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cómo se vivió la transición a la democracia desde los cuarteles; también se abordan las razones o sin razones por las que el gobierno de Felipe González no acometió la reforma democrática de las Fuerzas Armadas. El libro que comento es el resultado de una tesis doctoral, dirigida en su día por el conocido profesor y tertuliano Jorge Verstrynge, que “analiza el fenómeno de los militares demócratas en las Fuerzas Armadas del franquismo y su significada contribución -nunca reconocida adecuadamente por las instituciones democráticas- al proceso de la transición política en España”. He citado textualmente un párrafo del autor, porque sin duda nadie como él puede resumir el propósito de su tesis, su investigación y conclusiones. Para los lectores que no sepan lo que fue la UMD (Unión Militar Democrática) diremos que fue una organización clandestina, constituida en el seno del ejército español por militares profesionales, la mayoría de ellos con rango de capitán. La fecha oficial de fundación fue el 1 de septiembre de 1974, y la de su disolución el 26 de junio de 1977, es decir, a pocos días de las primeras elecciones celebradas en España desde la Segunda República. Tal y como es conocido, por quienes recuerden los comunicados y documentos, difundidos entonces por emisoras como la BBC, Radio París o Radio España Independiente, y publicados en prensa europea como Le Monde, la finalidad de esta organización militar no era otra que la de contribuir al restablecimiento de la democracia en España, mediante la convocatoria de unas elecciones, la promulgación de una amnistía, la modernización del ejército y el alineamiento de nuestro país con las democracias occidentales, sin que se decantara o mostrase simpatía, la UMD, por ninguno de los partidos políticos de la oposición.

Aunque la actividad de la UMD era aún muy embrionaria a mediados de 1975, ya se habían producido importantes reuniones en ciudades como Madrid o Barcelona. En la mayoría de los acuartelamientos importantes hubo profesionales que, o militaron en la organización o fueron simpatizantes, incluida la Academia Militar toledana. Fue precisamente en Toledo donde dos años antes habían tenido lugar unos hechos de gravedad para el Régimen, pero que entonces fueron silenciados, para que no se conociera que dentro del ejército había el menor atisbo de disonancia o rebeldía. En el mes de julio de 1973, hace casi 40 años, cuatro alféreces alumnos de la Academia de Infantería fueron expulsados por motivos políticos, tras ser sometidos a un Consejo disciplinario, al haber sido denunciados por otros alumnos integristas, con la acusación de tener ideología peligrosa. Habían tenido el atrevimiento de ofrecerse a dar clases a los soldados analfabetos, y también habían pedido que la asistencia a la misa fuese voluntaria. A estos antecedentes se le añadieron como pruebas de cargo, las publicaciones y libros encontrados en sus taquillas: Triunfo y Cuadernos para el diálogo, y libros de autores como Aranguren o Tierno Galván. Estos fueron en resumen los antecedentes de una corriente de opinión moderna y democrática en el seno del ejército, y que sería conocida dos años más tarde. La opinión pública española conoció con sorpresa, en el mes de julio de 1975, -si bien a través de la información que suministró el propio Régimen-, que habían sido detenidos varios capitanes y un comandante del ejército, acusados de conspiración y de haber constituido una entidad subversiva. Los servicios de inteligencia seguían de cerca la actividad de estos militares, alarmados por el posible “efecto contagio” que la Revolución de los claveles portuguesa, de abril de 1974, pudiera tener en las Fuerzas Armadas españolas. Un posterior Consejo de Guerra


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