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El turismo se vuelca a la tecnología para volver a crecer

modities, como el cobre. Vamos a economías que crecen menos en el 2022, un crecimiento moderado del 2 al 3%. Argentina tiene un pronóstico del 3% pero por efecto arrastre. En definitiva, para la economía de América Latina va a ser un año medio amarrete”, opinó con respecto a la región.

Desde la visión de Ferreres, la guerra es más una amenaza que una oportunidad: “El rublo se devaluó un 40%. Son fluctuaciones muy fuertes que hacen difícil la vida internacional y más dificultosa para los países de Latinoamérica con cierta conexión con el mundo. A lo mejor Perú, a pesar del gobierno izquierdista, anda bien”.

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Jorge Colina destacó: “Sacando a la Argentina y Brasil, el resto de los países ha demostrado en los últimos 20 años una gran responsabilidad macroeconómica. Chile, Uruguay, Colombia y Perú mostraron una responsabilidad de las cuentas públicas, bajas tasas de inflación y no hay riesgos de default. Brasil va a una inflación del 10%, que es altísima”.

Diana Mondino señaló: “Cada vez me convenzo más de que las fortalezas están en el marco institucional. Un país con democracia y fuerte división de poderes tiene altas posibilidades de capear una crisis. Los sectores con potencial de crecimiento pueden compensar a los sectores con dificultades. Para las familias y empresas es fundamental si el sistema político tiene adecuados pesos y contrapesos, lo que en inglés se llama checks and balances, pero que no tiene una traducción muy exacta”. En concreto, continuó: “Los países con sectores exportadores fuertes tienen más posibilidad de adaptarse y pueden absorber mano de obra o generar excedentes para compensar mayores costos en otras áreas. En cambio, los países focalizados en su mercado doméstico solo pueden crecer modestamente, ya que están limitados por su propia población”.

El eje en la confianza

En uno de los documentos elaborados por el BID hacia la asamblea anual aseguran que una “mayor confianza impulsaría la recuperación de América Latina y el Caribe”. El informe destaca: “Nueve de cada diez personas en la región desconfían del prójimo. Los niveles de confianza equivalen a una cuarta parte de niveles en los países desarrollados que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)”. Según el estudio, la confianza en América Latina llega al 13% de la población, mientras que en la “Asumiendo que haya confianza y buenas expectativas de ganancias, también hace falta financiación o crédito. La contracara es que la sociedad pueda ahorrar para que pueda haber crédito financiando las inversiones”.

Para Jorge Day, la confianza es creer que el país va respetar la actividad privada y los negocios: “Justo tenemos la vuelta de los gobiernos populares. Eso implica gastar más y, para eso, colocar más impuestos. En Chile tenemos a Boric, en Argentina a Alberto Fernández y en Brasil vuelve Lula. Eso va a generar que la confianza no sea tanta. Implica que no entrarán fondos para actividad privada como inversiones para financiar a los gobiernos”. Por su lado, Castiglioni, señaló: “La confianza es fundamental. Hay países de la región que, con esfuerzo y cambios de gobierno, como en Perú, garantizaron la continuidad de políticas macroeconómicas. Es muy positivo que independientemente del gobierno se mantengan políticas de Estado como los bancos centrales. Perú tuvo una caída muy fuerte en 2020 y se recuperó en 2021. No tuvo problemas para financiarse ni cimbronazos en el mercado cambiario. Lo mismo ocurre en Uruguay. Son países que mantienen reglas en el tiempo, no como la Argentina. Esto tiene un efecto en el final del día y en la vida de los habitantes por la capacidad de inversión”.

OCDE alcanza un 42%”.

Por eso, el BID sugiere “formular políticas que puedan convertir este desafío en una oportunidad para abordar algunos de los desafíos de desarrollo más urgentes en la región, como los bajos niveles de productividad e innovación, el retraso en materia de inversiones y los elevados índices de informalidad y evasión impositiva”. En ese camino, “promover la confianza mediante una mayor transparencia e instituciones más sólidas debería ser una prioridad en la agenda política de América Latina y el Caribe”.

Para Diana Mondino, “en cualquier país del mundo es necesario que haya confianza y algo fundamental que no sé por qué no se menciona más seguido: es indispensable que haya expectativas de ganancias. Si el inversor no cree que tendrá ganancias, o que si las tiene será criticado o recibirá una mayor carga impositiva, entonces no tiene incentivos para invertir”. La economista de UCEMA agregó:

“Si el inversor no cree que tendrá ganancias, o que si las tiene, será criticado o recibirá una mayor carga impositiva, entonces no tiene incentivos para invertir.”

Integración regional

Otro de los ejes esbozados por el BID en su Visión 2025 es la integración de la región. Para Jorge Colina, “el escenario tiende a fortalecer el vínculo regional en la órbita de Estados Unidos”. Y agregó: “Lo que deja en claro Rusia es que China no es muy confiable. Los países van a tender a la integración con Estados Unidos y Europa. Los argentinos siempre estamos desvariando, pero los otros países tienen tratados de libre comercio que se van a reforzar”. Según Ferreres, no va a cambiar el escenario de integración: “El Mercosur no está bien porque no todos los países quieren mantener los mismos esquemas, Brasil quiere bajar el arancel común y Argentina no. Hay diferencias de fondo”.

Para Jorge Day en la región hay dos tendencias: “Una es antiglobalizadora. La globalización hace que haya actividades más competitivas y más tecnologías, pero deja muchos perdedores. Se vio en Estados Unidos, donde en su momento Trump ganó porque la gente del interior quiso defender su industria. Los gobiernos populares tienden a un proteccionismo que atenta contra la integración”.

María Castiglioni aseguró: “No veo un escenario de integración regional. Hay un gran desafío que es el de los países más grandes y no los veo enfocados en la integración sino pensando en el proteccionismo, la restricción de divisas y en poner trabas en el comercio y el movimiento de capitales que no ayudan. El riesgo de las crisis es que lleve a una política de restricción y no de integración”.

Diana Mondino señaló: “La integración regional es buena pero no debe ser el único objetivo. La globalización no es ni más ni menos que un proceso más amplio de integración que permite a cada empresa y país dedicarse a su mejor oportunidad”.

Sectores estratégicos

La función del BID es, precisamente, financiar inversiones para inducir el desarrollo productivo. Identificar esas oportunidades y las falencias de las economías regionales en la presente etapa es uno de los propósitos de la asamblea anual.

Para Castiglioni, “América Latina tiene una fortaleza muy grande en la agroindustria, en la minería y en el petróleo”. Sobre esto, comentó: “Hay mucho trabajo de infraestructura por hacer. Son sectores en los que la región tiene ventajas competitivas y capacidades y habría que apostar a su desarrollo”. La economista destacó: “También los sectores que tienen que ver con los servicios, aunque ahí es más necesario tener reglas claras que inversión”. Para Orlando Ferreres, “el sector del litio que se usa para las baterías de auto y la minería de ese tipo es un tema para investigar porque está creciendo en Bolivia, Chile y Argentina”. Y amplió: “Hay buenas oportunidades para aprovechar a pesar de que las dificultades puedan ser muchas en esa zona. El turismo va a seguir recuperándose porque no se llegó todavía a los niveles prepandemia. El BID podría ver cómo financiar el turismo orientando a hoteles, transporte, aviación y aeropuertos. Hay sectores que siempre van a estar creciendo, como el software, donde hay un dinamismo por sí mismo que tiene una especial atracción”.

Sobre cuáles serán los sectores estratégicos para invertir, Diana Mondino señaló: “La respuesta obvia es: ¡todos! Siendo realistas, cuando hay pocos recursos claramente hay que definir prioridades. Lamento que siempre se piense que el Gobierno debe apoyar con financiación. Es probable que sea mucho más eficaz bajar impuestos a un sector que intentar financiarlo en condiciones especiales y subsidiar. En todos los sectores es imperativo reducir la carga regulatoria”.

Jorge Day, más específicamente, afirmó: “En América Latina el principal problema es la logística para mejorar la competitividad. Toda la parte de transporte es un tema fundamental. Los países tienen mucha materia prima y, por ahí, no la pueden aprovechar porque no tienen infraestructura. Son países donde la inseguridad jurídica es muy grande y no sé si el BID puede ayudar en ese sentido”.

Sobre lo mismo se pronunció Jorge Colina: “Infraestructura en rutas internas, puertos energía y comunicaciones son las inversiones que se necesitan. Si uno mira Perú, anduvo bien en los últimos años, pero no se desarrolló por fuera de Lima, porque no tiene infraestructura. Tiene un solo aeropuerto y no hay comunicación. Cuando hay infraestructura y estabilidad económica se crean las condiciones para que las inversiones privadas vengan”. “América Latina tiene una fortaleza muy grande en la agroindustria, en la minería y en el petróleo. Hay mucho trabajo de infraestructura por hacer. Son sectores en los que la región tiene ventajas competitivas y capacidades y habría que apostar a su desarrollo.”

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ECONOMÍA

PROYECTOS

a la tecnología para volver a crecer

Por la pandemia cerraron en Argentina 13.000 empresas turísticas. Ahora el sector vuelve a crecer y el Banco Interamericano de Desarrollo apuesta a que la tecnología sea una aliada para apuntalar estos servicios.

“Hoy todo pasa por la digitalización y las transacciones digitales. Es impensable pensar en compañías que escapen a esta tendencia.”

Opinan:

Paula Lima - Fernando Desbots Alicia Caballero - Ximena Aretino

Antes de la pandemia la industria del turismo generaba más del 10% del PBI de la región. Las restricciones sanitarias hicieron que la mitad de este aporte se perdiera y que, solo en la Argentina, cerraran 13.000 empresas vinculadas a la actividad. Para el BID es clave que el sector incorpore tecnologías que permitan fortalecer no solo la gestión de la seguridad sanitaria, sino también de la sostenibilidad económica y socioambiental de los destinos turísticos.

Un clic en el botón de pago de cualquier central de reservas turísticas tiene un impacto económico que puede superar una decena de veces el costo del viaje, tanto en el país de origen, como en el de destino. De acuerdo al World Travel & Tourism Council (WTTC), en 2019, el último de normalidad antes de la pandemia, el sector aportó el 10,4% al PIB mundial (9,2 trillones de dólares) y creó uno de cada cuatro nuevos puestos de trabajo.

En América Latina y el Caribe el impacto fue mayor: los ingresos generados por el turismo explican el 11,1% del PBI de la región y el 15,7% de los empleos. Todo ese andamiaje se vino abajo con la ola de COVID-19. Las restricciones sanitarias, según el WTTC, generaron pérdidas por 4,5 trillones de dólares, que hicieron caer el 49,1% su aporte a la economía global, que en 2020 significó solo el 5,5% del PBI mundial.

Las aperturas de 2021 mejoraron la situación, pero la incertidumbre sigue. Se calcula que la pandemia destruyó 62 millones de fuentes de trabajo en el sector y dio de baja al 45% de los viajes domésticos y al 69,4% de los internacionales.

Tanto el efecto multiplicador de la actividad como su capacidad de resiliencia hicieron que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) pusiera el ojo en el sector. Lo hizo a través del programa Turismo futuro, una convocatoria para destinos turísticos de Latinomérica y el Caribe que pone el acento en la transformación tecnológica, un aspecto que la entidad considera clave para la recuperación de la industria. El proyecto forma parte de Visión 2025, un conjunto de iniciativas de apoyo de inversiones en la región, que será uno de los temas de trabajo de la Asamblea Anual del BID, que se desarrollará entre el 28 de marzo y el 1° de abril, en formato virtual.

Turismo futuro utilizará el Fondo General de Cooperación de España en el BID para financiar proyectos de renovación tecnológica. “Abrimos una convocatoria regional, invitamos a destinos turísticos a beneficiarse de un diagnóstico sobre su nivel de madurez tecnológica con el fin de desarrollar un plan detallado de acción y de preinversión consensuado con actores del sector público y privado”, detalló el organismo.

El BID toma las cifras del WTC para justificar la iniciativa. “La crisis generada por la COVID-19 ha afectado al sector notablemente; produjo una contracción del 50% del PIB turístico regional en 2020. En este contexto, la revitalización del turismo regional se articula como el paso necesario hacia la recuperación y la adopción de nuevas tecnologías como

el motor necesario de este proceso. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible contemplan a las nuevas tecnologías como un elemento básico hacia la inclusión, la sostenibilidad, la competitividad y el desarrollo económico”, aseguraron en el lanzamiento del programa.

La entidad seleccionará diez destinos que pertenezcan a sus 26 países miembros. El organismo está integrado por la Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay, Venezuela. Los sitios que se postulen deberán tener un proyecto turístico consolidado y no podrán asociarse con otras jurisdicciones para presentarse. “El hecho de que el sector turístico abarque de manera transversal muchas actividades hace también que genere un efecto derrame hacia otros sectores, y se vuelva estratégico como generador de empleo, de producto y de divisas.”

Potencial económico

“Dentro de la clásica distinción de los sectores de la economía entre primario, secundario y terciario, el turismo integra el último, en tanto se define como un servicio. Sin embargo, su capacidad de motorizar otras actividades, directa o indirectamente, le confiere una potencialidad especial”, aseguró Paula Lima, gerente de Servicios de Economía de PwC Argentina.

De acuerdo con la última información disponible presentada por el Indec, en 2019 el valor agregado bruto de las industrias turísticas representó el 4,9% del total de la economía, empleó al 6% del total de los trabajadores del país, donde el 43% era registrado asalariado, el 30% asalariado no registrado y el 27% eran empleados no asalariados. Asimismo, el gasto turístico receptivo, es decir las exportaciones, representaron el 6,8% del total.

“El hecho de que el sector turístico abarque de manera transversal muchas actividades hace también que genere un efecto derrame hacia otros sectores, y sea estratégico como generador de empleo, de producto y de divisas, a la vez que potencia actividades relacionadas, ya sea industrias proveedoras de insumos o bien otro tipo de servicios no directamente relacionados”, destacó Lima.

Si bien los viajes tienen un componente aspiracional que aparece en todas las encuestas de consumo y volver a viajar es una de las primeras respuestas que aparecen ligadas a la “nueva normalidad”, la recuperación del sector no está “rebotando” como se esperaba. “Si determinamos como ‘fin de la primera ola’ cuando comenzó la relajación de las medidas a la movilidad más fuertes, a fines de 2020, podríamos decir que no se vio reflejado del todo en la recuperación del sector”, concluyó Lima.

Si bien el verano de 2022 en materia de turismo interno fue récord en la Costa y la Patagonia, los destinos ligados al turismo internacional, como Buenos Aires y las plazas de cruceros, como Ushuaia, siguieron sintiendo las restricciones. “Algunos destinos necesitan las divisas que aporta el turismo receptivo. El 50% de la ocupación hotelera de la ciudad de Buenos Aires en un año normal se debe al turista extranjero. Todos los destinos turísticos hicieron grandes esfuerzos para captar al turismo interno, y esto ayudó mucho, pero no es suficiente”, admitió Fernando Desbots, presidente de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (FEHGRA).

Según el último relevamiento de la asociación empresaria, más de 13.000 empresas vinculadas a la actividad cerraron como consecuencia del fin de la actividad. “Además tempranamente dio inicio la segunda ola, en abril/mayo de 2021, donde se reintrodujeron muchas restricciones y volvieron a

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