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Cuando despertó, el inversionista seguía ahí
by AMIB
Edgar Arenas Sánchez Asesor en Estrategias de Inversión
@garoarenas
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En febrero de 2020, tras un viaje por Italia, regresó a la ciudad de México un hombre de 35 años siendo portador del virus sars-CoV-2. Él fue el primer paciente de covid-19 identificado en el país y pocos días después empezaron a confirmarse más casos en otros estados y, semanas después, el virus alcanzó comunidades a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Este mínimo relato que pareciera el inicio de una película apocalíptica, pero fue lo que ocurrió en realidad y a lo que nos enfrentamos desde hace más de un año y que ha paralizado al país y al mundo. La economía del planeta entero no recibía un golpe de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial, a mediados del siglo pasado. En este entorno y en un período breve de tiempo los inversionistas han enfrentado un oleaje que aún presenta sobresaltos. Lo mismo hay empresas que están en sus últimos suspiros que compañías catapultadas al estrellato financiero tras una inmersión digital. Firmas de las que se hablaba mucho y bien en las principales bolsas de valores que han sido reducidas a cenizas y otras que se han convertido en estandartes de la nueva era digital y donde todos quieren invertir.
Con esta transformación forzada, una gran cantidad de mexicanos que estaban convencidos en invertir sus ahorros en instrumentos bancarios tradicionales, se han preguntado si vale la pena subirse en esta tendencia. La respuesta está en las cifras que muestran que, al tercer trimestre de 2020, la cantidad de cuentas en las casas de bolsa creció 136%, superando las 689,000 cuentas de inversionistas.
El pequeño y mediano inversionista entendió con rapidez que sus dispositivos digitales pueden ser una poderosísima herramienta para hacer crecer su dinero. En México, siete de cada 10 personas tienen un teléfono inteligente, lo que abre unas puertas a infinitas oportunidades que anteriormente estaban cerradas.
Edgar, ¿por qué debería invertir en una casa de bolsa cuando tengo una sucursal bancaria a media calle de mi casa?
Esto me lo preguntó un inversionista hace poco más de un año. El arquitecto, a quien conocí por un amigo en común, era un inversor tradicional que se sentía cómodo yendo a la sucursal del banco a tomar una taza de té con su ejecutivo bancario, a quien tenía mucho tiempo de conocer. Este hombre de 50 años no sentía la inquietud de invertir en algo más rentable cuando la tasa de interés en enero del 2020 estaba en rangos del 7% y la inflación alcanzaba el 3.24% — por lo que la tasa real positiva era de 3.26%. Nada mal.
Sin embargo, todo cambió muy rápido. La pandemia provocó que el arquitecto ya no pudiera salir con regularidad a la sucursal bancaria; además, el descenso de la tasa de interés en México y un incremento en la liquidez en todo el mundo motivó a los inversionistas a buscar activos de inversión más rentables. El arquitecto me dijo hace algunas semanas:
Don Edgar, con mi teléfono móvil pude abrir una cuenta en una casa de bolsa en línea, donde el monto mínimo de inversión es de $100 pesos y he descubierto que puedo invertir mi dinero casi en cualquier instrumento de inversión.
El arquitecto tiene razón. Le hizo sentido saber que la misma empresa que fabricó su teléfono también puede ser en la que invierta una parte de sus ahorros. Se siente cómodo diversificando una pequeña cantidad de su dinero en compañías que se han beneficiado por la inmersión digital que se ha vivido en los últimos meses.
Hoy, el mundo vive una coyuntura única. Nos hemos aislado físicamente, pero a la vez nos conectamos y hemos diluido las paredes de manera digital. Existen personas que aprendieron rápido esto y lo han incorporado a sus inversiones. Apple tiene un valor de capitalización casi dos veces más grande que el Producto Interno Bruto de España y, como esta empresa, otras tantas están siendo parte de los grandes cambios a los que la humanidad se ha enfrentado en esta peculiar época. Alguien me dijo una vez:
Si Forrest Gump pudo invertir en Apple, ¿por qué no puedo hacerlo yo?
Desde que el primer Homo Sapiens se irguió en las estepas africanas hace más de 300,000 años, la tecnología fue un pilar para que nuestra especie avanzara hasta llegar a nuestros días, en que mediante un dispositivo móvil nos comunicamos con el resto del mundo, como si lo hubiésemos hecho toda la vida.
La tecnología también ha sido parte de la evolución del mercado de valores. La primera empresa que emitió acciones —y por ende la primera entidad que se capitalizó con dinero de inversionistas— fue una compañía naviera que viajaba de Europa al Oriente que revolucionó la transportación marítima. La Compañía de Indias Orientales sentó las bases de lo que ahora son las modernas empresas que forman el mercado de valores. De acuerdo con información del Banco Mundial, más de 43,000 empresas cotizan en las diferentes bolsas de valores del mundo, lo que representa un crecimiento exponencial si tomamos en cuenta que en 1990 había menos de 24,000 firmas cotizando, un cambio que se debe, en buena medida, al crecimiento tecnológico.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, inegi, la edad promedio en México es de 29 años. Una persona con esa edad actualmente pudo aprender desde pequeña a usar computadoras y lo más probable es que esté familiarizada con la tecnología. Además, esa generación se enfrentará a un futuro en el que sus pensiones dependerán únicamente de lo que puedan ahorrar y de cómo inviertan su capital.
Yo soy un convencido de que en las grandes crisis se gestan grandes oportunidades y este momento es crucial para el mercado de valores. La pregunta es si el mercado de valores en México está preparado para este momento y la respuesta es sí. Existen dos bolsas: La Bolsa Mexicana de Valores y la Bolsa Institucional de Valores; la competencia entre ambas está haciendo más eficiente al mercado y ambas bolsas tienen muy claro que su papel es hacer crecer a las compañías mexicanas al conectarlas con inversionistas dispuestos a aprovechar las herramientas tecnológicas. De esta manera, la persona que ahorra está a un clic de convertirse en inversionista.
La crisis pasará y cuando despertemos de este pésimo sueño, el inversionista estará ahí, atento, inquieto, motivado. El mercado nunca había estado tan cerca de los pequeños y medianos inversionistas; por ello, todos los involucrados en el mercado de valores tenemos el compromiso de ofrecer más y mejor educación bursátil. Nuestra labor debe centrarse en educar al inversionista y acompañarlo para que su dinero esté seguro y sea productivo. Si el inversionista gana, México gana. •