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Julia de Burgos o cuando la poesía es llamado y sacerdocio • Valentín Amaro
Valentín Amaro
Resumen
Este artículo transita brevemente por la diversidad de elementos que convergen de manera singular en Julia de Burgos como el contexto social, su ruptura del canon conceptual de género y literario y el sacerdocio en el ejercicio de la poesía. Conferencia dictada en el Encuentro Internacional de Poetas y Narradores “El sur visita el sur”, celebrado en el Centro Cultural de lajas el 15 de marzo de 2014.
Palabras claves
Julia de Burgos, canon conceptual, género literario, sacerdocio
Abstract
This article passes through the diversity of elements that meet in Julia de Burgos as a social context, with her rupture against the standard concept of gender and literature and priesthood towards the practice of poetry. International Conference of Narrators and Poets “El sur visita el sur”, held at Centro Cultural de Lajas on March 15th.
Keywords
Julia de Burgos, conceptual standard, literary genre, priesthood
Hay seres que llegan a este mundo para dejar una huella perdurable, sin que su papel esté condicionado por una efímera o prolongada permanencia, o sencillamente por eso que llamamos tiempo, sino más bien por las trascendentales acciones que estos logran en su paso por la vida.
Tal es el caso de la poeta boricua Julia de Burgos, quien vivió apenas treinta y nueve años dejando una obra poética que la sitúa como una de las más auténticas poetas de América. Si bien
como señala González (1956), la poesía de Burgos es relativamente sencilla en sus componentes, el orbe que engendra con ellos es enormemente complicado. De ella, el escritor dominicano Juan Bosch señaló:
“El papel de Julia, era ser la poeta que ha sido. Ella hizo una poesía que no se conocía entonces entre las mujeres de Puerto Rico, y yo diría que tampoco de los demás países de América. Ella se adelantó en ese sentido a su tiempo”.
Boch continúa: “Julia era una mujer muy discreta, muy equilibrada. Si uno no le preguntaba algo no intervenía en las conversaciones. Oía con mucha atención. Tenía modales muy correctos. Se veía siempre muy limpia. Era siempre una mujer elegante, alta, de buena presencia, de color canela, y una lectora y estudiante muy buena, porque pasaba horas enteras en la casa leyendo los libros que llevaba de la Universidad. Cuando Neruda conoció a Julia vaticinó que sería una de las grandes poetas de América. Yo le había pedido a Julia que copiara algunos de sus versos para que él los leyera. Neruda se los llevó y al día siguiente él daba un recital en el Ayuntamiento de La Habana. Yo fui al recital, fue Julia, fue Jiménez Grullón, fuimos los tres y allí le pregunté a Neruda qué le habían parecido los versos de Julia y él dijo que Julia estaba llamada a ser una gran poeta de América” (Burgos 205) .
He titulado esta conferencia Julia de Burgos o cuando la poesía es llamado y sacerdocio, para transitar brevemente el camino que justificaría tal afirmación, pues en esta poeta convergen de manera muy singular, una diversidad de elementos como son: el contexto social, su ruptura del canon conceptual de género y literario, y el sacerdocio en el ejercicio de la poesía. Cité a Bosch y a Neruda porque creo en la coincidencia en sus expresiones con respecto a lo que quiero comunicar esta noche. Adentremos un poco en esos elementos expuestos con anterioridad, tal vez para mirar con una visión otra la grandeza de esta poeta.
Contexto social
Si el fenómeno poético se refiere, por lo general, a la esencia de las cosas y es un acto de creación, huelga decir que envuelve un decursar ontológico que involucra, además del ser en sí mismo, una estela de expresiones que están conformados por la belleza y el buen uso del lenguaje, sea este estructurado (casi siempre) o no (si se consideran las etapas experimentales por las que ha atravesado la poesía en sí). En cada versador, cada poeta concibe un modo muy particular, constrito casi, de concebir la manera en la que entrega esa parte suya, esa elevada expresión del espíritu, tal vez, una excelsa manera de conducirse y conducirnos por cada inters-
ticio de sentidos, imágenes y situaciones que nos presentan. Esta es la posición en tratamos la poética de una figura como Julia Constancia Burgos García, de quien no podría comprenderse su magnitud sin antes bregar por el arduo tejido histórico-social y de género, que marcó no solo la exposición de un ADN social determinado, sino decisivo en su rol como miembro militante activo. A quien ha de añadirse, que cuya figura se enrola también en figuras tan importantes de las letras borinqueñas como son Palés Matos, Corretjer, Lloréns Torres, Matos Paolí.
Durante 1914, año del nacimiento de esta poeta, tienen lugar un sinnúmero de hechos históricos. Describiremos solo algunos que a la postre tendrán también su consecuencia sobre el Caribe insular: el 28 de junio, se produce el asesinato del príncipe austríaco Francisco Fernando; el 29 de julio Rusia moviliza tropas y amenaza a Austria-Hungria; el 1 de agosto Alemania declara la guerra a Rusia y Francia le declara la guerra a Alemania; el 4 de agosto Alemania invade Luxemburgo y Bélgica; del 6 al 12 de septiembre tiene lugar la Primera Batalla de Marne (Francia contiene a Alemania), iniciándose así la Guerra de las Trincheras. Sin embargo, no puede dejar de sumarse a estos hechos un contexto medular para la literatura boricua, tal como lo refiere la doctora Carmen Vásquez en su texto “La poesía puertorriqueña del siglo xx”, publicado en la revista Nuestra América, donde expone que:
“[...] con la Guerra Hispanoamericana y el llamado cambio de soberanía. Estos acontecimientos provocan trastornos en todos los ámbitos de la sociedad, entre ellos la educación, con un predominio de la lengua inglesa. El propósito no podía ser más evidente: erradicar siglos de cultura hispánica e introducir la lengua inglesa en la vida cotidiana del pueblo. Los puertorriqueños vivían como podían todos estos trastornos. Los escritores continuaban escribiendo como lo habían hecho hasta ese momento, a tono con las diferentes corrientes literarias practicadas fuera de la isla. El rechazo de una situación inmediata e impuesta de ocupación política y cultural y la recepción de las corrientes literarias venidas de Europa en particular, se hizo rápidamente evidente. Los movimientos literarios llegaban tarde, pero llegaban y los poetas y prosistas los adaptaban a la realidad que vivían. Ya había sido así anteriormente con el Romanticismo o con el Realismo y, sobre todo, con el Naturalismo”. (Bosch)
Lo que indica con cierta transparencia, cuánta influencia se recibía desde el exterior, y cómo las consecuencias dejadas por la guerra van a marcar el decursar de toda la poesía que en opinión de esta se conformará una poética realmente puertorriqueña, o sea, a partir del modernismo tras el bélico escenario dejado por la Guerra Hispanoamericana, dejando consigo también y para mal de las mujeres, una estela de machismo que se arrastra desde la colonización y estereotipa el papel de los intelectuales en esta isla del Caribe.
Ruptura del canon conceptual de género y literario
Por tanto, el ADN social transmitido de generación en generación y la circunvalación histórica que se produce con la extensión y permanencia del machismo perpetúa la visión de aquellos años sobre el rol de la mujer, una concepción de que éstas servían para trabajos menores y domésticos, donde la preparación intelectual se reducía a algunos pocos conocimientos adquiridos a lo largo de la vida, donde no recibían justa remuneración por el esfuerzo en iguales condiciones que los hombres.
Es sabido que a la edad de diecinueve años Burgos obtuvo en la Universidad de Puerto Rico se certificación de maestra normal. Empezó su carrera enseñando en un pueblo de la provincia con cierta distancia de la capital y a la par perfeccionó su escritura con obras y canciones educacionales para distintos programas de radio. En 1936, se incorporó a las Hijas de la Libertad, rama femenil del Partido Nacionalista de Puerto Rico, partido independiente encabezado por Pedro Albizu Campos.
Téngase en cuenta también que el brote poético de Julia llega con el desarrollo de su intelecto, al ser la primogénita de una familia de 13 hermanos, educada gracias a la caridad de las personas de su pueblo y en medio de una atmósfera de crisis y recorte económico tras la guerra. Julia es la diferencia en cuanto al papel activo de la mujer dentro de la sociedad, no solo para la autosuperación de su caudal cognitivo sino también por su militancia dentro de una concepción política revolucionaria; así como el empuje de pensamiento en intentar un cambio en la dinámica feminista de la época, ambas actitudes constantemente expuestas en su poesía como una ruptura del canon de género.
Desde su emergencia a la palestra literaria, Julia de Burgos se caracterizó por su vínculo a una realidad que no podía serle ajena y por estar vinculada a una simbología poética que se muestra rica, tanto en los niveles de abstracción e implicitación, intimismo, diálogos, así como lo es en la expresión de lo romántico y erótico, situándose en la vanguardia de la poesía boricua.
Por su conocimiento sobre la poesía de la poeta, tanto Neruda como Bosch intuyeron que su trabajo no era un juego del azar, sino se trataba de una mujer dotada de esa vocación por la poesía. No cualquier persona es poeta por mera coincidencia, sino porque una variedad de factores inciden en ello: el contexto, la aptitud, el interés, la práctica con que se desenvuelve, pero sobre todas las cosas, por la vocación y la actitud como una sola habilidad de convertir las imágenes en palabras. Al adentrarnos en el misterio que envuelve esta condición, sabemos que el asunto es más complejo.
No es de extrañar que la poesía de Julia de Burgos, como también se le conoce, esté signada por un halo moderno-vanguardista, donde los temas responden fundamentalmente a tres categorías estéticas conocidas: lo trágico, lo bello y lo sublime, todas ellas dispuestas a través de sus textos como una constante que cimientan el cardumen de su poética. Solo comentaré aquí las
“Lectura de poemas de Julia de Burgos en el Ateneo” señala la nota que reseña a la poeta recitando un poema de su libro “Canción de la verdad sencilla”. 1939.
categorías antes referidas que se vislumbran en algunos poemas como: “Yo misma fui mi ruta”, “Transmutación”, “Amanecida”, “A José Martí” y otros que comentaré de manera alternativa, brevemente, seleccionados al azar a tenor de esta charla. Esto lo haré con el objetivo de sostener la idea de cómo se establecen esas relaciones de oposición y complementariedad que resultan inversamente proporcionales en cuanto al mensaje que presentan y, sin embargo, muy proporcionales de acuerdo con su contenido.
Sacerdocio en el ejercicio de la poesía
En el texto “Yo misma fui mi ruta”, existe ese espíritu de modernismo, de rebelión para con los otros, donde exterioriza de una manera sutil, jugando con la palabra, su conclusión más que desacuerdo en ser y permanecer como la hubiesen querido, como fue vista por la sociedad en general: Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese: un intento de vida; un juego al escondite de mi ser.
Sin embargo, inadaptada, registrando desde su pluma y para la posteridad una manera original y muy propia de asumir la vida, transitando en un nivel metafórico que hace vibrar lo romántico a partir de la belleza. De Burgos no lo hace con la concepción clásica de equilibrio, proporción y armonía, sino la que involucra la emoción, el entusiasmo, lo extraño y misterioso de sí misma, donde el nivel de realidad se hace intenso a cada verso, rompiendo con el molde de la estrofa clásica y consonante, en una prosopopeya hermosa: [...] rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado de los troncos viejos.
Casi una palinodia, pues no se retracta del todo, y donde nos presenta una cosmovisión personalizada en que otorga a la vida una variedad de circunstancias y modos de asumirla. En el poema “A Julia Burgos”, se concibe esa unidad dialógica e intimista que va a permanecer en su poética. Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga porque dicen que en verso doy al mundo mi yo. mienten, julia de burgos. mienten, julia de burgos. la que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más profundo abismo se tiende entre las dos.
Y que hacen emerger una poeta marcada por la autorreflexión, la inconformidad y la rebeldía; fue un espíritu en perenne ebullición. Algo digno de observar en la poesía de Julia de Burgos es ese permanente reconocimiento de su peregrinaje, de su condición errabunda tal como se observa en este poema titulado “Íntima”: Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante. Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante Que se abría en mi interior, Y me llegué hasta mí misma.
Ciertas palabras en este texto nos muestran una condición de búsqueda de ese reconocimiento en la palabra poética. Leer a Julia es leer a una poeta en permanente asombro ante los descubrimientos del ser. Sólo quien puede penetrar a la hondura de las cosas, es capaz luego de plasmar en versos ese alto sentido, ese encuentro con el misterio. Dice Julia: Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra.
O en este verso:
Los hombres se mueven ajenos a sí mismos”
Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.
Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.
Pero es en el poema “Río Grande de Loíza” donde encontramos una poeta de hondo llamado, para quien es principalmente el río ese fondo inmenso, personal, en que se mete para dar con los detalles de su fuente primera. Es en este poema que Julia de Burgos hace referencia a ese lugar de la pureza de su ser que siempre vincula con el río de su infancia: ¡Río Grande de Loíza!… Mi manantial, mi río, desde que alzóme al mundo el pétalo materno; contigo se bajaron desde las rudas cuestas, a buscar nuevos surcos, mis pálidos anhelos; y mi niñez fue toda un poema en el río, y un río en el poema de mis primeros sueños.
Su existencia primera en ese río la acerca la vivencia honda de un infinito que se le va, pero en el que entiende y asume están guardados grandes secretos. Julia dialoga con este río así: ¡Río Grande de Loíza!… Alárgate en mi espíritu y deja que mi alma se pierda en tus riachuelos, para buscar la fuente que te robó de niño y en un ímpetu loco te devolvió al sendero.
Hay un momento donde el río ya no es río y se convierte en un hombre. Aquí el poema toma sentido erótico, forma que la poeta supo manejar con especial maestría: Llegó la adolescencia. Me sorprendió la vida prendida en lo más ancho de tu viajar eterno; y fui tuya mil veces, y en un bello romance me despertaste el alma y me besaste el cuerpo.
Es grande el sentimiento y el erotismo se afianza, muy al contrario de la visión de su tiempo que reducía a “eros” a categorías fuera de lo humano. Para nuestra poeta, el erotismo es de origen y va más allá de lo palpable. Eros, por tanto, va a lo relativo al espíritu. Por eso, su río el “Río Grande de Loíza” es varón, es hombre, ser apetecible, pero como ella señala, con pureza de río – porque das tu azul alma cuando das tu azul beso”. Este poema es clara señal de la apuesta poética de Julia de Burgos. Aquí la poeta transgrede las creencias de la época y muy en especial
la visión machista que rebajaba la mujer a un mero objeto de las apetencias del hombre. El ríohombre habla de una comunión íntima en que el cuerpo y el ser se ayuntan. Como bien señala “el único hombre que ha besado mi alma al besar mi cuerpo”. Esta ruptura del canon de época persiste en “Transmutaciones”, donde permanece el cántico profundo al amor perdido, sufrido y nostálgico, del que ya Julia no podrá liberarse jamás: Nada me dice tanto como tu nombre repetido de montaña a montaña por un eco sin tiempo que comienza en mi amor y rueda hasta el infinito...
Bajo ese cántico se consume el sujeto lírico, exponiendo a esa mujer que quiere o abraza con intensidad la vida, “lo quiere todo”, ser única y amada. Al ser todo y amada, al realzar la figura del hombre como lo más importante, estableciendo esta contraposición de exigir ese amor y a la vez, indicar al amado que esa distancia no podrá poner a prueba nunca el amor que le profesa y por el que ha soportado todos los males, ha enfrentado todo: Para amarte me he desgarrado el mundo de los hombros, y he quedado desierta en mar y estrella, sencilla como la claridad.
He aquí donde lo trágico se luce como la imposibilidad de revertir esta situación, desdichada, cerrada o con un desenlace funesto.
Claro está, que en el exponer de este sujeto lírico existe mucho sustrato autobiográfico, pues la poesía es sobre todo subjetividad asumida hacia distintos niveles de realización o frustración, imaginación o sugerencia. Estos convierten a muchos poemas y poetas en parte de esa inmortalización que las masas le otorgan a la poesía como producto del espíritu.
En el texto “Amanecida”, Burgos asume la hipotiposis y la anáfora al describirse a sí misma, en un raro universo personal donde es deseada, con mucha intención de compartir todo sentimiento; Raro que no me sigan centenares de pájaros picoteando canciones sobre mi sombrilla blanca (Será que van cercando, en vigilia de nubes, la claridad inmensa donde avanza mi alma).
Raro que no me carguen pálidas margaritas
por la ruta amorosa que han tomado mis alas (Será que están llorando a su hermana más triste, que en silencio se ha ido a la hora del alba).
No obstante, sola, estableciendo el reclamo de los amores que no aún no tocan a su puerta, prefiere comparar esa extrañeza sensorial demostrando su asombro al descubrirse otra vez como una muchacha primeriza que acaba de enamorarse; frágil e incomprendida, prefiere lo humilde y sencillo a lo pomposo.
Raro que no me entienda el hombre, conturbado por la mano sencilla que recogió mi alma. (Será que en él la noche se deshoja más lenta, o tal vez no comprenda la emoción depurada).
No es de extrañar entonces que exista esa circunstancia de diferenciación de un texto a otro, de un sentir a otro, que viaja desde la mujer más sensible a la apasionada donde su decir, se convierte en sublime, que aunque puede encontrarse en ciertos fenómenos naturales, como un arcoíris, un cielo estrellado, también puede aplicarse a determinadas acciones humanas. El sentimiento que brota ante lo sublime es el de admiración, el hombre se alza desde su precariedad y limitación hacia algo extraordinario. Este es el caso de “A José Martí”, un soneto donde se muestra la versatilidad de esta poeta, que transita desde el eneasílabo en un poema como “Dadme mi número” hasta el endecasílabo con increíble maestría, dedicado al héroe nacional cubano mundialmente conocido. Para Burgos, durante el tiempo de su estancia en Cuba (1940-1942), Martí fue una figura que no pudo dejar de admirar.
Después de conocer el poema “Himno de sangre a Trujillo” fue que entendí el gran amor que Julia de Burgos tuvo por el pueblo dominicano, porque para escribir un poema así había que ser muy valiente. Julia, sin dudas, demostró toda su vida que era una mujer muy valiente. El poema en cuestión es una especial de maldición profética al sanguinario dictador: Que la sangre te siga, General de la muerte, Hasta el hongo, hasta el hueso, hasta el breve gusano condenado a tu estiércol
Julia de Burgos vivió de cerca los padecimientos de los exiliados, fue compañera sentimental de Juan Isidro Jiménez y amiga de Juan Bosch, dos luchadores antitrujillistas. Todo el poema es fuerte y no deja aliento, vez tras vez ataca como si con los versos se estuviera ejecutando un acto venganza:
General Rafael, Trujillo General, que tu nombre sea un eco de cadáveres
Julia sabía de la sed insaciable del sátrapa como señala en estos versos: ¿A qué nuevos horizontes de crimen vuelves hoy a apuntar tu mirada suicida?
Este poema es maldición y grito, rabia y deseo de que todo acabe para el asesino que se creía dueño de un país: ¡Maldición, General, desde el sepulcro en armas que reclama tu vida; desde la voz presente de los muertos que marchan a polvorear de cruces tu insolente conquista! ¡Maldición desde el grito amplio y definitivo que por mi voz te busca desde todas tus víctimas! Sombra para tu nombre, General. Sombra para tu crimen, General. Sombra para tu sombra.
Y todo ocurrió tal como predijo la poeta. Ahí está otra muestra de por qué los poetas son seres con un llamado determinado en la vida. Una noche de mayo del año 1961, Trujillo fue asesinado mientras se dirigía a su casa de San Cristóbal.
Si algo ha de admirarse de esta poeta entrañable, es que el sabor de su versos no se pierde tras la lectura, no se esfuman como un mal recuerdo, sino que logra la perpetuidad en su expresión de lo erótico, lo místico, lo elíptico. Entre otras muchas características que sería aún más extenso mencionar, sobre todo, ha de admirarse el sacerdocio con que se dedicó a este oficio de escribir, de plasmar, tal vez sin intención, un discurso transgeneracional que ha servido y servirá para que otros poetas, de otras generaciones como las de hoy, abracen a una figura como lo fue Julia de Burgos, o al menos, para que entiendan que la vida y la poesía van siempre de la mano, y no se puede rehuir cuando es llamado y sacerdocio.
Referencias
Bosch, Juan. Sobre Julia de Burgos. Recuperado de http://es.scribd.com/doc/10611867/8/ENTREVISTAS Burgos, Julia de. Obra poética. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriquña, 2005. Impreso. González. José Emilio. Cántico mortal a Julia de Burgos. Poesía Puertorriqueña. Colección Pogadero, 1956. Impreso.