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Una tragedia lo hizo renacer
Sales temprano a trabajar, a tu rutina diaria y en segundos tu vida pende de un hilo… transformando tus días a veces en una tormenta y otras, en un perfecto desconocimiento de quién eres.
Esto le sucedió al arquitecto Ángel Gutiérrez Reus, quien en entrevista con Ángel Metropolitano comparte cómo volvió a nacer después de haber sufrido quemaduras de segundo y tercer grado en el rostro tras explotarle una caldera que instalaba en una piscina.
“Me costó mucho tiempo reconocerme físicamente otra vez, un año o más, aunque todo mundo me decía que era igualito, yo me veía como un monstruo”, externa Ángel, quien fue sometido a múltiples operaciones para reconstruirle nariz, boca y orejas, luego del siniestro que vivió en 2021.
Fuerte y muy sereno, hoy, a sus 47 años, se define como un hombre pleno, que vivió una pe- sadilla, “muy dolorosa, pero a la vez, fue una lección de vida para hacerme entender las cosas que debía cambiar”.
Tras esta experiencia, anhela ayudar a las personas quemadas, a través de su historia: “Con mucho gusto se las cuento, para que vean que sí se puede salir adelante después de un accidente. Me gustaría darles fortaleza, ánimo y ganas de vivir”.
Todo Sucedi En Cuesti N De Segundos
Fue el 17 de mayo de 2021 cuando sufrió el accidente. Ángel se encontraba instalando una caldera (calentador para piscinas) en una residencia de la Ciudad de México y en cuestión de segundos, ésta explotó, produciéndole quemaduras de segundo y tercer grado en el 46 por ciento del cuerpo, siendo su rostro el más afectado, por lo que fue intervenido en catorce ocasiones para reconstruirlo.
– Háblame de los minutos previos al accidente
– Estaba instalando una caldera. Pero antes de eso, solicité que cambiaran una pieza, pues traía una fuga. Posteriormente se empezó a instalar y me acerqué a la caldera de frente, le pedí a mi empleado que abriera el gas para checar si existía alguna fuga y fue cuando sucedió el accidente, debido a que había una presión muy fuerte de gas y se originó la explosión.
– ¿En algún momento previo a la explosión sentiste que corrías peligro?
– Jamás. No te pasa por la cabeza que puede suceder algo así, mi empleado tiene el control de la válvula de la llave de gas y si encuentra alguna fuga la cierra, pero ese día no dio tiempo, fue cuestión de segundos.
– Imagino quedaste inconsciente…
– Nunca lo estuve. Cuando explotó la caldera, salí corriendo, me aventé al jacuzzi porque estaba literalmente prendido, me salí como pude y grité a los propietarios de la casa pidiendo auxilio, para que me llevaran al hospital.
“Ingresé al Ángeles del Pedregal. Fue compleja la entrada porque había sangre, no me querían atender, tenía que llegar el Ministerio Público aparentemente, enseguida llegó mi familia y no recuerdo nada más.
– ¿Qué decían los médicos, cuál fue su diagnóstico?
– Cuando me vieron, reinó el silencio, me cortaron la ropa…no hablaban, me sedaron y perdí la noción.
El arquitecto confiesa que, en esos momentos, rondó por su mente la idea de que iba a morir: “Cuando íbamos al hospital, le pregunté a mi empleado: ‘¿cómo estoy?’ sin contestarme me hizo una cara de ‘muy mal’, ahí fue cuando entré en pánico”.
– ¿Cuántas operaciones te practicaron?
– Fueron nueve de la piel durante los 30 días que estuve en terapia intensiva. También me intervinieron de la tráquea porque me alcancé a quemar. En total fueron 14 cirugías, dos de ellas en nariz y párpados, después de que me dieron de alta. Me atendió mi excuñado, Juan Ramón Blanco, cirujano plástico con especialidad en quemados y reconstrucción de manos.
– ¿Te hicieron la reconstrucción total del rostro?
– No, sólo me reconstruyeron nariz, boca y orejas”.
– ¿Otras partes de tu cuerpo también resultaron dañadas?
– Me quemé los brazos y de la cintura para arriba, como traía pantalón de mezclilla, mis piernas y pies resultaron ilesos.
– ¿En qué consistieron las operaciones?
– En quitarme toda la piel que volvía a nacer, se llaman lavados quirúrgicos, raspan para que vuelva a salir la piel y que ya no salga abultada.
– ¿Hubo mucho dolor?
– Sí, aunque seguía sedado, pero días después de que desperté, sentía que me seguía quemando.
– ¿Habrá efectos secundarios a largo plazo?
– No, ninguno. Aquí lo importante que me platicó el cirujano, es que no hubo injertos, ya que esos sí dejan secuelas físicas y quedan muy marcados. Por eso fueron varias operaciones combinadas con la aplicación de cremas israelitas para lograr que se recuperara la piel, pero pareja, es decir, te raspan, te sale piel y te la vuelven a quitar… en mi caso, este procedimiento se realizó nueve veces.
“VIVÍ DÍAS MUY FUERTES”
Un tanto pensativo comenta que cuando abrió los ojos por primera vez después de que ser hospitalizado, no tenía noción a ciencia cierta de lo sucedido: “Lo tengo borroso, seguía sedado. Lo primero que pensé, es que traía un cubrebocas, pedí que me lo quitaran, me molestaba mucho, pero no, era una máscara de un material que se llama Therabond (para el cuidado de heridas, quemaduras y prevención de infecciones) que es una tela de plata iónica que tenía sobre brazos, pecho y cabeza.
– ¿Cómo fue tu proceso de recuperación?
– Los primeros días fueron muy fuertes. Saliendo del hospital no podía pararme, perdí toda la masa muscular, salí con andadera, no la quise usar, porque dije ‘si me caigo ni hablar, no quiero depender de ella’…lo hice para no sentirme tan inútil.
– ¿Cuándo es que retomas tus actividades?
– Muy rápido. En septiembre ya estaba trabajando, tenía muchas ganas de salir.
Ángel confiesa que sufrió un daño emocional severo: “Quedé mal, por eso yo no me veía ni me sentía igual. Tuve que tomar terapia con psiquiatras y psicólogos”.
– ¿En las terapias qué emociones externabas?
– Mucho enojo, me la pasaba renegando contra Dios, no entendía por qué me había sucedido todo esto, hasta que empecé a ir a la iglesia y me di cuenta que ni Dios ni nadie tenía la culpa y que, al contrario, Dios me ayudó a seguir aquí.
A la vez que lanza un profundo suspiro, un tanto nostálgico, dice que él se dio ánimos para continuar: “Mis hijos y mi esposa no me apoyaron, de hecho, por eso y por otras situaciones me divorcié. Fui prácticamente yo solo que salí adelante, claro, conté con el apoyo de mi mamá y mis hermanas.
– ¿Entonces fueron tus ganas, la mayor motivación?
– No quería quedar mal, tenía que luchar por mi bienestar físico y emocional, eso fue lo que me impulsó.
-¿Para ti hay un antes y un después?
– Después del accidente, aprendí a quererme, a preocuparme por mí y también empecé a valorar más a las personas que están conmigo.
– ¿Esa fue la lección que te dejó lo sucedido?
– Sí, y darme cuenta que en cualquier momento puedo morir y que la gente que quiero ya no estará conmigo. Ahora atesoro más mi vida.
– ¿A casi dos años ya superaste la pesadilla que viviste?
– Sí, ahora te lo puedo contar, antes si salían películas de terror o de fuego no las podía ver, poco a poco he superado el miedo al fuego. Quedé con un temor muy fuerte. Sin embargo, si ahora me dicen que hay que instalar otra caldera, creo que sí lo haría.
– ¿Cambiarías algo con esta nueva oportunidad?
– Sí, muchas cosas personales y actuaría de formas diferentes. Primordialmente quererme más. Me había perdido yo. Ahora me siento un hombre entero, productivo, querido. Tengo una persona que me quiere, me respeta. Estoy pleno. <<
El Aire Respirado Por Las Madres Llega A Los Beb S
“Queríamos saber si la contaminación atmosférica afectaba de alguna manera al recién nacido, pues ya había estudios similares en otras ciudades del mundo. Y sí, el aire contaminado que respiran las mamás llega a los bebés”, dijo la investigadora.