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Equilibrio, sabiduría, sabiduría....

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Grandes Maestros

Grandes Maestros

"Son precisamente las preguntas para las que no hay respuestas las que marcan los límites de las posibilidades humanas y trazan las fronteras de nuestra existencia"

Milan Kundera

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Este escritor checo, nacionalizado francés, autor de "La insoportable levedad del ser", tenía razón. Desde hace milenios, el hombre, en su capacidad de elucidación, intenta desarrollar herramientas en su intelecto que le faciliten la vida cotidiana. Los estudiosos y defensores de la teoría evolucionista predican que, en un momento dado de la evolución, los seres humanos y los monos tuvieron un antepasado común. A partir de este antepasado evolucionaron dos grupos diferentes: uno de ellos generó al mono y el otro al ser humano.

Esta tesis tuvo un fuerte impacto en la sociedad cristiana del siglo XIX. Duramente criticado por los religiosos, Darwin prosiguió sus investigaciones. Entre los aspectos que exploró figuran:

- El proceso de evolución de las especies es gradual y continuo.

- Todos los seres vivos descienden en última instancia de un antepasado común.

- El mecanismo por el que los seres vivos cambian y evolucionan es la selección natural: los individuos mejor adaptados al medio obtienen mejores resultados en la lucha por la supervivencia.

Muy bien, la cuestión que nos lleva más lejos demuestra que los humanos, hasta hace pocos siglos, legitimábamos la dominación de las metrópolis colonialistas sobre los pueblos conquistados.

Este fenómeno, llamado "etnocentrismo eurocéntrico", tenía la civilización europea como medida para todos los aspectos civilizados. Así surgió la clasificación "primitivo, bárbaro y civilizado" para determinar las etapas evolutivas de las civilizaciones.

En pleno siglo XXI, seguimos viendo que los caminos entre el hombre y su obviedad, por así decirlo, se convierten en el punto de inflexión entre el gran florecimiento de los medios con los que nuestra pseudocivilización mecánica y utilitaria se enriquece, principalmente a través del advenimiento de internet, y nos pone en situación de reinventarnos. Esto significa que, observado desde otro plano, vivimos una época dorada de la información y, al mismo tiempo, nunca ha sido tan confusa. Es simple, toda esta abundante ola de acceso, posibilidades, consecución de objetivos, etc., se convierte en unidad y el problema sale a la superficie como lo que es, o no es, verdad. Dicho esto, dentro de la visión y reflexión que lleva a la lucidez, poco importa.

Todos los que conocieron las artes marciales antes de los años 90 se identificaban con dos personajes: el guerrero fuerte que salvaba a los débiles y oprimidos, y el viejo sabio que parecía tener respuestas para todo. Tanto es así, que la serie hecha para televisión Kung Fu protagonizada por David Carradine fue un gran éxito. ¿Quién no recuerda a uno de sus maestros favoritos, el maestro Po, un anciano ciego apodado el saltamontes?

Bueno, entonces podemos mencionar al Sr. Miyagi, interpretado por Noriyuki "Pat" Morita en la película Karate Kid, un papel que le valió una nominación al mejor actor de reparto en los Oscar de ese año y también una nominación en la misma categoría en los Globos de Oro.

Cuando observamos desde otra línea argumental y perspectiva, el problema que se plantea ante la relación verdad/mentira, la visión reflexiva siempre se manifiesta en función de la inteligencia que la propone y sus límites.

El cambio de milenio, la llegada de Internet y la globalización, ha obligado a todos a reposicionarse. En otras palabras, la apertura de posibilidades con acceso inmediato a la información, algo que antes dependía de los libros y de las personas que buscaban información en sus respectivos países, ha marcado la diferencia. Bastaron unos pocos años para que todo el mundo sintiera lo mismo. De la noche a la mañana, alguien que nunca había entrado en un Dojo se sentía al mismo nivel que un maestro experimentado que conocía su oficio.

Los cambios en la humanidad siempre presentaban reajustes y renacimientos. El nuevo mundo, con sus artefactos y posibilidades ilimitadas, decía: ¡el cielo es el límite! Finalmente, los secretos parecían no existir más, y el calor de las emociones en los numerosos foros y discusiones convertía a los maestros más famosos en el "blanco" perfecto.

Disputas, desafectos, todo estaba allí a la vista. Durante años acapararon toda la atención, sometieron a los puntos de maniobra, y personajes antes invisibles ganaron notoriedad. Sin embargo, la realidad marcial se sentía vacía, terriblemente manoseada. Como todo, las cosas empiezan, ganan fuerza, se mantienen, pierden fuerza, entran en un proceso de decrepitud, y la tendencia es a desaparecer.

Conviene señalar que esto no es nuevo, ni algo inherente sólo al siglo XXI. La falta direccional de las propias emociones es algo que siempre ha acompañado al ser humano en su trayectoria personal. Es fácil, el hombre siempre se ha sentido incapaz de dirigir los medios donde el poder y la apariencia hablan más alto.

Por otro lado, las leyes de la existencia nos dicen que la vida alcanza la homogeneidad sin dañar la individualidad, alcanza la igualdad que unifica, sin destruir las diferencias que distinguen. La buena noticia es que, por tanto, los elementos conservan inviolada su individualidad, sin impedir que todas las semejanzas equilibren esas diferencias: ¡cada uno es lo que es!

En medio de las artes marciales, empapadas de testosterona, vanidad, imaginación, un cóctel peligroso donde cada uno quiere ser el amo, el rey, el señor de la razón, es fácil encontrar caricaturas y personajes que demuestran que vale la pena comprender la historia con sus matices y variaciones. Es decir, cada uno en su búsqueda de la igualdad, de un lugar bajo el sol, puede ser un Dios o un demonio, ya que la igualdad se constituye, de este modo, no como una violación impuesta a la individualidad, sino como una reordenación espontánea de uno mismo.

Tal vez, en el pasado, se trataba de una cuestión de cultura, o incluso de la necesidad de llevar la cultura al medio, sobre todo cuando éste carece de conocimientos. Los que son de mi generación saben que el ambiente de las artes marciales no era famoso por su intelectualidad, y pocas personas destacaban con estas características.

Al contrario, en el siglo XX, en algunos lugares un maestro de artes marciales era alguien que no servía para nada. Esto es comprensible, ya que la cultura era escasa y la información tergiversada.

Cuando observamos la palabra "Cultura", un concepto amplio que representa el conjunto de tradiciones, creencias y costumbres de un determinado grupo social, podemos entender que las razas, en su idiosincrasia social, se diferenciaban por la forma de transmitir sus conocimientos. Según la antropología, se transmitía por comunicación o imitación a las generaciones siguientes.

Si seguimos este enfoque, dentro del contexto marcial cultural, la cultura representa el patrimonio social de un grupo, siendo la suma de patrones de comportamiento humano, que involucra: conocimientos, experiencias, actitudes, valores, creencias, religión, lenguaje, jerarquía, relaciones espaciales, noción del tiempo y conceptos del universo.

Edward Tylor (1832-1917), dijo algo interesante:

"La cultura es todo ese complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y todos los demás hábitos y habilidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad".

Pues bien, ya hemos llegado al año 2023 de este siglo de cambios y alteraciones. Desde el punto de vista de la modernidad, la igualdad no es, pues, una superposición forzada de la realidad, sino una organización de la realidad en un plano evolutivo superior.

En este siglo de movimiento y velocidad, asistimos a una continua ruptura de barreras. En lo que respecta a las artes marciales, ya no existen fronteras ni divisiones raciales. Los muros divisorios, erigidos por la ignorancia humana, por mucho que se resistan, están siendo derribados poco a poco. ¡Menos mal!

Esto nos lleva a la idea de que la dificultad absurda y ofensiva, para los que antes estaban excluidos, ya no existe. ¿Quién no sufrió, como yo, con la idea de que había que pensar como un oriental para ser alguien en el medio?

El pensamiento relativo a una superioridad racial, tanto más pernicioso y tal perturbador, visto desde el mundo espiritual, cae por tierra y las gestas, casi siempre marcadas por leyendas e historias, llegan a su fin.

Cada raza, arte, cultura, posee cualidades que no se formaron al azar y que tienen una función colectiva. Cada pueblo puede ofrecer una contribución útil a la formación del nuevo organismo de la humanidad. Y si hay una raza más evolucionada, tiene, por esta misma razón, el deber de educar y evolucionar, y nunca el derecho de aplastar y disfrutar.

Basta con echar un rápido vistazo al pasado:

Los animales se han desarrollado biológicamente, algunos han evolucionado y se han adaptado mejor al medio. Por tanto, la cultura también ha evolucionado porque algunos seres humanos, supuestamente, han evolucionado más. Surgió la noción etnocéntrica de raza, que afirmaba que algunas "razas humanas" eran superiores a otras.

Sin embargo, con el uso de Internet nos engañamos con la voz del mundo.

Milan Kundera vuelve a dar en el clavo:

"El hombre, esa criatura que aspira al equilibrio, compensa el peso del mal con la masa de su odio".

Vemos que el mundo siempre tiene prisa, porque está encerrado en el tiempo. Todo cambia a una velocidad espantosa. El famoso Mundo Líquido escrito por el filósofo y sociólogo judío polaco Zygmunt Bauman, nos explica que por muy rápido que corra el mundo nunca llega del todo.

Esto se debe a que, en general, las relaciones sociales del siglo XX han perdido las características esenciales que en su mayoría tenían en siglos anteriores. Un claro ejemplo de ello son las relaciones. Los miedos, las incertidumbres, la volatilidad de las relaciones, el individualismo, el consumismo, la inseguridad pública y política, la desigualdad social y la facilidad para aplicar la lógica del mercado a las relaciones humanas son consecuencias de esta liquidez de los tiempos.

Si trasladamos esto a las artes marciales, la relación maestro-alumno, mentor-discípulo, en proporción ya no existe. Pocas escuelas consiguen mantener sus tradiciones, hábitos, costumbres..., en lo que a relaciones se refiere.

Bauman es un gran crítico de la fragilidad de los vínculos humanos. Para él, se ha vuelto fácil conectarse y desconectarse de los amigos: basta con apretar un botón. Hoy en día tienes miles de amigos en tus redes sociales. En la modernidad sólida apenas tendrías un círculo corto de amistades, muy cercano. Esto es lo que diferencia los huesos humanos de las redes. Para Bauman buscamos amistades y relaciones como buscamos productos: en función del beneficio. Cuando ya no nos benefician, cerramos la red.

Quizá sea éste un momento en el que necesitamos más que nunca equilibrio, sabiduría, sentido común.

"La popularización conduce a una aceptación superficial sin un estudio serio. La gente se limita a repetir las frases que aprende en el teatro o en la prensa. Creen entender algo del psicoanálisis porque juegan con su jerga..."

Sigmund Freud

Un arma no debe tomarse con ira

Desde los albores de la civilización, a la gente le han fascinado las armas y el dominio que ejercen sobre otra persona que no las posee. Al tener un arma en sus manos, sienten un poder adicional y seguridad ante los ataques del enemigo, así como poder sobre otras personas que no están armadas o tienen un arma más débil que ellos. Debido a esta fascinación por las armas, algunas personas las toman y las utilizan sin ninguna necesidad real, sino por puro deseo de dominación sobre otra persona o un grupo de personas.

Somos testigos de un creciente número de actos de violencia por parte de diversos individuos que quieren disuadir o poner en peligro la vida de otras personas sin ninguna razón real. La violencia aleatoria en la que se utilizan armas por parte de ciertas personas perturbadas que no son capaces de controlar su ira ocurre a menudo en diversos lugares. Se trata sobre todo de lugares donde se reúnen grupos de personas, por ejemplo, diferentes tiendas y centros comerciales, lugares de transporte público (estaciones de autobús, metro, ferrocarril), escuelas, parques, patios de recreo, etc. Por desgracia, diversas armas son fácilmente accesibles a aquellas personas que no saben cómo utilizarlas de forma segura y no comprenden su uso real.

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