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Dejar huella

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Comunicándonos

Comunicándonos

En el marco del Congreso Nacional de Oftalmología 2025, la neuroftalmóloga venezolana Emily Karam comparte con Revista MO las razones que la obligaron a dejar su país en 2017, su pasión por la especialidad y la forma en que el amor de sus alumnos y pacientes la alentó en cada etapa. Una historia de resiliencia, vocación y afecto que trasciende fronteras.

“Fue algo que se fue dando. En mis conferencias yo hablaba sobre cómo era posible que aceptáramos las restricciones del gobierno a la atención médica y a los medicamentos, sobre la baja en la calidad de la educación. Luego, atendí una paciente cercana al gobierno y tuve un pequeño conflicto, una mala interpretación de su parte. Entonces comenzó la persecución que me llevó a irme del país de la noche a la mañana, dejar todo — carrera, pacientes, estudiantes, familia— de un día para otro, sola, sin despedirme de nadie, sin renunciar a mi trabajo ni nada, porque era la única forma de poder salir”, introduce la doctora Karam y se predispone a la charla.

MO- ¿Cómo fueron los primeros tiempos después de emigrar?

EK- Inicialmente, me fui a los Estados Unidos porque tenía visado y comencé a tramitar la residencia, pero el problema era el trabajo. Paraguay fue la opción más rápida para homologar mi título. Nunca había estado allí. Al principio fue difícil el cambio, pero fue una experiencia muy bonita. Tuve la suerte de encontrar buenos alumnos y grandes pacientes, como siempre. Eso me sostuvo. Después me ofrecieron la oportunidad en la Universidad de Texas, donde estoy trabajando actualmente.

MO- ¿Cómo es ejercer allí?

EK- Nuestro sistema de trabajo es completamente diferente al norteamericano. La medicina en Estados Unidos es más defensiva, la consulta es más rápida y tiene más carga administrativa. Igual, me permitieron adaptar mi consulta para tomarme el tiempo necesario, ya que en neurooftalmología, muchas veces, no puedes apurar al paciente porque su condición no lo permite. Me llevo trabajo a casa, reviso y completo las historias clínicas en la noche, así puedo dedicarles más tiempo en la consulta.

MO - ¿Es muy importante ese intercambio con los pacientes?

EK- En neurooftalmología, la clínica es la base de todo. Eso me enamoró de esta especialidad, porque la clínica es la que te lleva a hacer el diagnóstico. Siempre le digo a mis estudiantes: el diagnóstico es clínico, los exámenes complementarios son para, como lo dice la palabra, complementar el diagnóstico clínico y afinar, a lo mejor, algún detalle entre las subclasificaciones que hay para orientar mejor el tratamiento.

MO- ¿Por qué elegiste la oftalmología?

EK- En la escuela de medicina me tocó hacer una rotación por oftalmología, y me enamoré de esta especialidad. Me sorprendía cómo un órgano tan pequeño podía revelar tanto sobre el cuerpo, y de cosas sistémicas. Y en ese momento me gustó mucho la microcirugía. Ya en el último año, se abrió la opción de hacer neurooftalmología, y me encantó. Todos los casos eran distintos. Incluso, había ganado una plaza para retina, pero la dejé para seguir con neurooftalmo porque me parecía impresionante que a través del ojo pudieras ver enfermedades neurológicas, diagnosticarlas, poder ayudar a un paciente. Eso me maravilló. Fui la primera en rotar por esta especialidad. Cuando terminé mi fellow, me fui a Estados Unidos a completar la formación porque sentía que un año no era suficiente.

“Dentro de todo, me considero afortunada. Tengo grandes amigos, pacientes, alumnos. No tengo nada de qué quejarme”.

MO - ¿En qué estadio está hoy la neurooftalmología?

EK- Como todo en la medicina, ha avanzado muchísimo. Hoy contamos con nuevos tipos de pruebas que han conllevado también a mejorar los diagnósticos y a dirigir mejor el tratamiento médico. Hoy, por ejemplo, podemos dividir mejor los tipos de enfermedades desmielinizantes, lo que permite tratamientos más específicos. Ya no se trata a todos los pacientes por igual. También ha mejorado el pronóstico de muchas enfermedades que antes se consideraban sin posibilidad de tratamiento. Y sigue avanzando: todos los días están saliendo cosas nuevas.

MO- ¿Cómo te exige a vos como especialista esta continua evolución?

EK- Te obliga a estar siempre al día para poder ayudar al paciente para que pueda integrarse más a la sociedad, que pueda trabajar, independizarse. Si estas actualizado y tienes tu base de datos de pacientes, puedes avisarles si surgen nuevos tratamientos, nuevas formas de abordar enfermedades que antes no se trataban. Incluso, para informarle a aquellos que dejaron de venir.

MO - ¿Qué actividades disfrutas fuera del consultorio?

EK- Me encanta leer, especialmente sobre historia y cultura. También caminar, hacer algo de actividad física. Y viajar, soy una amante de los viajes porque creo que conocer gente, compartir, te deja mucho. Te vas nutriendo. Te ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista, y eso, después, repercute en mi trabajo como oftalmóloga.

MO- Profesionalmente, ¿qué proyectos tenés a futuro?

EK- Antes tenía todo planeado: dónde iba a estar, con quién iba a trabajar… Pero cuando ves que tu vida puede cambiar de un día a otro, ya no lo piensas así. Ahora digo: me gustaría hacer esto, pero, no es que tengo preestablecido dónde quiero estar y dónde voy a estar. Sí sé que quiero seguir ayudando, seguir enseñando. El nombre o el lugar no importan tanto como el cariño de tus pacientes y de los estudiantes. A ellos les digo siempre que quiero compartirles lo poco que sé, que aprendan y que me superen, ese es el mejor regalo que me pueden hacer.

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