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Sueños de libertad Juan David Vélez Alverio 3er lugar
Sueños de libertad
Autor: Juan David Vélez Alverio Categoría: 9no. a 10mo. Escuela de procedencia: CoIMATEC Grado: 9no. 3er lugar
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Patria… dictadura… familia… libertad. Todas las noches estos
pensamientos daban vueltas en su cabeza retumbando como el eco en los pozos de agua. Pasar las noches a solas en la Cárcel de Ramo Verde no era fácil. Se le hacía muy difícil encontrar paz y tranquilidad durante las noches calladas e inquietas de Venezuela. Los días eran apenas tolerables, pero las noches eran aterradoras. Empezó a recordar los motivos de su encarcelamiento y sufrimiento. Él solo luchaba por los derechos de un pueblo que fue destrozado en pedazos por un gobierno corrupto sin piedad. Recordó con horror el día en que fue arrestado sin haber cometido ningún crimen. Recordó con coraje la injusticia a la cual fue sometido en su juicio. Recordó con tristeza que su pueblo todavía sufría y moría en las manos sucias manchadas de sangre de aquel dictador. Empezó a sollozar cuando pensó en su familia. Extrañaba mucho a su madre, a su padre, a sus hermanas y a su esposa e hijos. Pensaba en ellos todo el tiempo. Ellos fueron quienes lo moldearon en el hombre que es hoy día, un hombre que cree fielmente en la justiciar, en su patria y en la libertad. Fue su familia quien le enseñó amar la patria y a nunca perder la fe. Decidió dormir, para tranquilizar su mente inquieta y los pensamientos que dolían su alma. Pronto, como todos los humanos que quieren que sus vidas sean diferentes, empezó a soñar. Soñaba porque quería un hogar y un mundo mejor para sus hijos y para su patria. Sus sueños estaban llenos de niños que jugaban con sus amigos en las calles, de padres que ya no temían que sus familias pasaran hambre y de pueblos celebrando su libertad y felicidad. Esos sueños sembraban un sentido de esperanza y consuelo que él sentía crecer cada noche.
Al despertar la mañana siguiente, se percató de que sus sueños, como todas las otras veces, no eran parte de la realidad de su patria. Perdió todas sus esperanzas, sintió que toda oportunidad de triunfar en contra de la dictadura había desaparecido y que todos sus esfuerzos habían sido en vano. Había tocado fondo, después de luchas interminables y de tantas noches largas y frías, él se rindió. Cedió al terror y crueldad que afligía su pueblo cada día y cada noche. Sus sueños perdieron su valor, ya no esperaba un cambio en el mundo. De repente, en medio del silencio del amanecer de aquel día, escuchó un grito en las afueras de la cárcel: -¡Hola Leo! ¡Estamos aquí, Leo! ¡Salúdame! Era su madre, llamándolo desde la calle más cercana a la cárcel. Lleno de orgullo, corrió hacia la ventana para poder escucharla mejor y silbarle en señal de que la podía escuchar. Su mamá le contestó: -¡Envíanos el mensaje, Leo! La voz de su madre aclaró su mente y su alma de todo miedo y preocupación. No podía rendirse, después de todo el sacrificio. No podía para de soñar, ya que el país también soñaba con un mundo mejor cada noche. Sin dudarlo dos veces, y sin importarle los guardias que trataban de callarlo con sus silbatos y lo amenazaban con golpearlo, Leo gritó con todas su fuerzas a través de la diminuta ventana de su miserable y sucia celda: -¡Viva Venezuela! ¡Viva la libertad!