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La situación se ve agravada además por diversas leyes y reglamentos que permiten la fácil disponibilidad de armas en determinados países. Asimismo, la situación se ve agravada por diferentes autoproclamados maestros de artes marciales que utilizan las armas para poder agitarlas y hacerlas girar alrededor de sí mismos de forma irracional, lanzarlas al aire, etc. Muchas de estas personas nunca han recibido un verdadero entrenamiento con armas, por lo que desconocen las reglas básicas que se enseñan al principio del entrenamiento.
Mencionaremos dos reglas básicas que se enseñan en las artes marciales japonesas de lucha con espadakenjutsu. Tienen un uso general en el manejo de otras armas también. Para explicar lo más fácilmente posible la primera regla, que dice que no se debe coger un arma cuando se está enfadado, utilizaremos una vieja leyenda que se cuenta a menudo en numerosos dojos de todo el mundo.
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El samurái y la deuda
Durante la ocupación de Okinawa, un joven samurái que había pedido dinero prestado a un pescador regresó a la provincia de Itoman, donde vivía, para cobrarlo con intereses. Al no poder pagar la deuda, el pobre pescador huyó e intentó esconderse del samurái, famoso por su habilidad con la espada y su mal genio.
El samurai fue a su casa y, al no encontrarlo, lo buscó por todo el pueblo. En cuanto descubrió que el pescador estaba escondido, se puso furioso.
Al final, antes de la puesta de sol, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. Enfurecido, sacó su espada y le dijo: "¿Qué puedes decir en tu defensa?".
El pescador respondió "Antes de que me mates, tengo algo que decirte. Te pido humildemente esta oportunidad". El samurai dijo "¡Ingrato! Te presté dinero cuando lo necesitabas y te di un año para devolverlo y te comportas así. Habla antes de que cambie de opinión".
"Lo siento", dijo el pescador." "Lo que quería decir era lo siguiente: Acabo de empezar a aprender el arte de la mano vacía (karate) y lo primero que aprendí fue la orden: Si levantas la mano, calma tu temperamento, si tu temperamento se levanta, calma tu mano. Si me matas ahora, nunca te devolveré tu deuda, pero si me perdonas te devolveré tu dinero en un año, te lo prometo".
El samurai quedó desconcertado al oír esta famosa orden del simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bien, tienes razón. Pero recuerda que volveré dentro de un año y será mejor que tengas mi dinero preparado".
Y se marchó.
Ya era de noche cuando el samurái regresó a su casa y, como era tradición, se disponía a anunciar su regreso, pero le sorprendió un haz de luz que salía de su habitación, a través de la puerta trasera entreabierta. Forzó la vista y pudo ver a su esposa dormida y el contorno poco claro de una persona durmiendo en el suelo junto a ella. Aunque no estaba claro, pudo