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Entender para decidir
by AMIB
Edgar Arenas Sánchez Asesor en Estrategias de Inversión @garoarenas
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Esta frase es una de mis favoritas del maestro Gabriel García Márquez, un narrador universal que sumergió al mundo en la magia y realidad de América Latina. Al querido Gabo nada o poco se le puede relacionar con el mundo de la economía y las finanzas, más allá de los millones en ganancias que sus obras han generado.
La referencia a este escritor tiene que ver más con la fuerza que tiene la narrativa en nuestros tiempos. Hace no mucho otro titán que transformó al mundo hablaba de la importancia del narrador. Steve Jobs afirmaba: “El ser más poderoso del mundo es el narrador”.
Sin resquicio para dudas, estoy convencido de que lo que nos ocurre, la forma en que lo interpretamos y cómo lo transmitimos es la columna vertebral de lo que está transformando al mercado de valores, a la economía y al mundo.
La cantidad y la velocidad con la que viaja la información provoca que quienes tomamos decisiones en la gestión de activos evolucionemos la forma en que realizamos nuestro trabajo. La llegada de herramientas que parecen masticadas por alguna novela de Isaac Asimov nos muestra la punta del iceberg.
A principios de este siglo, en el área comercial de la casa de bolsa donde hice mis pininos, las herramientas digitales eran escazas, únicamente existían teléfonos sobre los escritorios y algunas cuantas computadoras que se asomaban al fondo del salón y que era necesario solicitar con anticipación como si se tratara de una mesa del restaurante más exclusivo. Unos años después tuve la oportunidad de ser invitado a un ciclo de conferencias dirigidas a asesores financieros donde el expositor que coronó el evento era un matemático que concluyó su presentación con una bala a quemarropa: “En los próximos 10 años el 70% de los promotores de inversión aquí presentes perderán su trabajo”.
Aquel hombre, ataviado con una playera negra y unos tenis blancos, era un matemático que nos habló de algoritmos que ayudarían a tomar decisiones al público inversionista y explicaba maravillado que en el futuro cercano existirían aplicaciones en los teléfonos móviles donde se podría invertir con pequeñas cantidades de dinero en cualquier instrumento existente sobre la Tierra.
La información está viajando a una velocidad paralela a la realidad. Diariamente nos enteramos de noticias que antes estaban destinadas a un selecto club. Hoy, el mundo está a un clic de distancia, con lo que podemos saber el tipo de cambio en tiempo real o la tasa de interés que el Banco de México definió en su última reunión de política monetaria.
Tenemos más información a nuestro alcance y, en consecuencia, también tenemos la responsabilidad de usarla en favor de nuestro patrimonio. Aprender a escuchar es una obligación del inversionista. La narrativa del dinero fácil obtenido con rapidez a través del mercado de valores es una falsa puerta al desastre financiero. Las cosas que hoy funcionan con éxito siguen siendo las mismas que funcionaban hace años.
Taleb tiene la razón al afirmar que lo que funciona bien hoy, seguramente funcionó bien desde tiempos inmemoriales. Todo lo que llega presumiendo una transformación vertiginosa debe demostrar que el paso del tiempo no oxidará el entusiasmo de los primeros intentos.
En materia de inversiones hay cosas que no fallan. Elegir activos de inversión regulados y seleccionar un asesor de inversiones autorizado son sólidos cimientos sobre los que un inversionista puede construir, con paciencia y esmero, su patrimonio. A veces los anuncios en redes sociales son seductores, es cierto, y ofrecen una ruta alternativa. Sin embargo, tomar atajos es una opción para el experto, no para el principiante. Incluso quienes tenemos la experiencia de haber visto al mercado subir y caer múltiples ocasiones sabemos que las decisiones básicas a la hora de invertir siguen siendo las mismas que las que siguieron nuestros abuelos.
Los primeros meses de la pandemia fueron un precipicio difícil de sortear para muchos inversores. Algunos se dejaron intimidar por voces alteradas que gritaban con desespero la necesidad de comprar dólares, otros tantos vendieron despavoridos sus posiciones de renta variable.
Meses después, cuando el huracán se había alejado, se pudieron ver las ruinas de las malas decisiones. Comprar dólares sigue siendo, en lo que va del siglo, una de las peores decisiones de inversión de largo plazo y la inversión de renta variable menos de un año después del inicio de la pandemia habían devuelto los retornos a los inversionistas más pacientes. Ambos caminos de la narrativa, uno ligado al desastre y el otro atado a la prudencia fueron un par de polos. Con el tiempo, cada inversionista obtuvo el retorno de sus decisiones.
En mis más de 20 años de experiencia como asesor financiero para cientos de personas, he aprendido que casi no existen malos instrumentos de inversión, pero sí existen malas decisiones de inversión. No hay dos inversores iguales en el mundo, por eso, es indispensable dejarse guiar por quien tenga una filosofía que pondere la prudencia en la toma de decisiones. Algún día, cuando el desastre se vuelva a acercar a tocar la puerta, la prudencia será la virtud más importante en la gestión del patrimonio. •