La brumaria Nº1

Page 1


Resistir, comunicar, transformar ¿Por qué nosotros, los estudiantes de Ciencias Sociales, no logramos intervenir en la disputa de sentido? ¿A quiénes estamos favoreciendo con nuestro silencio? Pareciera que los conocimientos teóricos que adquirimos puertas adentro de la facultad nunca llegan a convertirse en verdaderas herramientas de construcción, denuncia, crítica o transformación. Pasamos tantos años sentados contemplando pasivamente a un profesor, que llegamos a creer que es esa nuestra única función posible. Si los medios masivos nos asignan el papel de “consumidores”, “audiencias”, “usuarios”, “opinión pública”, o eventuales “víctimas de la inseguridad”, ¿podemos hacer algo para dejar de ser sólo eso? ¿Podemos construir una voz y una mirada crítica? Esta revista constituye un ensayo en esa búsqueda, búsqueda ya iniciada en la web y que hoy llega al papel. Queremos construir no sólo un medio de comunicación, sino una herramienta que logre hacer frente a la fragmentación y el aislamiento entre los propios estudiantes, y que pueda, a su vez, construir un puente entre ellos y el resto de la sociedad. La Brumaria es sólo el nombre que se nos ocurrió para empezar a andar este camino. Creemos que para ello la horizontalidad es imprescindible. Esto implica que no hay metodologías probadamente eficaces ni formas cerradas, sino más bien intenciones, convicciones -y también incertidumbres-, sin perder de vista el objetivo de abandonar la incomunicación y organizarnos para entrar en movimiento. Por eso, no nos paramos desde afuera de la realidad para reflejarla objetivamente: la comunicación, la crítica y el periodismo son sólo líneas de intervención que no existen separadamente de otras acciones y pasiones de la transformación política. ¿Por qué universidad, trabajo o política son términos a los que no podemos renunciar? Definitivamente somos estudiantes (nuestra libreta universitaria así lo acredita), pero además somos sujetos que trabajan, que buscan trabajo, que militan, que esperan y actúan por un cambio, no sólo al interior de la universidad sino además, en esa sociedad compleja en la que vivimos. Así, este primer número nos encuentra abocados a cuestionarnos cómo es la relación que tenemos los estudiantes con el mundo laboral en un contexto de precarización.

Imprenta génesis San Lorenzo 3614 Olivos Tel: 4711-9070 | 4974-4604

Sitio Web: www.labrumaria.com.ar Mail: Info@labrumaria.com.ar Diseño: www.capochadisenio.com.ar

SOMOS INTE

SOMOS P

Por qué escribir sobre el tra

S

on numerosas las experiencias y situaciones que reafi rman la centralidad del trabajo en las sociedades actuales, mal que les pese a algunos gurués de la trinidad capitalismo-globalización-neoliberalismo. Desde las protestas masivas de jóvenes en Francia contra las leyes fl exibilizadoras hasta la muerte de trabajadores textiles en un incendio en un taller del barrio de Flores, pasando por las huelgas de transporte, los reclamos de los petroleros en el Sur, el trabajo y sus confl ictos están a la orden del día.


H3

ELECTUALES

PROLETARIOS!

abajo estudiantil

Esta presencia no supone la desaparición de maniobras distractorias, al contrario: Mientras el gobierno combina recomposiciones salariales (que alcanzan a sólo una parte de los trabajadores y apenas contrarrestan la devaluación y la infl ación) con represión a los huelguistas (como ocurrió en Las Heras, o en las huelgas del subte), los medios masivos procesan el confl icto estigmatizando a los que luchan en nombre de las libertades circulatorias, o en todo caso restringiendo los males a villanos específi cos (un individuo capitalis-

ta que explota más allá de lo legal). Desde los espacios vsitarios es más común una mirada crítica sobre estos fenómenos, pero persiste la ilusión de que esos confl ictos son algo que ocurre afuera, en algo llamado la sociedad, que por algún milagro científi co no traspone las puertas de los desvencijados edifi cios académicos. En el testimonio de un compañero (ver “Mi experiencia en Shell”) es narrado el estupor de un profesor cuando encontró a un alumno suyo cargándole nafta. La anécdota es sugerente porque

revela que el trabajo estudiantil es aún algo traumático para la universidad: una verdad por todos sabida, pero que se prefi ere ignorar. Proponemos, en cambio, mirar el tema del trabajo empezando desde nuestra condición de estudiantes. No salir a buscar el objeto clase obrera afuera de la facultad. Comenzar relevando las experiencias laborales de nosotros mismos, para desde esa experiencia (desde la puesta en común de esas experiencias) relacionarnos con otros trabajadores.


Y VOS ¿DE QUE LABURáS? De playeros de estación de servicio a telemarketers multilingües, los estudiantes argentinos no pueden quejarse de la variedad de las ocupaciones en las que pueden ser fexibilizados y explotados. Las tendencias del trabajo global y su impacto sobre el estudiante modelo 2006.

E

n las últimas décadas en el mundo, y también en Argentina, hemos asistido a una reconversión del sistema de trabajo, orientada a garantizar una nueva fase de acumulación del capital. Esta reconversión implicó una serie de fenómenos que se podrían englobar bajo el rótulo de “flexibilización laboral”, una forma de organización del trabajo opuesta a la vigente durante el Estado de Bienestar, en la que ya no existe la seguridad de un horario y un sueldo fijos, una carrera dentro de una empresa o una profesión. En su lugar se ha impuesto una incertidumbre que el sistema presenta bajo la apariencia de una mayor libertad en el ámbito laboral: el trabajador puede ahora regular sus horarios, competir por distintos premios, ascender con mayor facilidad, cambiar varias veces de actividad “llevando consigo sus conocimientos”, entre otras compensaciones a la inestabilidad. Este funcionamiento del proceso económico alcanza a toda clase de trabajadores, incluso a los pocos que pueden acceder a los puestos mejor remunerados en las grandes empresas. Por ello, se puede decir que mientras la gran mayoría -independientemente de sus ingresos- se hallan flexibilizados, no todos se hallan precarizados. Para encontrar trabajadores precarizados no es necesario ir muy lejos, muchos estudiantes universitarios lo son y ello puede ser un vehículo para buscar lo común a esa heterogeneidad que son los estudiantes en una universidad de masas. Así, un breve repaso a algunas de las habituales ocupaciones de los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA nos permite percibir esta realidad.

Por un lado nos encontramos con los infaltables encuestadores (y afines): fiel expresión del trabajo individual, supuestamente libres de trabajar la cantidad de días que quieran. Les resulta casi imposible conocerse entre ellos, ni hablar de organizarse. En el mismo sentido opera la dispersión del cobro, pues cada encuestador cobra un día distinto y el pago suele ser diferido hasta varios meses en relación al momento en que se realizó el trabajo. En una situación similar se encontraron los encuestadores que trabajaron el año pasado en el Censo Nacional Económico, quienes también sufrieron los efectos de la descentralización de las bases desde donde partían a censar, la dispersión en el tiempo y el espacio de todo el proceso de selección (se extendió varios meses y se realizó en distintas sedes), la dispersión en cuanto a las pautas que bajaban las autoridades respecto a cómo debía realizarse el trabajo, la dispersión en el tiempo de la firma de contratos, y la dispersión en el tiempo respecto al momento del pago del salario. A esto hay que agregar la presencia de compensaciones simbólicas tales como ser jefe de censistas, algunos de los cuales -pese a cobrar sólo cien pesos más y trabajar en las mismas condiciones- se “ponían la camiseta” del empleador. Sin dudas, todo esto atentó contra las posibilidades de organizarse por parte de los censistas. Otra tarea que habitualmente desarrollan los estudiantes es trabajar de telemarketer. Las empresas locales del sector “venden” una masa de empleados calificados (por ejemplo en el manejo de varios idiomas) a compañías multinacionales que de esta manera reducen enormemente sus costos al pagar sala-

rios del tercer mundo. Los telemarketers trabajan en horarios exóticos atendiendo a usuarios de todo el globo. Aunque los empleadores intentan disfrazar esta situación a través de compensaciones mínimas y en general simbólicas tales como traslados en remise al trabajo, suministro de café y golosinas en la oficina o días de campo con el resto de los trabajadores y el gerente general.

Para encontrar trabajadores precarizados no es necesario ir muy lejos, mucho s e s t u di a nt e s universitarios lo son y ello puede ser un vehículo para buscar lo común a esa heterogeneidad Por otro lado, son comunes los casos de quienes se presentan a trabajos cuyos avisos casi no piden condiciones específicas y sólo incitan a solicitar entrevista por teléfono. En ellos no sólo se hace perder al postulante varios días en el “proceso de selección”, sino que luego se cobra todo a comisión, la tarea a realizar no es clara, y si se opta por rechazar la oferta se hace pasar al empleado como un fracasado que no acepta los desafíos y desaprovecha la oportunidad de ganar mucho dinero. Asimismo es común en este tipo de empleos la presencia de escalafones ficticios y divisiones al interior de la empresa, con nombres tales como “Tiger” (es de esperar que las otras se llamen


Dossier

¡Somos intelectuales, somos proletarios!

“Panzer”, “Panther”, “Elephant”, “Stuka”, “Luftwaffe”, o “Blitzkrieg”...), o más humanistas como “Solidaridad” o “Amor”. Otro ejemplo muy gráfico nos lo brinda un compañero que se desempeñó como empleado en la cadena “Blockbuster”. Allí era notable cómo pese a ser todos explotados por igual, se daban competencias encarnizadas entre las distintas sucursales con el fin de ganarse un día de campo. Vemos así otra de las características que deben sufrir los precarizados y que forma parte de los mecanismos de control social y creación de subjetividad, la búsqueda de la competencia entre divisiones o locales de una misma empresa a la espera no sólo de generar una mayor productividad, sino la ruptura del posible lazo con los compañeros trabajadores a través de la internalización de esa situación de competencia. Muy significativo en torno a las situaciones que viven los precarizados y como se relaciona ello con la situación que viven hoy los estudiantes lo constituye la modalidad de las pasantías, verdadera forma de trabajo encubierto, en la cual para colmo, las facultades ofician de entregadoras. [ver “La ficción progresista de las pasantías”] Una arista diferente de la cuestión, es cómo -fruto de la transición de las viejas formas de trabajo-, muchos estudiantes le sirven al capital para imponer salarios por debajo del nivel de subsistencia. Numerosos estudiantes dependen económicamente por cada vez más tiempo -en mayor o menor grado- de sus familias, y si obtienen algún empleo, éste no les sirve para reproducir su modo de vida de clase media (a veces ni siquiera les alcanzaría para subsistir) sino para aportar algún

dinero más e ir ganando “experiencia” laboral. Por ende, no deben considerarse como explotados solamente los numerosos estudiantes obligados a trabajar para sostener sus estudios o incluso su propia subsistencia (aunque vaya si lo son), sino también aquéllos que, todavía amparados por su familia, trabajan en pos de engrosar el currículum o satisfacer algún consumo no básico. La situación de estos últimos puede parecer más ventajosa que la de los primeros, pero los magros salarios que están dispuestos a aceptar se encuentran dentro de los cuidadosos cálculos económicos de las empresas. H5

muchos est udia ntes le sirven al capital para imponer salarios por debajo del nivel de subsistencia. En suma: el trabajador no debe ser buscado tan lejos de la facultad y la situación laboral es un común denominador a muchos estudiantes. Es necesario superar la visión que lleva a un profesional a creerse más que un obrero, o distinto, aunque en la práctica esté cobrando quizás menos dinero y sea igual de explotado. Más en momentos en los que algunos aún insisten en el rosado futuro que nos espera al graduarnos (ver por ejemplo, las entrevistas a egresados exitosos en la publicación oficial de la facultad de Sociales). Si los trabajadores precarios son todavía una ausencia a la que hay que darle contenido para que se articule como sujeto político y social, la experiencia de los estudiantes trabajadores puede ser un buen punto de partida para llenar esa ausencia.


APRENDIENDO A TRABAJAR

Cómo los jóvenes de clase media consiguen trabajos de clase obrera

E

s común, en ciencias sociales, la referencia a modelos que, para explicar la preparación subjetiva de la fuerza de trabajo, enfatizan el rol de la imposición de valores y representaciones funcionales a las clases dominantes. Este mecanismo permitiría uniformar las conciencias de los futuros trabajadores, haciéndolos aceptar su posición dentro del todo social. En la actualidad, y con la multiplicación de las identidades que se pretenden contra-hegemónicas, limitarse a este tipo de modelos es una forma de reduccionismo. El desafío está en detectar y señalar qué elementos de las subculturas terminan conformándose en fuerzas que impulsan, valga la paradoja, la estabilidad del sistema social.

Los estudiantes de la facultad de ciencias sociales, o al menos una parte importante de ellos , se ufanan de poseer una visión del mundo, un conjunto de prácticas y creencias que se desvían de la cultura dominante (y hasta cierto punto las tienen). Consideran que la elección de una carrera con pocas perspectivas de salida laboral y de remuneraciones altas constituye ya una forma de rebelión contra eso que tan imprecisamente se representan como “el sistema”. Cuando ingresan a la facultad se inician en el culto a la sociología como una actividad ociosa. “Nadie esta acá por la guita” es una frase que resuena por entre los grises y deprimentes muros de las tres sedes en las que está disgregado el estudiantado de sociales (entre otras tantas disgregaciones). Lentamente se reducen las expectativas salariales y se prepara al estudiante para que acepte trabajos tediosos, mal pagos y con carga horaria aplastante. Los docentes, en supuesta actitud laudatoria, declaran su


Dossier

¡Somos intelectuales, somos proletarios!

admiración hacia aquellos que han elegido la carrera de sociología a pesar de los magros beneficios monetarios que esta disciplina puede aportar. No hacen más que confirmar aquellas representaciones propias de los estudiantes de sociología que favorecen la continuidad de un sistema de explotación del trabajo intelectual. Con descaro e impunidad Catalina Wainerman declara, en un texto que forma parte de la bibliografía de la materia Metodología I de la carrera Sociología, que los futuros investigadores tienen que saber que “tienen que tener tolerancia a (si no vocación por) la incertidumbre económica”. Este alejamiento de la búsqueda de ventajas materiales lejos está de constituirse en un problema para los servicios de empleo. Es, en cambio, un elemento que facilita el avance voraz de la flexibilización laboral.

Este alejamiento de la búsqueda de ventajas materiales lejos está de constituirse en un problema para los servicios de empleo. Es, en cambio, un elemento que facilita el avance voraz de la flexibilización laboral. Si bien la distinción entre trabajo manual y trabajo intelectual es fructífera a la hora de analizar la estructura ocupacional de una economía, puede cegarnos a los cruces, las zonas grises, intermedias que son inevitables y que obligan a pensar en los actores que las ocupan, sus intereses y sus representaciones. Por eso es interesante pensar en los estudiantes de la facultad de ciencias sociales como híbridos. Explotados, si; lectores de Marx y Foucault también. Unir estos dos elementos, relacionar

lo que aparece como escindido parece prometedor. Esta relación, por el momento inadvertida, potencia actualmente la subordinación al régimen de empleo. Estirando los conceptos, que es para lo que están hechos, nos decimos y les decimos a los estudiantes de sociales: ¡Somos intelectuales, somos proletarios! Pero estas dos fuerzas que se debaten en nuestro interior no deberían contraponerse en la búsqueda de alguna forma de balance. Un elemento no debe funcionar como una compensación del otro. Aplicar esa tan vociferada actitud crítica, que supuestamente caracteriza a los pensadores sociales, a nuestra condición dentro del sistema productivo parece el primer paso tanto en la conformación de un movimiento estudiantil políticamente involucrado como de unas ciencias sociales contestatarias. ¿Acaso puede haber una sin la otra? Los mecanismos de disciplinamiento están, de hecho, íntimamente relacionados. Al aceptar un trabajo que supuestamente “tiene que ver con lo de uno” se sella la sumisión no solo al lugar subalterno en el mercado de trabajo sino también a una determinada visión acerca de lo que es una ciencia social. Ese es el resultado del intento individual de conciliar trabajo y profesión. Lo mismo sucede en el campo periodístico: desde el mismo momento en el que nos desvivimos por una paupérrima pasantía en Clarín, aceptamos que hacer periodismo es hacer lo que hace “el gran diario argentino”. Si la ciencia es una producción colectiva, también lo es la acción sindical. La necesidad de revertir la atomización del estudiantado, de internarse en diálogos y prácticas comunes se afirma en ambos ámbitos con resonante fuerza. Desoyéndola, devenimos trabajadores mansos e intelectuales mediocres.

H7


ESTUDIANTES TRABAJADORES:

HACIA LA RECREACION DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

E

l 21 de septiembre del año pasado, con motivo del día del estudiante sostuvimos en nuestra página web que: “El programa de unidad, o la solidaridad de los estudiantes con los trabajadores se topa con una curiosa paradoja: antaño aquella se construía a partir de una convicción política, pero que no estaba exenta de componentes románticos, desprendidos, del todo congruentes con una etapa de la vida relativamente desinteresada, despojada de las urgencias materiales. Hoy tal modelo es impensable, porque los estudiantes son ya trabajadores y para muchos sus perspectivas de inserción laboral en el caso de graduarse (lo cual tampoco puede darse por sentado) son las de seguir siendo asalariados.” Sin embargo, la mayor parte de las agrupaciones partidarias estudiantiles continúan interpelando a los estudiantes como sujetos puros, y piensa

toda vinculación con los trabajadores en términos de un apoyo numérico externo. En el marco de formas de contratación precarias en las que se dificulta la agremiación según los cánones de la época fordista, el movimiento estudiantil no sólo podría defender los derechos laborales de los estudiantes explotados, sino que en ese mismo gesto podría recrear su identidad como movimiento en torno al carácter de trabajadores de los estudiantes. Ante la presencia de estudiantes que rotan de un trabajo a otro cada 3 meses, y máxime en trabajos dominados por el sindicalismo burocrático, estos no pueden esperar protección de los distintos sindicatos a los que deberían pertenecer rotativamente. El movimiento estudiantil podría suplir esta carencia. Además de favorecer el reconocimiento

de los estudiantes como trabajadores, evitaría a futuro que profesionales que en su vida concreta son explotados se sientan ajenos a la clase trabajadora. Incluso reconstituidas formas sindicales que protejan a los estudiantes trabajadores, el reconocimiento del estudiantado a sí mismo como trabajador y futuro trabajador, implicaría, entre otras cosas, plantearse la posibilidad del control estudiantil de los criterios de funcionamiento del Servicio de Empleo, hasta ahora un verdadero misterio.


Dossier

¡Somos intelectuales, somos proletarios!

LA FICCIÓN PROGRESISTA DE LAS PASANTÍAS

U

n obstáculo importante al reconocimiento de la identidad de los estudiantes como trabajadores proviene de la interpelación que la propia Universidad les hace en términos de meros estudiantes. Visión funcional a la Universidad como proveedora de conocimiento mercancía para el estudiante consumidor. Nos centraremos en el caso del Servicio de Empleo de la Facultad de Ciencias Sociales. El Servicio de Empleo ofrece a los estudiantes trabajos precarios bajo la forma de ayudas a su formación educativa, siendo expresión por excelencia de ello la pasantía. En la pasantía el salario deviene asignación estímulo, el trabajo deviene tarea de capacitación, el empleado deviene estudiante, el contrato deviene carta compromiso, y la explotación desaparece y es reemplazada por la gratitud debida a quienes desinteresadamente se preocupan por formarnos, y encima nos pagan por ello (perdón, nos “estimulan”). He aquí la ficción progresista, que nos presenta formas descarnadas de explotación de la mano de obra, implantadas por ley durante los 90’, bajo formulas progresistas amparadas en el ideal de la producción de conocimiento. Pero no sólo ello, sino que la misma facultad vive de esa explotación quedándose con hasta el 10% de las asignaciones estímulo. En la misma línea, la facultad reemplaza la falta de fondos estatales con la venta de la mercancía conocimiento a instituciones privadas, y ello bajo los eufemismos de la transferencia tecnológica y la asistencia técnica, términos casi tan poéticos como los vistos en relación a las pasantías. Como parte de toda esta ficción que estimula una concepción del estudiante como no trabajador actual o futuro, merece mencionarse el discurso que hace la facultad acerca de la salida profesional

de las carreras en contraposición a los tipos de trabajo que ofrece el Servicio de Empleo. Así, se prometen salidas en trabajos creativos e intelectuales (docencia, investigación, planificación, etc.) y en la práctica solo se consiguen trabajos mecánicos que no requieren mayor capacitación. Quizá el curioso concepto de “asignación estímulo” no este ajeno a una mirada conductista en la que el dinero es un mero “input” que garantiza una mecánica respuesta del pasante. Mientras tanto, las tareas de investigación quedan reservadas a una elite de “afortunados” capaces de acogerse a una de las escasas becas disponibles, tener los recursos para vivir sin cobrar durante años, ser amigo de algún capitoste o estar preparado para escalar sigilosamente en la maraña burocrática del mundo académico. Pero el horror no termina acá, hasta es factible que en dichos trabajos precarios se tenga por jefes a los propios profesores, que no satisfechos con utilizar a los estudiantes como mano de obra cautiva en sus cátedras, los explotan en el ámbito laboral. Para muestra de ello, vale el ejemplo de Martín Moreno, profesor de metodología II en la carrera de Sociología, quien en su materia hace realizar encuestas “de onda”, y en su tarea estatal como director de la Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, también explota a estudiantes de sociales. En definitiva, en el marco de una universidad al servicio de las empresas privadas, o del Estado que funciona como una empresa, y de una facultad que pretende cultivar un perfi l progresista, terminamos asistiendo al patético espectáculo que constituyen una camarilla de progres explotadores (o explotadores progres, da igual).

En la pasantía el salario deviene asignación estímulo, el trabajo deviene tarea de capacitación, el empleado deviene estudiante, el contrato deviene carta compromiso, y la explotación desaparece

H9


LA LLEGADA DEL MESSIAS SE HACE ESPERAR

Luego del mundial de Alemania, entre chauvinismos mediáticos y charlas de café, el fantasma de Maradona sigue sobrevolando. Desde el retiro de las canchas del 10 más famoso, ningún otro jugador pudo ocupar el lugar de Rey del fútbol. Este mundial no fue la excepción.

M

essi, el pibe de oro del Barcelona, buscaba quedarse con el lugar al que ningún jugador después de Maradona pudo llegar: el lugar del héroe nacional. El hecho de jugar tan sólo un partido y un par de minutos, impidió a “Lio” codearse con los más grandes de la historia, en su primer mundial. De todas formas, además de sus cualidades futbolísticas, hay otro factor que lleva a posicionar a Messi como posible sucesor de El Diez, aunque para esto tengan que pasar cuatro años más. A lo largo de la historia, las narrativas del fútbol siempre se nutrieron de la figura del héroe para darle un tinte épico a las disputas deportivas. El fútbol es el lugar por excelencia por ser el deporte más popular, aunque el boxeo, el automovilismo o el tenis, no están exentos de este fenómeno.

Siguiendo a Pablo Alabarces, autor de Fútbol y Patria, en la Argentina postmoderna se llevó a cabo un proceso de regionalización en el fútbol, en donde los colores de los equipos locales despertaron un interés mayor que el que podía llegar a movilizar la selección. Esta poca capacidad de nuclear al público en una sola bandera, estaría relacionada con la igualmente baja capacidad de interpelación de un Estado nacional, desmembrado a raíz de las políticas neoliberales impulsadas por el menemismo en la década del ’90. Sin Estado nacional que interpele a los ciudadanos como comunidad, no hay capacidad de representación de una Selección Argentina, ya que la lógica del barrio se impone a la lógica de la nación. Boca o River; Newell’s o Central; Estudiantes o Gimnasia, cobran mayor fuerza a la hora de representar intereses futbolísticos que ya no son comunes a todos los argentinos. El barrio es el último refugio al avance globalizador.

En este sentido, la necesidad de encontrar un sucesor de Maradona, el último héroe que lograra unificar al sujeto “argentinos” (siempre hablando en el terreno del fútbol), se hizo tan necesario como imposible. Ortega, Aimar, Riquelme, D’Alessandro, Tevez; cada uno de ellos señalados como los posibles herederos por sus cualidades futbolísticas, no escaparon a la lógica de la fragmentación, puesto que despertaban amores y odios según la camiseta que tuviera puesta el que opinara. Todos ellos figuras de River o de Boca, nada menos, con el grado de polarización que conllevan los dos clubes más populares y su rivalidad constitutiva.


Deporte & Cultura El MITO MESSI

A FALTA DE DIEGUITOS Y MAFALDAS... La aparición de la estrella del Barcelona, logra escapar a esta lógica, pero no sin caer en una paradoja que sólo es posible gracias al mundo de la hiperinformación globalizada. Messi no está atado a ningún color local. Este fenómeno no se produce por una recuperación de la capacidad de interpelación del Estado nación (mal que le pese a K y su aborrecible “argentinoshh!”), sino porque, vaya paradoja, nunca jugó en el país al cual va a representar. Esta característica particular permite que el público futbolero no logre identificar a Messi con ningún club regional – si bien jugó en Newell’s, lo hizo hasta los 13 años- lo que lo erige como representante de la nación en su totalidad. El sujeto “argentino” es el que se refleja en el desparpajo, habilidad y lucidez de su juego –por otra parte, esencia de potrero que es infaltable en el jugador argento-. Aunque parezca redundante, vale aclarar que sin la mediatización que permiten las (ya no tan) nuevas tecnologías aplicadas a la comunicación, este fenómeno resultaría imposible. La construcción de nacionalidad en el mundo globalizado no sólo necesita de un otro para oponerse a éste y así, en el mismo movimiento, identificarse como argentino, sino que es en el espacio de ese otro (la “liga de las estrellas” española en este caso) en donde se construye al que luego representará los intereses nacionales.

Esta nueva forma de exportación de jugadores -previa a su debut en primera división en la Argentina- permite el ritual de iniciación del mito Messi. El Barcelona se lo lleva de muy pequeño, invierte dinero en él (operaciones que su familia no podía pagar). Esta convivencia directa con el mundo del fútbol español permite que meses antes de su presentación en el sub20 argentino le ofrecieran ser parte de la selección española. El rechazo y la implícita elección de la argentinidad es la semilla inicial de la potencialidad del mito Messi. La elección de las raíces ante la tentación del primer mundo, la fidelidad a las bases son las instancias necesarias que posibilitan el mito. El sentido que genera define a Lionel como el pibe puro, no-careta, respetuoso y dignificado con su origen. Es argentino no sólo de nacimiento, elige serlo y elige serlo frente a la tentación de aquello que en la Argentina no se le da en ese momento: la posibilidad de jugar en una selección nacional. Se repiten las declaraciones del sueño de pequeño: jugar en H 11 la selección, el deseo de marcar el gol que de la copa del mundo a la Argentina. Tal vez la anécdota termine por diluirse, pero el paralelismo con los sacrificios maradoneanos es ineludible: del tercer mundo a la gloria internacional, jugando lesionado, el jugador que da todo por el equipo, el deseo de campeón mundial con la selección hecho realidad gracias al esfuerzo. Son todos elementos que alimentaron, alimentan y alimentarán desde los medios masivos, al mito Messi.


KIRCHNER Y MEDIOS: PONIENDO LA TAPA

El Gobierno del Presidente Kirchner decidió fijar como feriado nacional el 24 de marzo y una vez más, contó con todo el aparato mediático disponible para legitimar tal decisión.

BOICOTS “no poder salir en la foto sellando un pacto hace estall ar l a necesidad del “boicot” a través de los medios”

L

a estrategia gubernamental de realizar “boicots” a los enemigos de turno parece radicar en una lógica que se da después de intentos frustrados por cerrar acuerdos con determinados sectores (empresarios, ganaderos, funcionarios políticos). Pareciera que la política de Kirchner no sigue un patrón ideológico uniforme o coherente sobre el que basa su gestión, sino que, por el contrario, no poder salir en la foto sellando un pacto hace estallar la necesidad del “boicot” a través de los medios. Luego, sí, las medidas aparecen justificadas por cuestiones “ideológicas” que el Gobierno simula enarbolar como bandera de sus políticas. Así, llama la atención la forma sistemática en que el presidente logra insertar lo que se le antoja en la agenda mediática. Lo hizo cuando instaló el tema de las privatizadas, con la con-

cesión de los trenes, con el “boicot” a Shell, el “boicot” a la carne, el “boicot” al ex gobernador de Santa Cruz Acevedo y con la reivindicación del 24 de marzo. Cada vez que la gestión de Kirchner debe tomar una medida instala el tema en los medios: le da una exclusiva a algún periodista, genera un rumor o hace que algún organismo de derechos humanos obediente al discurso K haga una denuncia. Después se encarga, a través de sus voceros (los Fernández, el titular de la bancada kirchnerista de Diputados, Agustín Rossi, o algún otro) de desparramar la posición del Gobierno acerca del asunto en cuestión en los programas de radio y finalmente, cuando el consenso ya está alcanzado, ejecuta: echa a algún gobernador, algún militar, suspende consignatarios de hacienda o decreta un feriado.


Crítica de Medios

EL 24, POR K La denuncia hecha por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) acerca de los procedimientos de inteligencia que efectuaba la Armada vino como anillo al dedo, nuevamente, para legitimar la polémica decisión del Gobierno Nacional de declarar como feriado nacional el 24 de marzo. El tema había despertado cierto resquemor en la oposición del Congreso, y fue resistido por los distintos sectores que se enfrentan a los crímenes cometidos por los militares. Más allá del rápido paso por las instancias de aprobación, el proyecto no terminaba de ser digerido por la opinión pública. Así llegó, como caída del cielo, un día domingo, la noticia de la destitución de dos funcionarios de la Armada, a raíz de la denuncia hecha por el organismo de Verbitsky. El lunes siguiente, el tema ya ocupaba junto con el del precio de la carne y las papeleras (máquinas vende humo, si las hay) las tapas de los diarios, la franja de la mañana de las radios y las últimas novedades que arrojaban las agencias. ¿Cómo podía ser que a treinta años del último golpe la Armada siguiera con aquellas viejas prácticas? “¡Qué horror!”, se espantaron los medios y durante esa semana se encargaron de emitir informes especiales con “lo que nadie te mostró” o “lo que nunca te dejaron ver” durante aquellos años. Lejos están esos slogans de ser una autocrítica al accionar de los periodistas de la época, sino, más bien todo lo contrario, son la prueba palpable de los efectos del sentido común bajado desde el Gobierno: la dictadura es algo que ha quedado atrás y de la que sólo los militares fueron los responsables. Mientras el aparato kirchnerista se apropia de la lucha llevándola bajo la bandera del peronismo, los medios lavan sus culpas.

La lógica mediática llegó al extremo ese mismo lunes a la noche cuando se difunde que el propio Kirchner estaba siendo investigado por la Armada: Santo Biasatti le comunicaba horrorizado a María Laura Santillán que el Presidente era objeto de seguimiento. El martes siguiente, el diario oficial Página 12, publicó eso en tapa y el debate se desplazó, se disfrazó con la mentira paranoica del discurso K que versa sobre la persecución del Ejército, de la vieja oligarquía ganadera, de los empresarios extranjeros que vienen a debilitar al líder que reivindica las necesidades y derechos de su pueblo. De esta manera es cómo Kirchner decide y los medios obedecen. Todo lo que el Gobierno no puede justificar termina siendo un boicot, autoimponiéndose persecuciones sustentadas a partir de posturas ideológicas que Kirchner tal vez (y sólo tal vez) tenga.

“Todo lo que el Gobierno no puede justificar termina siendo un boicot”

UN ACUERDO SILENCIOSO Los medios de comunicación parecen jugar un rol fundamental en la gestión de Kirchner. Muestra de esto es la renovación por 10 años de la totalidad de las licencias de televisión y radio a los actuales beneficiarios, a través del decreto Nº 527/05. Esta medida cerró un pacto implícito entre ambos actores, una verdadera alianza a través de la cual el Presidente puede construir libremente una imagen cuya demanda nació en los tiempos del 19 y 20 de diciembre del 2001: la de un Gobierno “como uno”, que agarre el bastón presidencial al revés, que se pelee con los que nos tocan el bolsillo. El aparato K ha encontrado la forma, tal vez como ningún Gobierno anterior, de fijar su agenda en los medios masivos y de esta manera profundizar sus estrategias de construcción de consenso, sin la necesidad de apelar abiertamente a la coerción.

H 13


LA INCLUSION DE LOS EXCLUIDOS “El sistema es lo único que debe continuar, por lo que aquello que con la más perfecta impudicia sostuvo su propia excelencia definitiva cambia sin embargo, tanto en el espectáculo difuso, como en el concentrado: tanto Stalin como la mercancía que pasa de moda son denunciados por los mismos que los impusieron. Cada nueva mentira de la publicidad es también la confesión de la mentira precedente.” Guy Debord “La sociedad del espectáculo”.

L

a crisis de finales de los ‘90 que se coronó con los acontecimientos de diciembre del 2001 conllevó, necesariamente, cambios en aquello sobre lo que se piensa y en aquello que se percibe. Los efectos colaterales de las políticas económicas que el menemismo profundizó (pero a las que no dio, de ninguna manera, origen) no pudieron ya soslayarse a nivel de los medios de comunicación masiva, porque la sociedad como un todo ya no podía hacerlo. Los programas de televisión en los que un nefasto conductor acompaña cariacontecido a un marginal en su jornada o lo escucha describir sus experiencias, proliferaron a partir de finales de la década del ‘90. Modalidad que fue llevada a su máxima expresión por La Liga, programa que alcanzó el éxito mostrando, por ejemplo, a los cartoneros comiendo los desechos de los restaurants de Puerto Madero y a los niños de la calle que aspiran pegamento. Con gran celeridad emergieron nuevos discursos adaptados a las nuevas circunstancias tanto a nivel de los medios masivos como en el ámbito de la comunicación empresarial. Los voceros de las grandes empresas acuñaron el término “responsabilidad social empresaria” y cuestionaron, siempre en el marco de las oposiciones espectaculares ficticias, el modelo neoliberal. En los avisos

de Coca Cola se menciona su aporte a la construcción de escuelas en el interior, un detergente afirma que, al comprarlo, se está ayudando a salvar a los pingüinos de la Patagonia. Si el avance de la técnica pone en peligro al planeta, la certeza de este peligro también puede ser explotada por las empresas. Nuevamente vale la pena retroceder a Debord y sorprenderse con la aguda vigencia de sus palabras: “A la beatífica aceptación de lo existente puede unirse, también como una misma cosa, la rebelión puramente espectacular: esto expresa el simple hecho de que la misma insatisfacción se ha convertido en una mercancía…”. La nueva mentira, como dice Debord (el uso del presente es deliberado), es, a su vez, la confesión de la mentira que acaparó el espectáculo en los ‘90. Esta modificación no apunta simplemente a los espectadores locales sino que incumbe a esos otros, tan apreciados últimamente, los turistas. La ciudad de Buenos Aires goza de un nuevo espectáculo para mostrar: las villas miserias dejan de ser esos espacios tabú que todas las agencias de turismo omiten pudorosamente de sus guías. Se han ideado tours que planifican el paso de un rebaño de europeos a través de la dura realidad argentina. Esa relación superficial, espectacular que muchas veces se cree propia de los turistas es, en rea-

lidad, compartida por los anfitriones. Supuso un duro golpe para el imaginario de clase media la aparición en los medios masivos de imágenes de niños desnutridos. ¡Si esto no es África!, exclamaban horrorizados algunos de sus integrantes. Anexaban a esta exclamación la pregunta de cómo era posible la escasez en medio de la abundancia, ignorando probablemente la explicación dada por Marx que señala esta característica como la distintiva de las crisis capitalistas. Poco a poco los espectadores nacionales comenzaron a aceptar la nueva tarea impuesta a nuestro país por la división del trabajo espectacular y a adoptar el gusto estético por lo marginal. Los jóvenes chetos incorporaron a la cumbia villera como consumo cultural en estos últimos años. La industria cultural también es inclusiva. El espectáculo, como el capitalismo, posee un impulso interno hacia la expansión, debe colonizar progresivamente la vida. Si el capitalismo conlleva necesariamente la conformación de un ejército de reserva excluido de la esfera de la producción, el espectáculo ha probado ser capaz de hacer uso de él bajo el vestido de lo pintoresco. Lejos de ser, como algunos suponen, un elemento democratizador, es una nueva humillación, una nueva vejación que sufren los sectores populares. Exclusión, inclusión; explotación.


Corrector Ideológico

H 15

CARTONEROS, PIQUETEROS, DELINCUENTES Y ASESINOS. CULPABLES DE UN DELITO GRAVISIMO: QUITARLE EL GLAMOUR A BUENOS AIRES

El día 5 de marzo, la Revista, suplemento del diario La Nación del día domingo, dedicó su nota central al boom turístico de Buenos Aires. Anhelando la “belle epoque”, no pudo omitir hacer referencia a la nueva sociedad Argentina, que con un 50% de su población por debajo de la línea de pobreza, no puede ya esconder su realidad social del otro lado de la Avenida Rivadavia. Abel Posse, escritor y ex embajador en varios países e incluso ante la UNESCO, se refiere a esta “nueva” realidad de esta manera:

“Ahora naturalmente es distinto. Hay piqueteros, cartoneros, asaltantes y asesinos cómodos en su tarea. Pero Buenos Aires sabe que vencerá sus lacras.(…)”

Imaginamos las consignas de un taller turístico literario dictado por Posse 1• Composición Tema: “La comodidad y las ventajas de ser un cartonero” 2• Desarrolle la paradoja: ¿Por que los marginados por el sistema que permite nuestro ostentoso nivel de vida no nos dejan vivir nuestra ostentosa vida en paz?

3• Cómo argumentar usando sustantivos como adjetivos y viceversa: escriba oraciones con las expresiones “el asesino cartonero”, “el piquetero delincuente”, “el cartonero piquetero”. Debates: ¿Cómo queda mejor? ¿”El cartonero delincuente” o “el delincuente cartonero”?



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.