Karin Salvador, 1º premio ESO EL CAFÉ “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas y con las aguas son mi compañía; las claras aguas de estos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos.” Y una nueva madrugada cierro el libro tras haber leído exactamente el mismo párrafo que ayer, que anteayer y que mil días antes suplicando al cielo que me de fuerzas mientras camino por Boulevard Saint-Germain. Es entonces cuando unas pequeñas gotas de agua, rozan mi nuca provocándome un escalofrío que me hace sentir extrañamente bien, ya que hace nueve meses exactos la vi. A la misma hora, en el mismo Café y la misma llovizna cayendo sobre mis hombros hasta encontrar ese resguardo que cambió mi vida. “Café de Flore” Leo desde fuera y no dudo en caminar a la mesa que siempre parece esperar mi llegada; aunque esta vez parece distinto. Y sin necesidad de carta el camarero sitúa sobre mi mesa lo mismo que todos los días regalándome una sonrisa tranquilizadora. -No se preocupe, hoy parece ser el día perfecto. –Susurra con acento francés y se va sin darme tiempo a responder. Aunque, realmente, no soy capaz de hablar ahora que su silueta aparece alumbrando todo lo que nos rodea, acelerando mi corazón y despertando en los pocos clientes que se encuentran esparcidos en el local, la curiosidad de saber de dónde viene y hacia donde va.