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Cuentos de miedo
from Luciérnagas 1
by Ana Cerezo
El Oso Teddy
El otro día tuve un mal sueño y recordé aquel oscuro incidente que pasó hace ya más de cinco años, pero aún vive en mis pesadillas más profundas y oscuras. Hoy me animo, por fin, a contárselo a alguien. La historia es la siguiente:
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Cuando tan solo tenía nueve años, una tarde de otoño, me encontraba tranquilo viendo la televisión, cuando vi que mi madre bajaba al sótano y sacaba un oso grande y sucio de colorcafé.
Esto despertó mi curiosidad, así que me levanté del sillón y pregunté a mi madre sobre aquel oso tan extraño que yo no había visto nunca antes. Ella me ignoró, continuó caminandohaciasudormitorioycerrólapuerta.
Yo insistí más tarde y a lo largo de toda la semana preguntando de quién era el oso, de dónde había salido, cuántos años llevaba en el sótano… Mi madre seguía eludiendo mis preguntas. Era mencionarle el oso y ella cambiaba de tema, queriendo persuadirme para quemeloquitaradelacabeza.
Sin embargo, yo estaba empeñado en ver el oso una vez más. Algo en él me había llamado poderosamente la atención pero no sabía lo que era. Hasta tal punto llegaba mi obsesión, que me metí en el cuarto de mis padres, aprovechando una tarde que ellos no estaban,cosaqueellosmeteníanprohibida.
Busqué y busqué al maldito oso pero, en definitiva, no lo encontré, por ningún lado. Entonces, se me vino a la mente que mi madre tal vez lo hubiera guardado de nuevo en el sótano,denoche,sinquemedieracuenta.
Lo cierto es que a ese sótano bajábamos pocas veces, por lo que, una vez allí, solo me encontré cajas y cajas cubiertas de polvo. Pero, de repente, me pareció ver que algo se movíaenlaesquinaysentíbastantemiedo…
La verdad es que no sé por qué pero, por alguna extraña yestúpida razón, en vez de salir corriendo, fui a ver qué era lo que se había movido en aquella esquina. Y entonces lo vi. El oso estaba sentado en una silla y parecía mirarme burlonamente. Retrocedí dos pasos, me di la vuelta ysubílas escaleras del sótano rápidamente intentando olvidar lo que había pasado. El corazón me latía a ritmo desenfrenado. Esa noche tuve pesadillas y múltiples incertidumbresacercadeaquelosodiabólico.
Después de unos pocos días, logre superar mi miedo. Intenté convencerme de que, en realidad, lo que había visto moverse no era al oso, sino algún pequeño ratoncillo que viviera en nuestro sótano. Por eso, decidí bajar de nuevosinquemispadressedierancuenta.
Busqué al oso en el lugar donde estuviera la vez anterior, pero no logré encontrarlo. El sótano parecía mucho más grande de lo que yo lo recordaba. Después de una hora, co seguí localizar al oso en un rincón. Al alargar mi mano para tocarlo, me sonrió. ¡No fue mi imaginación!Elososonreíadeverdad…
Asustadísimosubílasescaleraslomásrápido que pude, gritando: "¡¡¡PAPÁAAA AYÚD ME!!! ". Para mi suerte, mi padre acudió v lozmente, me sostuvo en sus brazos y me calmó. Le conté todo lo ocurrido y, después de escucharme atentamente, papá me as guró que no teníamos ningún oso en el sót
Busqué el lugar donde vez anterior, pero El s que lo conlocalizar al un mi tocarlo, : "¡¡¡PAPÁAAA AYÚDAPara mi acudió veme en sus brazos y me calmó. lo ocurrido después de atentamente, aseno ningún el sóta-
Los Esp Ritus
Unmatrimoniocon unhijoyun perrovivían a las afueras de RiverVillage, un pequeño pu blo de Escocia. La familia habitaba una casa chiquita, un poco descuidada pero acoged ra.

El niño no tenía amigos, sólo a su perrito, Tete. Por ello, los padres estaban preocup dos. Por mucho que el pequeño intentaba
Nº1/JUNIO2021 no. Mamá también afirmó que n ningúnoso,
Yo les insistí de tal manera, que bajamos los tres al sótano. Buscamos por todas partes. El osoyanoestaba.
Esa noche tuve mucho miedo y me costó m cho dormir. Por la mañana, sobre la alm hada,encontréunapequeñanotaquedecía:
-Yo si existo y algún día iré a visitarte. Tu amigoTEDDY.
Vega Moríñigo. 2E1 entablar relaciones sociales acercándose a otros chicos del pueblo, éstos lo ignor banyseibanalinstante.
Una noche, cuando estaban todos dorm dos, el perro comenzó a ladrar mientras la mujer, horrorizada, escuchaba unos pasos que se dirigían hacia su cama. Acto segu do, sintió como si una mano rozara su hombro, a la vez que percibía un escalof ío.Inmediatamente,despertóasumarido:
- ¡Cariño, hay que llamar a una médium!
Transcurridos veinte minutos, alguien llamó al timbre. La llamada del marido no había sido en vano y en la puerta se e contraba la mejor espiritista de aquellos contornos.
La médium saludó cordialmente a la familia y le dio una chuche al perro. Después, c menzó el ritual para entrar en contacto con los espíritus que habitaban la casa. Al term nar, habló con la familia sobre lo que había visto.
- Me he comunicado con los espíritus de este hogar y siguen aquí porque murieronenunincendio.
- ¿Cómopuedeserposible?-dijoelmarido,temblandodemiedo.
- ¿No lo recordáis? Entonces, no debió de doler mucho el fuego quemando vuestra piel…- dijo la médium con ironía.
El matrimonio y su hijo quedaron perplejos. Tete estaba entretenido olisqueando en un rincón.
- Vosotros sois los espíritus que habitan la casa. Vosotros sois los fantasmas.- añadió la mujer con seriedad, mientras abría la puerta para marcharse.
Finalmente, el matrimonio comprendió el porqué de los problemas de amistad de su hijo.

Nadie los liberó nunca al más allá. Siguen en RiverVillage, en su vieja casa, conviviendo pacíficamenteconlosvivos.
Lacanguro
Sofía era una chica de veinte años que necesitaba dinero para comprarse un móvil nuevo. Un día, hojeando un periódico, encontró un anuncio para trabajar como canguro. Sin pensarlo mucho, llamó y aceptó el empleo.
El día previsto, cogió su bicicleta y acudió a la casa donde tenía que cuidar a los niños. Era una casa grande y vieja. Sofía dejó su bicicontraunárbolyllamóalapuerta.
Los padres eran encantadores. Una pareja joven que, aquellanoche, teníaunafiesta. Le dejaron los números de emergencia y dinero para que pidierauna pizza. Todo iba a irmuy bien.
Los dos niños también eran muy simpáticos. Se tomaron una pizza y Sofía vio una película con ellos mientras comían palomitas. Se portaron genial y, sobre las diez, los acostó ensuscamas.Lesleyóuncuentoyencendió el vigilabebés por si la llamaban o necesitaban algo. Después bajó otra vez a ver la televisión.
Sofía se estaba poniendo cómoda en el sofá, cuando sonó el timbre del teléfono. Todo lo que escuchó fue una respiración pesada se- guida por una voz de hombre. La voz le preguntó:“¿hasvistocómoestánlosniños?”.
Asustada, Sofía colgó el teléfono y trató de convencerse a sí misma de que había sido una broma. Revisó el vigilabebés. Todo parecía en calma. Unos quince minutos más tarde, volvió a sonar el teléfono. Al otro lado, sonó una risa histérica seguida de una voz que le preguntaba: “¿por quénohasidoavercómoestánlosniños?”.
Muy nerviosa, Sofía decidió llamar a la policía. El agente que le respondió le explicó que, si aquel hombre volvía a llamar, tendría que tratar de mantenerle hablando. Eso le daría tiempo a la policía para rastrear la llamada. Aun así, una patrulla iría ahora mismo al domicilio,perotardaríaunratoenllegar.
Justo cuando estaba a punto de subir las escaleras, el teléfono sonó por tercera vez. Cuando Sofía contestó, escuchó la misma voz pesada que nuevamente le repetía: “realmente, deberías ir a ver cómo están los niños”y, acontinuación,el hombrese pusoa reír de forma histérica. Esta vez Sofía no colgó de inmediato, sino que dejó sonar las irritantesrisotadasdurantemuchotiempo.
Cuando depositó el auricular sobre la horquilla, volvió a sobresaltarla el casi inmediato timbre del teléfono. La llamada procedía de la estación de policía. El agente le gritó: “¡Salga ahora mismo de la casa! Las llamadasvienendelteléfonodearriba”.

Sofía no se detuvo un segundo y salió de la casa tan deprisa como pudo. Al cerrar la puerta principal, detrás de ella, una mano de hombre le dio un golpe al vidrio. Sofía dejó escapar ungritoyse apresuróala callejusto cuandollegabaelcochedelapolicía.
Los agentes registraron la casa y en el dormitorioencontraronunhachaensangrentada, tirada en el suelo junto al teléfono de arriba. Escucharon un ruido procedente del armario y lo abrieron con cuidado. Eran los niños escondidos,aguantándoseelllanto.
La ventana trasera estaba abierta y la brisa soplaba a través de la cortina. No había ni rastro del loco que había hecho las llamadas telefónicas. Había escapado tan pronto llegó lapolicía.
La policía se marchó y la canguro y los niños se quedaron abrazados en el sofá mientras llegaban los padres de éstos, que ya habían sidoavisados.
Pero, de repente, volvió a sonar el teléfono… Laura Angulo. 2E2
