oreja de ella, le dice algo al oído. Lang Lang deja el escenario. Prenden las luces. No cesan los aplausos que se incrementan unos segundos después con el regreso del pianista con la frente seca. Una niña de vestido rosa, ojos rasgados y zapatillas blancas, sube al escenario y le entrega a Lang Lang un ramo de flores, él la besa en la mejilla y pone el ramo sobre el piano. Ahora es la mujer la que le dice algo al hombre en la oreja, y ahora es él quien entrecierra un ojo; tal vez el anuncio en perfecto inglés del joven pianista de una polonesa de Chopin: la número seis, o tal vez fue solo la respuesta a lo que le susurró él hace un momento. Lang Lang, vestido negro, corbata de lentejuelas, toma asiento. Se apagan las luces –y los murmullos– (alguien tose por última vez). Ella recuesta la cabeza en el hombro de él justo cuando la cámara toma a Lang Lang de perfil: tiene

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