"Mierda en los ojos" Augusto Godachevich - Libreto 17 (2011-2012)

Mierda en los ojos Augusto Godachevich (10 escenas tragicómicas) Teatro Completo – Libreto 17 2011 – 2012

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“Soy Augusto Godachevich, argentino. Nací en Pergamino, provincia de Buenos Aires, en el año 1979. De chico fui un niño introvertido y de pocos amigos. Mí constante pasatiempo era el de crear y dibujar personajes en cuadernos que iba almacenando. Nunca fui a aprender dibujo (o no lo recuerdo). Al terminar la secundaria viajé a Capital Federal, en donde pasé once años de mi vida estudiando diversas carreras (Diseño Gráfico, Psicología y Dirección Teatral) y tomando diferentes cursos y talleres (Actuación, Guitarra, Composición Musical, Fotografía, etc.) Con el pasar del tiempo fui entrenándome en diferentes artes. Fui componiendo temas musicales y escribiendo las letras de los mismos; fui escribiendo obras de teatro, dirigiéndolas y actuándolas; fui escribiendo cuentos; y fui haciendo otras cosa que en este momento no pienso desarrollar. (Dibujos, Pinturas, Afiches etc.)

Como cantautor: Grabé los discos “Asco” (2010) y “Nausea” (2013), y presenté los espectáculos “Asco en Vivo 1” y “Asco en Vivo 2”(2010), “Nausea en Vivo”(2013) y “Carne Picada de Diván”(2014).

Como director, y en la mayoría de los casos también actor: Estrené en Capital Federal las obras “Relaciones Clasificadas”(2005),“Relaciones Clasificadas versión extendida”(2006),“Reflexiones Empetroladas”(2007),“Cristal, el Hada del Bosque”(2007); y en mi ciudad natal, Pergamino, estrené las obras “Represiones Recicladas”(2008),“Agonías Transitadas”(2009),“Querequetedequé”(2011),y “Por las Paredes”(2013) [Ésta última dirigida por Ana Julia Vigo].

Como docente, junto a mi esposa Ana Julia Vigo: Dirigimos a nuestro grupo de “Entrenamiento y Formación Actoral” en mis siguientes obras: “Ombligo Universal” (2009),“Patetismo Encarnado”(2010),“Repuestos Biológicos”(2011),y “Cerca”(2013).

Y como dramaturgo: Escribí todas estas obras que aquí les presento en esta extensa colección. Cada libreto especifica que tipo de material contiene: (Escenas cortas, escenas largas, unipersonales, etc.)

Espero que el material les sea de utilidad tanto para el placer de la lectura misma, o para realizar alguna escena u obra.

Me despido agradeciéndole por ser mi lector, y por sobre todo por ser lector de teatro. Gracias” Augusto Godachevich 2015

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Este libro digital forma parte de la Colección Teatro Completo de Augusto Godachevich, la cual está conformada por los siguientes libretos: 01: “Mira entre mis Nalgas” (8 escenas cómicas cortas y una larga) (2002) 02: “Revancha Celestial” (9 escenas cortas tragicómicas) (2002–2004) 03: “El juego de las sonrisas” (Escenas cómicas, 5 cortas y 1 larga) (2003-2006) 04: “Relaciones Clasificadas” (Obra cómica compuesta por escenas y canciones) (2005-2006) 05: “Tahuacos” (Obra infantil para 5 actores) (2007) 06: “Reflexiones Empetroladas” (Obra tragicómica compuesta por escenas y canciones) (2007) 07: “Conejo negro” (Obra infantil para 5 actores) (2007) 08: “Equilibrio Marital” (Obra tragicómica en 5 actos para 7 actores) (2007) 09: “Represiones Recicladas” (Obra tragicómica compuesta por diferentes escenas) (2008) 10: “Competencia Tercermundista” (9 escenas unipersonales tragicómicas y extras) (2008) 11: “El sueño de la empanada” (8 escenas tragicómicas) (2009-2011) 12: “Agonías Transitadas” (Obra tragicómica para 2 actores compuesta por diferentes escenas) (2009) 13: “Agradecimientos desencontrados” (9 escenas tragicómicas y una adaptación blasfema) (2009) 14: “Ombligo Universal” (Obra tragicómica compuesta por diferentes escenas) (2009) 15: “Acá” (Obra Unipersonal masculina) (2010) 16: “Patetismo Encarnado” (Obra tragicómica para 2 actores compuesta por diferentes escenas) (2010) 17: “Mierda en los ojos” (Diez escenas tragicómicas) (2011-2012) 18: “Querequetedequé” (Obra Infantil para 2 actores o más) (2011) 19: “Ex (con equis)” (Obra en 6 actos para 6 actores) (2012) 20: “Niño de Cristal” (Obra en 6 actos para 7 actores) (2012) 21: “Por las paredes” (Obra en 1 acto para 2 actores) (2013) 22: “Madres e hijos” (Obra Unipersonal femenina) (2014)

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Mierda en los ojos: Escenas 01 – Siempre piden más(pág. 05) 02 – Bernabé(pág. 10) 03 – El payaso de Galinda(pág. 15) 04 – Gracias por bailar(pág. 21) 05 – La vaca feliz(pág. 26) 06 – Más alto(pág. 34) 07 – María José María(pág. 37) 08 – Viaje en el tiempo(pág. 44) 09 – Paciencia(pág. 49) 10 – Mierda en los ojos(pág. 54)

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01 - SIEMPRE PIDEN MÁS Carola Patricia (Sobre el escenario se encuentra Carola Estanislao pintando un cuadro en su atril. Lo mira, le da pinceladas. Está poseída por su trabajo. Suena el timbre. Ella no lo escucha. Vuelve a sonar. Lo escucha) C - ¡Va! (Sale a abrir la puerta. Vuelve a entrar mirando la pintura.

Nunca saludó a Patricia, que entra caminando detrás de ella. Sigue pintando) P – Buenas noches Carola. (Carola no contesta) ¿Ya tiene lo mío?

(Nada) Carola... ¿Me escucha?

C – (Da la última pincelada) Ahora sí, ahora sí. Perfecto.

P - ¿Lo terminó?

C – Nunca se sabe mi querida, nunca se sabe. En este momento veo la obra y siento que está finalizada. Pero cuando la vea mañana, probablemente me pida más. Siempre piden más...

P – (Mirando la obra. Sorprendida y asustada) Que interesante... no se parece en nada a... lo que yo vi antes... suyo.

C – (No la escuchó) ¿Qué cosa? ¿Qué estaba diciendo?

P – (Que se quiere ir) Nada, nada importante.

C – Ah... (Se da cuenta de que hay alguien con ella. La ve y no recuerda haberle abierto) ¿Usted, cómo entró?

P – (No comprende la pregunta) ¿Cómo?

C - ¿Yo le abrí la puerta?

P – Sí, claro, claro. ¿No lo recuerda?

C – La verdad que no. Estaba concentrada en mi obra. ¿Qué le parece?

(La obra es una ilustración, en donde una mujer se está cortando las venas) P – Eh... Fuerte, me parece bastante fuerte.

C – ¡Fuerte! Maravilloso. ¿Qué siente?

P - ¿Qué siento?

C – Claro. ¿Qué siente al verla? Piense que usted es la primer persona en verla.

P – Ah, claro... Y… no sé, me da un poco de impresión...

C - ¿Le da impresión? (Le da gracia) 5

P – Sí, más que nada por el color rojo. Parece sangre real. ¿No? C – (Carola tiene las manos vendadas) “Es sangre real” (Mostrándole las manos) Es mi sangre.

P – Ah. Mire qué bien.

C – No había forma de armar ese rojo. Yo quería el mismo rojo. No había forma. Tuve que usar mi sangre.

P – Comprendo. (Sin saber que decir) Le quedó perfecto.

C – Es cierto. Quedó perfecto. Realmente perfecto.

P – Estoy... un poco apurada.

C - ¿Cómo?

P - ¿Ya tiene mis pinturas listas?

C - ¿Sus pinturas? (Se da cuenta de lo que le habla) Claro, sus pinturas.

Sí, las tengo ahí. (Señala un lugar del escenario en donde están) ¿Se las va a llevar ahora?

P – Sí, sí.

C – Muy bien. Espere que voy a buscar algo en que envolverlas.

P – Sí, como no. ¿Las puedo ir viendo?

C – Haga lo que quiera, son suyas.

P – Bueno, gracias. (Carola sale. Patricia agarra la obra más grande.

Tiene dibujada a una mujer teniendo relaciones con un hombre mientras lo apuñala y grita. Patricia se queda shokeada. No puede dejar de mirarla.

Vuelve a entrar Carola) C – Las vamos a envolver en estas bolsas de consorcio, porque no tengo otra cosa. Total usted está en auto. ¿No? P – (Que sigue shokeada) ¿Cómo?

C – ¿Vino en auto?

P - ¿Quién?

C – Usted Patricia. ¿Qué la pasa?

P – Carola. Estas no pueden ser las obras que le encargue.

C - ¿No? P – No. Es imposible.

C – (Tira las bolsas en el piso) A ver, déjeme ver. (Agarra la obra y del otro lado esta su nombre) Sí, sí, son las suyas Patricia. ¿Usted no me pidió tres obras?

P – Sí, sí. Pero... A ver. Las obras suyas que yo vi en lo de Laura Lustondi, eran muy diferentes a estas.

C – No recuerdo. ¿Qué obras me compró Laura?

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P – Le compró unos oleos hermosos en donde hay flores, manzanas, jarrones, naranjas...

C – Ah, sí. Ya sé, unas obras horribles. Hace años que no pinto así.

P – Pero si ella se las compró hace dos años.

C – ¿Dos años? (Piensa) Claro, Laura vino acá, le mostré lo que tenía, y ella se encajetó con esas pinturas viejas. Creo que las pinté cuando estaba estudiando. Cosas que nos pedían que pintemos los forros de los docentes. Unas porquerías que ni siquiera me animé a firmar.

P – (No lo puede creer) Ajá, comprendo. ¿Y no tendrá más de esas pinturas viejas?

C – No. Hace una semana prendí fuego todo.

P - ¿Prendió fuego?

C – Sí. No quería más nada de mi pasado. Estoy empezando una vida nueva. Prendí fuego todo.

P – Pero... ¿Porqué? ¿Qué le pasó?

C – Crisis, cambios; mi marido se fue y me dejó por otra...

P - ¿Su marido?

C – Sí. ¿Qué tiene de extraño? ¿No sabía que los maridos pueden irse si quieren? Los maridos no son perros... son maridos. ¿A usted nunca se le fue uno?

P - ¿Un marido?

C – Sí, o un novio, un amante, lo que mierda sea...

P – No, no. Yo me casé de muy chica. Siempre estuve con Luis.

C – (Burlándose de su armonía) Siempre estuve con Luis. Muy bien, muy lindo, muy linda historia. Chin, chin... Tengo que seguir pintando Patricia, le pido por favor que se vaya. Llevesé los cuadros y cuelguelós donde más le guste.

P – Carola, comprendamé. Yo no puedo colgar estos cuadros en nuestra casa nueva.

C - ¿Por qué no puede? ¿Le faltan paredes?

P – ¿Usted sabe que tengo hijos chicos?

C – No, no sé nada de su vida, señora Patricia. Solo se que es amiga de Laura no se cuanto… y que vino hace un mes a encargarme tres cuadros para su nueva casa. No me dijo que tenía chicos, ni que tenía esposo, ni nada... Usted me encargó tres cuadros y me los pagó, ahí están los tres cuadros. Lleveselós por favor y dejeme seguir trabajando.

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P – Carola, yo no puedo colgar esos cuadros en mi casa. Por favor, pinteme otra cosa. Le doy el tiempo que necesite, pero por favor pinteme algo que pueda ser colgado en una casa de familia.

C – (ofendida) ¿Qué tienen de malo mis obras?

P – A ver... Son muy violentas. ¿A usted no le da esa sensación?

C – Yo lo único que sé, es que estoy pasando por la mejor etapa artística de mi vida. Estas obras están vivas, más vivas que usted misma.

P - ¿Usted se da cuenta que los personaje de esta obra están teniendo relaciones?

C - ¿Eh? P - ¿Cómo puedo poner en la pared de mi casa un cuadro con dos personas fornicando?

C – (Burlándose) ¿Fornicando? (Le da gracia. Con el cuadro en la mano) No se confunda Patricia, no están fornicando. ¡Están cogiendo, Patricia! ¡Están cogiendo y se están matando! Porque el amor también mata, señora. ¿Lo sabía? ¡El amor te puede destrozar!

P – No me pienso llevar estas obras. Si no me pinta otra cosa le voy a tener que pedir que me devuelva el dinero.

C – No pienso pintar otra cosa. Esto es lo que brota de mi alma.

Bronca, violencia, rabia... ¡Soy una perra rabiosa! (Le muestra los dientes) P – Entonces devuélvame la plata por favor.

C – Esa plata no la tengo más. Además no tengo porque devolverle nada. Usted me pidió tres obras y ahí están. Nunca me dijo que quería que le pinte naranjas, pomelos o porongas amarillas.

P – Yo no puedo ir con esas obras a mi casa, mi marido me mata si se entera que compré estos cuadros. El dinero es de él. ¿Se da cuenta?

C – Pobre hombre. Le dio plata para comprar naranjas y floreros, y usted le va a llevar sexo, sangre y leche.

P – Se lo pido por última vez Carola. Pinteme otra cosa por favor.

C – Yo no pinto a pedido, yo pinto lo que me nace, pinto lo que necesito liberar. No creo que a su marido le guste mi estilo. ¿Porque no se va de una vez y admite que se equivocó de artista?

P – No puedo irme sin el dinero.

C - ¿Su marido le va a pegar? (Ella no dice nada) Pobre mujer. Me da lástima realmente.

P – Ayudemé por favor.

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C – ¿Usted ama a ese hombre?

P - ¿A Luis?

C – Sí, a su esposo. Al que la mantiene. Al único hombre con el que “fornicó” en su vida.

P – Sí, creo que sí.

C – Vamos a hacer una cosa. Las pinturas van a volver a ser mías. Pero no se ilusione, no le pienso devolver el dinero. Solo lo voy a tomar como un pago por adelantado de las clases de pintura que va a empezar a tomar conmigo. ¿Qué le parece?

P - ¿Yo? ¿Pintora?

C – De esa manera usted va a poder pintar lo que quiera para su santo esposo.

P – La verdad es que... no sé...

C – Estoy apurada. Tengo que seguir. Elija. ¿Se va sin el dinero o intenta aprender a pintar usted?

P – No sabría que pintar.

C – Tiene mucha mierda por sacar. ¿No le parece? (Silencio) Es cuestión de enseñarle como sacarla. Dejeme enseñarle señora de Taguada.

P – ¿Cuándo empezaríamos?

C – La espero mañana a esta hora. (Se pone a mirar el cuadro nuevamente) P – Mañana a esta hora tengo Taichí.

C – (Sin mirarla) Hasta mañana Patricia. (Patricia se queda inmóvil.

Carola hablando del cuadro) Siempre piden más, siempre piden más...

(Le empieza a dar unas pinceladas) P – (Mira el cuadro que iba a ser de ella. La mira a Carola) Hasta mañana Carola. Gracias.

C – (Sin escucharla ni mirarla salir) Siempre es así, siempre piden más...

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02 – BERNABÉ Filomeno Damián [Lo que figura entre corchetes son líneas de pensamiento. Éstas pueden ser utilizadas internamente por el actor, o bien pueden ser exteriorizadas por el personaje sin que el otro las registre] (Sala de espera en el dentista. Sólo se encuentre esperando Filomeno.

Está leyendo una revista “Caras”. Está triste por lo que lee. Hay música de sala de espera. Después de unos segundos entra Damián. Filomeno quita la mirada de la revista y lo mira. Damián saluda con un gesto simpático. Filomeno devuelve el saludo y vuelve a la revista. Damián se sienta. Mira el reloj. Mira a Filomeno) D – [Yo pensé que estaba llegando tarde y todavía falta atender a uno más. La concha de su madre. Pero es raro. Siempre me atiende muy puntual... Capaz que este pibe vino demasiado temprano, y en realidad, está después que yo. Sí, seguro que es eso. Le voy preguntar y listo.]

(Trata de darse a entender) ¿Vos… a qué hora…?

F – (Quitando la mirada de la revista) ¿Cómo?

D – Digo… Tu turno… ¿A qué hora es?

F – No estoy seguro. Sé que era hoy. Pero no me acuerdo a qué hora…

D – Está bien, gracias. (Filomeno vuelve a la revista) [Con esa información no pude sacar nada en claro. Solo espero que me atienda a mi primero, así hago a tiempo a pasar por lo de Carina. Si se me hace tarde no voy a poder pasar. Mi mujer puede llegar a sospechar. (Mira reloj) Sí, si me atiende a mi primero llego a pasar un rato. Pero si atiende a este pibe primero cagué.]

F – ¡Qué tristeza! ¡Dios mío!

D - ¿Cómo?

F – (Mostrándole la revista) Mire.

D – A ver.

F - ¿Qué le parece?

D – (Lee los títulos de la nota que le muestra) Mirá…

F – Pobre chica. ¿No? 10

D – Y sí.

F – Anoche estuvo en la televisión.

D - ¿Sí?

F – Se me partía el alma. ¿Usted la vio?

D – No, no.

F - ¿Trabaja de noche?

D – No, estábamos mirando una película.

F – (Asombrado) ¿Una película?

D – Sí. Mi esposa alquiló una comedia.

F – (Ofendido) Mirá vos. Una comedia.

D - ¿Qué es lo qué te asombra?

F – Nada, no sé. Como el país estaba de duelo...

D - ¿Por qué? ¿Quién murió?

F - ¿Me estás cargando?

D – Me podrías decir quien murió.

F – Acabás de leer la nota. ¿Qué tenés? ¿Alzheimer?

D - ¿Vos hablás del hijo de la conductora?

F - ¿Y qué te parece?

D – Ah… (Se queda mirando la revista) [Este pibe esta del orto. No lo mires más. Quedate haciéndote el que lees la revista hasta que te toque el turno.]

F – ¿Me devolverías la revista?

D – [Ah, bueno. Dasela y que se la meta en el orto] Sí, sí, tomá. (Se la da) F – (Agarrándola) Ahora le voy a decir a Leticia si me la puedo llevar.

D – Está bien.

F - ¿O la quiere usted?

D – No, no para nada.

F – Y claro. Si a vos te importa una mierda.

D – [Ah bueno. Se fue al carajo] Escuchame pibe. ¿Por qué no te tranquilizas un poco?

F – Estoy de duelo señor. Tenga un poco de respeto.

D – (Respira) [Ya está. No le hables más y listo. Falta que lo tengas que cagar a trompadas. Relajate, hace como que no escuchaste nada. ¿Cuándo mierda me van a atender?]

F - ¿Usted tiene hijos?

D – [La puta que lo parió. Sigue insistiendo] Sí, sí. Tengo.

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F - ¿Cuántos tiene?

D – Uno, uno solo.

F - ¿Varón?

D – Sí.

F - ¿Cómo se llama?

D – Fausto.

F - ¿Qué haría si Fausto se muere?

D - ¿Qué?

F – Eso. Imaginesé en el funeral de su hijo.

D – (Parándose) ¿Qué te pasa pibe? ¿Querés que te cague a trompadas?

F – (Tranquilo) No, la verdad es que no quiero que me cague a trompadas.

D – Entonces cállate un poco.

F – Está bien. Me callo. (Silencio) D – [Espero que con eso se quede callado y no hable más. Pendejo pajero.]

F – Sólo quería hacer una comparación entre Fausto y Bernabé.

D - ¿Quién es Bernabé?

F – (No lo puede creer) ¡Es el hijo de Celeste Estefano!

D – Mirá pibe. Yo no la conozco a Celeste Estefano. No tengo porque sufrir por su hijo. ¿Me entendés?

F - ¿Pero usted no mira su programa?

D – No, no lo miro.

F - ¿Y qué mira a esa hora?

D – No sé, depende del día.

F – Igual, aunque no mira el programa, la conoce a Celeste. ¿O no?

D – Claro que la conozco. ¿Cómo no la voy a conocer?

F - ¿Usted qué sintió cuando se enteró de la muerte de Bernabé?

D – Yo que sé… ¿Qué voy a sentir? Habré dicho: “Pobre piba”.

F - ¿Pobre piba? Ella es famosa señor. Ella triunfó. Ella nos acompaña todos los días. Nos representa. Bernabé era hijo de ella pero también era hijo de todos.

D – [Este pibe está como el orto mal] Está bien, listo. No tengo ganas de discutir. Decí lo que vos quieras. A mí no me interesa.

F - ¿No le interesa?

D - Hay millones de chicos que se mueren todos los días, pibe, y eso no sale en las revistas. ¿Sabías?

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F - ¿Cómo que millones?

D – Sí, millones. Ahora te pido que te calles por favor. (Silencio) [Por fin se calló. Qué pibe de mierda. A mí solo me pasa esto. Y ésta forra de la dentista cuándo mierda me va a atender. La puta que los parió a todos] L - (Se escucha la voz de la dentista desde afuera) Pasá Filomeno.

F – Sí, gracias doctora. (Se levanta y va hacia la puerta del consultorio) D - ¿Y mi turno doctora? (No obtiene respuesta. Se para) [Esto es el colmo. Me destroza las bolas y ahora viene a pasarme por arriba. ¿Quién mierda es este pibe? La puta que lo parió] (Se vuelve a sentar) [La voy a llamar a Carina. Porque ya no llego a pasar por la casa. La puta madre, con las ganas de estar con ella que tenía] (Agarra el celular y llama. Ella atiende) Hola, vida. No llego. Ya sé, yo quería ir, me moría de ganas, pero todavía estoy acá en el consultorio de la dentista. No sé, siempre me atendió puntual. No sé qué le pasa hoy. Recién pasó un pibe que parece que estaba antes que yo. No sabés, me estuvo volviendo loco. Está obsesionado con el hijo de la conductora. Claro, Bernabé. No sé, no para de hablar de eso, me tiene podrido. ¿Cómo que no es para menos? No empecés vos también Carina… (Sale Filomeno del consultorio y se vuelve a sentar) Bueno, después te cuento. Besos amor. Cuidate. Después te llamo. Te amo, chau, chau. (Corta) F - ¿Era su esposa?

D – ¡Qué te importa!

F – Está bien.

D – [¿Y a este forro qué le pasa ahora? ¿Por qué mierda no se va? ¿Tan rápido lo atendieron? Si se queda debe ser porque lo van a volver a hacer entrar. O capaz que la boluda de la odontóloga se dio cuenta de que yo estaba antes. Yo me paro y le pregunto. A ver si me atiende ahora y puedo pasar una escapada por lo de Carina] (Se para y va hacia el consultorio. Habla a través de la puerta entornada) ¿Quería saber si faltaba mucho?

L – Estoy un poco atrasada. Le pido disculpas. Aguárdeme un poquito más que ya lo atiendo.

D – Bueno, está bien. (Se vuelve a sentar) F - ¿Qué edad tiene Fausto?

D - ¿Te podés callar?

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F – Por la tele mostraron el cajoncito en donde enterraron a Bernabé.

Todo chiquitito. Parecía el cajón en donde guardo las medias. ¿Se imagina a Fausto en un cajón así?

D – (Yendo hacia Filomeno) ¿Qué te pasa enfermo mental? (Lo agarra por el cogote y lo levanta) F - ¡Pará! ¡Soltame!

D – Ya te dije que te callés y seguís hablando.

F – Voy a seguir hablando hasta que entiendas que tenés que llorar a Bernabé.

D – ¡No lo conozco, idiota! ¡No lo conozco a Bernabé!

F - ¿Cómo que no lo conoces? Te lo mostré. Es el de la revista, pelotudo. Es el hijo de Celeste Estéfano.

D – Te dije que no me importa.

F – Entonces a nadie le va a importar cuando su hijo esté muerto. Ni su esposa va a ir al velorio. Ojalá que se muera ahora mismo. (Damián ya se repudrió. Lo tira al piso y lo recaga a patadas. Música al palo, griterío.

Filomeno logra pararse y sale corriendo) D – Corré hijo de puta, corré porque te mato a trompadas. (Se queda mirando por donde el otro salió. Agitado) L – (Desde afuera) Filomeno… Pasa por favor. (Silencio) Filomeno.

D – No está. Se fue.

L - ¿Cómo que se fue, si estaba anestesiado?

D – Creo que era una urgencia.

L – Qué increíble. Bueno, pase usted entonces.

D – Deme un segundo. [¿Este pibe no le irá a hacer algo a mi hijo?]

(Agarra el celular. Llama a su esposa) Hola Patricia. ¿Dónde está Fausto? ¿Está con vos? (Se tranquiliza) No. Que hoy no vaya al jardín.

Por favor Patricia, después te explico. ¿Él está bien? Bueno, mejor así.

Besos. (Entra al consultorio) Buenas tardes Leticia. ¿Cómo anda?

L - ¿Qué quiere que le diga? Acá estoy, shokeada todavía. Pobrecito.

D - ¿Quién? ¿Qué pasó?

L - ¿Cómo quién? ¿Dónde vive usted? ¿No se enteró lo de Bernabé?

(Sube la música) Pobre angelito. Quien diría que le puede pasar algo así a un hijo… (La música tapa la voz)

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03 - EL PAYASO DE GALINDA Ismael Teobaldo (Se encuentra Teobaldo acomodando algunos objetos antiguos en algunas cajas con el fin de ventilar la casa. La puerta de calle está abierta.

Entra lentamente Ismael disfrazado de payaso) Ismael – Permiso.

Teo – (Que no sabe quién es) ¿Sí?

Ismael – Sí, hola. ¿Qué tal?

Teo - ¿A quién busca?

Ismael - ¿No se encuentra Galdina? (Teo niega con la cabeza) ¿Se mudó?

Teo – No. Galdina falleció.

Ismael – (Esperando haber entendido mal) ¿Falleció? (Teobaldo confirma con su cabeza. Ismael no lo puede creer) ¿Cómo que falleció? ¿Qué pasó?

Teo – (Que no entiende la reacción) ¿Usted quién es?

Ismael – (Sin contestar la pregunta) No puede ser. ¿Qué le pasó?

Teo – Un ataque al corazón. ¿De dónde la conocía?

Ismael – (Para sí) ¿El corazón? ¿Justo el corazón?

Teo – (Insistente) ¿De dónde la conocía a mi mamá?

Ismael - ¿Usted es su hijo?

Teo – Sí, soy Teobaldo.

Ismael – Claro, Teobaldo. Teobucho.

Teo - ¿Cómo sabe que me dicen Teobucho?

Ismael – Galdina me mostró fotos suyas de cuando era chico. Siempre me mostraba sus fotos.

Teo - ¿Mis fotos?

Ismael - Tenía una que era su preferida. Una en donde está usted en el campo, arriba de un caballo marrón, con un sombrero de vaquero. Creo que está con un imán en la heladera.

Teo – (Se acuerda de la foto) Sí, fue en el campo de mi tío. Pero…No entiendo. ¿Por qué le mostraba esas fotos?

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Ismael – (Se da cuenta que nunca se presentó) Perdón. Yo soy Chaparrito. El payaso Chaparrito. Un gusto. Es hermoso conocerte en persona.

Teo - ¿Trabajás de payaso?

Ismael – Sí. Va, en realidad tengo varios personajes. Pero su mamá pidió que sea un payaso. Todavía me acuerdo cuando me llamó por primera vez. Inventé este personaje para ella.

Teo - ¿Y para qué lo llamó mi mamá a usted?

Ismael – (Recordando) Creo que le pasó mi número Elsita.

Teo - ¿Qué Elsita? ¿La vecina?

Ismael – Claro. La que vive acá, a dos casas.

Teo – Sí, claro. Merendaba en su casa cuando era chiquito.

Ismael – Sí, me contó. Me dijo que usted comía chocolate águila con pan.

Teo – Es cierto. Me había olvidado.

Ismael – Siempre habla de usted. Lo extraña. Me dijo que nunca más pasó a visitarla.

Teo – Es que… vivo en capital… y siempre ando ocupado… (Se da cuenta que no tiene que darle ninguna explicación) ¿Y usted? ¿A qué se dedica? No entiendo.

Ismael – Doy servicios… sexuales.

Teo – (Que espera haber entendido mal) ¿Cómo?

Ismael – Claro. Las mujeres me llaman, me dicen que quieren, cuál es su fantasía, y yo trato de cumplírselas.

Teo – Decime que me estás cargando.

Ismael – No. ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?

Teo - ¿Vos me estás diciendo que… (No lo puede decir) Ismael – Está bien. Entiendo que en su rol de hijo no es fácil asumir que su mamá necesitaba…

Teo – Ojo lo que vas a decir.

Ismael –…cierto… desahogo.

Teo – Mi mamá tenía sesenta y cinco años.

Ismael – Sesenta y siete.

Teo - (Se da cuenta que el otro tiene razón y no le cae en gracia) Sí, sesenta y siete.

Ismael – Igual, su mamá para mí, era mucho más que una clienta.

Teo – Dejá, callate, no me contés más nada.

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Ismael – Está bien. No hay problema.

Teo – Es una locura (Que sigue sin poderlo entender) ¿Y con Elsita también?

Ismael – Sí, claro. Primero fue con Elsita. Pero a ella le gusta “Sandokan”.

Teo - ¿Quién es Sandokan?

Ismael – Otro de mis personajes.

Teo - ¿También es un payaso?

Ismael – No, no. Sandokan es un perro mantonegro.

Teo – ¿Un perro?

Ismael – Sí, tengo un vestuario increíble. Parece que lo hubieran hecho con pelo de perro de verdad.

Teo - ¿Vos me queres decir que ella tiene la fantasía de… (No puede decirlo del asco) Ismael – Así parece. Si me pongo a contarle lo que me pide cada cliente, tengo para escribir un libro. (Recuerda) Me acuerdo una vez que me llamaron las dos juntas.

Teo – ¡¿Cómo las dos juntas?!

Ismael – Claro. O sea, primero me llamo una y después la otra.

(Tratando de sintetizar) El asunto es que tenía que ir a lo de su madre, y a salida pasar por lo de Elsita. Y con el apuro, y toda la cosa, me olvidé de cambiarme, y le caí a Elsita con el traje del payaso Chaparrito. Ahí fue cuando me enteré que Elsita le tenía Fobia a los payasos. No sabe lo que fue. Se puso a gritar como una loca. Salieron todos los vecinos a socorrerla. Por suerte su madre me salvó. Dijo que era su sobrino del exterior, que me había confundido de casa y no sé qué más… Casi se nos va Elsita ese día. Quien iba a decir que su mamá se iba a ir primero.

Teo – La verdad es que toda esta situación es muy incómoda para mí.

Ismael – Sí, lo entiendo. Pero déjeme decirle, que en los años que llevo haciendo esto, descubrí que todas las personas tienen sus fantasías. Usted también debe tener las suyas… ¿O no?

Teo – Preferiría no hablar de eso con vos.

Ismael – Por más que no lo hable, las tiene igual. Todos las tienen.

Desde las monjas hasta los policías. Los políticos, los ricos, los pobres…

El asunto es animarse a cumplirlas en vida.

Teo – ¿Fueron muchas veces?

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Ismael - ¿Con Galdina? (Teo afirma con la cabeza) No sé. Nunca llevé la cuenta.

Teo – Nunca lo hubiera imaginado.

Ismael – Estaba muy sola.

Teo – Sí, ya se.

Ismael - ¿Pudo llegar a verla viva? (Niega con la cabeza) Claro, lo llamaron cuando ya era demasiado tarde.

Teo – Murió cuando yo venía viajando para acá.

Ismael – Igual quiero que sepa que no todo era sexo.

Teo – (Irónico) Bueno, me alegro mucho.

Ismael – Al principio sí. Pero después terminaron importando más las charlas, las cenas... Hacernos compañía más que nada.

Teo - ¿Y tu familia que dice de todo esto que hacés?

Ismael – No tengo familia. Soy huérfano.

Teo – Ah… Ismael - Lo más parecido que tuve a una familia fue Galdina. A veces estábamos cenando y me decía Teobucho. Le salía sin querer… serían las ganas de tenerlo a usted acá.

Teo – (Que no tiene ganas de hacerse cargo de su ausencia como hijo) Bueno Chaparrito. Yo tengo que terminar acá y me tengo que ir.

Ismael – Claro, entiendo.

Teo – No sé cómo reaccionar con todo esto que me contaste.

Ismael – Quizá no tendría que haberle contado nada.

Teo – Y… la verdad que no.

Ismael – Pero bueno. Entenderá que a mí también se me fue alguien importante.

Teo - Sí, por lo que me contás, entiendo… Entiendo que al margen de toda lo innombrable le hiciste compañía.

Ismael – Eso que para usted es innombrable, nos hace seres humanos.

Teo – Sí, claro. Muy lindo.

Ismael - ¿Podría ir al velorio?

Teo – (No sabe que decir) No sé… mirá... es complicado para mí.

Ismael – Entiendo. No hay problema.

Teo – Está bien. Andá. Pero no vayas disfrazado de nada, por favor.

Ismael – No, no. Voy de civil.

Teo – Te pido que todo esto quede acá, que no se lo cuentes a nadie.

No quiero que cambie la imagen de mi madre para la gente.

18

Ismael – Olvidese. Sé que para mucha gente el sexo es vergonzoso.

(Ismael le da la mano) Un gusto.

Teo – Antes de irte… ¿Me dirías cuál es tu nombre real?

Ismael – Claro… perdón. Me llamo Ismael.

Teo – (Sorprendido) ¿Ismael?

Ismael – Sí.

Teo – ¿Ismael Arriaga?

Ismael – (Sorprendido) ¿Cómo sabe mi apellido?

Teo – (No lo puede creer. Esta pasmado. Se sienta. Como habiendo descubierto un misterio) Usted es Ismael Arriaga. Todo esto es una locura.

Ismael – No entiendo. ¿Qué pasa?

Teo – Mi mamá le dejó esta casa a usted.

Ismael - ¿Qué?

Teo – Así como me oyó.

Ismael – Es imposible.

Teo – (Saca la carta del abogado del bolsillo de su saco. Lee) “Le dejo mi casa, con todo lo que hay dentro de ella, a Ismael Arriaga. Ya que fue él quien ilumino los últimos años de mi vida” Ismael – (No lo puede creer) ¿Su casa?

Teo – (Dándole el papel a Ismael) ¿Querés leerlo vos mismo?

Ismael – No, está bien. Le creo.

Teo – Toda la familia pensaba que se trataba de un señor mayor. Pero no encontramos números, fotos, nada. Y al final mirá quien era el señor Arriaga.

Ismael – Yo no puedo aceptar esta casa.

Teo – ¿Cómo que no podes?

Ismael – No, yo estoy alquilando un departamento. Ya tengo donde vivir.

Teo – Mirá, si el deseo de mi mamá era que la casa sea tuya, yo no puedo hacer nada.

Ismael – Yo no la quiero.

Teo – ¿Por qué no la queres?

Ismael – Porque no corresponde. Él hijo es usted.

Teo – Parece que no era así para mi mamá.

Ismael – Ello lo quería mucho. Estaba muy dolida por su ausencia, porque nunca la llamaba y ni se preocupaba por ella. Debe haber sido 19

eso. Pero nunca dejo de amarlo. Nunca dejó de hablar de usted.

Seguramente su mamá quiso dejarme la casa porque sabía que yo no tengo nada. Pero no corresponde.

Teo – ¿No te gustaría tener una casa?

Ismael – Me gustaría tener una casa si me la puedo comprar yo. No quiero nada regalado. Nunca me regalaron nada.

Teo – Bueno, parece que mi madre quería que vivas acá.

Ismael – Todo lo que su madre podía darme, ya me lo dio. Y no estoy hablando de nada vergonzoso. Yo fui usted por unos cuantos años. Fui su hijo. Pero ya está, el cuento se terminó. Y lo vivido me lo llevo. Tengo que seguir adelante. (Saca una tarjeta) Tome. Ahí está mi número. Que el abogado me llame para firmar lo que haga falta para que esta casa vuelva a sus manos.

Teo – Mirá que si la casa vuelve a ser mía la voy a vender.

Ismael – Y vendalá… Que le sea útil. (Silencio) Mire, yo ya me llevo los recuerdos de los últimos años con su madre, me parece que usted al menos se tendría que quedar con la casa. (No le contesta) Teo - ¿Quiere alguna foto?

Ismael – No hace falta. Tengo muy buena memoria. (Comienza a salir) Hasta luego.

Teo – Entre los girasoles.

Ismael – (Volviéndose) ¿Cómo?

Teo – Ésa es mi fantasía. Hacerlo en el campo, entre los girasoles.

Ismael – Interesante. ¿Y ya la cumplió?

Teo – No. (Piensa. Lo mira a Ismael) Todavía no. (Ismael sonríe y sale)

20

04 - GRACIAS POR BAILAR David Petunia (Una discoteca. Todos bailan una canción disco exacerbadamente. De repente desaparece la canción y aparece otra mucho más lenta. Todos comienzan a bailar casi en cámara lenta, pero con la misma estética del baile que venían haciendo. Al mismo tiempo que se produce el cambio de música entra David por izquierda. Camina tranquilo entre las figuras danzantes, mirando a cada una. Se detiene en Petunia. Le gusta. Toma coraje. Trata de pensar que decirle. Intenta decirle lo que ya pensó. Pero no puede, no se anima. Se va a comprar un trago, sale por derecha.

Apenas sale David la música vuelve a ser la primera que sonó y todos siguen bailando energéticamente. Vuelve a entrar David, la música vuelve a cambiar y todos vuelven a bailar más lento. Desde que David entra solo mira a Petunia los otros comienzan a salir del escenario por diferentes lugares, pero respetando la rítmica de la canción que suena.

David hace fondo blanco de lo que venía tomando. Uno de los que se va yendo le quita el vaso y se lo lleva. David se prepara, está dispuesto a hablar. Vuelve a la música rítmica, los que se van yendo terminan de irse a esa velocidad y David se pone a bailar frenéticamente junto a Petunia.

Ella lo descubre, lo ve por primera vez. Baila con él. La música desaparece de golpe. Ellos siguen bailando como si siguiera sonando.

Todo el diálogo se produce como si la música sonara fuertísimo) D – Hola.

P – Hola.

D - ¿Cómo estás?

P - ¿Eh? D – ¿Estás bien?

P - ¿Si estoy bien?

D – Claro, si estás bien. ¿Estás bien?

P – Sí, sí. Estoy bien.

D – Me alegro... mucho. (Él no sabe que más decir. Continúan bailando en silencio. Comienza a tratar de reformular una pregunta) Che...

(Silencio. No sabe cómo continuar la frase) 21

P - ¿Qué?

D – No, nada.

P - ¿Vos me hablaste?

D – Sí, pero no quise decir nada. No te preocupes.

P - ¿Pero dijiste algo?

D – Sí, pero ya no tiene importancia.

P – Ah, bueno. (Siguen) D – Buen tema ¿No? P – Increíble.

D – Gracias por bailar conmigo.

P – Todo bien.

D – Creo que te tendría que haber pedido permiso antes de ponerme a bailar. Te pido disculpas. Mi intensión no fue...

P - (Le da un cachetazo a él) ¡Dejate llevar! (Dejan de bailar) D – Bueno... está bien. Perdona, no quise molestarte... Es que bailar no es lo mío.

P - ¿Y qué es lo tuyo?

D – No sé. Soy más de charlar.

P - ¿De charlar?

D – Claro, me llevo mejor con las palabras.

P - Bueno. (Ambos caminan a la vez y se sientan en el borde del escenario, el cual funciona como un umbral a la salida de la discoteca) ¿De qué querés charlar?

D – No sé.

P - ¿Cómo que no sabes? Adentro dijiste que eras bueno para charlar.

D – Sí, pero... bueno... No es tan fácil.

P - ¿Charlar te parece difícil?

D – Y según con quien charle... Depende de las circunstancias...

P - Estoy empezando a pensar que estaba mejor adentro, bailando sola.

D – No, por favor, no pienses eso. Es que estoy un poco nervioso.

Perdoname... En serio, por favor.

P – No pidas más perdón. Dios mío. Me enferma la gente que pide perdón por cualquier cosa.

D – Tenés razón, perdoname.

P - ¿Otra vez?

D – Fue sin querer.

22

D - Escuchame una cosa. Si escucho la palabra “perdón” de nuevo, me voy. ¿Me entendiste?

D – Sí está bien... te pido... (Se interrumpe) P – ¿Qué es lo que me pedís?

D – Te pido... te pido que... me tengas paciencia.

P – (suspira) Haré todo lo posible.

D – Gracias.

P – A ver. ¿Por qué te pusiste a bailar conmigo?

D – No sé. Me gustó como bailabas.

P – O sea que te gustó mi modo de expresarme con el cuerpo...

D – Claro.

P - ... pero yo no te gusté.

D – No, no. Sí me gustaste.

P - ¿O sea que te gusto?

D – Sí, me gustás.

P - ¿Qué te parezco?

D – Me pareces... muy linda.

P - ¿Muy linda? ¿Nada más?

D – Sí, muy linda, hermosa... no sé… no soy bueno con las palabras.

P – Primero me decís que sos bueno para charlar... ¿Y ahora me decís que no sos bueno con las palabras?

D – Si, suena contradictorio. Te pido disculpas...

P – Ahí está. Dijiste disculpas. Me voy.

D – Pero no dije perdón, dije disculpas.

P - ¿Me estás cargando? Es lo mismo.

D – Sí, tenés razón, perdoname.

P – A bueno... (Se levanta para irse) Chau me voy.

D – (La agarra del brazo) No te vayas.

P – Si no queres que me vaya decime ya mismo algo que me haga quedar.

D – Pero... no sé... ¿Qué te digo?

P – (Mira el reloj) Te doy diez segundos.

D – No, pará... por favor. Ayudame.

P – Estás perdiendo un tiempo importante.

D – (Piensa) Dejame pensar.

P – Listo, terminó el tiempo. Adiós señor charlador.

D – Ya lo tengo.

23

P – (Duda) Te escucho.

D – A ver... “Cuando te vi bailar me di cuenta que eras la mujer de mi vida”.

P - ¿Eh? D – ¿No te gustó?

P – No lo puedo creer. Te vi cara de pelotudo, pero no pensé que sería para tanto.

D – En serio te digo.

P – “La mujer de mi vida” ¿En serio crees en esa pelotudés?

D – ¿Está mal?

P – ¿Y si tuviera cáncer?

D - ¿Cómo?

P – Si yo tuviera cáncer... ¿Seguiría siendo el amor de tu vida?

D - ¿Que tipo de cáncer?

P - ¿Depende del tipo de cáncer para saber si soy el amor de tu vida o no?

D – No, no quiero decir eso. Solo pensaba… sería algo muy... no sé... muy grabe...

P – Cualquier tipo de cáncer es grabe.

D – Lo que digo es si sería algo... terminal.

P - ¿Lo que vos queres saber es cuanto tiempo de vida me queda?

D – Eh… Pongamoslé que sí.

P - ¿En que cambiaría eso?

D – Y, no sé, para ver si tenemos tiempo de iniciar la relación, ver si funciona, y todo eso.

P – ¿O sea que soy el amor de tu vida, pero todavía tenés que comprobar si funciona?

D – No sé, no quiero que me mal interpretes. Te dije que no soy bueno con las palabras.

P - ¿Y si yo te digo que bailo así como bailo, por el hecho de que me quedan pocos días de vida y quiero vivirlos a pleno?

D – Sería lógico.

P – ¿Qué harías en ese caso? ¿Vivirías conmigo los pocos días que me quedan?

D – No sé, es una situación complicada.

P – No puede ser demasiado complicada si soy el amor de tu vida.

D – Entonces...

24

P - ¿Entonces qué?

D - Puede ser que no seas el amor de mi vida.

P – Sos patético.

D – Perdón.

P – No te perdono una mierda.

D - ¿En serio te estás muriendo?

P – Pero no, para nada. Era sólo una suposición.

D - ¿Entonces sos el amor de mi vida?

P – No querido. Vos estas buscando un amor que te quede cómodo. Y eso no es amor.

D – ¿Y qué es?

P – Lo llaman estupidéz, pero vos decile como quieras. Chau...

D - Perdoname, quizás no me supe explicar. Yo solo quería decirte que me gustas mucho. Que me pareces hermosa. Quizá se me fue la mano con lo de “amor de mi vida”.

P - ¿Te parece?

D – Sólo quería salir a tomar algo con vos, charlar un rato, conocernos... no sé.

P – No, dejá. No soy el tipo de mujer para vos. Me pasaron demasiadas cosas en la vida como para que tu ingenuidad me resulte seductora.

D – Ah...

P - Me confundí con vos, no sé. Perdoname.

D – No, perdoname vos.

P – Suerte para la próxima.

D – Gracias.

P – Trata de buscar una que baile más convencionalmente.

D – Ah, bueno... Buen dato.

P – Chau. (Ella sale) D – (Sin que ella lo escuche) Perdona. En serio.

(Explota la música de vuelta. Aparecen todos los danzarines de fondo. Él se pone a mirar a cada uno. Hasta que descubre una que baila de un modo más convencional. Apagón)

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05 - LA VACA FELIZ Personajes: Gabriel Lautaro (Entra Lautaro a la oficina de su jefe, el cual se llama Gabriel Leonardo Petraglia. Son las ocho de la mañana. Su jefe está sentado frente a su notebook. Está profundamente pensativo) L – (Entrando) Buen día.

G – Ey. L – (Lo nota extraño) ¡Lunes otra vez! Parece que va a ser un día hermoso. No hay una sola nube.

G – Mirá.

L - ¿Le pasa algo?

G – ¿Eh? L – Si le pasa algo.

G – No te preocupes. (Lautaro asiente) ¿Qué tenés para hacer hoy?

L – Tengo que terminar el diseño para la carnicería.

G – (Acordándose) Ah sí… ¿Eso es para mañana?

L – Sí, sí.

G - ¿Venís bien?

L – Sí, ya casi lo tengo.

G - ¿Es el de la vaca sonriente?

L – (Sonriendo) Sí, el de la vaca feliz.

G – Qué absurdo. Yo no entiendo cómo te pueden pedir un logo con una vaca feliz, para un lugar en donde venden vacas muertas, vacas asesinadas.

L – (Sorprendido por la reacción de su jefe) Nunca lo había pensado…

G – Siempre pasa. Es monstruoso a lo que uno se acostumbra. Una cosa son los perros de la publicidad de salchichas… Ahí uno sabe que lo que está comiendo no son perros. (Piensa) Va, yo que sé. Anda a saber de qué están hechas las salchichas, mejor no enterarse. ¿No? L – (Que ya no sabe que pensar, ni que decir) Claro… es complicado…

G – (Que se quedó maquinando) Una vaca feliz. Qué hijos de puta.

L – En serio… ¿Le pasó algo?

26

G – Mi mujer.

L - ¿Qué pasó con su mujer?

G – Me dejó.

L - ¿Cómo que lo dejo? ¿Se fue?

G – Sí. Va, en realidad me tuve que ir yo, porque vivíamos en la casa de su madre.

L - ¿Y adonde está viviendo ahora?

G – Acá.

L - ¿En la oficina?

G - Sí, en la oficina.

L – No sé qué decirle.

G – Nada, qué me vas a decir. En estos casos no se puede decir nada.

L – Si lo puedo ayudar en algo…

G – Está bien. Gracias por preocuparte. (Dándose cuenta) Ahora que lo pude decir me siento un poco mejor.

L - ¿Pero cuándo pasó esto?

G – El viernes.

L – ¿Está viviendo acá desde el viernes? (Gabriel asevera) ¿Quiere irse a bañar a mi casa?

G – No, está bien. Tengo lo de mi vieja para irme a bañar… pero todavía no tuve ganas de ir.

L – Ah. G - Gracias igual.

L – Disculpe la pregunta pero… ¿Le dijo porqué se fue?

G – (Todavía no lo puede creer) Sí, me lo dijo. Creo que eso fue lo peor. Me tendría que haber mentido. (Lautaro se muere de la intriga pero por respeto no quiere preguntar. Silencio) ¿Sabés lo que me dijo?

L - ¿Qué le dijo?

G – Que le gustan las mujeres.

L - ¿Cómo?

G – Eso. Le gustan las mujeres. Se enamoró de una mujer y me dejó.

L - ¿De una mujer?

G – Sí, una mujer que conoció en el bar. En esas salidas que hace con sus amigas los jueves.

L – Entonces ella es... bisexual.

G – Ojalá. Eso por lo menos me dejaría más tranquilo.

L – ¿Entonces es lesbiana?

27

G – Sí… Es torta la hija de puta.

L – ¿Y cómo estuvo con usted estos años si le gustan las mujeres?

G – Eso es lo que ella se preguntaba. No sabe bien.

L - ¿Y usted nunca imaginó nada? (Que no quiere ser agresivo) Digo… quizá algún indicio de algo…

G – Estuve todo el fin de semana pensando, y un par de cosas aparecieron…

L - ¿Me puede contar? (Silencio. Gabriel no sabe si contarle. Le da vergüenza) Está bien. No hace falta.

G - (Se dispone a contarlo) Mirá… Lo primero que entendí es… porque ella nunca quiso hacerme… (Insinúa con un par de gestos que no se la quería chupar)… ¿No sé si me explico?

L - ¿No le quería… practicar sexo oral?

G – Exactamente. Decía que le daba asco.

L – Pero usted se lavaba antes de…

G – Sí, claro. ¿Cómo no me voy a lavar? Probé de todo, pero no hubo forma. Le daba arcadas… Ahora entiendo todo.

L – Claro.

G – Yo pensé que era una cuestión de tamaño… No sé. Porque digamos que lo mío no es… (Dando a entender que no la tiene enorme)… ¡Oh! L – Claro. Chiquita pero juguetona.

G – (Ofendido) Tampoco chiquita.

L – Sí, no quise decir eso. Es un dicho. Una expresión.

G – Será… mediana. (Pensando) Mediana… tirando para abajo.

L – Claro, claro. Y usted pensó que a ella le parecía poco, por eso no se la quería… (Gesto de petearlo) G – (Afirma) Por un lado eso me deja más tranquilo. Prefiero que me haya dejado porque le gustan las mujeres, y no por ser poco hombre. ¿No? L – Y sí.

G – Igual es una mierda pensar que ahora está con una mina.

L – ¿Hubiese preferido que se vaya con un tipo?

G – No sé. (Piensa) Creo que sí. Estuve todo el fin de semana pensando que cada vez que hacia el amor conmigo pensaba en una mina.

L – No creo que haya sido tan así.

G – Y si siempre le gustaron las minas, algo así debe haber pasado.

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L - ¿Nunca le pidió que se vista de mujer?

G – (Sorprendido) ¿Qué?

L – No sé, se me ocurrió.

G – No, no. Ahí sí que agarrábamos para la mierda.

L – (No sabe que decir) Claro… hay cosas que… no tienen nada que ver… ¿No? G – Una vez, hará como un año, me pidió que hagamos un trio.

L - ¿Un trío? ¿Con otro tipo?

G – Pero no… ¿No te estoy diciendo que se hizo torta?

L – Sí, claro. Tiene razón. ¿Y qué le dijo?

G – Al principio no supe que responderle. Me quedé paralizado.

L – Yo agarro viaje como loco. Dos minas juntas… ¡Me muero! ¡Un sueño hecho realidad! Ojala mi novia me dijera eso.

G – Una cosa es a tu edad, que sos más libre. ¿Cuánto hace que estás con tu novia vos?

L – Siete meses más o menos.

G – Bueno, yo hace siete años que estoy con mi esposa. Me pareció que no tenía nada que ver.

L – Claro…

G – (Le va cayendo la ficha) Ahora que lo pienso bien… No tendría que sorprenderme lo que pasó. Lo que pasa es que uno, después de tantos años de estar juntos, piensa que ya está todo dicho. Que las cosas van a ser así siempre, que ya están establecidas.

L – Quizá si se toman un tiempo. Capaz que ella vuelve a hacerse…

(Busca la palabra)…heterosexual.

G – No creo. Ayer fui a buscar unas cosas que me había dejado... No sabes lo feliz que estaba. Nunca la había visto así en mi vida. Estaba hermosa, radiante. Como rejuvenecida.

L - ¿Y estaba la otra ahí? (Gabriel afirma) Que situación complicada.

G – Me invitó a tomar mates.

L - ¿La novia de su esposa?

G – (Que no le gusta cómo suena) No digás así.

L – Perdón. Es que no sé cómo se llama.

G – Camila se llama.

L – ¿Camila? Mira. Como mi vieja.

G – (Lo dice con nombre y apellido) Camila Fontana.

L – ¿Camila Fontana?

29

G – Sí. ¿Qué la conoces?

L - ¿En qué bar se conocieron?

G - Creo que en el que está en el cruce.

L – (No lo puede creer) ¿Mi vieja es lesbiana?

G - ¿Qué decís?

L – Tu mujer está enamorada de mi mamá.

G – (Sorprendido) ¿Tu vieja es Camila Fontana?

L – (Afirma) ¡Mi vieja es tortillera! Me quiero morir.

G – Pero si vos sos apellido Dinardo. ¿Fontana es el apellido de soltera?

L – Sí, es el apellido de soltera.

G - ¿Y tú viejo?

L – Están separados mis viejos. Hace años.

G - ¿Vos estás seguro de lo que estás diciendo?

L – Mi vieja es torta, y yo el fin de semana voy a conocer a su esposa.

G - ¿Qué decís?

L – Mi vieja me dijo que me quería presentar a su pareja el fin de semana. Ésa fue la palabra que uso: pareja. No dijo ni hombre ni mujer.

Dios mío.

G - ¿Qué vamos a hacer?

L – Nada. No sé.

G – ¿No la podés convencer a tu vieja para que convenza a mi esposa de que vuelva conmigo?

L – Si está enamorada… yo no puedo hacer nada. Qué sea feliz.

G – Eso lo decís porque es tu vieja, si fuese tu esposa no dirías eso.

L – Yo que sé que diría.

G - ¿Te das cuenta que vos no tendrías que haber existido?

L - ¿Qué?

G – Lo que escuchas. Si tu mamá hubiese descubierto que es torta veinte años atrás vos no hubieses nacido.

L - ¿Y eso qué tiene que ver? Yo nací porque mis viejos estaban enamorados en ese momento… Eso es lo que cuenta.

G – Convencela a tu mamá.

L - ¿Cómo la voy a convencer?

G – No sé. Pero hace algo. ¿No ves que estoy sufriendo?

L – Si mi mamá es feliz acostándose con su esposa yo no puedo hacer nada. Qué sea feliz.

G – Reaccioná. Sos hijo de una tortillera pelotudo de mierda.

30

L – Y usted la tiene chiquita.

G – (Lo empuja) ¿Qué te pasa?

L – ¿Qué me tocás pelotudo?

G – Yo te digo que vos no tendrías que haber nacido.

L – Y yo te digo que vos sos un pelotudo.

G – Y yo te digo que vos estás despedido.

L – Y yo te digo que mañana te mando una carta documento.

G – (Se da cuenta que se está yendo al carajo. Trata de relajarse. Se sienta. Silencio) ¿Necesitás esta máquina para diseñar la vaca feliz?

L – No, tengo todo en la otra computadora.

G – Bueno, dale no más que hay que entregarla mañana.

L – ¿Me vas a despedir o no?

G – Primero termina la vaca y después vemos.

L – Si me vas a despedir prefiero buscar laburo en vez de ponerme a diseñar una vaca de mierda.

G – No te voy a echar. Pero no digás más que la tengo chiquita.

L – Usted me estaba agrediendo.

G – Ya sé. (Silencio) L – Bueno, me voy a trabajar. (Comienza a irse) G – Esperá.

L - ¿Qué pasa ahora?

G - ¿Vos te vas a ir a vivir a mi casa?

L -¿Qué?

G - ¿Vos no vivís con tu vieja?

L – (Entiende) No sé qué va a pasar. Ya veremos.

G – Sería muy doloroso para mí.

L – Entiendo, pero no depende de mí.

G – Yo te alquilo un departamento si queres. Pero no puedo tolerar que un empleado mío viva en mi casa.

L - ¿Cómo me va a alquilar un departamento?

G – Estoy desesperado.

L – Se nota.

G - ¿Tu mamá es buena en la cama?

L – (Se queda pasmado. Le da pena) Eh… No sé. Yo soy el hijo. ¿Entiende? Los hijos no se enteran esas cosas.

G - ¿Me lo podés averiguar?

31

L – Por más que se lo averigüe sería al pedo. Seguramente toda su experiencia anterior fue con hombres.

G – Claro. (Lo va masticando) O sea que son como dos vírgenes… enamoradas que se encontraron en un bar…

L – ¿Se puso poético?

G – ¿Cómo hago para volverme a sentir… hombre?

L – Busquesé otra mujer, yo que sé… no sé qué decirle.

G – ¿Cómo se llama tu papá?

L - ¿Mi papá? (El otro afirma) Pedro… Pedro Dinardo.

G - ¿No me darías su teléfono?

L - ¿Para qué quiere el teléfono de mi papá?

G – Pensá que él está pasando por la misma situación. Podríamos acompañarnos en el dolor.

L – Mi viejo se volvió a casar. Está viviendo en Formosa.

G - ¿En Formosa?

L – Ya está hombre.

G - ¿Cómo que ya está? ¿Sabés las imágenes que tengo en mi cabeza?

No quiero ni pensar que estarán haciendo en este momento tu mamá con mi esposa. ¿Cómo hacen? No entiendo. ¿Usan los dedos? ¿Qué hacen?

No es normal… ¿Vos te das cuenta?

L – No sé. No sé qué harán.

G – Porque una cosa es entre hombres. En donde… no sé… es más lógico. Hay un agujero y algo que se mete en ese agujero. Pero entre mujeres… No tiene sentido. ¿Te das cuenta?

L – Y bueno… Hagasé puto y listo. Hasta capaz que se le pasa la depresión.

G – Lautaro… ¿Vos me ves cara de puto a mí?

L – Así, después de tres días sin bañarse, imposible verle cara de nada.

G – Creo que me voy a pegar un tiro.

L – (Que ya está podrido) Le pido que espere a que me vaya. Falta que piensen que lo maté yo.

G – Ya te dije que vos no tendrías que haber nacido.

L – Pero nací. Y no tengo ganas de ir en cana.

G – Bueno. Andate entonces.

L – Tengo que terminar el diseño.

G - ¿El de la vaca feliz?

L – Sí, el de la vaca.

32

G – Te pido que no permitas que pongan mi foto en mi velorio.

L – ¿Qué velorio?

G – Siempre veo que en las películas ponen fotos de los muertos sonriendo. (Se da cuenta) Como la vaca feliz de la carnicería. Igual que la vaca. (A Lautaro) Te pido que no lo permitas.

L – Yo le aviso a mi mamá que le diga a… (Ya no sabe cómo llamarla)… a la viuda.

G – Gracias. (Saca un revolver) L – (No lo puede creer) Ey. ¡¿Qué pasa?! ¿Se va a matar en serio?

G – Claro. ¿Qué te pensabas? ¿Qué estaba jodiendo?

L – Guarde el revólver. Por favor. Si quiere yo hablo con mi mamá.

Algo vamos a hacer.

G – Andate Lautaro. Estás despedido.

L - ¿Y el diseño? ¿Y la vaca feliz? La tengo que entregar mañana.

G – La vaca que se vaya a la recalcada concha de su hermana.

L – Gabriel, por favor. No vale la pena.

G – No puedo seguir viviendo así. A mí me educaron para ser un hombre.

L - ¿Y eso que tiene que ver?

G – (Lo apunta) Andate Lautaro. Te dije que no tendrías que haber nacido.

L – Está bien. Me voy, me voy.

G – Andate te dije. (Pega un tiro contra la nada. Lautaro sale) Por lo menos quiero morir como un hombre. (Carga el arma) Ya me va a extrañar esa pervertida. No sé qué mierda van a ser. Porque la mía es chiquita, pero por lo menos es algo… Ahora no sé qué va a ser. Se va a tener que meter los dedos la pelotuda. (Le da gracia su comentario) Ya se va a arrepentir. (Apagón. Se escucha el tiro)

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06 - MÁS ALTO Personajes: Josefina Guillermina (Abre escena están las dos chicas haciendo calentamiento corporal.

Ambas caminan por el espacio moviendo los hombros hacia atrás y hacia adelante. Esta acción la realizan durante unos 15 segundos. Dejan de caminar y empiezan a rotar el cuello intentando relajarlo) Guillermina – (Mientras rota el cuello siente un dolor repentino) ¡Ay! Josefina – (Dejando de rotar y mirándola) ¿Estás bien?

G – Sí, fue sólo un tironcito.

J - ¿Por qué no le avisas al director?

G – No, no fue nada. (Sigue moviendo el cuello. Josefina se pone a estirar la columna) ¿Cuánto nos faltará para llegar a nosotras?

J – (Con la cabeza hacia abajo) ¿Qué?

G – Digo... ¿Cuánto nos faltará?

J – (Levantándose) ¿Para qué? No entiendo de qué estás hablando.

G - ¿Vos ya te considerás actriz?

J – (No sabe que responder) No sé. ¡Qué pregunta! Tendría que pensarlo. ¿Vos sí?

G – No, yo no. (Tratando de explicarse un poco mejor) O sea, creo que actúo bien, que soy buena en lo que hago. Pero me parece que esas son cosas que te tiene que decir alguien, no podes decidirlo sola... No sé si me explico...

J – Pero... ¿Quién te lo va a decir? ¿El público?

G – No. ¿Cómo te lo va a decir el público?

J - ¿Por qué no? En teoría, si al público le gusta como actuás, sos buena actriz. Creo que funciona así...

G – Es cualquiera lo que decís. (Josefina no puede creer cómo le contesta) Por más que venga mi abuela y me diga que actué hermoso, no voy a ser buena actriz. ¿Entendés? Porque mi abuela no sabe una mierda de actuación.

J – Sí, ya sé. Pero eso es un caso especial. Yo hablo del público en general.

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G – ¿El público en general? No existe el público en general. El público es una enorme cantidad de personas, y cada persona tiene su propia opinión.

J – Sí, Guillermina, ya sé. Me enferma que te pongas a explicar cosas obvias, como si todo el mundo fuese pelotudo menos vos.

G – No son cosas obvias.

J – Todo el mundo sabe que cada persona tiene su propia opinión.

G – ¿Entonces cómo podes decir que es el público el que te transforma en actriz?

J – Yo no afirme eso. Te lo dije como una opción.

G – Una opción estúpida. (Josefina esta anonadada) Yo creo que la única persona que puede decirte si sos actriz o no, es alguien ya consagrado.

J – ¿Consagrado?

G – Claro. ¿No sabés lo que significa?

J – Sí, Guille, sé lo que significa.

G – A mí me parece que alguien que ya tuvo éxito, tiene el ojo suficiente para decirte si sos actriz o no.

J – Depende de cómo haya obtenido el éxito.

G - ¿Y cómo se obtiene el éxito?

J – Siempre entendí que, si a mucha cantidad de gente le gusta lo que hacés, sos exitoso.

G – Y dale con la gente, vos no entendés una mierda. No sé para que te hablo...

J – Hagamos una cosa Guillermina. No hablemos más. Terminemos de estirar que van a dar sala.

G – Sos tan necia. No se puede hablar de nada con vos. En seguida te ofuscas.

J – Yo no me ofusco, pelotuda. Sos vos la que se pone a reflexionar sobre la nada.

G - ¿Adónde querés llegar vos?

J - ¿Cómo, adónde quiero llegar?

G – Claro. (Suspira. Podrida de que la otra no entienda sus preguntas.

Tratándola como boba) A ver, mi amor. Lo que te pregunto es… ¿Cuál es tu meta? ¿Sabés lo que significa la palabra meta?

J - ¿Cómo actriz?

G – Claro bonita. ¿De qué estamos hablando?

J – Yo quiero hacer obras.

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G – Sí, todos los actores queremos hacer obras de teatro...

J – Y sí. ¿No se trata de eso?

G – Sí, sí. Pero... ¿Vos qué querés? ¿Hacer obras toda la vida?

J – Sí, no veo porqué no... Me encanta el teatro.

G – Sí, con respecto al teatro sí. Pero bueno, todo el mundo empieza aprendiendo teatro para después llegar más alto.

J - ¿Más alto? No te entiendo.

G – Me refiero a la televisión. Todos los actores de teatro sueñan con estar en televisión.

J - ¿Qué?

G – Claro. A mí me parece que cuando llegás a la televisión es que realmente sos una actriz.

J – No estoy de acuerdo para nada.

G - ¿Cómo que no? ¿Tan tonta sos?

J – Pará de agredirme nena.

G - ¿Vos creés que vas a tener un sueldo siendo actriz de teatro?

J – No sé... quién sabe.

G – Sabés que es imposible. No hay que tener demasiadas luces para estar al tanto de eso.

J – Y si no se pudiera tener un sueldo... ¿qué?

G – ¿Qué clase de actriz serías si necesitarías trabajar de otra cosa para darle de comer a tus hijos?

J - ¿Qué hijos?

G - ¿No pensás tener hijos vos?

J – No sé. Falta mucho para eso... ¿Qué tiene que ver?

G – Todo tiene que ver. (Suspira) Lo que te quiero decir es que la plata está en la televisión.

J – A mi no me importa la plata. Yo estudio actuación porque me gusta el arte, no el entretenimiento.

G - ¡Ay! La señorita artista. Siente el arte en las venas. Anda a cagar.

J – Prefiero laburar en una oficina, y hacer arte en mi tiempo libre, antes que actuar en televisión haciendo las mierdas que se hacen.

G – Eso que vos llamas mierda te transforma en actriz. Te pone la platita en el bolsillo.

J – Prefiero ser pobre.

G – Ya veremos si con los años podés mantener tus palabras de mantenida idealistas de mierda.

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J – Está bien Guillermina, decí lo que quieras. Sos insoportable. No te escucho más.

G – Es fácil dártela de artista cuando tus papas te mantienen. ¿No? J - ¿Eso qué tiene que ver?

G – No sé ni para que te hablo. No te entra nada en la cabeza.

J – No me hablés más y listo.

G - Ojalá que te mueras de hambre.

J - ¿Que me muera de hambre?

G – Te va a ir tan mal. Vos no te das una idea lo mal que te va a ir en la vida. (Josefina no puede contestarle nada) Ojalá que tengas que laburar durante todo el día y no puedas hacer teatro nunca más.

J – Pero... ¿Por qué me decís eso?

G – Ojalá que te quedes embarazada del desagradable de tu novio y no puedas seguir haciendo nunca más nada.

J – (encarándola) Estás muy enferma... ¿Sabés?

G – No me toqués retrasada.

J – (La agarra de los pelos) Escuchame una cosa. Yo voy a hacer teatro durante toda mi vida, te guste o no te guste.

G – Te va a ir mal, perra.

J – No me va a ir mal.

G – Ojalá que sufras mucho.

J – Callate de una vez hija de puta, callate.

OFF - ¿Están preparadas chicas?

J y G - Sí.

OFF – Vamos que salimos en un minuto.

J y G – Ahí vamos.

OFF – Ok. J – (La suelta) Peinate de vuelta, dale apurate.

G – A mi no me digás lo que tengo que hacer.

J – Callate de una vez hija de puta, callate.

G – Nunca.

(Se siguen acomodando y salen.)

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07 - MARÍA JOSÉ MARÍA Ofelia José (Se encuentra Ofelia sentada en una silla. Mira la agenda y luego mira el reloj. Se da cuenta de que faltan algunos segundos. Se dispone a seguir esperando. Mira algo en la pared. Eso que mira le trae un recuerdo hermoso de la niñez. Lo transita por unos segundos. De golpe se acuerda.

Vuelve a mirar. Se queda mirando esperando que pasen los últimos 30 segundos. No quiere desconcentrarse. El reloj marca las dieciséis horas.

Se levanta en un solo movimiento, y va hacia la puerta) Ofelia – (Lee el nombre en la agenda. Grita hacia afuera) María José.

(No contesta nadie. Insiste) María José.

José – (Desde afuera. Sumiso y temeroso) ¿Será José María?

Ofelia – Sí, María José, José María, es lo mismo. Dale pasá.

José – (Sorprendido) Permiso.

Ofelia - ¿Vos tenías turno para hoy a las 16 horas?

José – Sí, sí.

Ofelia - ¿Conmigo?

José – Sí. Me dio el turno hace una semana.

Ofelia - ¿Y porqué mierda no contestaste cuando dije María José?

José – No sé… Pensé que quizá me había confundido, y hoy no era el día que me tocaba.

Ofelia – Hoy te toca a vos, te guste o no te guste.

José – Está bien.

Ofelia – Ya arrancamos como el orto. La puta que lo parió (Se sienta y anota en la agenda. Le muestra lo que dice en la agenda) ¿Qué dice acá?

José – Ya arrancamos como…

Ofelia – Seguí.

José - … como el orto.

Ofelia – Exactamente.

José – Disculpe. Fue sin querer.

Ofelia – (Sin prestarle atención) ¿Nunca se confundieron y te dijeron María José por error?

José – Sí. Mil veces.

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Ofelia - ¿Y qué sentís cuando eso sucede?

José - ¿Qué siento?

Ofelia – Sí, que sentís. ¿Qué te pasa por dentro? ¿Qué sentimiento?

José – Eh… no sé... Me siento un poco incómodo.

Ofelia - ¿Por qué?

José – Y… por qué… María José es… (Sin mirarla)… nombre de mujer.

Ofelia - ¿Y te molesta que te confundan con una mujer?

José – Y sí, imaginesé.

Ofelia – Vos acá no me pagás para que yo imagine por vos. ¿Estamos?

José – Sí… está bien. Lo que pasa es que todo esto… es nuevo para mí.

Nunca antes había… tenido que ir al psicólogo.

Ofelia – (Descubriendo una palabra) “Tenido”. Nunca habías “tenido” que venir, hasta que “tuviste” que venir. ¿No es así? (Mastica la palabra) Tenido… tenido… (Ríe) José – Eh… sí… es así… (Le cuesta decirlo)… ¿Podría sentarme?

Ofelia – Sí, claro. Sentate en el piso si queres. Las sillas me las está engrampando el carpintero.

José – Está bien. Me quedo parado.

Ofelia – No, parado no funciona. No funciona. De ningún modo.

José – Bueno, está bien. Me siento en el piso.

Ofelia – No. El piso es una mugre. ¿Cómo mierda te vas a sentar en el piso? Te vas a ensuciar. (Como burla) Y así vestido… (Se para) ¿De dónde sacaste ese pantalón? Dios mío. Vení, sentate vos, que yo me quedo parada. Después cambiamos. Creo que así va a funcionar mejor.

José – No. ¿Cómo se va a quedar parada?

Ofelia – ¿Qué te pasa? ¿Vos podes estar parado y yo no? ¿Te crees mejor que yo?

José – No. Es una cuestión de… (Busca la palabra)… caballerosidad.

Ofelia – Qué lindo el caballerito. Te abre la puerta del auto, te corre la silla para que te sientes…te viste de blanco, te mete en una iglesia y después te tiene encerrada fregando hasta que te sangren las manos, hasta que te exploten las uñas. ¿No? ¡Hasta que te exploten!

José – No. Qué dolor.

Ofelia – Yo conocí muchos caballeritos.

José – Pero no me refería a eso.

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Ofelia – Si vos no te vas a sentar yo tampoco. (Le da una patada a la silla) Lo hacemos de parado. ¿Querés? ¿Le gusta de parado al caballero?

José – Usted es la que sabe. Hagamos lo que… crea mejor.

Ofelia – Ahora la que sabe soy yo…. Dios… (Se le ocurre una idea) Ya sé. (Sale. José no sabe qué hacer. Levanta la silla del piso y la acomoda. Vuelve a su lugar. Entra Ofelia) Acostate acá. (Tira un colchón al piso) José - ¿Me acuesto?

Ofelia – Sí. Va a ser mejor.

José – Bueno, me acuesto. (Se acuesta) Ofelia – (Mirando la silla) Mira el caballerito como levantó la silla.

Qué lindo. (Aplaude con sarcasmo) ¿Mamá te hizo caballerito, no es así?

José – Sí. Se podría decir que sí.

Ofelia - ¿Qué habrá detrás de todo eso?

José - No entiendo.

Ofelia – Olvidate.

José – (Ya acostado) ¿Así está bien?

Ofelia – Si vos crees que está bien... (Se sienta) Bueno, empecemos. ¿Cuál es el problema que hizo que “tengas” que venir a mi consultorio?

José - Bueno. A ver. Hace un año que estoy saliendo con una chica…

Ofelia – Qué hermoso. ¿Cómo se llama?

José – Mirta.

Ofelia - ¿Y qué pasa con esta chica? ¿No quiere lavar los platos cuando la apuntas con el revolver? ¿Eh? José – No, no. A ver… Me da un poco de vergüenza en realidad.

Ofelia – Dale, lárgalo que se va a terminar la sesión, y cuando estés en tu casa te vas a retorcer como un perro roñoso.

José – Bueno. Ella quiere… quiere que hagamos… una cosa… que a mí no me parece.

Ofelia - Algo sexual.

José – Sí.

Ofelia – Dejame adivinar. (Va arriesgando) ¿Te quiere atar al inodoro y llenarte el upite de pastillas de menta?

José – (Horrorizado) No, no.

Ofelia – Quiere darte sexo oral, mientras estas atado mirando videos de Sergio Denis.

José – No, tampoco. ¿Sergio Denis?

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Ofelia - ¿Y entonces? ¿Qué es lo que quiere esa chica que tanto te aqueja?

José – Quiere que me… disfrace de mujer.

Ofelia – Ajá. (No dice más nada pero se queda haciendo muchos sonidos que denotan pensamiento) José - ¿No va a decir más nada?

Ofelia – Estoy pensando. ¿Qué te pensás? Respetá mis pensamientos.

Esto es psicología, no es magia.

José – Bueno disculpe.

Ofelia – (Lo hace callar) Sh. (Sigue pensando) A ver… Si dijo esto… y después reaccionó frente a lo otro… y por como usa las piernas… esa cosa en la mandíbula… A ver… si las cuentas no me dan mal. Sos cuarenta y siete por ciento homosexual José - ¿Cómo? No, no. Nada que ver.

Ofelia – Silencio.

José – Pero…

Ofelia - Contame de tu mamá.

José - ¿Mi mamá?

Ofelia – Sí, dale, dale que ya lo tengo.

José – Mi mamá se llama Elena. Es una buena persona. Siempre me cuidó. Es una mujer muy hermosa… de buen vestir…

Ofelia - ¿Cuántas veces te pusiste ropa de ella? ¿Seis, siete veces?

José - ¿Qué? No, no. (Levantándose del colchón) Mire yo me voy a ir.

Esto no me está gustando.

Ofelia – (A los gritos) ¿Decime cuantas veces te maquillaste como tu mamá?

José - ¿Qué?

Ofelia – Decímelo María José.

José – Soy Jose María.

Ofelia - Contame del rush, contame del rímel…

José – No, yo…

Ofelia – Decimeló María María.

José – (Lo larga) Fue solamente los fines de semana.

Ofelia - ¿Todos los fines de semana?

José – No, no. Solo cuando mi mamá salía a comer.

Ofelia - ¿Con tipos? ¿No? ¿Con esos tipos que no eran tu papá?

José – Sí. Con… tipos.

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Ofelia - ¿Y tu papá donde mierda encaja en todo esto?

José – Mi papá no sé quién es.

Ofelia – Acostate.

José - ¿Otra vez?

Ofelia – Acostate José.

José - (José se acuesta) Bueno.

Ofelia - Ya progresamos mucho. (Silencio) ¿Alguna vez probaron con Mirtita?

José - ¿Qué cosa?

Ofelia – Lo de vestirte de mujer.

José – No, no. No puedo. Me da mucha vergüenza.

Ofelia – (Saca de la cartera una peluca) Tomá.

José - ¿Qué es eso?

Ofelia – Ponetelá.

José – No, gracias. Quizá más adelante.

Ofelia – Probatelá José. No me hagas obligarte.

José – No. Yo quiero ser hombre. En serio.

Ofelia – No vas a dejar de ser hombre por una peluca.

José – No, en serio. (Ofelia va y se la pone a la fuerza) Ofelia – Ahora sí. Mirame. (No la mira) Mirame María José. (José la mira) Sos hermosa. Sos una mujer hermosa María José.

José – No quiero perder a Mirta.

Ofelia – No la vas a perder. Solo sos cuarenta y siete por ciento homosexual, el otro cincuenta y tres por ciento es heterosexual.

José – ¿Eso qué quiere decir?

Ofelia – Mira, si a Mirtita le gusta que te vistas de mujer, ella debe tener algo de tortona, de lesbianocha. Así que se van a complementar de lo más bien. Vestite de mujer y después me contás. Creeme que va a salir todo bien.

José – Está segura.

Ofelia – Segurísima. Yo nunca me equivoco. Si querés mándamela a Mirtita que le saco el porcentaje a ella.

José – Bueno, después le digo.

Ofelia - Ahora entiendo porque cuando te llame para que entraras dije María José y no José María. Fue toda una revelación.

José – Parece… ¿no?

Ofelia – Ahora págame.

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José – Sí, claro. ¿Cuánto es?

Ofelia – Trescientos pesos.

José – (Que esperaba que sea un poco menos) ¿Trescientos?

Ofelia – Sí, trescientos. ¿Qué pasa? ¿Te parece mucho?

José – No, no sé. Nunca tuve idea cuanto podía llegar a salir.

Ofelia - ¿Creés que no lo valgo?

José – No quise decir eso.

Ofelia – (Saca un revolver de la cartera) Dame los trescientos pesos José María.

José – Sí, sí. (Abre la billetera y le da el dinero) Tome.

Ofelia – (Agarra el dinero) Ahora sí. Andate ahora. Te espero la semana que viene a la misma hora.

José – ¿La semana que viene, van a ser trescientos pesos más?

Ofelia – ¿Vos queres ser feliz o queres ser un pelotudo más?

José – Feliz, feliz.

Ofelia – (mira el reloj) Andate que se acabó la sesión.

José – Está bien. (Le devuelve la peluca) Ofelia – Quedatela. La primera sesión viene con una peluca de regalo.

José – (La guarda) Bueno, gracias.

Ofelia – (Vuelve a mirar el reloj. Se para) Te dije que te vayás José María.

José – (Lo saca a empujones) Sí, sí. Hasta la semana que viene.

Ofelia – (Vuelve y se sienta en la silla. Y abre la agenda. Mira el reloj.

Faltan unos minutos. Mira lo mismo que miró al principio. Y se pone a recordar nuevamente. Se queda recorriendo el recuerdo feliz hasta que termina la escena)

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08 - VIAJE EN EL TIEMPO Rodolfo Mónica Sofia (Mesa. Dos sillas. Mate y equipo sobre la mesa. Mónica está sentada a la mesa leyendo “Rayuela” de Cortázar) M- ¿Qué hacés Rodolfo? Pasá.

R- ¿Ya está lista Sofi?

M- Anoche se quedó a dormir en lo de una amiga. Recién la llame. Está viniendo para acá en remis.

R- ¿Por qué no me avisaste y la iba a buscar allá?

M- Quería verla antes de que se vaya.

R- Bueno, está bien. Espero afuera.

M- No hace falta. No está Gustavo.

R- Como vos quieras. A mí me da lo mismo.

M- Esperala acá, no hay problema (Sentándose a la mesa. Ceba un mate.

Le ofrece un mate a él) Tomá.

R- (Él lo agarra) Gracias. (Lo toma de parado) M- ¿Y? (Él no dice nada) ¿Asqueroso no?

R- La verdad que sí. Veo que nunca aprendiste a cebar mates.

M- Eras vos el cebador. (Vuelve a agarrar el libro) R- ¿Qué tal los mates de Gustavo?

M- No le gusta el mate.

R- ¿No toma mate?

M- No. Yo tomo sola.

R- Mirá... (Rodolfo se queda mirando la casa. Mira las paredes) ¿Hace mucho que pintaron?

M- Hará un par de meses.

R- Lindo color. Me gusta. (Ve que falta un cuadro) Sacaste el cuadro.

M- Sí, Gustavo decía que era muy tétrico.

R- ¿Tétrico?

M- ¿Querés llevarteló?

R- No, no. Es tuyo. Lo pinté para vos.

M- Sí, pero para que esté guardado...

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R- Prefiero que lo tengas vos.

M- Como quieras. (Silencio)¿Te vas a quedar parado ahí?

R- Está bien, ya debe estar por venir.

M- Sentate Rodolfo por favor. No seas payaso. (Él se sienta. Sin devolverle el mate se pone a armarlo de vuelta y a partir de ahora ceba él.

Ella se mete en el libro. Cuando lo termina se toma el primero. Ceba el segundo y se lo da a ella. Ella lo agarra automáticamente sin mirarlo. Lo toma. Reacciona al sabor. Saca la mirada del libro y lo mira) R – ¿Ves? Eso es un mate. (Ella no sabe que decir. Ve que no le quita la mirada) ¿Qué pasa?

M – Nada, nada.

R - ¿Que estás leyendo? (Ella levanta el libro. Él lee) ¡Rayuela!

M – Lo encontré hace unos días en una caja, buscando unos cubiertos. (Él lo agarra sin perder la marcación de la hoja) R – ¿Te acordás lo que me dijiste cuando te lo regalé?

M – ¿Me lo regalaste vos?

R – Sí, cuando cumplimos el primer año.

M - ¿Qué te dije?

R – Me dijiste “¿Todo esto tengo que leer?”

M - ¿Eso te dije? (Tiempo) Y pensar que es uno de los libros que más veces leí en mi vida.

R - ¿En serió no te acordabas que te lo había regalado?

M – No, no…Parece que con el tiempo algunas cosas se te van borrando.

R – (Buscando) Es raro que no te haya escrito una dedicación o algo en la primera hoja.

M – (Pidiéndoselo) A ver... (Ella también busca.) Le falta la primer hoja.

R – Ahora sí... Me parecía.

M – Qué raro. Se la habré arrancado en algún momento.

R – Está bien. No te preocupes. ¿Para qué nos vamos a quedar con cosas que nos hacen mal?

M – Claro. Eso tiene que haber pasado.

R – (Trata de cambiar de tema) ¿Como la ves a Sofí?

M – (Saliendo del libro) ¿A Sofí? (Deja el libro y toma el mate) Bien. La veo bien. Le está yendo bien en la escuela, hay dos o tres materias que le cuestan… Nada más. Tiene muchas amigas... Es una chica muy sana.

R – Gracias por todo lo que haces por ella.

M – No hay nada que agradecer Rodolfo. Es mi hija.

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R – Gracias igual.

M – Bueno.

R - ¿Cómo se lleva con Gustavo?

M – ¿Sofí? (Él afirma) Bien, bastante bien. Sólo que no se entienden con el asunto de ser ordenados. Gustavo es muy obsesivo del orden, y Sofí viste como es...

R – Salió a mí en eso.

M – Ni hace falta que lo aclares.

R – Hay veces que la miro y no lo puedo creer, cómo creció.

M – Sí, es una locura.

R – Pensar que hace unos años era un bebé que necesitaba de nosotros para todo.

M – Para todo.

R – La de mamaderas que habré preparado a la madrugada.

M – Estabas tan dormido que siempre la preparabas a diferentes temperaturas.

R - Pobre Sofí con éste padre.

M – No te preocupes, no se queja.

R - ¿Qué edad tenía yo cuando nació Sofí?

M – Tenías... (Pensando)... Treinta y uno.

R – Treinta y uno. Que locura. Cómo pasó el tiempo. (Sin mirarla) ¿Te hubiese gustado tener a Sofí con Gustavo?

M - ¿Cómo?

R – Claro. Digo... Para ella sería más sano tener una familia unida... con un solo padre y una sola madre.

M – Mirá las cosas que decís...

R – Yo quiero lo mejor para ella.

M – Que nuestra relación no haya funcionado, no quiere decir que no le hayamos dado lo mejor a nuestra hija.

R – Sí, pero me encantaría... no sé... que ella no sufra las consecuencias de nuestro fracaso.

M – Rodolfo, la vida es así. Las cosas cambian, las personas cambian...

R - ¿Por qué se tiene que morir el amor? No tiene sentido.

M – No sé Rodo, no sé... Pero no te preocupes, tu hija nunca te va a dejar de amar. (Él la mira) Nunca.

R - ¿Vos creés? No tendría más porque vivir si ella me deja de amar.

M – No digas eso.

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R – ¿Vos me odiás?

M – No, no te odio. ¿Que decís? ¿Porque pensás esas cosas?

R – No sé... (Vuelve a mirar la casa) Es la primera vez que entro a esta casa después de muchos años.

M – Ya sé.

R - ¿Por qué me hiciste entrar?

M – No quería que esperes afuera, y no estando Gustavo...

R – No me gustan estos viajes en el tiempo, me hacen mal. (Se levanta de la silla) Me voy a esperar afuera.

M – No me di cuenta, disculpame. No fue a propósito.

R - ¿Sos más feliz con Gustavo de lo que eras conmigo?

M – Son cosas diferentes, Rodolfo.

R – Pero si te quedaste con él es porque sos más feliz.

M – Sí, hoy soy muy feliz con Gustavo.

R – Entiendo.

M – Pero con vos viví muchos años felices también. Y no me arrepiento de nada, y menos de haber tenido a Sofí con vos.

R – Gracias. Voy a esperar afuera. Va a ser mejor.

M – Gracias por los mates.

R – Está bien.

S – (Entrando) Hola pá. Perdoná que tarde tanto. (Él la abraza fuertemente) ¿Te pasa algo?

R – No, estoy bien. No pasa nada. Solamente... estoy un poco... feliz.

(Sofí no entiende nada. Mira a los dos padres) M - ¿No me vas a saludar?

S – (Yendo hacia la madre) Ay, perdona Má. (La saluda. Mira el mate en la mesa) ¿Estuvieron tomando mates?

M – Sí, tu papá estuvo cebando.

S - ¿En serio? Qué lindo que hayas entrado a casa pá. (El padre no contesta) ¿Estás bien?

R – Sí, sí. Dale vamos que se va a hacer tarde.

S – Sí. (Saluda a la madre) Chau Má. Nos vemos a la noche. (Sale con el padre) ¿Seguro que estás bien?

R – Sí, estoy muy bien. (Salen los dos. Mónica se acerca a la puerta para verlos salir. Se escucha el auto que arranca y se va. Mónica mete la mano en el bolsillo y saca la hoja rota del libro hecha un bollo. La alisa y la lee.

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La mete dentro del libro. Se ceba un mate y con el libro en brazos y vuelve a mirar hacia la puerta. Sonr铆e. Apag贸n)

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09 - PACIENCIA Mercedes Eliana (Suena el timbre en la casa de Mercedes. Ella va atiende. Esta cocinando) M - ¿Quién es?

E – (Desde afuera) Eliana.

M - ¿Quién?

E – Eliana Luriandeli.

M – Ah. ¿Qué necesita Eliana? En este momento estoy muy ocupada.

E – Necesitaría que me abra doctora. Es una urgencia.

M - ¿Una urgencia?

E – Sí, por favor.

M – (Le abre y entra) Eliana. ¿Qué pasó querida? ¿Qué la trae estas horas? Me agarra cocinando.

E – Sí, le pido disculpas.

M – (Esperando respuesta) Digamé. ¿Qué pasó?

E - ¿Me puedo sentar?

M – (Que no puede negarse) Sí, pase. Espero que sea algo rápido. Estaba a punto de sentarme a cenar. (Eliana no contesta y se sienta) Bueno, digame… ¿Qué le pasó?

E - ¿Me traería un poco de agua por favor?

M - ¿Agua?

E – Sí, agua. ¿Tiene agua?

M – Sí, cómo no voy a tener… ¿Puede ser de la canilla?

E – Sí, me da lo mismo. (Sale Mercedes en busca de agua. Mientras tanto Eliana hace sonar su celular a propósito. Suena el celular. Entra Mercedes y Elia simula la conversación por celular) Hola. Sí, hola mi amor. ¿Qué hacés? Sí, estoy en lo de la doctora Jiménez. Sí, me esta atendiendo en la casa. Es divina. ¿Qué pasó? ¿Por qué me llamabas? Ah, bueno. Sí, anda cocinando algo rico. Fijate que en la lacena hay nos fideos Don Vicente. Sí, de los larguitos. Bueno dale, hacete eso. ¿Cómo esta Macarena? ¿Dibujando? A ver fijate que está dibujando. Sí, dale fijate tranquilo. Yo espero.

M – Disculpeme pero se me enfrían las empanadas.

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E – (A Mercedes) Coma tranquila. ¿De qué son?

M - ¿Las empanadas?

E – Ajá.

M – Eh… De jamón y queso.

E – A ver (Agarra una y se la manda. Hablando con la boca llena) No comí en todo el día, estuve a las corridas hasta recién.

M – ¿Me podría decir que es lo que… (Es interrumpida por la charla simulada) E - ¿Una jirafa? ¿Una jirafa está dibujando? Qué hermoso. (A Mercedes) Una jirafa está dibujando. No sabe lo creativa que es. (Vuelve a la simulación) Preguntale cómo se llama. Dale, dale… (Como que escucho la voz de la nenita) ¿Cómo? ¿Cómo se llama? ¿Tatú? Qué lindo nombre.

Decile que la quiero mucho y que ya voy para allá. (Mercedes se alivia por lo escuchado) ¿Y a vos como te fue en el laburo hoy? ¿En serio?

Siempre el mismo pelotudo tu jefe. Ni en pedo lo invito a comer mis lasañas. Que se olvide. Primero que te ascienda. ¿Quién se cree que es?

Y sí, sí... es así. Bueno… ¿Te vas a poner a cocinar entonces?

M – Eliana por favor…

E – (Al teléfono) Bueno, acá te manda saludos la doctora. (A la doctora) También le manda a usted. (Vuelve al teléfono) Bueno mi amor. Listo.

Te amo. Si te amo mi cuchi cuchi… ¿Esta noche me toca premio? ¿Sí? ¿Cómo que no? No seas malito. Dale que ayer te quedaste dormido y me habías prometido esos masajes especiales… Bueno. ¿Entonces sí?

Bueno, sí, estoy depilada, sí. No, no te voy a raspar. (Mira a la doctora y busca complicidad jocosamente. La doctora esta estupefacta) Bueno, te amo mi cochita hermosa. Beso, beso… cortá. No, no, no corta vos. Yo no voy a cortar.

M – Corte por favor.

E – (Sin escucharla) Corta vos, dale mi osito mimosón. Dale. ¿Beso querés? Bueno. (Le da besos al celular) Chau, chau. ¿Besos de la doctora querés? (La doctora no lo puede creer) Ah, era chiste. (A la doctora) Dice que era chiste. Chau mi amor, prepárate para esta noche. Sí, ya vas a ver. ¿Yo voy a ver? No, vos vas a ver mi osito. (Medio que le gruñe. Se ríe) Chau, besos. Corta. Chau, chau. (Corta) Le dejó besos.

M – Señorita Luriendeli, usted esta abusándose de mi paciencia.

E – (Apenada) ¿Sí?

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M – La verdad que sí. Le abrí las puertas de mi domicilio privado porque entendí que usted tenía una urgencia. Pero ahora veo que…

E – Es que es realmente urgente. (Agarra otra empanada y se la manda.

Repite con la boca llena) Es muy urgente. (Comienza a mirar el lugar. Se para y entra a recorrerlo. Llena de migas todo el piso) Qué hermoso su… ¿Cómo era que dijo?... domicilio privado. Muy lujoso. La felicito. Muy lindo este cuadro. ¿De quién es?

M – Me esta ensuciando el piso Eliana.

E - ¿Qué piso? (Simulando darse cuenta) ¡El piso! Claro. ¿A qué hora viene la chica que limpia?

M - ¿Qué chica?

E - ¿A usted no le limpia alguien?

M – Sí, sí… Me limpia una chica.

E – Por eso… ¿A qué hora viene?

M – A las 8 de la mañana.

E – Entonces traigamé una escoba por favor que yo le barro.

M – Deje, no hace falta. Digame de una vez por todas cual es la urgencia.

E – No, por favor, no me quedaría tranquila si usted tiene que pasar la noche en su casa con estas migajas en el suelo. Por favor, le pido que me diga donde tiene los elementos de limpieza.

M – No hace falta. Eliana, si no me dice a que vino le voy a pedir que se retire, por favor.

E - ¿La estoy molestando?

M – Usted se esta metiendo en mi vida privada, y esta abusándose de mi paciencia.

E - ¿De su paciencia?

M – Sí, de mi paciencia.

E – Mire que bien. (Se manda otra empanada) La verdad que le salieron ricas. La felicito.

M – Vayasé de mi casa por favor. Todo tiene un límite.

E - ¿Así que todo tiene un limite?

M – Si quiere que la atienda pidalé a mi secretaria un turno, y la espero mañana en la clínica.

E - ¿Mañana? No, lo lamento, mañana va a ser imposible. Me dijo su secretaria que hasta dentro de 15 días no hay más turnos.

M - ¿15 días?

E – Eso me dijo.

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M – Bueno… ¿Y porque se dejó estar con los turnos?

E – Lo que pasa es que yo no me dejé estar con los turnos. Yo tenía turno, para hoy.

M - ¿Hoy? ¿A que hora?

E – A las 16.

M - ¿Y por qué no fue?

E - ¿Cómo que no fui? Estuve en el instituto desde las 15 esperandolá.

Desde las 15 hasta las 21, con mi hija abrazada a mi llorando, porque le dolía mucho el estomago.

M – Pero… ¿Por qué no me llamó?

E – Porque usted no le da su teléfono a nadie. Y su secretaria estaba imposibilitada de darmelo.

M – Pero en un caso así…

E – En ningún caso. “No puedo darle el teléfono de la doctora”. Eso fue lo que me dijo la única secretaria de su instituto. La única secretaria que hay para atender a pacientes de seis consultorios diferentes.

M – Estamos en tratativas de poner otra. Pasa que no dan los números.

E – Y no, claro, no dan los números. Por eso dan turnos a todo el mundo a la vez. Y todos tenemos que esperar horas para ser atendidos por su santidad milagrosa, que con el milagroso libro de la medicina cura a los enfermos. Y tan solo nos cobra 50 pesos arriba del bono de consulta.

M – Le voy a pedir que se retire. Esto no da para más.

E - ¿Por qué no se presentó a trabajar hoy?

M – No tengo porque darle explicaciones.

E – Me dijo su secretaria que tuvo una operación de urgencia.

M – Sí, así fue.

E - ¿A quién operaron?

M – Eso es confidencial.

E - ¿Usted sabe lo que es ver a un hijo llorar desconsoladamente de dolor durante horas y no poder hacer nada?

M – Sí, comprendo.

E – No comprende porque no tiene hijos.

M - ¿Y eso qué tiene que ver?

E – Y tampoco tuvo ninguna operación.

M -¿Qué está diciendo?

E – La hice seguir.

M - ¿Cómo?

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E – Usted pasó toda la tarde en un albergue transitorio.

M – Pero… ¿Qué dice?

E – Tengo fotografías. (Las saca de la cartera) Tome. (La doctora las mira) Y no se preocupe en romperlas, solo son fotocopias.

M - ¿Cómo se atrevió a hacerme seguir?

E – ¿Y usted como se atrevió a dejar que mi hija sufra durante horas?

M – La hubiese llevado a otro médico, o a la guardia, yo que sé…

E – No podía, porque la estaba esperando a usted... una vez más…

M – Yo soy doctora. Estudié durante años. Tengo una vida. Tengo derecho a hacer lo que quiera. Me quemé las pestañas, yo construí mi futuro. Si no le gusta como atiendo a mis pacientes cambie de médico.

E – No tengo ganas de cambiar de médico, así que de ahora en más me va a atender puntualmente a mí, y a todos los demás pacientes. Va a aprender a respetar el tiempo de los demás. Le guste o no, con titulo osin titulo.

M – Usted no me va a decir lo que tengo que hacer. ¿Quién se cree que es? Usted es una pobre mujer, no vale nada. Negrita de mierda.

E – Está bien, entonces las fotos irán a parar directamente a las manos de la esposa del director de la clínica.

M - Qué dice. No se atrevería.

E – Ya verá como esta negrita se encarga de arruinarle la carrera.

M – Ni se le ocurra.

E – Ya le dije, a partir de mañana quiero la atención que corresponde para todos sus pacientes. En el horario que corresponde, y olvidesé de cobrar esos 50 pesos demás. ¿Me comprendió? (Silencio) ¿Me comprendió señora doctora?

M – Vayasé de una vez.

E –Claro que me voy. Pero usted viene conmigo.

M - ¿Adónde?

E – Va a atender durante toda la noche a los que no atendió hoy por estar encamándose con un tipo casado.

M - ¿A todos?

E – Sí, ya están todos avisados. Y muy agradecidos.

M - ¿Ahora?

E – Sí, si quiere llevesé las empanadas. Vamos. (La doctora sigue sin poder creerlo) ¿La llevo en el caño de la bici o vamos en su cero kilometro?

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M – No, estå bien. Vamos en el auto. (Salen)

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10 - MIERDA EN LOS OJOS Danisa Milagros Leandro D - Por dios. Qué obra de mierda. No voy a ver teatro nunca más en mi vida.

M - Basta Danisa. Me tenés podrida. No te acompaño a ver más nada.

D - Perdoname Mili, es más fuerte que yo. ¿Vos viste cómo sobreactuaban?

M - No sé, yo no entiendo nada de Teatro. A mí me gusto la historia, fue divertida. No sé. Ya está.

D - ¿Cómo que ya está?

M - Sí, ya está. Fue una salida. Fuimos al teatro, listo, la semana que viene vamos al cine.

D - ¿Vos entendés que nosotros pagamos?

M – (No entiende) ¿Cómo?

D - Nosotros le dimos nuestro dinero y nuestro tiempo a cambio de arte. ¿Y qué recibimos?

M - ¿Una historia divertida?

D - La historia divertida, si quiero, la leo en mi casa. Me compro el libro, o la leo por internet, y listo.

M - Sí, pero acá la vez con personas de carne y hueso.

D - Eso que vos llamas personas de carne y hueso, a mis ojos son cadáveres parlantes. Prefiero mil veces leer la obra y dejar que vuele viva en mi imaginación, a tener que ver esa maqueta muerta diseñada por pobres imbéciles.

M - No sé por qué te enojás tanto. Habrán hecho lo mejor que podían.

D - ¿Vos me estás diciendo que no son conscientes de la mierda que hacen?

M - Yo que sé. Capaz que no. Además fuimos a hacerle el aguante a Leandro.

D - Yo no le hago el aguante a nadie. ¿Qué mierda es hacer el aguante?

M – Fuimos a apoyar a una compañera de trabajo que está haciendo algo que le gusta.

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D - Digamos que... nosotros, tenemos que ir a ver su mierda improvisada de aficionados, y pasarla como el orto… ¿Para que el señorito sea un poco más feliz?

M - Tampoco lo hagas tan rebuscado. Le hicimos el aguante y listo.

D - Si quiere que le haga el aguante que me pague la entrada.

M - Sos terrible. Son 20 mangos.

D – No es por la plata, Milagros. Me chupan un huevo los veinte mangos.

M – (Le llega un SMS. Lo lee) Es Leandro.

D - ¿Qué dice?

M – “Dónde están. Salí de la sala y no las encontré. Quiero charlar de la obra con ustedes, porfa”.

D – No le contestes.

M - ¿Cómo no le voy a contestar? (Se pone a contestarle) D - ¿Qué le estás poniendo?

M – (Sigue escribiendo) Pará.

D - ¿Qué le estás escribiendo Mily?

M – (Lo envía) Le dije que estábamos en la esquina.

D - ¿En serio?

M - ¿Qué querías que le ponga?

D – Me voy. (Procede a irse) M – Pará Danisa. Si te vas no te acompaño más a ninguna salida.

D – Si me quedo la voy a reputear.

M – Ni se te ocurra. Decile que estuvo lindo y ya está.

D – No tengo por qué mentir.

M – Entonces no digás nada. Dejame a mí. ¿Okey? (Ella no contesta) ¿Okey?

D – Sí, sí, no digo nada.

M – Mejor así.

D – Pero si me pregunta no me voy a callar...

M – Te vas a callar. No seas pelotuda.

D – A mi no me vas a decir que me calle. (Entra Leandro) L – Chicas. ¿Qué pasó que se fueron rápido? ¿No habíamos quedado en salir a comer?

M – Esperamos un ratito, pero como mañana tenemos que madrugar...

L – ¿Entonces no vamos a cenar?

D – Imposible.

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L – (Mira con extrañeza) Está bien, como quieran.

M – Pero podríamos tomar un café... algo rapidito. ¿No? D – Estoy apurada. Me esperan.

M – Dale Danis, tomemos un café.

D – Vayan ustedes.

L – (A Danisa) ¿Te pasa algo? (Danisa no quiere hablar. La mira a Milagros para que interceda) M – No, quedó un poco... impresionada por la obra. Es fuerte.

L - ¿Sí? ¿Les gustó? ¿Qué les pareció?

D – Mirá...

M – (La interrumpe) Una historia muy divertida. ¿Quién la escribió? ¿Alguno de los actores?

D – Es de Moliere.

L – Ah ¿Lo conocés?

M – Muy linda la verdad. Muy entretenida. La pasamos bien.

L - ¿Qué les pareció mi actuación? ¿Fue creíble?

M – Sí, no parecías vos. Como que te transformaste... ¿No? L – La verdad es que hicimos un trabajo muy intenso.

D – Me imagino.

L – (No entiende si es sarcástico) ¿Cómo?

M – (Intentando explicar) Claro, que se imagina que fue intenso. Porque es lo que se vio. Recién hablábamos con Danis, lo primero que dijimos apenas salimos de la sala fue “se nota que se le dedicó mucho tiempo, mucho sacrifico”. Eso decíamos. ¿No, Da? (Silencio) L – ¿Qué pasa Danisa? ¿Porqué no hablas?

M – Hoy anda así, medio enculada. Se habrá peleado con Luis, como siempre.

L – Hablá Danisa. ¿Qué te pasa? ¿Por qué no decís nada de la obra?

D – Porque no te conviene que hable.

L - ¿Eh? M – Nada, nada, olvídate Leandro. Parece que la obra le afectó... o no sé qué...

D – La verdad que sí, que me afectó bastante.

L - ¿Cómo que te afectó? ¿No te gustó?

M – Si no le gustó mejor que no diga nada. ¿No te parece?

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L – No Mily. Quiero escuchar todas las críticas. Me interesa lo que pueda decirme. ¿Vos sabías algo de teatro, no? Habías ido a un taller o algo así...

D – Sí, algo así.

L - ¿Qué cosa no te gustó?

D – Nada me gusto. Todo me pareció una verga atómica.

L – (Pasmado) ¿Cómo?

D – Lo que hicieron fue una falta de respeto total hacia cada persona dentro de la sala. Lo que hicieron fue poner su culo en mi cara y cagarme en los ojos durante dos horas eternas.

M – ¡Pará un cachito Danisa!

D - ¿Vos no querías saber mi opinión?

M – A mí me encantó la obra. Fue super divertida. Hasta me reí un par de veces. No sé si se escuchó porque tengo una risa medio tímida. La parte que me encantó fue esa en la que tu personaje se reía, del gordo ese tan gracioso que...

D – Pelotuda de mierda... No se reía el personaje, se reía él. El hijo de puta se tentó... Se tentó arriba del escenario, con la gente ahí. Gente que pagó 20 pesos para mirar su obra de mierda.

L - ¿Podés tranquilizarte un poco? No hace falta que insultés así.

D - ¿A vos te parece que no hace falta?

M – No, no hace falta Danisa. ¿Por qué no vamos yendo? Ya está, no te gustó la obra. Listo. ¿Hace falta seguir?

D – Escuchame Nena. Estuve dos horas sentada ahí como una forra bancándome esa obra hija de puta. ¿No tengo derecho a descargarme diciendo lo que me pareció?

L – Sí, tenés derecho a decir lo que quieras. Pero no hace falta insultar.

D – Por más verga, chota, puta, pija y poronga que diga, nunca voy a poder ser más ofensiva de lo que fueron ustedes conmigo, invitándome a ver esa desvergonzada hijaputez M – Es tu punto de vista Danisa. Basta. Vamos.

L – (Sacando veinte pesos de la billetera) Tomá.

D - ¿Qué me das?

L – Tomá, agarrá los 20 pesos por favor. (No los quiere agarrar) Tomá Danisa por favor. (Se los pone en el bolsillo) D – (Se los saca del bolsillo) ¿Vos no entendés? (Le destroza el billete en la cara) No quiero tus veinte pesos de mierda.

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M – Pará... ¿Qué hacés boluda?

L – Estas re loca.

D – Ustedes no entienden nada.

L – Tranquilizate por favor. No te podés poner así, es una obra nada más...

D - ¿Nada más? ¿Vos tenes idea lo que quiso contar el dramaturgo con la obra?

M - ¿Quién es el dramaturgo?

L – No, no sé...

D - ¿Y por qué eligieron esa obra?

L – Nos pareció divertida.

D – Mirá qué lindo. Les pareció divertida.

M – No entiendo. ¿Está mal eso?

L – Además la obra era para diez personajes y nosotros justo éramos diez.

D – Pero claro, qué inteligentes que estuvieron. Ustedes eran diez, y eran diez personajes. O Sea que les chupo un huevo lo que el escritor quiso contar, solo les intereso que el texto era gracioso y justo era para diez. ¿Me equivoco?

M – ¿Eran diez? No me había dado cuenta. ¿Seguro que eran diez?

L – Sí, fue así. ¿Y qué problema hay con eso?

D – Nada, nada, ninguno. Sólo que si quería quedarme a mirar a diez pelotudos tratando de ser graciosos, prendía el televisor y listo.

M – ¿Estás segura que eran diez actores? Yo conté nueve nada más.

L – No entiendo que pretendías de la obra.

D – Pretendía que me den “arte”. Pretendía que me movilicen con una idea, con un sentimiento, con algo. Pretendía ver algo que esté vivo, no a una sarta de hijos de mil madres putas jugando a poner cara de malo, de bueno, o de retrasado mental.

M – ¿Había un personaje retrasado?

D - Quería ver algo vivo que me haga sentir que estoy viva. (Silencio) M – A mi algo me movilizaron. (Lo miran ambas) Un par de veces me reí. ¿No se escuchó?

L – Está bien, te entiendo. Pero te pido que no vayas a vernos nunca más.

Por favor.

D – De eso que no te quepa la menor duda.

M – ¿Yo puedo seguir yendo?

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D – Igual no es culpa tuya.

L – ¿Ah no? ¿De quién es?

D – Del forro de tu director. Por personas como él la gente deja de ir a ver teatro. Le muestran al público mierda, y después el público se cree que ir a ver teatro es ir a ver mierda, y no quieren ir nunca más.

L – No es tan así.

D – (A Milagros) ¿Vos volverías a ver una obra dirigida por este forro?

M - ¿Yo? D – Sí, vos Milagros.

M – ¿Volvería a actuar Leandro?

D – Te pregunto si vos te fuiste con ganas de volver a ver una obra parecida a ésta sin que actúe un conocido tuyo.

M – Ah no, para nada. Fue para pasar el rato. La idea era hacerle el aguanta a Leandro.

L – Pero yo quería que te guste, no que vengas por compromiso.

M – Sí, la historia fue divertida.

L – Ah... (Empieza a entender) D - Te recomendaría que cambies de grupo.

L – Me gusta mi grupo. La pasamos bien juntos.

D – Entonces reunansé a tomar mates, a comer un asado, o hagan una orgia... pero no sigan estafando gente, por favor.

L – Menos mal que a otros les gusto.

M – Sí. Tu abuela estaba encantada con la obra. Aplaudía de pié ¿no?

D – (Suspira) Esto no da para más. Me voy. Lo único que te pido, es que ni si te ocurra decir adelante mío, que están haciendo arte, porque les prendo fuego la sala.

L - ¿Y qué es lo que estamos haciendo entonces?

D – Están jugando a ser loros diciendo palabras muertas a cambio de una galleta; juegan a hacer movimientos mecánicamente para simular que están vivos; pero en realidad, están más muertos que los muertos.

L – No comparto.

D – A ver… ¿En qué estabas pensando cuando dijiste tu último texto?

L – ¿En qué voy a estar pensando? : “En el texto”. En tratar de decirlo como lo había estudiado.

D - ¿Y por qué ponías cara de sufrimiento si en verdad estabas pensando en el texto sin sentir nada?

L – Porque el director me dijo que ponga esa cara.

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D - ¿Qué fue exactamente lo que te dijo?

L – Me dijo “Pone una cara de dolor” D – Y vos la pusiste.

L – Claro.

D – Y le gustó.

L – Sí, me dijo: “Eso mismo” M – Me parece que ya entendí.

L - ¿Qué cosa?

M - O sea que Leandro nunca va a estar vivo y sintiendo el sufrimiento, porque está pensando en no olvidarse el texto. ¿No? D – (Sorprendida) Exactamente. Muy bien. Ahí está, podes tomar clases con Milagros, que por lo visto ya sabe más de teatro que todos ustedes juntos. Chau me voy a dormir. Y decile a tus colegas que se vayan a la recalcada concha de su madre.

M – Pensé que ya se te había ido el enojo.

D – No se me va a ir así no más. Hasta mañana. (Sale) L - ¿Y ésta de donde sabe todo lo que sabe?

M– El padre es actor.

L - ¿Eh? M – Sí. ¿No sabías?

L – Mirá M – Actúa en el Teatro San Martin.

L – En buenos aires M – Sí, ahí en Corrientes.

L – Mirá... (No sabe qué hacer. Se acuerda) M - ¿Vamos a comer?

L – Se me fue un poco el hambre.

M – No sé, tomemos un café aunque sea.

L – Bueno, está bien. (Se agacha a juntar los papelitos) M - ¿Qué hacés?

L – Junto la plata.

M – (No entiende) Ah...

L - ¿Tan mal actué?

M – Y... ahora que entiendo un poco más... la verdad... estuviste como el orto. Yo no te creí nada en ningún momento.

L - ¿Nada? (Termina de juntar los papelitos) M – La verdad que no, pero... no sé... ¿Vos querías que te crea?

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L – Era la idea, pero bue... Seguiré ensayando las caras en el espejo.

(Comienzan a salir) M - ¿Y si probas con tratar de sentir algo?

L – No parece algo demasiado fácil.

M – Ah. ¿Tiene que ser fácil?

L – Pensaba que sí, pero ahora ya no sé...

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Si usted está interesado en realizar esta obra, o alguna de sus escenas, comuníquese con el autor para recibir la autorización, y para que se le acerque la música original del espectáculo: Contacto via Facebook: Augusto Godachevich.

(O por mail Godachevich@hotmail.com) Blog del autor: http://augustogodachevich.blogspot.com.ar/ Gracias y hasta luego.

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