ERIBERTO MELENDRO 1º PREMIO BACH/FP
Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas de estos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. Con los animales y las plantas yo habito, no añoro ni el amor ni el calor humano, pues mi verdadero amor es la naturaleza; es en su regazo donde yo adquiero conocimiento, donde la luz del alba y el silbido de los pájaros me hacen olvidar de cualquier regreso. Aquí el crepúsculo es enteramente mío, las estrellas se orientan como un cielo sobrevolado de luciérnagas. Nunca me siento desamparado, aún habiéndose los grillos callado, en la oscuridad de la noche. En otoño el viento azota sin temor, aludiéndome que nunca estuve solo. Duermo con los lobos, mis hermanos; de ellos he aprendido a cazar. Y así, despacio, muy despacio me acerco a mi víctima y la atravieso con el acero. Hasta donde llega mi vista solo veo frondosos y vetustos árboles. Tumbado en la hierba sueño con mundos distintos, de esos que ni siquiera vienen en mis libros de caballerías por ser tan bellos. Y me pregunto cómo fui capaz de abandonar mi casa y a mi fiel Sancho, la respuesta estaba aquí, frente a mis ojos, este aire insaciable y embebedor, este paraje cautivador, risueño y apacible, como cualquier que deseare ver. La culpa de mi anhelo de libertad y ansia de soledad; es toda tuya mi Dulcinea. Desde que me diste por perdido y loco, el desasosiego me ha invadido, incluso aquí, apartado del mundo, como una estela que aparece y desaparece a su querer. Me dejaste a la merced de mi dicha, y el infortunio se cernió sobre mí. Todavía sigo ensoñando con tu rostro, cuando la Luna, tímida entre las demás luces, se deja ver. Puedo ver el reflejo de tus pupilas en el agua. Hasta que el sueño me alcanza, y todo