Boletín Finisterre n°29

Page 3

Freud indicaba que la brújula de un análisis es la angustia, que debemos guiarnos por ella para poder cernir los aspectos traumáticos, los escollos subjetivos que determinan el malestar del sujeto. Puntos que hacen a la particularidad de cada tratamiento; es decir, que lo que es angustiante para uno puede no serlo para otro. Y en esto último, un analista debe estar advertido -vía el análisis y la supervisión de su práctica - de sus propios prejuicios para así evitar consideraciones que desvían la atención de la indicación de Freud: lo relevante no es si está más o está menos angustiado (cuantificar la angustia), lo central es que hay la presencia de la angustia. Para el psicoanálisis, la presencia de la angustia responde a una pregunta central del sujeto para con su propia existencia o razón de ser. En otros términos, es la pregunta radical por la causa: ¿qué soy para el Otro? (el Otro escrito con mayúscula, es el Otro que me determina como sujeto hablante, son los Otros primordiales por medio del cual me constituí como sujeto y me hago representar como tal; dígase padres, madres, parejas, etc.). Y el analista sabe bien que lo mejor que puede hacer para dirigir la cura es “ interesarse en esa pregunta del sujeto, para poder tratar la angustia ” (Op. Cit.). Camino paradójico, porque el sujeto tiene que confrontar con lo que menos quiere saber: que él no es lo que cree o quiere creer que es para el Otro. Para decirlo rápido en términos psicoanalíticos, es confrontar con la castración. Con la imposibilidad estructural de ser seres completos, con la imposibilidad radical de no satisfacer absolutamente nuestros deseos, con la imposibilidad de no satisfacer cabalmente el deseo del Otro… El sujeto prefiere quedar en la impotencia eterna, echándole la culpa a los otros, a su destino, al mundo, al universo, de no poder cumplir con ello, a que caer en la cuenta que ello es imposible por estructura en tanto somos sujetos hablantes. Lo que nos enseña el psicoanálisis, entonces, es que en la dirección de la cura hay que sintomatizar la angustia. Ello es diametralmente opuesto a tratarla como un trastorno, como un disfuncionamiento que hay que eliminar vía la medicación o reeducar, o readaptar. Si es necesario el uso de la medicación, convendría utilizarla “ siempre que sirvan

como medio para obtener otra cosa, es decir, para encontrar la causa de la angustia, lo que la provoca ” (Op. Cit.). Si la medicación impide todo tipo de elaboración vía lo simbólico, vía lo que nos hace precisamente sujetos, la palabra, es condenar toda posibilidad de atravesamiento de la angustia al fracaso. Al sintomatizar la angustia, al apostar por la palabra como medio de tramitación y atravesamiento de la angustia, sin medicaciones que empujan al silencio, sin reeducaciones, la experiencia clínica “ nos puede enseñar sobre la condición humana, sobre cómo se las arregla un ser hablante precisamente frente a la angustia ” (Op. Cit.) Lic. Ariel San Román


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.