PALABRA 19

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HORACIO ENRIQUE NANSEN

JUNIO 2023 | NÚMERO 19
Fo to: Editorial Ar fi c io s
Por Gabriel Trujillo Muñoz
Recuperar un fantasma: Indagaciones sobre lo sucedido en 1963

PALABRA TRAS PALABRA

En la escritura de un poema, en la lectura de un c uento, en la danza del viento sobre la espuma o la arena, en el pensamiento que nos lleva al futuro y en la nostalgia que nos desliza al pasado, en el lenguaje del espacio cuando habla y en el silencio del tiempo cuando calla, en el resplandor ocioso del cine, en el oportuno aciago de los domingos, en los simples dorados de esa catedral, en el dibujo impreciso de toda rebeldía, en el camino pausado de la vejez y en la precoz caminata de la infancia... En todas estas delicias, en todas estas gratitudes y gratuidades, de poco a mucho, paso a paso, de un lado a otro, golpe a golpe, de abajo hacia arriba, Palabra tras Palabra, se regenera lo humano de la vida. Cuando la escritura del mundo se lee en nuestras vidas, más humana o humano nos siente o nos presiente la existencia. Entonces, entendemos no sólo lo escrito en los libros, los manuales o los periódicos, las actas carcelarias y los requerimientos de Hacienda, los recibos de agua o luz, sino que aprendemos a leer el canto del pájaro, el resuello de la piedra, las seductoras advertencias del mar, la pasajera entonación de la nube, los universos florecientes de toda mirada.

Nos habla la voz del río y decimos agua fresca; nos habla la cenicienta voz del humo y decimos fuego; nos habla la voz de la tierra y, como sucedió al primer campesino —repitiendo su gesto infinito en la oscura noche de los tiempos—, derramamos igual la semilla sobre toda esperanza.

“La lectura es un acontecimiento inherente a la naturaleza humana —declara Rodolfo Castro, demiurgo de la lengua—, y sólo en algunas ocasiones se vincula al hecho de tener un libro enfrente”. Si la naturaleza da de leer, la experiencia humana traduce: habla para derrotar el gruñido del hombre o su silencio. Pero, atención, si nuestras palabras no pueden ser más dignas que ese silencio, más vale callarse.

Horacio Enrique Nansen. Recuperar un fantasma: indagaciones sobre lo sucedido en 1963 / Gabriel Trujillo Muñoz págs. 3 a 5

Imagen: Fotografía y Literatura / Ramón Ángel Acevedo, “Rakar” págs. 6 a 9

Cornelius Castoriadis y la imaginación radical / Fernando Mancillas págs. 10 a 12

Consumos culturales: la caja registradora / Eduardo Cruz Vázquez pág. 13

Bargalló en la Ciudad de México / Óscar Ángeles Reyes págs. 14 y 15

Tren nocturno / Rael Salvador pág. 15

A 30 (y un) años de mi libro Enrique Guzmán. Transformador y víctima de su tiempo / Carlos-Blas Galindo págs. 16 y 17

Bioética y biopolítica en la era del biopoder / Eric Rodríguez Ochoa págs. 18 y 19

Mujer en soledad / Claudia Gabriela Caballero págs. 20 y 21

Masha Zepeda. Hace del arte un reflejo de su esencia / Jeanette Sánchez págs. 22 y 23

Las andadas monárquicas / Daniel Salinas Basave pág. 24

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2 Junio 2023 / Número 19
R.S.

Recuperar un fantasma: indagaciones sobre lo sucedido en 1963

Con un tiraje de apenas 100 ejemplares, acabo de publicar Recuperar un fantasma: vida, obra y muerte de Horacio Enrique Nansen (Ediciones Artificio, Biblioteca Universal Mexicalense tomo I, 2023), donde hablo sobre la poesía de Nansen, un poeta y periodista mexicalense nacido en Sonora en 1938 y fallecido en Guadalajara, en misteriosas circunstancias, en 1963, a sus 24 años de edad. Para cualquiera que sepa un poco de historia de la literatura de nuestro estado sabe que Horacio formó parte de la generación de la “Californidad” y que su muerte fue hondamente lamentada por sus contemporáneos, desde Rubén Vizcaíno Valencia hasta Jesús Sansón Flores. Aquí presento un fragmento de este libro, el dedicado a su muerte en un edificio de departamentos en el centro de la “Perla Tapatía”

«El problema de acercarse a Horacio Enrique Nansen es que no puedes hablar de su obra sin hablar de su vida. O para ser más precisos: sin hablar de su muerte. En la búsqueda de respuestas a lo que le ocurrió a nuestro poeta en las primeras horas del viernes 15 de febrero de 1963, decidí buscarlas por la vía hemerográfica. De los periódicos de Guadalajara que pudieran arrojar luz sobre este acontecimiento, sólo pude acceder a El Informador. He aquí, entonces, lo que he descubierto leyendo sus páginas del 14 de febrero al 17 del mismo mes. Después de estas fechas, la pista de su muerte se esfuma, desaparece sin dejar rastro, se vuelve una ficción policiaca con demasiados misterios por resolver, lo que la convierte más en una trama novelesca que en un reportaje fidedigno. La razón es obvia: la falta de datos y evidencias que esclarezcan lo que realmente sucedió aquella noche fatídica convierte su fallecimiento en campo para toda clase de especulaciones. ¿Qué nos queda entonces? El contexto en que se dio el suceso, el clima social y cultural que enmarcó su muerte.

Empecemos por el principio: el último periódico que pudo leer Horacio Enrique Nansen fue la edición del jueves 14 de febrero de 1963 de El

Informador ¿Qué noticias eran las que llenaban las páginas de este diario, el más leído de Guadalajara, y que servían para animar las conversaciones de la intelectualidad jalisciense de aquellos tiempos? En la portada del principal diario de aquel estado destacaban noticias internacionales y nacionales antes que locales. Así, podemos leer que la mayor noticia en marcha de esa edición matutina era Cuba: “México y los demás neutrales apoyan a occidente. Reclama EE.UU. el retiro de las fuerzas rusas de Cuba”

Entre los columnistas destacaba Luis Páez, que hacía un recorrido histórico sobre el edificio del Teatro Degollado de Guadalajara y Chayito Uriarte, que en su artículo titulado “Los jóvenes” afirmaba que “cuando los veo, despreocupados y alegres, ensayando pasos de los bailes de moda, cantando a coro acompañados por la guitarra o practicando su deporte favorito, deseo fervientemente que gocen plenamente su espléndida juventud”, para luego ofrecer el sermón conservador, donde pide a los jóvenes de Jalisco que “no se dejen seducir por teorías extrañas y destructivas, no traicionen sus ideales ni las tradiciones de su casa y de su patria”. Y termina advirtiendo que eviten convertirse en “lava ígnea de un volcán, fatalmente lacerando su vida y marcándola con el estigma de cicatrices imborrables”

Leído el ejemplar de El Informador sabiendo que Horacio Enrique estaba viviendo las últimas horas de su vida, muchas de estas noticias y comentarios pueden parecer premonitorios, tétricos, sombríos. Pero el diario jalisciense no se quedaba en las elucubraciones filosóficas o en los problemas políticos nacionales e internacionales. Siendo el 14 de febrero el “Día de la amistad”, también daba a conocer las ofertas de la tienda de ropa Roberts, con descuentos certificados ante notario, o las especiales de las Fábricas de Francia en febrero, el mes del hogar En el plano cultural, ese mismo jueves se anunciaba que, en el auditorio de la Casa de la Cultura Jalisciense, el señor J. Salas Delgadillo iba a dictar, a las 20:30 horas, la conferencia titulada “Preludios a Octavio Paz” La entrada era gratuita. Si se buscaban eventos culturales más populares, en el patio del Palacio Munici-

pal de Guadalajara tendría lugar, en el marco del aniversario de la fundación de Guadalajara, una tertulia literario-musical con la participación del Conjunto artístico de las Academias nocturnas municipales, así como de la Junta permanente de festividades.

En cuanto a las diversiones y entretenimientos que podían disfrutarse en la perla tapatía ese fin de semana, del viernes 15 al domingo 17 de febrero, las actividades recreativas abundaban, como era el caso del gran Torneo de Gallos en el palenque La Tapatía, donde se iban a enfrentar el gallo de pelea Mexicali (créanlo o no) contra el gallo El Grullo. En cuanto a las salas de cine, en el cine Las Américas se presentaba el estreno de la cinta Ana de los milagros junto con la película La escuela del odio En el cine Colón se presentaban las películas solamente para adultos Las señoras y El diablo en la carne, mientras que en la Plaza Progreso, Curro Romero y Luis Procuna eran los toreros principales de las corridas de toros de esa tarde. Y si los novios querían pasar una velada agradable para celebrar su noviazgo, allí estaba el Salón Cuatro Caminos, en la glorieta de Zapopan, donde se llevaría a cabo el “Baile diario en la mejor pista. Íntimo, económico, confortable”

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ENRIQUE NANSEN
HORACIO
Horacio Enrique Nansen

Al día siguiente, a pocas horas de la muerte de Nansen, la edición de El Informador del 15 de febrero ya estaba distribuyéndose en toda la ciudad. El titular a ocho columnas continuaba con la misma temática caribeña: “Coto a la subversión que está llegando a Cuba” desde la Unión Soviética, según afirmaba el presidente estadounidense John F. Kennedy Por otra parte, desde Navojoa, Sonora, Agustín Yañez, el novelista que había sido gobernador de Jalisco y que entonces era subsecretario de la Presidencia de la República, aseguraba que la tarea fundamental para el progreso del país era hacer productiva la tierra y mejorar la vida de los campesinos mexicanos. Los anuncios principales eran del Tequila Sauza y de Air France, que anunciaba vuelos a Madrid y a París.

Pero tal vez la noticia que más le hubiera interesado a Nansen leer habría sido la titulada “México tiene derecho a recibir aguas útiles”, donde se hacía eco de las palabras de Gustavo Vildó-

sola, senador bajacaliforniano, quien se refería aquí “al grave problema de la salinidad del agua destinada a riego que proviene de zonas estadounidenses” En un escrito dirigido por el senador a Manuel Tello, secretario de Relaciones Exteriores, Vildósola aseguraba que con las “aguas saladas de los sistemas de drenaje de Arizona” se estaban provocando pérdidas “de diez mil hectáreas destinadas a la cosecha de trigo” en el valle de Mexicali, por lo que era “urgente y de interés público que se pongan en práctica medidas encaminadas a mitigar los daños y evitar una crisis económica y social de alcances imprevisibles”, por lo que puntualizaba que el gobierno mexicano debía “llevar este problema a un tribunal internacional”

En la sección editorial de El Informador, aparte de artículos sobre la educación en Jalisco o sobre la coalición franco-germana, un artículo sobresalía, el escrito por Gabriel Cházaro. Se titulaba: “Un poeta y filósofo” y estaba dedicado a

reseñar el libro ensayo poético para un sistema filosófico, cuyo autor era Alfonso Ortiz Palma. En esta columna periodística, Cházaro decía que “el que se nos va para siempre deja un vacío difícil de llenar. En realidad, todo el que se muere deja ese vacío al menos en el mundo de los afectos”. El periodista parecía estar señalando el destino de aquellos que parten intempestivamente y cuya ausencia sólo puede ser compensada recordándolos. Un destino que acababa de cumplir el propio Nansen Bustamante.

Ya en la sección policiaca, además de agresiones a un líder de la CROC, el caso más sonado del momento en la capital del estado era el de Federico Wolbur López, líder estudiantil oposicionista y presidente de la FREU, la Federación Revolucionaria de Estudiantes Universitarios, que fue ingresado a la penitenciaria estatal, ya que se le imputaba ser el provocador de un enfrentamiento entre estudiantes, ocurrido el 28 de enero de 1963, con saldo de varios mucha-

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Imágenes: Ed itorial Ar fi c ios / Composición Pa labr a

chos lesionados de la Universidad de Guadalajara. El juez que le dictó prisión preventiva, consideraba a Federico Wolbur como el instigador “de los disturbios estudiantiles registrados en la ciudad”, responsabilizándolo de la portación de “armas prohibidas, encubrir a quien hace acopio de armas y el de incitar a sus simpatizantes a que cometieran delitos”. Con lo que se ve que el ambiente político de la “Perla Tapatía” era todo menos tranquilo y que el choque entre los líderes universitarios y las fuerzas policiales estaba al orden del día. No eran tiempos de concordia sino de turbulencia y alborotos.

Al día siguiente, el 16 de febrero, El Informador, en sus páginas principales, daba a conocer que se promovería el cultivo del nopal en San Martín de las Flores, que había habido un nuevo intento de asesinato contra el presidente de Francia, el general Charles De Gaulle, y que el gobierno de los Estados Unidos adiestraba en Miami a los exiliados cubanos anticastristas para arrancar a la isla de las manos del comunismo. Y en la sección policiaca, en la página 11-B, junto con informes de la detención de un “malviviente que robó su cartera a una señora”, un vendedor de hielo que “acosado por las deudas se suicidó” y un choque de un camión de auto-transporte que se estrelló por exceso de velocidad en los Altos de Jalisco, aparecía una nota titulada “Extraño asesinato” y con una fotografía de frente, tipo credencial, de Horacio Nansen. La información estaba expresada en forma sensacionalista y con razón, pues se afirmaba que:

gido por personal médico de la Cruz Roja, abundante sangre le manaba por nariz y boca aún.

El macabro descubrimiento tuvo lugar a las nueve y media de la mañana de ayer, por un mozo del señor Vázquez y posteriormente, las autoridades comprobaron que el ahora occiso Enrique Horacio Nansen, vivía en el departamento 6-C del edificio ubicado en la calle López Cotilla 1139, que linda precisamente con la residencia de la calle Robles Gil. En efecto, la policía comprobó también que el asoleadero del departamento 6-C, que ocupaba Nansen, se encuentra precisamente arriba del lugar en donde se encontró el cadáver, pero a una altura calc ulada en diez metros.

tomar en cuenta. Claro, también pudo ser un altercado por cuestiones personales, en una ciudad donde andar armado era parte de los usos y costumbres»

Hasta aquí el fragmento del libro Recuperar un fantasma. Vida, obra y muerte de Horacio Enrique Nansen. Un libro que fue posible con el apoyo desinteresado de colegas como Lupita Jiménez, Gabriel Rivera, José Salvador Ruiz, Pedro Valderrama y Jesús Cueva Pelayo. Si se quiere conseguir este libro, se los puedo mandar en archivo digital. Escríbanme a mi correo y con mucho gusto lo tendrán. De antemano, muchas gracias.

angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx

“Horacio Enrique Nansen fue un poeta y periodista mexicalense nacido en Sonora en 1938 y fallecido en Guadalajara, en misteriosas circunstancias, en 1963, a sus 24 años de edad”

Sin embargo se sabe que antier, a las siete de la tarde, Nansen fue visto entrar a su departamento acompañado de dos individuos cuya identidad no se ha establecido. Luego, a partir de las doce de la noche y hasta las dos de la madrugada, los vecinos y el conserje del edificio escucharon gran alboroto, carreras y voces fuertes plagadas de maldiciones que revelaban que Nansen y sus acompañantes estaban riñendo. Ayer por mañana se comprobó que dos tubos de las instalaciones de agua estaban rotos; guardarropas estaba vacío, pues sólo se encontraron los ganchos que servían par colgar las prendas de vestir En el departamento había desorden, pero no se encontraron huellas sangre, según una descripción que del lugar hizo el actuario del Ministerio Público Enrique Zester Montoya, quien inició la investigación este misterioso asesinato”.

*Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas

“Dentro del hueco de una jardinera de material de la residencia del señor Alfredo Vázquez, en la calle Robles Gil No. 175 fue encontrado ayer en la mañana por un miembro de la servidumbre, el cadáver de Enrique Horacio Nansen (la equivocación del nombre es evidente), un individuo que debió contar unos treinta años de edad y que, se dice, estaba relacionado con los círculos artísticos de la ciudad.

La jardinera se encuentra en el patio interior de la residencia de la calle Robles Gil, tiene unos diez metros de longitud y unos sesenta centímetros de altura sobre el nivel del suelo. El cadáver se encontró dentro de la jardinera, rígido y boca arriba. No se le pudieron encontrar lesiones ni golpes u otras señales de violencia física excepto una escoriación de la piel en el brazo derecho. Sin embargo, estaba cianótico y cuando fue reco-

Ciertamente, la muerte de Horacio Enrique Nansen Bustamante fue una muerte misteriosa. O como el anónimo redactor de la nota policiaca lo establecía: “un misterioso asesinato” del que no se tenían aún las identidades de los sospechosos y menos el motivo para perpetrarlo. ¿Podía ser un robo? Quizás. Pero el que se llevaran ropa, podría hacer pensar que los dos acompañantes querían despojarlo de algo más que sus prendas de vestir. Y si eran policías de civil agentes de gobernación, tal vez querían secuestrarlo para llevarlo a interrogar sobre asuntos políticos en que nuestro poeta estaba involucrado, asuntos que podían ir desde su lucha pública contra la salinidad, los disturbios estudiantiles su posición ideológica en plena guerra fría. Cualquiera de estos actos lo pudo catalogar, a ojos los agentes de seguridad, como un subversivo

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Imagen: Fotografía y Literatura

(Sobre la interrelación entre la imagen visual y la palabra escrita)

ué tan cierto es que una imagen vale más que mil palabras, como suele decirse en tantos ámbitos de la vida? ¿O acaso dicha frase no corresponde más que a una mitología del discurso masivo e instrumental? Para intentar dar una respuesta a esta cuestión, necesariamente debo remitirme a mi propia obra y experiencia como fotógrafo, aun a riesgo de caer en la autorreferencialidad. Al fin de cuentas, la ficción me ha sido ajena desde siempre, y sólo puedo hablar de la fotografía (y de cualquier cosa, por extensión), según mi práctica y mi saber individual.

La experiencia del operador

Desde mi primera exposición fotográfica que realizara en un instituto binacional en Chile (1993), concebía la interrelación entre la imagen y la palabra ya como algo esencial. Aquella exposición no llegaba a configurar un ensayo fotográfico propiamente (como los que se sucederían en los años posteriores). Se trataba más bien de un corpus de imágenes que aparentemente no mantenían una unidad temática entre sí, pero que estaban indisolublemente imbricadas por escritos y poemas de mi autoría que las acompañaban, y que expresaban, además, mi percepción y sentir sobre la realidad. Por aquel entonces, cada una de las fotografías que realizaba me instaba a escribir un breve texto (preferentemente poético o aforístico) sobre su contenido laminar. En otras ocasiones, sucedía que lograba fotografiar sobre lo que ya había escrito con anterioridad. De este modo, la interrelación entre la imagen y el texto configuraba una totalidad. No se trataba, pues, de una interpretación ajena o de un apéndice arbitrario que acompañaba las imágenes. Muy por el contrario, los textos relataban la verdad de lo vivido, y las imágenes ilustraban una vivencia existencial. Parafraseando el “Yo lo vi” de algunas estampas de Los desastres de la Guerra de Goya, mis propias imágenes y palabras eran expresión fiel de un “yo lo viví”

¿QA manera de ejemplo, después de fotografiar a una niña lavando sus chanclas en un lavadero colectivo en una ciudad del sur de Chile, escribí:

de Charles Baudelaire, y Retratos (des)de la Locura, con textos de Artaud y Vincent Van Gogh. Todos aquellos escritos seleccionados expresaban fielmente el contenido de mis propias fotografías, o el sentimiento predominante que me inspirara al capturar una imagen. De este modo, la relación Texto-Imagen, ha estado presente de manera recurrente e inalterable en el decurso de mi obra.

Y se quedó allí casi como retrayéndose, como si lamentara su presencia ( frágil, esquiva),envolviéndome luego en su tristeza, vestida de pudor y de domingo…

O bien, después de fotografiar aquellas viejecitas en un hospicio de ancianos, también escribí: En los años siguientes, en los dos principales ensayos fotográficos que realizara en mi país, to-

Yo canto los perros calamitosos, lo mismo los que vagan solitarios y errantes en los surcos y barrancas sinuosas de las ciudades inmensas, que los otros que dicen al hombre abandonado, con sus ojos parpadeantes y espirituales: “Llévame contigo y de nuestras dos miserias tal vez hagamos una especie de felicidad” (Los buenos perros, Charles Baudelaire).

Dianas, se han quedado solas y tristes como un puerto fantasma, en donde el único loco que las escucha y las comprende soy yo…

das las imágenes fueron acompañadas con textos poéticos de autores reconocidos con quienes sentía una correspondencia en la mirada, en la visión de mundo y, por supuesto, una afinidad especial. A saber: El Viaje de Rakar, con textos

Por supuesto, la receptividad de mi trabajo, desde su aparición, fue concitando sentimientos encontrados, cubriendo todo el vasto espectro de las humanas reacciones, desde la acrimonia y el “salierismo” académico hasta el elogio entusiasta y veraz. Por ejemplo, de El Viaje de Rakar (2006), un ensayo fotográfico de más de 300 páginas, con 117 imágenes de 67 pueblos olvidados de mi región natral (todas ellas acompañadas con poemas y prosas de Baudelaire) que incluía mapas del extenso territorio recorrido, y además un Diario-bitácora con escritos autógrafos, se ha dicho lo siguiente: “Más parece un simple catálogo de imágenes” (opinión vertida por un profesor de fotografía que, después de sus desafortunadas afirmaciones, fue refutado in situ por los

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POR RAMÓN ÁNGEL AC E VEDO, “R AKAR ”*

otros panelistas, y también por algunos asistentes a la presentación), hasta “El Viaje de Rakar es un libro entrañable que sólo me nace elogiar…” y en el que se adivina “ una concepción del mundo particular” (Francisco Mouat, escritor). O bien, “El viaje de Rakar es una novela fotográfica o un poema visual…” (Luis Rifo, escritor). Y más recientemente, sobre las imágenes de este libro “ … son versos de gratitud absoluta, belleza que teje el hechizo de la melancolía en la escritura de una voz” (Rael Salvador, escritor).

Del carácter polisémico de la fotografía Como vemos, la imagen fotográfica está sujeta a múltiples modos de lectura. Ella puede concitar toda una variedad de emociones y opiniones humanas, de acuerdo a la tesitura moral, psicológica, estética y cultural de quien las emite y, por supuesto, a todo ese acervo de prejuicios que alimentan, nutren, empapuzan o indigestan a cada quien.

Para dar una prueba de ello, me remitiré a la imagen final del fotolibro antes mencionado. Se trata de una fotografía minimalista. Fue registrada en una playa desolada en el litoral central de Chile. En ella se aprecia la arena, algunas huellas de pisadas, conchitas de bivalvos esparcidas aquí y acullá y, por la baja altura de la toma fotográfica, sólo algunas briznas de agua en lontananza hacen adivinar el mar Justo al medio se encuentra emplazado un tambor de hojalata, sin fondo y sin tapa, y, por consiguiente, sólo se distingue un círculo al contraluz. En la edición del libro de marras, esta imagen fue situada ex profeso en la última página, pues representaba para mí el fin de un viaje iniciático en sentido circular: en tu comienzo está también tu final. En la tradición gnóstica, el círculo es la imagen de la serpiente que se pilla su propia cola. Es también el círculo del budismo zen (o Enso), que representa la rueda del samsara (el ciclo sempiterno de nacimiento, vida, muerte y renacimiento, sin principio ni final). Por consiguiente, esta imagen del vacío, tenía un profundo y completo sentido para mí; simbolizaba que en todas aquellas experiencias que marcaron mi infancia y mi niñez, se encontraba también mi destino final.

Recientemente acepté que esta misma fotografía fuera portada para el poemario Paisaje, del poeta español Fernando Sarría (Akén, La luz de lo invisible ediciones, 2021). Intentando dar una explicación de la imagen en una entrevista, el autor señala que para él representa, en un páramo, “una especie de lupa que hay en medio, y que resalta un trocito de un paisaje

interior” que revelarían sus poemas. Si mostrásemos esta misma imagen a una novia que ha sido abandonada por su prometido arrepentido, seguramente para ella representaría la afrenta del abandono, y el círculo le recordaría dolorosamente la argolla de compromiso, imagen literal y elocuente de la ignominia y la consiguiente desolación.

Así como queda patente en el ejemplo, y tal como lo precisa Susan Sontag, las intenciones explícitas del fotógrafo “ no determinan la significación de la fotografía, que seguirá su propia carrera ” (Ante el dolor de los demás), la que dependerá de la suma de emociones, sentimientos y evocaciones que provoque particularmente en cada espectador y, en la medida que toda fotografía participa en la simbólica de una época, de una clase o grupo social, su significado dependerá también de los “esquemas de percepción y de pensamiento” predominantes (Pierre Bordieu, Un arte medio). Esto no es sólo válido para la imagen de prensa o fotoperiodística (en la que su significado, como es sabido, depende de su uso ideológico, o bien del pie de foto que decida poner arbitrariamente cada editor), sino que también es extrapolable para la imagen con pretensiones artísticas.

Hacia la literaturización de la fotografía

Ya desde aquella lejana y liminar exposición a la que me he referido, me parecía que la Fotografía por sí sola se quedaba en los extramuros de lo real. De allí que el texto poético, el aforismo o la cita, viniera en mi auxilio para ayudar a descifrar en mis imágenes el complejo entramado de la realidad o, más simplemente, la trama de mi propia existencia individual. Es cierto, como aseguraba Robert

Doisneau, que existe un lenguaje en la fotografía, pero no es un vocabulario ni es un alfabeto, tampoco es una ciencia ni arte, es algo misterioso que está en contacto directo con nuestro inconsciente (Conversaciones con Paul Hill y Thomas Cooper).

De hecho, uno de los textos iniciales del conjunto de aquella Muestra, resumía de manera fehaciente la visión personal de un amateur de la Fotografía, condición en la que he preferido mantenerme por años en aras de preservar aquel phathos original (aquello que el “profesional” menosprecia y detesta encumbrado en la poltrona de su fatuidad): “Imágenes ancladas a mi silencio, a mi tristeza, a mi feudo de espanto y soledad; es así pues como asumo la Fotografía, como una hipóstasis de mi inconsciente en la plenitud de la realidad. En ella navego y, a la deriva (vulnerable, desconocido), soy uno entre tantos más; desde él vengo; allí nació algún día, lo que fui, lo que voy siendo, lo que soy…”

Descifrar su propio inconsciente, además de las intenciones explícitas del autor de una fotografía era, en rigor, la exhortación que hacía Walter Benjamin a los fotógrafos, para que, superando su analfabetismo, aprendieran a leer sus propias imágenes (una suerte de proyecto de literaturización de la Fotografía que le permitiría alcanzar a ésta un sentido desmitificador). Y es que, según la concepción marxista de Benjamin, la fotografía no debía perseguir lo atractivo ni la sugestión, sino que debía ser constructiva y propender a la experimentación y a la enseñanza, (a la manera en que la habían ocupado los surrealistas, y principalmente los cineastas rusos), de tal modo que generara en quien la contempla el mecanismo de la asociación.

Fo tos: José Ángel Acevedo, “Rakar ”.

En efecto, si la fotografía creativa tiende a embellecer y a espectacularizar la vida (también el sufrimiento y la muerte), en ella debía intervenir el texto o la “leyenda”, que es la única que puede dar cuenta de los contextos humanos, y “sin la cual la construcción fotográfica se queda en aproximaciones” (Breve Historia de la Fotografía). Además, sin el texto, esa construcción es arrojada al maremagnum de las infinitas interpretaciones, dejando en un punto ciego la psicología y la subjetividad de su propio creador

Pero no sólo Benjamin puso en entredicho la potencialidad epistemológica de la imagen fotográfica. Algunos años antes de la publicación de aquel texto, en la Praga de 1921, un escritor ensimismado y críptico, muy distante del materialismo histórico del primero, pero interesado con los efectos que podía provocar la masificación de la fotografía, ante la interpelación de su amigo Gustav Janouch, quien, después de enseñarle unas imágenes, le argumenta que la cámara es un invento que no miente y que propicia el “Conócete a ti mismo”, aquel escritor escéptico (que ni más ni menos era Franz Kafka), le replicará que ese invento, contrariamente a lo que Janouch pensaba, favorece el “Desconócete a ti mismo”, pues “la fotografía concentra nuestra mirada en la superficie. Por esa razón enturbia la vida oculta que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no se puede captar siquiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el sentimiento. Esa cámara automática no multiplica los ojos de los hom-

bres sino que se limita a brindar una versión fantásticamente simplificada del ojo de una mosca”. (Conversaciones con Kafka, de Gustav Janouch).

Por su parte, Susan Sontag nos dirá que, si bien la imagen fotográfica nos insta, por un lado, a conmovernos ante el dolor ajeno, por el otro, también nos lleva a exclamar “Qué espectáculo” (Ante el dolor de los demás), con lo cual queda neutralizado su poder para hacernos comprender los entresijos de las relaciones y conflictos humanos que ella medianamente puede ilustrar En efecto, la fascinación que suscita la imagen espectacular, nos dificulta preguntarnos ¿quién es el culpable de aquel sufrimiento que nos muestra una fotografía?

Por supuesto, no será agregándole un texto cualquiera a una imagen, que esta sea capaz de sortear la superficie en que nos deja varados y a la deriva, o arrobados simplemente en su inmanencia espectacular Aquel texto debería relatar la verdad de lo vivido y ser testimonio fiel de una vivencia existencial. Idealmente, debería ser el propio fotógrafo quien interprete su propias imágenes (con una crónica, un aforismo, un poema o una cita), mas no desmerece que las haga acompañar con textos de un poeta o escritor, a condición que exista entre ambos lenguajes una íntima correspondencia de la mirada, y que ambas creaciones se encuentren imbricadas en una unidad esencial.

Como ejemplo notable de esta unidad, cabría mencionar Hablemos ahora de hombres famosos del fotógrafo Walker Evans y el periodista James Agge. Este libro, publicado en 1941, fue escrito sin complacencias y desde una bendita furia, y constituye una verdadera radiografía de los olvidados de Norteamérica durante los años de la Gran Depresión. Como contraejemplo, es de señalar el fotolibro Izas, rabizas y colipoterras con las fotografías que Joan Colom registrara en el barrio chino de Barcelona, y con textos de Camilo José Cela. En opinión del fotógrafo, (premio nacional de Fotografía española 2002), el escritor con sus textos “ menospreciaba a los seres humanos que vivían en el chino”, se mofaba de sus personajes, particularmente de las prostitutas, desvirtuando así completamente el espíritu respetuoso con el que había realizado su reportaje.

Como vemos, sin aquella unidad indisoluble entre la imagen y el texto (que sólo puede nacer de la coherencia, la honestidad y la identifica-

ción profunda con el referente tratado), se sentiría aquella combinación como una leche que no cuaja, o como en un maridaje espurio nacido del oportunismo, que sólo puede dar como resultado la completa distorsión del mensaje fotográfico, o bien el menoscabo de las intenciones de su autor, tal como señalaba Juan Colom refiriéndose a su fallido libro junto al Premio Nobel español (posteriormente, el fotógrafo diría que la correspondencia literaria de sus imágenes, podría ser el poeta francés François Villon, que había descrito a los personajes de los bajos fondos parisinos).

Recuerdo que, con ocasión de mi primera exposición que ya he mencionado, algunos escritores me aconsejaron que, amén de hacer fotografías, me dedicara a escribir. Inicialmente hice poesía, pero al paso de los años incursioné en las crónicas, con las cuales acompañaba las imágenes de un fotodocumental. Así, la crónica viajera y el ensayo creativo (el cual quedaba destinado para introducir mis propios trabajos), fueron constituyéndose en las formas preferentes de mi práctica escritural. Y esto no es simple casualidad para esa rara avis que es un fotógrafo que escribe; dichos géneros narrativos me ofrecían la posibilidad de un autorretrato y la expresión de una cosmovisión.

Me ocurre frecuentemente con muchos fotolibros que las librerías rotulan como fotografía artística actual. Los abro, los hojeo en cosa de segundos, sin que nada me inste a detenerme para reflexionar Por supuesto, puedo observar atentamente el encuadre de una imagen, su composición, el juego de sombras y de luces, pero esto pertenece al esteticismo de la fotografía, mas no a su verdad ontológica, que es lo único que verdaderamente me puede importar. A riesgo de parecer anacrónico, infructuosamente busco el famoso punctum de Barthes, o una mirada que me inmute, que me perturbe, o finalmente un texto que, como un salvavidas, me interpele para adentrarme en ese diálogo sutil, en esa correspondencia incandescente que es posible establecer entre la aquiescencia de las imágenes y la densidad de las palabras. Pero sólo es el vacío; como un esqueleto sin cuerpo pasan las imágenes frente a mí sin perturbarme, carentes de la más mínima fuerza de conmoción. Con su presencia muda e intrascendente, me dejan la misma experiencia de vacuidad que me deja la lectura de un libro de la Nouveau Roman, en que todo lo humano se ha difuminado, mostrándome sólo un mundo descarnado y ausente de toda significación esencial.

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La fotografía en la mira del escritor

En nuestras sociedades modernas la mayoría consume a diario, si no centenares, al menos decenas de fotografías que constituyen la dermis de la realidad. Es en esa vorágine de imágenes anodinas y deletéreas que inundan las redes sociales, que el ser humano construye el velo que encubre su existencia real. Sintiendo internamente que su vida propia es una sumatoria de inanidades, ingiere con angurria la vida de los otros, escamoteando con ello esas grandes preguntas ontológicas que sólo pueden provenir de una conciencia moral lúcida y veraz.

Si la literatura resulta ser el espejo en que se mira una civilización, era imposible que aquella no se viese afectada por la superabundancia de imágenes que se nos imponen. Así, rehuyendo de toda subjetividad a la que nos remiten las palabras, la Nueva novela francesa adoptó una posición de recelo y rechazo ante la literatura tradicional, llevando sus experimentos hasta los límites de la desintegración (“Hemos entrado en la era de la sospecha” escribía Nathalie Sarraute en 1956 en su libro de ensayos sobre la novela, precisamente titulado La era del recelo). En consecuencia, los novelistas de esa corriente se impusieron escribir fotográficamente. Sus narraciones rehusaban del psicologismo, y en ellas no tenían cabida la profundidad, la introspección de los personajes ni la antropomorfización (una silla es sólo una silla y no la emoción que sentimos frente a ella). Su foco de atención estaba centrado en la visión exteriorista de las cosas, la conformación de sus aspectos exteriores y la disposición de los objetos entre sí (como si fueran vistos a través de un ojo indiferente), a la manera en que Robbe-Grillet, el representante más significativo del Nouveau Roman, describe situaciones y cosas en La celosía

Sin duda literaria real, estaban pendían a la destrucción de las formas constitutivas de te dichas sólo en describir con toda una cámara

Combatir modo de Recientemente hiciera marco del y con ocasión

Es en esa vorágine de imágenes anodinas y deletéreas que inundan las redes sociales, que el ser humano construye el velo que encubre su existencia real”

La gélida forma en que los escritores de esta escuela describían los objetos, era funcional a lo que ellos deseaban representar: la decepción frente a los sistemas filosóficos y mega relatos, el colapso de las ideologías, y el hastío frente a un mundo desesperanzado y hostil, en el que sólo impera la incomunicación entre los hombres y su inveterada soledad. Para ello se sirvieron de la imagen objetiva, aquella que invade por doquier nuestra existencia diaria, intentando transformar así a los lectores en espectadores, y queriendo competir inútilmente con los recursos inherentes a la fotografía y el cine.

pretensiones literarias— breves textos que complementaban sus propias fotografías, pues se sentía, ante todo, deudor de la literatura y no de las artes plásticas. Respecto de su obra precedente, todas ausentes de escritura, muchas de ellas le parecían, en el mejor de los casos “un álbum de vistas bonitas” , y, en general, “ un fracaso total”, y concluía la entrevista expresando sus intenciones de acompañar las futuras publicaciones con textos autógrafos. Por otra parte, recientemente en el museo de la Universidad de Navarra, se desarrolló un encuentro titulado Intermedia: Escribir la imagen, crear la palabra en donde se trataba la relación entre la imagen visual y la palabra escrita. Estos encuentros, cada vez más frecuentes, y las decisiones de algunos fotógrafos de adentrase en la escritura, son un indicador de que cada vez se abordan con mayor profundidad, y de manera interdisciplinaria, las relaciones entre dos lenguajes diferentes pero que se potencian significativamente en su encuentro.

En estos entronques entre la imagen y la palabra existirán, las más de las veces, resultados desafortunados y, las menos, serán sorprendentes y conmovedores (las mejores relaciones se encuentran en la conjunción de poesía aforismo y fotografía, o entre crónica y fotografía, porque la asociación es más directa e inmediata). Pero las escasas tentativas de imbricar esencialmente texto e imagen, nos llevan a inferir que aquel llamado que hiciera Walter Benjamin hace ya más

de 90 años, por un lado, a los fotógrafos (para que remontaran su analfabetismo y aprendieran a leer sus propias imágenes) y, por otro, a los escritores para que hicieran fotografías, ha sido prácticamente desoído en ambos bandos, pues, a lo largo de casi un siglo, ni escritores ni fotógrafos han sido muy receptivos al exhorto del filósofo, salvo valiosas excepciones.

En los casos de asociación fotógrafo-escritor, la mayoría de ellos resultan ser concubinatos o maridajes apócrifos, pues se siente que cada quisque quiso sacar provecho por su lado, confirmando aquello de que cuando dos creadores van por la misma vereda, al igual que los perros, subrepticiamente se miran feo. Y este es el peor camino, pues en el campo del arte, si algún fruto se desea obtener en asociatividad, sólo puede nacer de la integración de las artes de manera auténtica y con honestidad. Mas, a mi parecer, los resultados más genuinos en la asociación de las imágenes con las palabras, sólo podrán provenir de aquellas obras de los contados fotógrafos que, negándonos a hipotecar el sentido de nuestras imágenes, decidimos expresar soberanamente nuestra manera de ser y estar en el mundo, y que sorteando los Escilas y Caribdis (monstruos de la mitología griega) que nos depara toda escritura, nos aventuramos a afrontar a toda prueba la siempre inaprehensible realidad.

elviajederakar@hotmail.com

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*Fotógrafo y escritor, corresponsal de Palabra en Chile y otras partes de América

Cornelius Castoriadis y la imaginación radical

Toda creencia es un puente tendido sobre el abismo de la duda

El tiempo histórico es infinito en todas las direcciones y está incompleto en cada instante

Con una minuciosa investigación en los archivos Castoriadis del Instituto Memorias de la Edición Contemporánea (IMEC) y en los archivos de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), París, donde Castoriadis fue director de Estudios, el historiador francés François Dosse (París, Francia, 1950), realiza una profunda exploración sobre la vida y la trayectoria intelectual de Cornelius Castoriadis (11 de marzo de 1922, Estambul, Turquía-26 de diciembre de 1997, París, Francia), uno de los más grandes pensadores multidisciplinarios del siglo XX, que construyó una rigurosa y extensa obra en los campos de la filosofía, economía, sociología, ciencia política y psicoanálisis. Además, Dosse incorporó una gran cantidad de entrevistas con familiares y colegas cercanos que colaboraron por muchos años con Castoriadis.

De su relevancia para el pensamiento contemporáneo, el Premio Nobel de Literatura, 1990, Octavio Paz (1914, Ciudad de México-1998, Ciudad de México) afirma: “Tenía una singular mente filosófica que, a la variedad de sus intereses intelectuales, aliaba la universalidad de su pensamiento. Su personalidad convoca la imagen del relámpago que deslumbraba a todos sus amigos por su implacable lógica, la certeza de sus intenciones y la audacia de sus deducciones. Además de sus cualidades intelectuales y morales, lo distinguía su amor por el arte, la matemática y la literatura. Tenía un espíritu generoso, completo en todos los sentidos de la palabra. Desde que lo conocí, el brillo de su inteligencia

y la fuerza de su razonamiento nunca dejaron de sorprenderme”

Por otro lado, el reconocido historiador y periodista polaco Adam Michnik (1946, Varsovia, Polonia), señala: “Su vida ha sido un acto permanente de desacuerdo con el mundo en que domina la violencia, la mentira y la injusticia. El analizó y recapituló con justa razón el mal disimulado en el colonialismo y el sistema de injustos privilegios sociales en todas las dictaduras, con independencia de su color político, y en el fanatismo, el racismo y el oscurantismo. Su personalidad, fuerte y libre, escapa a toda categoría ideológica. […] Cornelius sabía restablecer maravillosamente el prestigio de valores olvidados, como la verdad, el honor y la libertad. Era el símbolo de la protesta contra la mentira y el custodio de la llama sagrada de la libertad. Este griego de París, este cosmopolita, este europeo y crítico severo de cualquier conformismo colectivo, era, en cierto modo, una mente inexorable, como otro griego célebre, Sócrates. Cornelius nos dijo la verdad sobre nosotros mismos, como lo hizo Sócrates”.

Cornelius Castoriadis nació el 11 de marzo de 1922 en Estambul, Turquía, pero su familia emigra en junio hacia Atenas, cuando tenía sólo tres meses, de tal modo, que su vida transcurrirá en la capital de Grecia hasta su exilio en Francia, en diciembre de 1945 a los 23 años. De su padre, César Castoriadis, hereda su pasión política y el interés intelectual. De su madre, Sofía Castoriadis, hereda su amor por la creación artística y la música, especialmente por el piano, que interpretaba con obras de Chopin y Mozart. De adulto, Castoriadis será un digno ejecutante de piano como su madre.

Desde muy joven, a los trece años, Castoriadis se interesa por la filosofía comprando una Historia de la filosof ía, en dos volúmenes. En 1939, a los 17 años lee completa En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Alrededor de 1940 traduce al griego la primera sección de Economía y sociedad, de Max Weber y la publica en la revista Archivo de Sociología y Ética. Durante la ocupación nazi se afilia al Partido Comunista Griego teniendo sus pri-

meras experiencias amargas con el dogma tismo y autoritarismo estalinista.

Posteriormente se orienta hacia las organizaciones trotskistas manteniendo una efervescente militancia política en su juventud. Considerados como enemigos recalcitrantes del régimen dictatorial que gobierna Grecia, Castoriadis y sus compañeros son ferozmente perseguidos, arrestados y algunos asesinados, siendo obligados a emigrar hacia Francia en diciembre de 1945, ante la amenaza de ser aniquilados.

Con una modesta beca Castoriadis lleva cursos de filosofía y sociología en la Facultad de Letras de París, impartidos por Gaston Bachelard, Gustave Guillaume, Albert Bayet, entre otros, presentando posteriormente dos proyectos de tesis. El primero para el doctorado de Estado, como tesis principal: “Introducción a la lógica axiomática” y la tesis complementaria: “Introducción a la teoría de las ciencias sociales”

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POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO * Cornelius Castoriadis. Fo tos: Archivo Pa labr a

Su situación económica mejorará notablemente cuando ingresa como economista a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en noviembre de 1948, en una carrera ascendente donde lo designan jefe de sección en 1950. En 1960 ocupa el cargo de jefe de la División de Estudios Nacionales y en 1968 es nombrado director del área de estadísticas y cuentas nacionales del Departamento de Asuntos Económicos y Estadísticos, en la cual trabajará hasta diciembre de 1970 cuando renuncia para profundizar su formación teórica y dedicarse a una nueva actividad como psicoanalista profesional en la década de 1970 en adelante.

A fines de 1979 Jürgen Habermas (1929, Düsseldorf, Alemania) invitó a Cornelius Castoriadis al Instituto Max Planck, de Stanberg, del cual era director A pesar de la divergencia en sus perspectivas teóricas y epistemológicas, Habermas reconocía la importancia de su renovación en la filosofía de la praxis desde Edmund Husserl (Prossnitz, 1859-Friburgo, 1938) y Martin Heidegger (1889, Messkirch, Baden-Wurtemberg, Alemania-1976, Friburgo, Baden-Wurtemberg, Alemania) impulsando esta tradición. En su obra El discurso filosófico de la modernidad (2008), Habermas afirma: “La obra de Castoriadis ocupa un lugar central dentro de los abordajes que, en la órbita de la filosofía de la praxis, se desarrollaron a mediados de los años sesenta, sobre todo en Europa del Este (en Praga, Budapest, Zagreb y Belgrado), y que, en particular constituyeron el núcleo de las discusiones mantenidas durante un decenio en la universidad de verano de Korcula. Dicha obra representa el intento más original, más ambicioso y más reflexivo de seguir pensando como praxis una mediación emancipadora entre la naturaleza —externa e interna—, la sociedad y la historia”

De los diversos conceptos fundamentales de Castoriadis sobresale el de kairós, como apunta François Dosse: “Esa preponderancia dada por Castoriadis al kairós se explica en parte por su etimología, esto es, el aprovechamiento de la oportunidad, del instante propicio, la ocasión de la decisión. El kairós es aquello en que sólo hay poco tiempo, abierto a la praxis y la oportunidad de un actuar. Tal como la entiende Castoriadis, esta dimensión de la sociedad que se reconoce como autoinstitución fue reprimida durante mucho tiempo por lo que él califica de ‘pensamiento heredado’. Todo su esfuerzo consiste en recordar esas potencialidades sepultadas a fin de que los hombres tomen colectivamente en sus manos su propio destino”

Otro concepto esencial en obra el de magma como el conjunto de configurado como un cúmulo no del todo ubicado en la racionalidad, donde se supera la clausura cognitiva, informacional u organizativa, dando paso a la posibilidad de autonomía. Asimismo, riadis observa una correlación el individuo y la sociedad c uando argumenta:

“En efecto, hay sin duda alguna dialéctica entre las estructuras estructuras ‘psicológicas de Desde sus primeros pasos en viduo está sometido a una presión tendiente a imponerle una actitud al trabajo, el sexo, las ideas; objetos naturales de su actividad, al hacerle interiorizar y valorar La sociedad de clases sólo puede medida en que logra imponer en un grado importante. Por eso flicto no es puramente exterior traslada al corazón mismo de No obstante, entre las principales contribuciones del autor se encuentra la importancia del imaginario de las constelaciones culturales en la comprensión del proceso de desarrollo histórico: “La historia es imposible e inconcebible al margen de la imaginación productiva o creadora, lo que hemos llamado el imaginario radical tal como se manifiesta a la vez y de manera indisoluble en el hacer histórico y en la constitución, con anterioridad a cualquier racionalidad explícita, de un universo de significaciones.” En ese sentido, “en la sociedad el imaginario radical actúa como imaginario social instituyente, en el ser humano singular se manifiesta como imaginario radical. Como psique/soma, es flujo representativo/afectivo/intencional; como social-histórico, es río abierto de lo colectivo anónimo. Es en ese nivel, en la región de psiquismo, donde se sitúa la potencialidad creativa del hombre. Todo el proceso de socialización de la psique parte de ese imaginario radical”.

En su obra maestra, La institución imaginaria de la sociedad, publicada en 1975, Castoriadis, alejándose del reduccionismo economicista o sociologista, analiza las relaciones entre institución e imaginario: “Ni libremente elegido, ni impuesto a la sociedad considerada, ni mero instrumento neutro y medio transparente, ni opacidad impenetrable y adversidad irreductible, ni amo de la sociedad, ni esclavo flexible de la funcionalidad, ni modo de participación directa y completa en un orden racional, el simbolismo determina aspectos de la vida de la sociedad (y no sólo

los que supuestamente determina), al mismo tiempo que está lleno de intersticios y grados de libertad.” De tal manera, “El mundo como magma de significaciones se caracteriza por una ‘indeterminación’ radical en virtud de la cual pueden surgir nuevas determinaciones”. Durante la década de 1980 a 1990, Castoriadis diagnostica un cambio de época en nuestro régimen de historicidad, con la privatización del individuo en el contexto de una pérdida de sentido, en una crisis generalizada de gran somnolencia. Así en una entrevista de 1993 observa: “Hay en la actualidad un tiempo imaginario que consiste en la negación del verdadero pasado y el verdadero futuro; un tiempo sin verdadera memoria y sin verdadero proyecto. […] Ya no hay una verdadera escansión sino lo que usted llama un perpetuo presente que es más bien una melaza, una sopa realmente homogénea en la que todo está achatado, puesto en el mismo nivel de significación e importancia. Todo queda atrapado en esta avalancha informe de imágenes, y esto es una y la misma cosa con la pérdida del porvenir histórico, la pérdida de un proyecto y la pérdida de la tradición”. Y más adelante reafirma: “Superficialidad, incoherencia, esterilidad de las ideas y versatilidad de las actitudes son pues, sin lugar a dudas, los rasgos característicos de las direcciones políticas occidentales”. Este análisis es profundizado además en su obra El avance de la insignificancia en 1996.

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François Dosse

No obstante, a pesar de los constreñimientos estructurales e institucionales de la Modernidad, Castoriadis esboza un proyecto emancipador: “La autotransformación de la sociedad concierne al hacer social —y, por tanto, también político, en el sentido más profundo del término— de los hombres en la sociedad, y nada más. El hacer pensante, y el pensar político —el pensar de la sociedad como haciéndose a sí misma— es un componente esencial de tal autotransformación”.

Como testimonia su hija Cybèle Castoriadis, el mundo de su padre era muy amplio, rico y diverso cuando continuamente le obsequiaba libros de Balzac, Julio Verne, Alexandre Dumas, Rostand, Theophile Gautier, así como un disco de Tina Turner en su cumpleaños. Y confirma su amigo André Bercoff (1940, Líbano, Beirut): “En Castoriadis yo apreciaba mucho su lado de amigo del buen vivir, aficionado a las fiestas, el buen vino, el piano. Lo llevé a algunos cabarés rusos, le encantaban. Ese 11 de marzo de 1992, día en que cumple setenta años, su viejo compinche Edgar Morin (1921, París, Francia) le dedica incluso una ‘Oda para su septuagésimo cumpleaños’”.

Después de padecer graves problemas cardíacos durante el verano de 1997, Castoriadis fallece el 26 de diciembre de 1997, en París. De las múltiples alocuciones en homenaje a su memoria resaltan las palabras del filósofo, sociólogo y politólogo francés, de origen argelino Sami Naïr (1946, Tremecén, Argelia): “Se ha marchado el hombre que personificaba la energía creadora, dejando tras de sí una imagen y un símbolo que los pensadores de hoy y mañana tendrán que descifrar. Con Kostas Papaioannou y Kosta Axelos, “Corneille” –como se le llamaba entre amigos- representaba lo mejor que el pensamiento ‘emigrado’ había producido en Francia desde la guerra. Corneille era una persona rara: pensador pero también militante, aguafiestas, implacable con los presumidos y los conformistas, desdeñoso con los seudointelectuales. Castoriadis era un pensador herético, asombrosamente original e indomablemente radical […] El núcleo de la heresiología castoriadiana reside en esa aventura primordial, esa praxis que lo hizo codearse con la muerte. Desde el inicio, no pudo aceptar que la obediencia a la estrategia imperial de Stalin se considerara como el cuadro de las categorías del pensamiento crítico marxista.

“Como testimonia su hija Cybèle Castoriadis, el mundo de su padre era muy amplio, rico y diverso cuando continuamente le obsequiaba libros de Balzac, Julio Verne, Alexandre Dumas, Rostand, Theophile Gautier, así como un disco de Tina Turner en su cumpleaños”

De ahí su derrotero y el de toda una generación de intelectuales […] El pensamiento de Castoriadis se opuso siempre a los compromisos espurios. Tras el fracaso del marxismo fosilizado, rechaza el conformismo antiemancipador del pensamiento único. Demócrata radical, nunca dejó de criticar la democracia moderna, a la que veía como la consumación engañosa de una falta de libertad. Para él, esa democracia encontraba su límite en el hecho de no permitir ya el desarrollo de la autonomía del individuo. Hasta sus últimos escritos, Castoriadis siguió aferrado a la idea de una sociedad fundada en la autogestión. Se ha apagado una gran mente. Y el pensamiento de Castoriadis sigue siendo lo que siempre fue: una invitación a no olvidar jamás la solidaridad”.

No menos elocuente es el reconocimiento de su colega Sébastien de Diesbach (1934, París) autor de La revolución imposible. Mis años con Socialismo o Barbarie (1913): “Durante varios años Castoriadis iluminó mi vida por su capacidad de vincular todo con todo: su hambre de conocimientos, que lo llevaba a explorar todas las disciplinas, del psicoanálisis a la matemática, de la lingüística a la etnología, de la música clásica al jazz y el blues, me alentó sin

duda a hacer, de manera más modesta y con menos éxito las mismas exploraciones, y sobre todo me convenció de que nada de lo que procedía de un cerebro humano carecía de interés. El espíritu de Castoriadis, más ligero que su mano sobre las teclas de piano, saltaba, leve, por encima de todas las fronteras”

Entre las múltiples obras sobre Cornelius Castoriadis destacan: Suzi Adams, Cornelius Castoriadis: Key Concepts, 2014; Philippe Caumieres, Castoriadis: critique sociale et émancipation, 2011; Gérad David, Cornélius Castoriadis: le projet d’autonomie, París, 2001. En español: Yago Franco, Magma: Cornelius Castoriadis: Psicoanálisis, Filosofía, Política, 2003; Beatriz Ramírez Grajeda, Ecos de Castoriadis. Para una elucidación de la institución hoy, 2018; Francisco Guibal y Alfonso Ibáñez, Cornelius Castoriadis, lo imaginario y la creación de la autonomía, 2006.

François Dosse (París, Francia, 21 de septiembre de 1950) es un historiador y epistemólogo francés, orientado a la historia intelectual, cuya tesis doctoral estuvo dedicada a la Escuela de los Annales, fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre, en 1929. En su investigación historiográfica ha predominado su estudio sobre algunas de las principales corrientes del pensamiento filosófico e histórico del siglo XX.

Es profesor en el Institut Universitaire de Formation des Maîtres de Créteil; investigador en el Institut d’Histoire du Temps Présent del Centre National de la Recherche Scientifique; conferencista del Institut d’Études Politiques de París. Fundador de la revista Espacio-Tiempo, miembro del Consejo Científico de Historia y grafía, de la Universidad Iberoamericana, México. Recibió el premio Prix Eugène-Colas en 2019.

Ente sus obras se destaca: La historia en migajas. De Annales a la Nueva Historia (1989); Historia del estructuralismo, dos volúmenes (1991-1992); Paul Ricoeur. Los sentidos de una vida (1997); Michel de Certau. El caminante herido (2002); La historia. Conceptos y escrituras (2003); La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual (2003); y Paul Ricoeur y Michel de Certeau, La historia entre el decir y el hacer (2006); La apuesta biográfica. Escribir una vida (2007), Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada (2007); entre otros.

François Dosse, Castoriadis. Una vida, Buenos Aires, El cuenco de plata, 2018; 507 páginas.

fernamancillas@yahoo.com

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*Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora

Consumos culturales: la caja registradora

Por ser habitantes del mercado de bienes y servicios culturales, nos convertimos en información financiera, estadística y de escenarios de ingresos. Un mar numérico de enorme valor para quienes trabajan, ya sea por cuenta propia, en alguna empresa e incluso en instancias públicas. Una de las firmas por excelencia para estos menesteres es la consultora multinacional PwC.

El informe sobre la industria del Entretenimiento y Medios (E&M) en México es una sabrosura. Ofrece cifras reveladoras del periodo que va del 2022 al 2026. Se señala un crecimiento sostenido en este lapso “pese a la incertidumbre que existe sobre una posible recesión global”

Al cierre de 2022 E&M generó en México ingresos por más de 27 mil millones de dólares (mdd), “cifra superior a las ganancias registradas en prepandemia” que fueron de 23 mil 179 mdd en 2019.

Las tres actividades que impulsarán el crecimiento, en mayor medida, de esos negocios en territorio nacional a mediano plazo, son el acceso al internet, la televisión tradicional y home video y la publicidad en internet.

La perspectiva es que, este 2023, los ingresos ronden los 10 mil 510 mdd para el primer caso, los 4 mil 945 mdd en el segundo de los citados y en lo tres campos publicitarios del tercer campo más de 5 mil mdd.

Desde el análisis de la firma PwC, la población conectada a internet, ya sea en su modalidad fija o móvil, será del 70% para 2026. Adivierte que con la tecnología 5G se podrá dar acceso al servicio en estados como Chiapas, Oaxaca y Guerrero, “donde no es fácil ni rentable desplegar banda ancha fija”.

Para Anderson Ramires, socio líder de TMT & Digital Services, “México es uno de los países en los que la industria de E&M tendrá mayor crecimiento a nivel mundial. La desaparición de las restricciones provocadas por la pandemia son motor para la recuperación de la industria cinematográfica y los eventos en vivo”.

Las áreas que se consignan en el reporte de PwC son: TV tradicional y home video, Publicidad en intenet, Videojuegos y “esports”, Publi-

cidad en TV, Periódicos y revistas de consumo, OTT (servicios de streaming), Cinematografía, Música, radio y podcast, B2B (negocios entre empresas) y Publicidad out of home.

En los números alegres al finalizar 2023, los OTT habrán sumado mil 434 mdd y la Música, radio y podcast, mil 002 mdd. En lo que refiere al podcast, la audiencia alcanzará los 50 millones de personas en 2026, con tres tendencias de contenido favoritas de los mexicanos: el humor, los espectáculos y el desarrollo personal.

Por lo que respecta a la música (en cualquiera de sus modalidades), tras la caída pandémica de 2020, al siguiente año recuperó 79 mdd: pasó de 310 mdd a 380 mdd y dio el brinco en más del 100% en 2022, alcanzando la cifra de 513 mdd.

En el segmento de música en vivo, la consultora PwC proyecta que será hasta el 2026 con 209 mdd que alcance su nivel de 2019, que sumó 206 mdd.

La cinematografía, entendida como el negocio de la exhibición, el golpe del coronavirus fue tremendo: captó en 2020 la suma de 204 mdd. Para el 2022 se levantó 814 mdd, este año se esperan mil 172, cifra de total regularización. Al umbral de 2026, deberán llegar según PwC, a los mil 428 mdd.

Numerosas lecciones se desprenden del informe y subrayaré tres. Una que va al centro de quienes viven en las áreas de Periódicos y revistas de consumo, que en en 2022 tuvo ingresos

por mil 263 mdd. Esta manifestación de la cultura escrita da la batalla sobre todo en sus modalidades en línea. Persistir, adaptarse, innovar y atraer publicidad son las rutas.

La segunda lección tiene que ver con las posibilidades de empleo en un mercado tan competido. Sin importar la edad, la innovación de nicho puede ser proveedora de ingresos, al menos los básicos para muchas economías familiares.

Y la tercera es para las políticas públicas, sobre todo las culturales. Es una lección que suena a incansable reiteración. Asumir la llamada cultura digital como un pilar de cualquier plan de desarrollo. La tecnología es incluyente si se enseña y se procura entre los millones de gente que no tiene acceso a bienes y servicios culturales.

Bien, va otra: como muchos países, nos movemos al son que tocan en Estados Unidos.

Sin embargo, una firme política social de consumos culturales puede ser la diferencia.

Fuente: https://www.pwc.com/mx/es/industrias/tmt/gemo.html

angol97@yahoo.com.mx

*Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural

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POR EDUARDO CRUZ VÁ ZQUEZ*
ESTAR
NEPANTLA
Composición por ingreso de la industria de Entretenimiento y Medios (E&M) en 2022.

Bargalló en la Ciudad de México

ÓSCAR ÁNGELES REYES*

Décadas atrás, la península de Baja California estaba parcialmente aislada resto del país, la literatura que desarrollaba en la localidad er resultado de las urgencias expresivas, de la contemplación del medio natural de las emociones. Las referencias artísticas que tenían nuestros coterráneos eran anacrónicas, y en ese caldo nutritivo, pero sin sentido, desarrollaban su poesía y su narrativa. En la Historia mínima (e ilustrada) de la literatura Tijuana, Humberto Félix Berumen refiere: “aislamiento que resultará visible también cuanto a las formas poéticas y narrativas […], una literatura desfasada […], el desfase es temporal pero principalmente estético, en cuanto a calidad, modelos literarios asumidos, temas abordados y tipos de lecturas”. Sin embargo, la transformación del medio social, de las comunicaciones, la presencia de personajes que pieron entender la realidad o el medio de otr manera —pensemos en Rubén Vizcaíno Va lencia—, y una generación que se entendió con estos cambios, creo un espacio donde las fronteras y los centros pertenecieron a una extensa red de conexiones donde cualquier monstruosidad es posible, y lo monstruoso es lo singular, entonces lo diferente y lo bello. Por ejemplo, ¿qué clase de efecto retorcido y extraordinario nos da el evento de un tijuanense en el Distrito Federal (ahora Ciudad de…)? Félix Berumen nos da una pista para entender también: “En la Ciudad de México participaron con otros poetas en el taller de poesía de Huberto Batis”, refiriéndose a Soto Ferrel, René Gutiérrez, Raúl Rincón, Eduardo Hurtado y el propio Cortés Bargalló todos ellos antologados en la mítica Siete poetas jóvenes de Tijuana—; “Eduardo Hurtado y Luis Cortés Bargalló decidieron permanecer en la Ciudad de México, desde donde siguieron participando con los escritores de Tijuana”

Para mis obsesiones, fascinante. Resalto que mi experiencia es inversa, decido viajar de la Ciudad de México a Ensenada, ni siquiera a Tijuana; lo mismo soy resultado de la interacción con Huberto Batis en mi paso por letras hispánicas, y en el contexto del suplemento Sábado, de Unomásuno, y me desenvuelvo en Baja Califor-

nia como un escritor —de los que llamo modestos—. Y hay varias maneras de abordar el “dato”; todas me gustan.

La primera. Existe muy poca información sobre el devenir de Bargalló en el taller de Batis —que no era exclusivo de poesía, incluso hay quien lo refería como taller de cuento—. Adolfo Castañón, en La razón, nos da una idea de cómo se desarrollaban sus reuniones:

rotski, la poetisa en Los detectives salvajes —, Alfonso René Gutiérrez y el misLuis Cortés Bargalló (algunos de esos a la postre serían colaboradores en suplemento Sábado, como es el caso de Bargalló). Entrevistado por Enrique Mendoza en Zeta, Bargalló lo cuenta en primera persona: “Fue un taller que duró poco más de dos años, entre el año 71 y 73. Huberto Batis, en ese momento, pues estaba en el centro de su actividad editorial, era director de la revista de Bellas Artes, después de ahí también estuvo metido por supuesto en el suplemento (México en la Cultura, de Novedades) de Fernando Benítez. Conocía a todo mundo y tenía interés por los jóvenes, algo que me pareció extraordinario”.

“Somos escritores sociales, animales literarios, creadores que prefieren la manada para abarcar más, para entender más y decir más entre todos”

“El taller de Huberto Batis tenía lugar todos los sábados hacia las doce del día, en su casa de Tlalpan, en la calle de Matamoros. A aquella casa de varios pisos, llena de libros y revistas, estaban invitados algunos alumnos elegidos por aquel preceptor riguroso y lleno de historias”, entre esos elegidos estaban: Guillermo Sheridan, Magdalena Sofía Cárdenas, Francisco Hinojosa, Gabriela Dupeyron, Alberto Ruy Sánchez, Margarita de Orellana, Alberto Blanco, Coral Bracho, Marcelo Uribe, Maricruz Patiño, José Manuel Pin-

Segundo. Todas las referencias, escasas, que hay sobre la presencia del poeta bajacaliforniano en la Ciudad de México son habituales: enumeran autores, lecturas, publicaciones, el derrotero de personajes en la vida cultural de México, digamos. Pero es casi nada lo que sabemos de las discusiones, de la influencia de la gente en corto, de las sensaciones, es decir, a un nivel de historia personal. Las trayectorias de los artistas no son únicamente sumatorias, la riqueza está en los detalles que suelen perderse con el tiempo y con las

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POR Luis Cortés Bargalló Fo tos: Archivo Pa labr a

mismas vidas. Sin embargo, es ahí donde encuentro una alusión que me parece luminosa para entender la influencia no únicamente en el territorio del arte y la creación, sino al nivel de la existencia. Tomás Calvillo —fundador de la revista El zaguán, en 1975 (Bargalló participó en su consejo de redacción), y que en su primer número publicó un poema inédito de Octavio Paz—, escribió en Los poetas, los amigos: “Como tijuanense en la Ciudad de México, Luis Cortés me enseñó el desenfado, la soltura del desparpajo, que no se desbarrancaba como el desmadre y sí ayudaba a aligerar el peso de la gravedad de nuestra cultura del altiplano, asentada en el ombligo del conejo de la luna”, y cuenta que leyó los poemas de Bargalló “a la velocidad de la luz donde el paisaje se revela como la metáfora de la propia naturaleza de las palabras” Ya no únicamente es el poeta, también es la persona que escribió:

¿Y si en verdad la tarea no es ninguna y todos los sueños, y todas las palabras detonan como una parvada por los huecos del cielo, para perderse ahí en esa página lavada con los trabajos y los días inútiles, ya reconciliados ya plenos en su falta de sentido?

¿Cómo se puede cuantificar el grado de influencia de un poeta o escritor? Está la parte curricular, por supuesto, lo otro resulta incalculable, pero un vistazo a los tejidos profundos de la sociedad cultural mexicana nos da una idea de la complejidad de vínculos y también de lo sorpresivo que puede ser (en Las aventuras de los cobardes exploro esas posibilidades). Me detengo a pensar que la labor de quien busca lo humano es el trabajo de un novelista, cosa bien sabida.

Por último. ¿Por qué escribimos de los nuestros, por qué nos afanamos en seguir la trayectoria de los de acá? —que ya vemos que también son de allá—. Será porque en el gran espacio de las letras y de la geografía, necesitamos no sentirnos solos; somos escritores sociales, animales literarios, creadores que prefieren la manada para abarcar más, para entender más y decir más entre todos; en ese ecosistema literario se da el flujo energético de las ideas, las alianzas, los cruces que posibilitan la diversificación.

todoestodo@gmail.com

*Escritor y biólogo por la UAM

IN

MEMORIAM, MARTIN AMIS (1949-2023)

Tren nocturno

La muerte, la lujuria y el sentido de la vida

No puedes quedarte esperando la inspiración. Tienes que ir a buscarla a Jack

No es mi género, pero te la voy a presentar

Es una novelita del nico Martin Amis, titulada Night Train (Tren nocturno). Apenas 190 páginas para no dormir pensar que la vida dispone de más que las que habitualmente estamos tumbrados…

La trama, el suicidio.

La muerta es la bellísima Jennifer Rockwell, joven científica —¿puedes creerlo, apenas veintisiete años?— que, de no ser por sus desestabilizadas inclinaciones, ahora debería estar investigando costras de semen en el espacio de ochenta millones de años de antigüedad, poniendo en práctica su fecunda carrera de astrobiología e intentando develar el origen de nuestra especie.

Mas eso es lo de menos.

vestiga psique Faulkner, profesor de filosofía y pareja de Jennifer, en una burda confrontación por demás exquisita, donde la muerte, la lujuria y el sentido de la vida vuelven a tomar rumbo… Tren nocturno.

“Un buen artículo es aquel que cuando terminas de leerlo te entran ganas de pagarle una copa a su autor” Martin

La encargada del caso resulta ser Mike Hoolihan (es mujer, aunque tenga nombre, voz y apariencia de hombre), una detective que trabaja para el departamento de homicidios de New York, teñida de rubio, con una vida expectante, que además carga en su cuenta sentimental el fracaso de su relación con algunos canallas, incluido su propio padre.

Más cercana a un trailero ruso, su faceta de alcohólica acaba de terminar y las reflexiones circundan la lucidez alucinada de la inteligencia golpeada, la ternura y el misterio.

Hace un tiempo utilicé un aforismo de él, Martin Amis, que me enganchó, para abrir una de mis columnas. Me pareció que sabía de lo que hablaba: “Un buen artículo es aquel que cuando terminas de leerlo te entran ganas de pagarle una copa a su autor”.

Gasolina del alma.

Hoy salí a buscarlo. Recorrí las duras vías de mis libreros y lo encontré. Apenas 190 páginas para no dormir, para pensar que la vida dispone de más salidas que las que habitualmente nos tiene acostumbrados…

Llueve, la noche es un agujero circundado de luces urbanas. “Ahí viene el tren nocturno. Primero, ese sonido como de cuchillos que alguien estuviera afilando. Luego el grito, duro pero sinfónico, como un arpegio de cláxones”

raelart@hotmail.com

*Escritor y editor

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POR RAEL SALVADOR*
Fo to: Archivo Pa labr a

A 30 (y un) años de mi libro

Enrique Guzmán.Transformador y víctima de su tiempo

En 1991, después de transcurrido un lustro de que el pintor Enrique Guzmán (1952-1986) se suicidara, fui invitado por mi colega y mentora Raquel Tibol (1923-2015) a escribir, para la colección Galería —coeditada por Conaculta, INBAL y ERA—, un libro sobre la obra de tan destacado artista. Inicialmente, quien haría el texto para este volumen sería el también crítico de arte y curador Olivier Debroise (19522008), quien había sido responsable, poco antes de aquella fecha, de una exposición retrospectiva dedicada a dicho autor. Debido a sus múltiples compromisos, Debroise prefirió no asumir tal encomienda, por lo que recayó en mí aquella labor Firmé un contrato en el que me obligaba a entregar, en un periodo no mayor a tres meses, mi escrito, una cronología de Guzmán, iconografía y, en fin, todo el contenido del libro. Por fortuna, tan pronto como comenzó a transcurrir ese lapso conté con el apoyo solidario de muchas personas, lo cual facilitó mi quehacer. Entre ellas, todo el personal de la galería Arvil (donde se cuenta con un amplio acervo de obras de Guzmán) y el del Centro Cultural José Guadalupe Posada (dependencia del INBAL que estuvo ubicada en la calle de Londres, en la Ciudad de México), así como con la ayuda de mi colega Olivier. En el Centro Posada se me facilitó el expediente que Debroise había integrado sobre Enrique (supongo que para la exposición de este artista que, recuerdo, se había presentado ahí), en el que hallé una formidable cronología, textos publicados acerca de la obra de Guzmán, listado de obras con nombres y datos de las personas

propietarias, pero no fotografías. Al preguntar la razón fui informado que un trabajador del INBAL había extraviado, en un taxi, numerosas fotos (no pocas realizadas con el procesamiento instantáneo Polaroid; es decir, irrecuperables) en las que este artista aparecía.

La cronología la incluí, modificada, en mi libro. También solicité se repro-

dujeran, a manera de apéndices, los escritos de quienes se habían ocupado del trabajo de Enrique Guzmán antes de mí. Establecí contacto con quienes (además de los galeristas de Arvil) poseían pinturas de este artista y procedí a elaborar mi texto. Mientras me encontraba en aquella etapa, más de una persona (entre ellas, alguna coleccionista) me sugirió que, toda vez que entre las consecuencias de mi libro es-

tarían la legitimación —concepto que no es de mis predilectos— de la obra de Enrique y el incremento de los precios de su producción, me resultaría “conveniente” adquirir todas las que pudiera comprar para así intervenir de manera directa en el proceso de especulación capitalista, que es tan usual en el ámbito de las artes plásticas, visuales y conceptuales. Entonces contaba con recursos financieros como para

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haber comprado tres), y no tanto por tivo, sino por los bajos precios que entonces tenían las pinturas empero, decidí no haber un par de tinta de este formidable que se ilustró un Tierra adentro, mismos no cuento y de los paradero. Le encomendé que nunca me entregó (tal vez por no le di algún dinero mi querido amigo, sitario y litógrafo 2020), me obsequió la autoría de Enrique ma y con imperfecciones (es decir, con un desfase en cuanto a la impresión de cada tinta a su paso por la prensa), misma que conservo. En efecto, con mi libro obtuve, por ejemplo, que en el INBAL hubiera interés por adquirir, para sus colecciones, obras de este artista. Cuando el doctor Gerardo Estrada (1946) fue director general de ese organismo gubernamental —entre 1992 y 2000—, me llamó por teléfono para solicitarme mi apoyo para tal efecto.

Poco después de que entregué mi escrito recibí un dictamen (anónimo, como se estila en el ámbito académico y en el editorial, pero que se sabe que fue elaborado por Raquel Tibol), en el que se me conminaba a hacerle algunas modificaciones a mi texto. En mi respuesta argumenté a favor de mis postulados, expliqué mejor en cierto caso y realicé un solo cambio. Y luego… nada. No tuve ninguna noticia durante meses, hasta que un día, la editora Alba Cama (1937-2003), por parte de ERA, me solicitó en llamada telefónica acudir a la casa de ella y del artista y diseñador gráfico Vicente Rojo (1932-2021), en la calle Dulce Olivia de la alcaldía Coyoacán, para revisar lo que se denomina “pruebas finas” de mi libro, formidablemente resuelto por Rojo, en colaboración con Rafael López Castro. La experiencia de convivir con Alba y Vicente en esta parte de la fase editorial del volumen fue deliciosa. Mi escrito estaba marcado, por Rojo —y con color rojo—, tan-

to con los signos que se utilizan para el efecto, así como también con leyendas varias. Haciendo gala de suma paciencia por parte de él (y mucho sobresalto por la mía), resolvimos durante un par de sesiones lo que se requirió. Fue la gente encargada de la edición la que se ocupó de encomendar las fotografías de las obras de Guzmán y de hacer acopio de la iconografía que se incluye en el volumen. Y después… otra vez nada. Desde que entregué el texto para el libro hasta que se me informó que había sido publicado transcurrió un año. En el colofón se indica que su impresión y encuadernación finalizó el 15 de diciembre de 1992, ya en pleno periodo de vacaciones en las oficinas del gobierno, pero tal vez no en ERA ni en las empresas encargadas de hacer realidad mi libro.

Es probable que esa fecha haya sido acordada por razones del ejercicio del presupuesto gubernamental, pero lo cierto es que Enrique Guzmán. Transformador y víctima de su tiempo comenzó a ser distribuido en febrero de 1993, de ahí el título de esta colaboración para Palabra, con la que cumplo un año de publicar en estas páginas.

“Me acerqué a ella [Alejandra Guzmán] y, tras un breve saludo, me presenté. Le ofrecí una invitación impresa para mi conferencia y le solicité muy especialmente que acudiera a escucharme. Me hizo saber que ignoraba la existencia del pintor, homónimo de su padre”

Hubo cierta dilación para que me fueran entregados los ejemplares (pocos) que me correspondieron como autor, motivo por el cual compré uno de mis libros para mostrárselo a mi padre, el compositor Blas Galindo (1910-1993), quien para entonces ya tenía muy afectada su salud física y murió el 19 de abril de aquel año. El tiraje tuvo la inmensa cantidad de cinco mil ejemplares. Ignoro cuántos han sido vendidos. Sin embargo, con frecuencia me encuentro, en establecimientos especializados o en puestos de libros de segunda mano, con mi Enrique Guzmán, y a veces ubico algún volumen autografiado por mí. Entre las consecuencias de la edición de mi libro, con regularidad se me consulta sobre la atribución de autoría de algunas obras que circulan en el mercado del arte, la mayoría de las cuales son lo que se denomina “falsas”. Cuando escribí mi libro, la espléndida pintura Conocida señorita del club “La llegada de la felicidad” retratándose con sombrilla aún no había sido restaurada, razón por la cual no es reproducida en ese volumen, si bien en mi texto me refiero a ella. A 30 (y un) años de que mi libro fuera publi-

cado, sostengo lo que en sus páginas afirmo, si bien es cierto que, durante estos tres decenios, he incrementado mis reflexiones en torno a la obra de Guzmán. Participé en presentaciones de mi libro en varias ocasiones. En una, en la ciudad de Aguascalientes, de donde es oriunda la familia de este artista, se me increpó por aseverar que él fue hijo de quien se hizo creer que era su hermana. Reitero aquí que, según información con la que cuento, mi aserción es verídica. Y agrego un dato más, del cual me enteré una vez que fue publicado mi trabajo: que Enrique Guzmán fue violado por su padre biológico en un cine de la citada ciudad. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 1993, Raquel Tibol participó conmigo en la presentación de Enrique Guzmán. Transformador y víctima de su tiempo. Y, entre las consecuencias de la publicación de mi libro, he sido invitado en múltiples ocasiones a fungir como conferencista para abordar la obra de este autor. Así ocurrió, por ejemplo, en 2015, cuando impartí la conferencia Aportes de Enrique Guzmán a la plástica mexicana en el Museo de Arte Contemporáneo Número 8 de la ciudad de Aguascalientes. Mientras era transportado vía terrestre junto con muchas personas más al avión que nos llevaría de la Ciudad de México al aeropuerto aguascalentense, detecté que, cerca de mí, estaba la cantante Alejandra Guzmán, quien se presentaría en el palenque de la Feria Nacional de San Marcos esa misma noche. Me acerqué a ella y, tras un breve saludo, me presenté. Le ofrecí una invitación impresa para mi conferencia y le solicité muy especialmente que acudiera a escucharme. Me hizo saber que ignoraba la existencia del pintor, homónimo de su padre; empero —y pese a la negativa de su asistenta— accedió a que nos hiciéramos una fotografía. No asistió a mi conferencia. Yo sí acudí a su espectáculo.

carlosblasgalindo@yahoo.com

*Profesor-investigador de arte, crítico de arte, curador independiente, artista visual y conceptual

La cantante Alejandra Guzmán, en compañía de Carlos-Blas Galindo
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Fo to: Archivo Carlos-Blas Galindo

Bioética y biopolítica en la era del biopoder

Como primer momento, lo conveniente es hablar sobre la concepción que desde lo contemporáneo se tiene sobre la bioética y la biopolítica. En el caso de la primera es preciso retomar, de la misma forma que José Santiago González lo hace en su artículo, las seis reflexiones a las que llega en su conferencia titulada “Sugerencias para el futuro de la bioética” En ella expone, de forma detallada y precisa, cuáles son los puntos clave para llevar a cabo el uso correcto de la bioética y no errar el camino hacia otros momentos que nada tienen que ver con ella. Es por eso por lo que considera las siguientes premisas: 1) Deberíamos evitar la tentación de hacer de la bioética una profesión clínica; 2) deberíamos abjurar de nuestro reciente giro hacia la política y comenzar de nuevo en los estudios de base; 3) deberíamos renovar el interés de la filosofía en la medicina, la enfermería y las ciencias de la salud en general; 4) deberíamos continuar persiguiendo el objetivo de una educación realmente interdisciplinar; 5) es el momento de empezar a trabajar en nuevas teorías en la bioética; y 6) las escuelas de medicina harían bien en adoptar programas diseñados para enseñar a los médicos filosofía y teología (González, 37 38).

Además, debemos tomar en cuenta que no sólo aborda los problemas éticos que surgen de la relación médico-paciente; simultáneamente, le conciernen aspectos que tienen que ver con las instituciones en sí. Esto último tiene que ver con la distribución de los recursos, las condiciones laborales de los empleados hospitalarios, el manejo de estas instituciones, entre otros más. A la par, también se ocupa de “abordar los dilemas éticos de justicia desde su propia metodología, y con sus referentes conceptuales” (León, 138), esto implica colocar la atención en la persona como individuo, preservar su dignidad y considerarlo un ser social.

Otra manera de entender a la bioética tiene que ver con la concepción de seres formando parte de una sociedad. Para algunos autores resulta importante “indicar qué valores y principios éticos se están

conculcando y cuáles podrían ser las posibles alternativas, o ayudar a que la sociedad —y los políticos— tomen conciencia de los valores que están en juego en las decisiones políticas o administrativas de salud” (León, 142). No sólo se trata de la extensión de la vida o de una “buena forma de vida”, a la par debe existir una corresponsabilidad por parte de los ciudadanos y aquellos cuyo trabajo consiste en mantener en buen estado la salud de los miembros de una sociedad.

Retomando las ideas, es preciso tener claro que, en el caso de la bioética, la vida debe estar ligada en todo momento a la libertad, la cual es “obtenida mediante la deliberación, mientras que ‘ la biopolítica desconoce toda norma ética y legal que no sea unilateralmente erigida por ella, (…) y en ocasiones dará preferencia a la vida sin importar su calidad’” (León, 144). En ese sentido, esta última pareciera no preocuparse, por completo, de la calidad de vida o características del final de ésta.

Consideración sobre el concepto de biopolítica

Ahora bien, en el caso de la biopolítica, podemos situar el uso del término en Auguste Comte, pues es él quien menciona la biocracia, considerando ésta como un inicio de lo que más adelante conoceríamos como biopolítica; sin embargo, quien le da un sentido más humanista es Aaron Starobinski: él considera que “la biopolítica constituía una tentativa de explicar la historia de la civilización tomando como base las leyes de la vida biológica” A pesar de estas ideas, también se consideró al término como “una alternativa válida al capitalismo en la resolución de los problemas económicos que afectan las condiciones de vida” (López, 112). Dicho así, pareciera que el enfoque se concentra en la vida y su preservación, pese a ello, la realidad resulta ser diferente.

Tomando como punto de partida estas dos primeras ideas, surge en 1968 otra vertiente importante en la que “Jacques Marie de Mahieu, pretendía saldar las insuficiencias del tratamiento de la cuestión de la raza desarrollando una genopolítica que explicitara las diferencias biopsíquicas existentes en una misma comunidad étnica” (López, 113). Si bien esta última toma un camino diferente al que la bioética e incluso biopolítica pretenden seguir, resulta importante mi-

rar todo esto como un antecedente o, de manera sencilla, como un contexto en el que surgen cada uno de estos conceptos.

Es importante hacer la siguiente pregunta: ¿qué implica la muerte para el poder? En ese sentido, se la considera un derecho y no un camino puramente natural; es decir, “tanto para hacer morir como para dejar vivir, el soberano requería de la legitimación del derecho” (López, 115) y aunque parezca equilibrada la elección, no lo es, pues ese derecho tiende a inclinarse hacia la muerte, según lo considera Michel Foucault. Otra idea que se tiene sobre el término biopolítica, pero sobre todo en cuanto a lo que implica la vida es aquel de “Aristóteles [quien] denominó ‘ bíos’ para referirse al hombre en cuanto animal que posee logos, de la que denominó ‘zoe’ para referirse a lo viviente en cuanto tal” (López, 117).

Una idea que puede oponerse a lo anterior afirma que a la biopolítica “la muerte no le concerniría más que como un punto de fuga a través del cual la vida se pone fuera de su alcance”; por lo tanto, se hace evidente que “a través de la muerte el individuo se pondría a resguardo del biopoder” (López, 117). Esto, en gran medida, implica que la bioética ya no puede continuar o mantener el control del individuo inserto en una sociedad y, en consecuencia, habría que mirar cómo esta busca regular a la población a través de su forma de transitar por la vida, por ello se concentra en mirar “la relación de los seres vivientes con el medio” (López, 122). Cabe preguntarse ¿qué sucede cuando el final de la vida sí puede controlarse o manipularse?

Libertad y control biopolítico

Dentro de este contexto ¿cómo considerar, entonces, a la libertad? De forma genérica podemos decir que sí está presente, primero al permitir circular a los miembros de su sociedad; segundo, al

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POR ERIC RODRÍGUEZ OCHOA* Ilus tr ación: Ar chivo Pa labr a

darles oportunidad para consumir lo que les plazca y, tercero, para opinar respecto a lo que deseen; sin embargo, no se la concibe como “expresión de la autonomía, la emancipación o en términos foucaultianos de la de-sujeción” (López, 125). Por lo tanto, los miembros de una sociedad se ven sujetos a ciertas reglas o formas de llevar a cabo las cosas, todo esto con una finalidad determinada.

Derivado de lo anterior, para la autora queda claro que la vida contemporánea se apega a ciertos parámetros que considera estandarizados y que, siguiendo las ideas de Foucault, “la vida es ‘un invento reciente’ cuya aparición obedece a una serie de tecnologías de saber/poder a las que el autor denominó biopolítica” (López, 131). A la par, debemos tomar en cuenta que la muerte, a pesar de inclinarse por ser el escenario en que la biopolítica no tiene resonancia, en determinados momentos sí posee la capacidad de “administrar el momento de la muerte de forma tal que, por conveniencia, [puede] hacer vivir hasta cuando ya se debería estar muerto” (López, 131). La vida, por ende, se transforma en “algo” manipulable, con capacidad de ofrecer más a la sociedad, al grupo de poder, pero no al individuo en sí.

En palabras del propio Foucault: “…matar, el imperativo de muerte sólo es aceptable en el sistema del biopoder cuando tiende no a la victoria sobre los adversarios políticos sino a la eliminación del peligro biológico y al refuerzo, directamente ligado a esta eliminación, de la especie misma o de la raza” (López, 132). Si miramos con atención estas palabras, se hace evidente que la muerte no está relacionada de forma directa con el camino natural de un individuo; más bien, se le considera una necesidad o, incluso, una vía para lograr un determinado objetivo, que, en este caso, se considera como “refuerzo” de la humanidad. Sin embargo, este tipo de “selección natural” más bien se caracteriza por ser una manipulación que responde a todo, menos a la naturaleza.

Respecto a esto, la autora reflexiona en las consecuencias evidentes que se derivan de esta propuesta en la que la muerte es equivalente a la mejora social, de la especie o de la raza. Concluye lo siguiente: “no obstante, nuestro autor [Foucault], no dudó en sostener que tanto los gobiernos capitalistas cuanto los socialistas recurrieron a esta doble estrategia, esto es, aludir al racismo y reactivar el derecho soberano de matar, toda vez que tuvieron que desprenderse de adversarios fácilmente estigmatizables” (López, 132). Estas pueden ser aseveraciones fuertes, que; sin embargo, ayudan a la reflexión en torno a lo que se puede o no interpretar de las ideas expuestas por diferentes pensadores.

Dicho lo anterior, podemos tener como una idea general, el hecho de que la muerte es el principal objetivo para la biopolítica; pese a esto, es necesario tomar en cuenta algunas consideraciones importantes, por ejemplo, “el concepto […] en Foucault abarca tanto una consideración de las tecnologías que hacen vivir como de aquellas que dejan morir” (López, 134). Esto, por una parte, otorga cierta ambivalencia al término y, por la otra, deja en claro que el control se mantiene, tanto en la vida como en el camino hacia la muerte del individuo. La reflexión en torno a esto se dirige a otro momento, pues la autora dice: “para nuestro autor, en cambio, la biopolítica se inscribe en el marco de racionalidad política instituido por la gubernamentalidad primero liberal y luego neoliberal” (López, 134).

La biopolítica, en un primer momento, se puede considerar como un poder que se ejerce de manera positiva sobre la vida de la sociedad; pese a ello, se puede transformar en “tanatopolítica1 , con políticas de muerte y discriminación” (León, 137). Aun así, dentro de esta ambivalencia de la que ya hemos hablado, podemos decir que su tendencia se inclina, mayoritariamente, a la vida y a la forma en que la política puede servir a esta, no a la inversa. De ahí que sea importante regular la vida de los individuos para que sea redituable, es decir, se trata de crear un estándar en el que se pretende que encajen, con la finalidad de que la sociedad continúe funcionando.

Es importante no perder de vista que, en el caso de la biopolítica, lo principal son los intereses derivados directamente de lo político y estos se justifican mediante algún alegato ético. Quizá este sea el factor que marca una mayor diferencia entre la bioética y la biopolítica, pues la segunda, en este mismo sentido busca convertirse en un ideal universal.

Aunado a lo anterior, no sólo la biopolítica genera una relación de poder frente a un ser social, por ello es relevante llevar a cabo una “reflexión bioética en torno al impacto y a las consecuencias que la tecnociencia puede generar sobre el “bios” [de esta manera], no debería llevarse a cabo ignorando cuáles son las relaciones de poder dentro de las c uales han surgido y se desarrollan la ciencia y sus aplicaciones” (Quintanas, 159). Esto conlleva al hecho de que incluso la bioética responde a determinados momentos en que el poder cobra mando y fuerza sobre las acciones ciudadanas.

Consideración final

Si entendemos el biopoder como aquel que controla la vida de los ciudadanos, con la finalidad de obtener un beneficio que se traduce en concebir a los miembros de la sociedad como entes que son

redituables; se puede observar que “la bíos ha sido reconstruida y reconfigurada por una techné, cada vez más sofisticada, a lo largo de todos los procesos vitales desde el nacimiento, e incluso en el mismo desarrollo embrionario y fetal, hasta la muerte, modificándose en todas y cada una de las etapas de la vida” (González, 42). Esto implica que la extensión de la vida se hace posible; pero, al mismo tiempo, el control que ejerce el estado se hace más amplio y duradero.

Muchos son los conceptos que dentro del contexto cotidiano y contemporáneo podemos utilizar para referirnos a los modos de vida y los cuidados que se desprenden de ella. En el presente texto nos enfocamos en reflexionar en torno a dos que parecían ser antónimos complementarios, es decir, no podía existir el uno sin el otro; sin embargo, las líneas anteriores pueden dar cuenta de que la bioética y la biopolítica no se rechazan la una a la otra, al contrario, muchas de las ideas que se derivan de cada una son similares y, en la mayoría de los casos, pueden abonar la una a la otra. De ahí que sea importante, quizá, centrar la mirada en aquellos puntos de contacto en los que para ambas la vida de un ser humano es relevante, ya que ahí cobra sentido el interés, de ambas, por preservar la vida.

profesorericrodriguezochoa@outlook.com

*Filósofo y teólogo con estudios y certificaciones en Criminología y Psicoanálisis. Profesor universitario, investigador y escritor

Bibliografía y obras de consulta

González Campos, J. S. (2019). La bioética como contrapeso a la biopolítica Bioethiscs Update 5. 34 — 49.

León Correa, F. J. (2009). Bioética y biopolítica en Latinoamérica desde el personalismo. Vida y Ética. 10 (1).

Disponible en: https://repositorio.uca.edu. ar/handle/123456789/1394

Quintanas Feixas, A. (2009). Bioética, biopolítica y antropotécnicas. Ágora: Papeles de Filosofía 28 (2): 157 — 168.

Foucault, Michel, ( 1985). Poderes y Estrategias. En: Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones Alianza Ed., Madrid: 45-75

Foucault, Michel, (1988). El sujeto y el poder, en Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, No. 3. (Jul. - Sep., 1988).

Foucault, Michel, (1995), Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Méx. Edit. Siglo XXI.

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Mujer en soledad

¿Señaladas, cuestionadas o admiradas? Puede ser la gran pregunta para todas aquellas que la enfrentan, ya sea por decisión, por edad o empujadas por los dogmas sociales, las mujeres “solas” afrontan ese escrutinio todos los días.

Nos han inculcado la necesidad de la compañía de una pareja y en gran medida es preferible, si esa compañía es la de un hombre. Nos hemos visto literalmente empujadas a seguir tradiciones culturales que trastornan el espíritu libre de todo ser humano, bajo la consigna de que sólo con la dirección del patriarcado podremos abrirnos camino en casi cualquier ámbito social.

Vivir sola; no tener ocupación obligatoria que embarazarse la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. Sor Juana Inés de la Cruz.

Somos objeto de crítica cuando hemos alcanzado un status, sin contar con el aparente apoyo de una pareja, misma que en todo caso serviría de cómplice, con la finalidad de compartir triunfos y alcances económicos.

Pareciera que la mujer no es un ser humano completo, que necesita el apoyo y respaldo de un o una acompañante que valide sus esfuerzos, que le ofrezca impulso emocional y sostén económico, para que, con ello, la “otra parte” pueda y tenga oportunidades frente a la sociedad.

Nos han criado con miedo, miedo a todo, hasta al primer intento, miedo a fracasar en cualquier aspecto, hasta de reírnos desmesuradamente porque a ojos de los otros, no es correcto, y en la búsqueda de ello y de esa desgastada aceptación, nos topamos con la soledad y encontramos en ella, el sitio perfecto para no estar bajo el constante señalamiento.

Porque nos han hecho profundamente dependientes de los demás y nos han hecho sentir que la soledad es negativa Marcela Lagarde.

¿La soledad nos alcanza o la buscamos?

No sabemos bajo qué lupa estamos siendo analizadas, pero es claro que, para los lineamientos de

la sociedad patriarcal, la edad es un detonante en el sexo femenino. Pasamos de ser niñas a mujercitas, cuando la menstruación hace su aparición, y bajo cualquier edad, podemos pasar a ser madres, sin importar las circunstancias que nos hayan llevado a ello. Con algo de suerte (según la sociedad en la que vivimos) nos casaremos con la persona a quien amemos, pero pasados los treinta años, el mismo círculo social, basados según ellos en la biología, nos apura para que tengamos hijos, porque una mujer de cuarenta años, no se puede dar el lujo de tener descendencia, ya que, para la gran mayoría, nos han relegado en el espacio de las llamadas “quedadas” y entonces, no se nos permite otra cosa, que dedicarnos a los cuidados de alguien más.

Intentar desprogramar las estructuras impuestas, en nuestras cabezas es una lucha eterna Natalia Guerrero

Pero si has llegado a los cuarenta años, habiendo sido madre y tu situación civil se ha modificado, entonces te toca la etiqueta de la “triste mujer que se ha quedado viuda”, ya sea por el fallecimiento o la separación de la persona con quien compartía espacios; ahora es cuando todos te miran con tristeza o lástima y te sugieren “rehacer” tu vida.

A la desolación la acompaña la esperanza, la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de la desolación. Marcela Lagarde

¿Cómo y por qué la vida se rompe desde sus perspectivas?

Según la biología, eso no existe, la vida se inicia y se termina; ¿acaso es biológicamente posible rehacer un ser humano? Si bien es cierto, las personas tienen pérdidas sentimentales, también lo es, que ello no lleva a que una persona físicamente se rompa y de esa forma, pueda quizás señalarse que se está deshecho. Sin embargo, desde mi perspectiva, la soledad no aparece porque algo esté roto, porque siendo dos entes completos, al separarse, se hace de forma íntegra, nada de lo mío queda en otra persona, solamente el lado sentimental que guardará recuerdos, si así lo requiere.

Entonces por qué para la gran mayoría, la soledad bajo esas circunstancias supone un rompimiento del ser, ven el cuerpo en una mitad que no puede sostenerse por sí sola, aun cuando estemos demostrando (sin necesidad alguna), que nos pertenecemos y

que no estamos solas por la decisión del otro, sino por la propia, y que bajo esa condición de soledad, nos sentimos perfectamente completas, que nada se ha deshecho en nosotras y que no estamos pidiendo anuencia de la sociedad para vivir de la forma en que nos parece cómoda.

No estamos rotas, no necesitamos rehacernos en nada, simplemente estamos continuando nuestras vidas, de la forma en que pensamos que es la mejor manera, bajo las circunstancias de cada una.

¿Por qué con las mujeres se gastan las preguntas de este tipo, por qué tenemos que estar bajo las condiciones que la sociedad supone que para nosotras son las óptimas, por qué nos tenemos que alinear a los cánones establecidos, que aún en desuso marcan la calidad de una mujer si no está viviendo en compañía de otro?

Llega una culpa que ya conocemos bastante bien y que nos crece por dentro cuando nos sentimos aliadas de la hegemonía patriarcal, ese bloque machista que intentamos romper a diario. Natalia Guerrero

La tragedia de la soledad

Las mujeres que alcanzan la edad madura en soledad, se ven estigmatizadas porque suponen que se encuentran en un desconsuelo total. Es un estereotipo claramente sexista porque un hombre en soledad o soltero, no es cuestionado como se lo hacen con las mujeres. Para nosotras en muchos casos, la soledad es un referente de libertad absoluta, sin embargo, para la sociedad, una mujer SOLtera, es una mujer SOLa, y nos atribuyen el término de SOLTERONA, como un estigma, un término peyorativo, que significa que no hemos alcanzado una satisfacción social que, aunado a ello, nos hemos convertido en amargadas, cargadas de

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tristeza, de insatisfacción sexual, entre otros muchos aspectos.

Ser las solteronas de la familia trae con ello la carga de cuidadoras por excelencia, supone que, al no tener marido, hijos o familia, tiene el tiempo libre y con ello, la carga de chicos y adultos, que las comprometen aún más a seguir bajo la condición de solteras, ya que, si llegasen a contraer compromiso, dejarían a la deriva la misión que ya les había sido encomendada.

Aunado a ello, se les responsabiliza en el caso del cuidado de menores, la crianza y educación de los mismos y en el caso de los adultos el c uidado médico; entonces vemos, que a las mujeres no se nos está permitido disfrutar de una vida cómoda, sin ataduras familiares, porque estaremos siendo señaladas como las ineficientes y faltas de cariño para con la familia. Haciéndonos contraer compromisos que no nos corresponden, sólo porque estamos en una deuda moral con la sociedad, con el patriarcado o con la familia, es el medio de control que han ejercido, la violencia en la que nos hemos visto atrapadas.

“Podemos traicionar nuestra conciencia, desoír su voz y actuando de mala fe, ser sólo lo que otros quieren que nosotras seamos, traicionando nuestra posibilidad, en el inútil afán de evitar la soledad, de evitar el enfrentamiento del yo contigo misma, aunque la persona también es nostalgia y búsqueda de comunión”.

Una mujer sola y adulta, no sirve más que para ofrecer cuidados para quienes se lo requieran, ya que no tiene una vida ocupada y/o porque su vida, va en descenso.

La soledad tiene un doble significado, ruptura

con un mundo y la tentativa por crear otro Graciela Hierro

Sola y sexualmente activa ¿Cómo es que se puede ser sexualmente activa sin tener pareja? Al parecer las mujeres no tenemos oportunidad absolutamente de nada si no lo hacemos en compañía. La soledad es vista como una pena, una condena en la que no se puede vivir en paz, porque el resto, nos señala una y otra vez que no somos capaces de conseguir hasta una vida sexual plena si no con la anuencia y ayuda de otro ser.

Cada mujer tiene diversas necesidades, tanto afectivas, como sexuales, cada una se concibe a sí misma como un ente con capacidades diversas, donde se permite experimentar y alcanzar, los niveles de conciencia plena que en su vida necesita, bajo las circunstancias que le sean propicias.

Ser sola no significa ser solitaria Graciela Hierro

¿Cuántas mujeres en pleno conocimientos de sus necesidades sexuales y sintiendo total autonomía de sus orgasmos, buscan una compañía como simple vehículo para llegar al puerto deseado? Pareciera que la pregunta va cargada de mucha frivolidad, sin embargo, es el común denominador en la vida cotidiana de un hombre, al cosificar a la mujer y verla solamente como el medio de disfrute y desahogo. Así, sin pretender hacer un confrontamiento en la forma de actuar entre ellos y nosotras, porque a nosotras se nos juzga de diferente manera, ponemos en tela de juicio las formas en que nosotras buscamos el placer sexual bajo la perspectiva de la soledad.

En la edad adulta, todas o casi todas hemos conseguido conocer plenamente nuestro cuerpo, seguramente aún en el descubrimiento de otros placeres

que aunado a lo sexual, se complementen, pero en el ejercicio de la búsqueda del placer, tenemos plena conciencia del sitio donde queremos llegar y la forma en que deseamos conseguirlo.

Somos las condenadas a la soledad, sólo por el hecho de no coexistir bajo un mismo techo con otra persona, somos señaladas por la búsqueda de compañía cuando se nos apetece, somos objeto de burla si manifestamos que podemos conseguir placer sin necesidad de una pareja.

Tenemos a los ojos de los demás, casi todo en contra, la soledad es la losa más pesada que la sociedad nos ha comprometido cargar, sin darse cuenta que, para la gran mayoría, es la decisión más acertada que hemos tomado.

La soledad se rompe cuando se ha logrado escuchar la voz interior y comenzamos a crecer, a ser nosotras mismas, bajo nuestra propia mirada Graciela Hierro

La soledad no es un freno, es libertad.

La soledad es una elección propia, no el sitio donde la sociedad me ha encasillado.

laflaca.claudia@hotmail.com

*Escritora y activista social, autora de Murmullos en el bosque, edición ilustrada con fotografías de Giampiero Acri

Ruth Gámez (Ensenada, B.C., 1983), egresada de los talleres de fotografía de Extensión Universitaria (UABC), es una creadora de imágenes que dialoga con lo fotográfico más allá de lo rutinario y lo convencional.

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Fo tos: Ruth Gáme z

MASHA ZEPEDA Hace del arte un reflejo de su esencia

De familia chiapaneca, Ma sha Zepeda nació en Moscú, Rusia, en 1964, desde 1985, ha participado en exposiciones en Argentina, España, Estados Unidos, I lia y, por supuesto, México.

Hija del finado escritor, poeta y político mexicano Eraclio Zepeda y la poeta, escritora y ensayista mexicana Elva Macías. Ha sido directora del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, curadora del Museo Carrillo Gil del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y artista del Museo Guggenheim de Nuev York.

Su obra figura en el Banco Internacional, el Centro Cultural San Ángel, el Consejo Estatal de Cultura de Chiapas, el Grupo Buenaventura, el Patronato Jaime Sabines, la Pinacoteca 2000 y otras colecciones privadas, dentro y fuera de México.

Desde 2007 vive en la región Tijuana-San Diego, al lado de su esposo e hija, donde es parte activa la comunidad binacional artística.

¿Cómo fueron tus años de infancia?

Tuve la fortuna de tener una niñez plena, muy divertida y muy arropada, durante nueve años fui hija, nieta y sobrina única por lo que mis abuelos y tíos me procuraban y consentían muchísimo.

Nací en Rusia de padres mexicanos, en la prensa de Tuxtla Gutiérrez publicaron “Primera chiapanequita que nace en Moscú”, no tuve hermanos, pero sí fui muy amiguera, pasaba las vacaciones en Chiapas donde mis abuelos me dejaban hacer obras de teatro mientras que en mi escuela primaria fundé un periódico infantil “La paloma mensajera” y una vez cada 45 días el comedor de mi casa se volvía redacción con la paciencia de mis padres que nos apoyaban en todo.

Siempre he amado a los animales, en especial los gatos, en casa tenía una perra, conejos, un gallo, canarios, una rana, hámster, un pez, tortugas y una gata, recorrí el país con mi padre, los dos amamos la geografía por lo que los viajes y los mapas fueron parte fundamental de mi niñez.

Fuimos siempre una familia muy unida, compacta y portátil —como decía mi papá— disfrutábamos los fines de semana irnos a una casita de campo frente a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, ahí mi papá me regaló un caballo que se llamaba “Duraznito”, dábamos grandes recorridos, por la noche prendíamos la fogata y escuchábamos relatos, la conversación siempre fue fundamental en mi infancia.

¿En qué momento descubres tu afinidad por el arte?

Desde niña a los cuatro años ya dibujaba todo el tiempo, ponía mis dibujos en las paredes de mi cuarto, mi abuelo Laco tenía una imprenta en Tuxtla Gutiérrez y en unas vacaciones que llegué me recibió con muchísimos cuadernos con buen papel para dibujar, estaban engargolados y en la portada decían “Masha Pintora”, todos los usé.

Ya en la Ciudad de México mi mamá me permitió pintar en una pared de la cocina que era muy larga e iluminada, cada tanto, cuando el espacio ya estaba saturado, se pintaba de blanco y nuevamente comenzaba a trabajarlo, una figura determinante para mí fue el pintor chiapaneco Carlos Jurado, era el mejor amigo de mi padre y vivía con su familia en el mismo edificio que nosotros, él tenía su taller ahí y yo iba mucho a visitarlo, me encantaba verlo pintar y regresaba a casa aún más motivada para seguir trabajando, así como no recuerdo una sola etapa de mi vida sin gatos, no recuerdo un día sin el arte, ya sea dibujando, pintando, haciendo objetos o bien estudiándolo.

¿Cómo inicias tu formación académica en el arte?

Creo que fue fundamental que mi mamá me llevara a los museos de arte desde muy pequeña todas las semanas, aunque me considero autodidacta, estudié en

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POR JEANETT E SÁNCHEZ* Fo to: Jeane e S ánchez

la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tuve tres maestros que me fueron reveladores: Gutiérrez Aceves de Historia del Arte, Luis Nishizawa de Técnica de materiales e Ignacio Salazar de Pintura, creo que me sentaron las bases y luego decidí dejar la escuela, montar mi taller y trabajar.

Fui la segunda generación en ganar la Beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Arrtes (FONCA) y tuve dos tutores espléndidos: Roberto Cortázar y Fernando Leal, ellos me dieron una perspectiva y formación del arte integral donde el tema, el formato, la técnica, la expresión, la composición, la paleta y el crear un mercado son partes inseparables del proceso creativo.

de manera colectiva. Mi primera individual, “Todo camino es de regreso”, la hice en la Galería Florencia Riestra en la colonia Roma de la CDMX, un espacio muy lindo y bien ubicado, por fortuna la vio mucha gente.

¿Qué temática y técnica te definen como artista?

pintes, dibujes, hagas collage o grabado se irá generando y desarrollando tu lenguaje y tus imágenes seguirán produciéndose, seguirán llegando ideas y proyectos. También es fundamental visitar museos, galerías, ver el trabajo de otros artistas y estudiar mucho los libros de arte.

¿Cambió tu forma de vivir el arte luego de ser madre?

La maternidad te cambia la vida radicalmente, en mi caso, para bien, tus prioridades son otras, así como tus tiempos, afortunadamente a mi hija le encanta el arte y su historia, por lo que recorremos museos juntas y conversamos mucho.

Gozamos ver las distintas luminosidades y paletas de colores que te vas topando al caminar, así también las dos amamos la fotografía, mi hija ha crecido entre bastidores, materiales de pintura, talleres y exposiciones.

La maternidad me ha permitido abordarla desde el terreno creativo, algo que sólo puedes hacerlo si has tenido la fortuna de ser madre.

¿Cómo fue tu llegada a esta frontera?

“La primera vez que vine a Tijuana fue en 1984 y me impresionó muchísimo todo, que fuera tan distinta a Chiapas y la CDMX” Masha Zepeda

Después tomé varios cursos con Alberto Castro Leñero que me enseñaron muchas más posibilidades, creo que es actualmente el pintor mexicano vivo más interesante y vital que tenemos.

¿Qué te inspiró para hacer del arte una forma de vida?

Más que inspiración fue una necesidad: pintaba, tenía un taller y el ejemplo de pintores que vivían de su arte, eso fue lo que quise hacer yo también.

¿Cómo recuerdas tus primeras exposiciones?

Las recuerdo con mucho cariño, primero fueron

Siempre me ha interesado la preservación del medio ambiente por lo que los paisajes y animales son fundamentales en mi obra, me impresiona mucho todo lo que voy viendo cuando viajo, cuando camino, cuando voy de paseo, cuando recorro un museo y las imágenes te van dando tanto, pero también la vida cotidiana me llena de posibilidades, así los “paisajes interiores” también me encantan: el interior de tu casa, la mesa del comedor, la cocina, las habitaciones, el patio, las plantas y mascotas son continua fuente de creación.

Me gusta mucho pintar al óleo, siento que es pintar de verdad, sentir su olor, depender de sus tiempos de secado, las texturas que puedes lograr, pero también me encanta dibujar y ahí uso de todo, desde lápices de colores, plumones, tinta, acuarela, acrílico, pasteles, carbón, gouache, tinta de nuez, café.

¿Crees que la inspiración llega o se provoca? Creo que el trabajo genera trabajo: mientras más

La primera vez que vine a Tijuana fue en 1984 y me impresionó muchísimo todo, que fuera tan distinta a Chiapas y la CDMX, luego Nina Moreno me invitó a exponer en su galería que tenía frente al Parque Teniente Guerrero y la muestra resultó muy bien, por lo que ya cada año exponía con ella, lo que me permitió formar un mercado e ir haciendo muy buenos amigos, después me invitaron a participar en Art Walk en San Diego, eso me hizo venir dos veces al año con mi hija y mi esposo que también disfrutaban mucho de la región.

En 2007 invitaron a mi esposo a trabajar en el Centro Cultural Tijuana (Cecut) y no lo dudamos, teníamos ya tiempo pensando en que nuestra hija creciera fuera de la CDMX y nos encantó la idea que fuera acá. Es la mejor decisión que como familia hemos tomado.

¿Qué mensaje le darías a quienes inician o quieren incursionar en las artes plásticas?

Que trabajen todos los días, que pregunten, que vayan a los museos, que sean artistas 24 horas, no sólo los fines de semana, que se acerquen a las instituciones donde se imparten talleres y que estudien mucho la historia del arte.

periodistajsg@gmail.com

*Licenciada en Comunicación por la UABC, con más de 20 años de experiencia en periodismo y gestión de contenidos

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Las andadas monárquicas

Hay algo esencialmente esperpéntico en la coronación de un rey, una teatralización del ridículo absoluto. Toda liturgia de poder es por definición circense, pero en estos tiempos el cirquito en cuestión tiene esencia de escupitajo en la cara, un vil insulto a la injuria. Para mí tiene el mismo valor de un ride de Disney, una puesta en escena de parque temático.

“La humanidad sólo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote”. Lo siento si te resulto visceral y anacrónico, pero esa frase de Denis Diderot (o acaso del abate Jean Meslier) es uno mis mantras de vida. Yo soy pura esencia del Siglo de las Luces y creo que sólo el regicidio y el deicidio nos liberan como humanidad. Sólo un mundo sin dioses y sin reyes puede aspirar a ser un mundo libre.

Sí, ya hemos hecho nuestros esfuerzos por matar reyecitos, pero al final volvemos a las andadas monárquicas. Casi un siglo y medio antes de que los franceses inventaran su guillotina, los ingleses le cortaron la cabeza a su rey. Al primero de los Carlitos (Estuardo se apellidaba y era escocés) lo decapitaron a hachazo vil en 1649. Como aún no creaban la eficientísima guillotina, el corte del cuello dependía del músculo y el buen pulso de un verdugo fortachón. Agárrate si el verdugo amanecía crudo el día de la ejecución.

Oliver Cromwell convirtió a Inglaterra en una mancomunidad republicana. Durante una década no hubo rey ni reina en Londres, pero Cromwell era esencialmente un mojigato. Lord Protector, devoto del providencialismo, se creía un enviado de dios pero la malaria no le perdonó la vida y la posteridad se le orinó encima. Su cuerpo podrido fue desenterrado y “ejecutado”, su cabeza exhibida y arrastrada en Westminister mientras los británicos restauraban la monarquía en 1660 con el segundo de los Carlitos, el hijo del descabezado, que se llevó de maravilla con el recién creado parlamento e inventó el jueguito de Whigs contra Torys para mantenerlos entretenidos. Desde entonces la monarquía inglesa se mantiene sin interrupciones y ahora el ter-

El pueblo necesita tradiciones que le generen sentido de pertenencia e identidad, dicen y el Hola y las revistas del corazón necesitan fotos. “God save the Queen cause tourists are money” (Dios salve a la Reina, porque los turistas son dinero), cantó Sex Pistols en el 77 y no le faltaba razón, pero Johnny Rotten se transformó en una ridícula tía gorda trumpista y ese brote que llamaban punk acabó siendo parte esencial del circo.

ellos podridos hasta la médula). Venga Carlitos, heredero del rey Arturo y la reina Ginebra que le hizo de chivo los tamales con Lancelot. No caerás en combate como Ricardo III (el último rey en morir en batalla), pero acaso eres tan feo y poco agraciado como él, pero no tienes un Shakespeare que se inspire en ti para una tragedia. Acaso la inteligencia artificial narre tu historia como ya lo ha hecho Netflix.

“Ni modo, qué le vamos a hacer. Nos gusta el montaje y las celebradas tradiciones incluyen mantras y rituales anacrónicos”

Ni modo, qué le vamos a hacer Nos gusta el montaje y las celebradas tradiciones incluyen mantras y rituales anacrónicos. Carlitos no sólo es el rey de los británicos, sino el defensor de la fe, una suerte de sumo pontífice de la iglesia anglicana, esa religión de microondas creada a las prisas por Enrique VIII para poderse divorciar de Catalina y casarse por la ley divina con Ana Bolena, para acto seguido aburrirse de ella y mandarla decapitar, así como el tercer Carlitos y Diana se aburrieron y se odiaron mutuamente, pero a falta de decapitación siempre habrá oportunos accidentes automovilísticos. El siempre puntual diosito anglicano salve a Camila.

¿Y si a Carlitos le diera por proclamarse ateo o librepensador? ¿Se lo permite su papel de defensor de la fe? En la era del Homo Deus aún hay monarcas

Y no, colegas, no crean que no miro mi realidad y la cruz de mi mexicanísima parroquia. Cierto, por estos rumbos “tenochas” a los reyes no les ha ido muy bien que digamos. A Moctezuma lo mató su pueblo a pedradas, y a Iturbide y a Maximiliano los dejaron como coladeras en paredones republicanos, pero esa vocación regicida no nos ha impedido tener hartos presidentitos con complejo de reyezuelos que, con todo y su aura de republicana democracia, no son más que merolicos de opereta jugando al monarca absoluto. Sólo mira a tu alrededor

En fin. Faltan tripas de pontífices para ahorcar reyezuelos. No ha servido de mucho que digamos, pero nada perdemos con seguir intentándolo.

danibasave@hotmail.com

*Ensayista y periodista. Reside en Tijuana desde 1999.

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Autor de Juglares del Bordo, El lobo en su hora, Bajo la luz de una estrella muerta Fo to: Archivo Pa labr a El Rey Carlos III y la Reina Camila
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