La Verdadera Destreza
Daniel Eduardo Luzardo
La Verdadera Destreza Desde que somos niños, nos inculcan aspectos de las artes marciales que raudamente relacionamos con un místico oriente, de donde provienen artes como Iaidō o Kendo, hermosas disciplinas marciales que en ocasiones empuñan nada más ni nada menos que al mítico sable japonés, la Katana. Un ícono de la historia marcial de la humanidad, un símbolo del arrojo por el que los legendarios Samuráis son mejor conocidos, esa hoja que guarda el alma de estos honorables guerreros. Quizá esto se deba, más allá de historias basadas en hechos como los 47 Rōnin o de textos como el Hagakure, a películas que variadas generaciones supieron disfrutar: Los Siete Samuráis, El Último Samurái, o el manga-anime de los noventa, Samurái X; hoy en boga por las versiones filmográficas de cierta compañía de streaming. En este sentido, y sin lugar a dudas, un gran responsable de esto es la famosa Kill Bill de Tarantino, pues
la espectacularidad y crudeza de sus escenas colaboran mucho con la fábula alrededor de este sable. Existe una vasta bibliografía sobre esgrima japonesa, aunque aquí prefiero detenerme en una esgrima quizá no tan popular, pero de extrema eficacia y funcionalidad, conocida como la Verdadera Destreza Española. El primer tratado sobre la Verdadera Destreza data del siglo XVI, «De la Filosofía de las Armas y de su Destreza y la Aggression y Defensa Cristiana», escrito por el sevillano Jerónimo Sánchez de Carranza, quien quiso ordenar y estructurar la técnica de la «verdadera esgrima científica», separando de lo que usualmente se conocía como destreza vulgar o común, esgrima europea, que muchas veces se veía emperifollada con tretas que alguien podría catalogar como poco honorables. Movimientos tales como cegar a la persona con una capa, tirar tierra a los ojos o bajarle el sombrero al rival para cegarlo momentáneamente en pleno duelo, eran usuales en este arte común. En algunos casos, al
igual que pasa con ciertas artes eclécticas de hoy en día, la destreza vulgar contaba con técnicas que no eran funcionales, y más bien, eran formas de engatusar incautos para cobrarles por lecciones de una supuesta Verdadera Destreza, que más que dinero, les podría costar la vida, (el tiempo pasa y algunas mañas quedan). Si bien la Destreza data del siglo XVI, su epítome se alcanza en el siglo XVII, con variados y nuevos manuales impresos, entre los cuales destaca la labor del escritor nacido en la ciudad de Baeza, Luis Pacheco de Narváez, quien compiló material técnico en varios volúmenes. Es interesante pensar en el contexto científico de esos años, pues Newton, Pascal, Descartes y otros enormes intelectuales, habían presentado magnánimas obras en física y matemática, influyendo fuerte y transversalmente a toda la sociedad, cuestión que tampoco sería ajena a las obras de esgrima. Este estilo, considerado algo complejo de asimilar, perduraría en el tiempo hasta el siglo XIX, a la par que dio cabida a maestros italianos y luego franceses, desembocando en la esgrima deportiva actual, bastante más lineal que la Verdadera Destreza. La Destreza, fue un intento renacentista de estructurar el arte militar de la espada en forma de ciencia, (ciencia como se entendía en la época). Basando sus principios y movimientos en las figuras matemáticas, destacando la geometría de círculos, ángulos y líneas rectas. Busca evitar cortar distancia por el frente del
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