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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA 213 entrega Año VI/ 29 de mayo de 2015

Datos para el estudio médico-topográfico de la villa de Budia por D. Severino Domínguez Alonso

Ricardo Rodríguez: El secreto de Sócrates

Dionisio Cañas: Los libros suicidas

Marcial Morales: Anticlericalismo burgués en la prensa de Alcázar durante la II República

Rubén Martín: Arquitectura o sueño

Miguel Ángel Dionisio: El clero toledano en la primavera trágica de 1936

Paloma Blasco Baonza: Los colores de la vida


su ambición de contar, que es un requisito imprescindible que conviene atender para no perderse en el objetivo propuesto. Pero al tiempo es una novela importante, cuya lectura es muy recomendable. A veces usa una ironía fina, aunque también llegue a darle aire de vodevil o la convierta en una auténtica bufonada grotesca en algunas escenas. Hace pensar, y mucho, y no cabe duda de que ha salido de una cabeza muy bien amueblada. Lenguaje y pensamiento viajan unidos en este relato.

Ricardo Rodríguez El secreto de Sócrates Ed. Piel de Zapa, Barcelona, 2015; 448 pags.; 22 €

Vaya por delante que El secreto de Sócrates del toledano Ricardo Rodríguez es una novela bien escrita, intensa, que resulta atractiva al lector. Una obra para disfrutarse sin prisas. Nuestra sociedad obliga por lo general a una prosa sintética, urgente. Y si digo que esta es una novela excesiva, alguien pensará: "como es un exceso es mala". No. Esta novela es un exceso en el sentido de riqueza, de vida, sus páginas son un verdadero semillero de pensamientos y de gozos literarios. Es verdad que estamos ante una novela que no llega a ser redonda porque abre caminos que no cierra, aunque esto no sea negativo en sí mismo. Porque se trata de una novela colosal en la que el autor no ha domeñado

Sócrates es el hijo de Eulogio Medina, el hombre más rico, más poderoso e inmoral de la ciudad. Eulogio tiene una historia divina, la suya y la de su familia. Dice: "La intensa experiencia de mi vida me ha conducido a la conclusión de que la honradez está mucho más extendida entre nuestros semejantes de lo que se piensa... Me refiero, desde luego, a lo que convencionalmente se entiende por honradez, que no es nada más que la coartada con lo que los cobardes justifican sus fracasos". "Sócrates encarnaba, ante sí mismo, la conciencia exagerada, casi exuberante, y ante todos los demás, la conciencia reprimida". Sócrates es un oscuro funcionario del ayuntamiento de esa ciudad pequeña, que no lo es por méritos, de los que carece, sino por enchufe. Ciudad pequeña porque "sólo las ciudades pequeñas pueden ser la imagen del universo". "Sócrates despreciaba a su madre; a su padre lo odiaba". "Pero el odio hacia el padre no lo causaba ningún vicio en particular, ni siquiera la suma de todos ellos; era una emanación que le nacía a Sócrates de alguna región inconsciente de su interior, una especie de fiebre que lo ahogaba por el mero hecho de hallarse ante su presencia".


"Lo que interesa aquí, y lo que además justifica nuestra presencia como narradores, es que Sócrates era un ser especial, que lo fue siempre, y no por los acontecimientos que hicieron de él un personaje fugazmente célebre en la televisión, sino por aquello que ni la televisión ni los periódicos llegarían jamás a saber de él".

sucede". También argumenta Alejandra: "El gran problema del mundo es que la mayoría de la gente se busca excusas más o menos enrevesadas para no hacer nada por los demás y no tener remordimientos de conciencia". O personajes que no están, como Inés, que solo juega un importante papel porque está muerta.

Sócrates, un tonto, como lo llama Elvira, su mujer. "no es que no le hubiese sucedido nada que hubiese querido, es que quererlo nunca fue la causa de que le sucediera. Se convirtió en novio de Elvira, con quien se casó finalmente, pero no hizo nada por conseguirlo. Fue ella, con la determinación que la caracterizaba, la que hizo cuanto había que hacer. Y él se dejó llevar, o envolver, sin mover un músculo".

La historia nace del encuentro de Sócrates con otro personaje bien singular: Diógenes. Ambos conforman un dúo de locos de la vida. El cinismo de la violencia caracteriza a Diógenes, Sócrates es pura sustancia amorfa. Y es que ambos pretenden una revolución mundial, para la que están destinados a cumplir un papel esencial, aunque no se sepa ni cuándo ni qué papel va a cumplir cada uno. Una revolución simbólica, eso sí. El plan revolucionario se encuentra finalmente con una voz sensata, rebelde, harta, naturalmente populista, la de Roque, el secretario del alcalde, que junto a lo que pasa al final de estas páginas, sea lo que tal vez justifica la historia que nos cuenta Ricardo, si es que a Ricardo le hace falta haber tenido una justificación para hacer esta espléndida novela que hay que leer sin prisas.

Sócrates: un conformista, eso era, un hombre sin carácter. Y su secreto puede ser el secreto de un cretino, o algo así como un gato muerto en las vías del tren cuando el suicidio de su padre. Como novela coral, las páginas están llenas de personajes marginales, sufrientes, que viven entre desdichas. “En nuestra era casi nadie cumple sus sueños”, dice Ireneo, el profesor de ciencias naturales. Chito, genial canalla, que encuentra una fórmula ingeniosa y maldita para conseguir dinero. Y que en realidad es el pasado del alcalde, Fulgencio Ventura, que en lugar de subir los impuestos, vende los bienes públicos (aunque esto no los entendamos como ficción). Elvira, que forma parte de una asociación estudiantil, y que se convierte en la mujer de Sócrates, y su amiga Alejandra. "Lo mejor, se le había ocurrido a Sócrates decirle a Alejandra, es no pensar nada más que en uno mismo; así por lo menos no te arriesgas a cometer las peores atrocidades en nombre de las más meritorias intenciones, que es lo que con frecuencia

El lector lee en busca del secreto de Sócrates que, por cierto, es un pánfilo sin personalidad, aunque vamos descubriendo, más bien tarde, que si que la tiene, a su manera, como cuando hace el discurso en el homenaje a su padre. Y en ese paseo se encuentra a esos personajes, también distintas historias. Y mucho pensamiento. Hay mucha reflexión, y además mucha clarividencia; hasta se reflexiona sobre el sentido y los modos de una canallada. Tal vez un exceso de filosofía. Una de sus propuestas: "Y aquí residía la vertiente más novedosa del credo de Moslier, su firme convicción que no había que obsesionarse con hacer la revolución, sino comportarse como si la revolución ya estuviera hecha". También recurre a otros pensadores


sobradamente conocidos, como Nietzsche, Hegel, Kant, Chauteaubriand por supuesto... Como dice Diógenes, que es el único que sabe que Sócrates es un filósofo, además de muchas otras citas, esquemas filosóficos, referencias intelectuales: "Un filósofo es un actor, conciencia palpitante que moldea con sus dedos de viento los hechos como si los hechos fueran arcilla. Eso. ¿No ha de disciplinar el espíritu a la materia? Eso, eso es lo que distingue a un filósofo". En otro momento: "Filósofo es quien refleja el sentimiento oculto de la cada época, el espejo de todos sus contemporáneos afirmó Diógenes con aire de solemnidad". Pero que nadie se engañe; esto no es un tratado, ni siquiera un ensayo. Es una novela escrita para ser disfrutada.

Marcial Morales SánchezTembleque

Ricardo Rodríguez nació en 1968 en Cabezamesada (Toledo) y en la actualidad reside en Leganés. En 2003 publicó el poemario Cucharadas de mar (Huerga & Fierro Editores), obra por la que ese mismo año obtuvo el Premio de Poesía Villa de Leganés. En 2005 vio la luz su novela La moral del verdugo (Ed. Mondadori).

Anticlericalismo burgués en la prensa de Alcázar durante la Segunda República Tesela nº 62; Patronato Municipal de Cultura; Alcázar de san Juan, 2015; 76 p.

Víctor Claudín Dos buenas sensaciones me produce, de V interesante entrada la lectura de este í opúsculo. Primero valorar la enorme labor c de profundización y divulgación de la historia y la culturat locales (en muchas de o sus manifestaciones) que viene desarrollando desder hace muchos años el Patronato Municipal de Cultura de Alcázar C de José Fernando bajo la coordinación Sánchez Ruiz. Un l ejemplo a seguir por otros ayuntamientosamás potentes y mucho más despreocupadosupor estos temas. d Y en segundo lugar, el buen nivel de í nuestros jóvenes historiadores y el rigor con n el que abordan ya temas hasta ahora ocultos o dejados a un lado, como este del anticlericalismo en nuestras latitudes.


El folleto que aquí traemos analiza con detalle los posicionamientos en materia religiosa (o político-religiosa) de dos publicaciones alcazareñas en los años 30 del siglo pasado. El semanario Despertar, vinculado a un republicanismo liberal, anticlerical pero más moderado, y el también semanario Democracia, órgano de los radical-socialistas; por un tiempo también de los socialistas y defensor de posturas más viscerales, cuasirevolucionarias, jacobinas y en todo caso militantemente anticlericales. Pero antes de entrar en el detalle de esas dos publicaciones el autor esboza el contexto social y político de Alcázar de san Juan en la época: 24/ 26.000 habitantes; ciudad con un peso del sector ferroviario muy fuerte, pero también con una importancia presencia de la rúbrica de “empleados” además de un sector agropecuario potente, aunque no excesivamente numeroso como era la tónica en otras poblaciones de la zona. Esa composición social se manifestaba en la presencia de una prensa plural y más numerosa que en otros lugares. Uno de los periódicos analizados llegó a contar con una tirada de 800 ejemplares, l o que dado el índice de analfabetismo de la época y esos volúmenes de población citados es un dato bastante elocuente. El primero de los periódicos analizados, El Despertar , fue fundado en 1925, y estuvo vinculado al grupo de reformistas republicanos moderados capitaneados por el asturiano Melquíades Álvarez que llegó a ser diputado por este distrito electoral. Representa un centro político moderado, no revolucionario, y su sus planteamientos religiosos son anticlericales pero dentro de una óptica cristiana (no confesional) y que podrían estar influidos por las posturas krausistas que se desarrollaron en torno a la Institución Libre de Enseñanza. Entre las influencias de esta publicación el autor cita

al filósofo alcazareño Tomás Tapia y Vela, discípulo de Sanz del Rio, y que llegó a ser diputado por Alcazar tras la revolución de 1868. Otra figura -.mucho más recientevinculada a este periódico sería la de l doctor Rafael Mazuecos, La otra publicación analizada en estas páginas es Democracia, semanario que nace como portavoz del partido republicano radical-socialista aunque en sus primeros años fue también portavoz de los socialistas, hasta que estos contaran con su prensa propia. Aquí estamos ante un anticlericalismo neto, militante, ateo, jacobino, “cuasirevolucionario y claramente anticatólico”. Tras los hechos insurrecciónales de Asturias (octubre de 1934) el tono del periódico se radicaliza aun mas y vuelca sus ataques contra la Iglesia y contra el partido de las derechas católicas, la CEDA de Gil Robles, al que responsabiliza de la deriva de la II República. El autor es Marcial Morales SánchezTembleque, del que nada sé, salvo que está realizando su doctorado en la UCLM y que pertenece al grupo de investigación De re hispanica. En definitiva una interesante aproximación a un tema no demasiado tratado en nuestra historiografía, aunque es bueno recordar aquí las excelentes aportaciones de Ángel Luis López Villaverde, Julio de la Cueva y Miguel Ángel Dioniso Vivas.

Alfonso González-Calero


Portada. El beato Domingo Sánchez Lázaro con otros sacerdotes del arciprestazgo de Puente del Arzobispo

El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936 Miguel Ángel Dionisio Vivas Instituto Teológico san Ildefonso; Toledo, 2014; 264 pags. ; 10 € Dentro del marco de mis investigaciones sobre violencia anticlerical en la España de los años treinta, acaba de salir publicado mi último libro "El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936" del que os hago una pequeña presentación

Uno de los principales problemas que afectaron a la vida pública española durante la Segunda República fue la llamada “cuestión religiosa”, con una exacerbación de la violencia anticlerical que culminaría en los dramáticos acontecimientos del verano de 1936, tras el golpe de estado del mes de julio, con una terrible violencia antirreligiosa y clerófoba dentro del ámbito territorial que se mantuvo bajo el más nominal que efectivo poder del Gobierno republicano. Esa violencia no surgió de repente, sino que se venía manifestando con mayor o menor virulencia desde las elecciones de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular, e incluso podemos rastrear sus raíces en la progresiva y previa demonización del adversario, fuera del signo que fuese, desarrollada a lo largo

de todo el periodo republicano. El estallido de la guerra civil permitió que desaparecieran todas las barreras que hasta entonces habían contenido esa violencia, pero no la instauraron ex novo. Por ello no resulta cierto el afirmar que dicha violencia clerófoba y el furor iconoclasta desatado a partir del 18 de julio es la consecuencia lógica del posicionamiento de la Iglesia hispana a favor de los sublevados. Esto nos lleva a plantear la cuestión de dicha violencia dentro de un marco mucho más complejo. Su génesis, su desarrollo, sus porqués, motivaciones, manifestaciones, han sido y siguen siendo objeto de estudio no sólo desde la historia, sino también, y es un enfoque cada vez más necesario para su correcta comprensión, desde la antropología, que nos invita a enfocarlo dentro de un marco espacio-temporal mucho más amplio, pues como es frecuente, solemos dejar que los árboles del verano de 1936 nos impidan descubrir el bosque del fenómeno del anticlericalismo español contemporáneo. En cualquier caso, lo que se puede constatar es que ese anticlericalismo que, con mayor o menor intensidad se venía dando desde la crisis del Antiguo Régimen, reapareció con la llegada de la Segunda República, en un doble plano, el legislativo y el popular. Atenuado, aunque no suprimido del todo, el dirigido desde el Gobierno durante el bienio radicalcedista, la victoria del Frente Popular lo reactivó, viéndose desbordados los gobernantes por la radicalización de las masas, dando lugar a un anticlericalismo que, como señala Fernando del Rey “ya no era el del primer bienio. Ahora se presentaba con tintes más sombríos, más radicales y revanchistas.” La cuestión requiere aún un profundo análisis interdisciplinar. A pesar de lo realizado en estos últimos años, sigue siendo esencialmente cierta la afirmación de José Álvarez Junco de que “el tema del anticlericalismo ha dado lugar a escasa reflexión por parte de los historiadores”. Asimismo, como señala Julio de la Cueva “el conflicto entre clericalismo y anticlericalismo es una de las manifestaciones más señaladas de la casi continuada crisis… (de) la contemporaneidad española”. Esta importancia no se refleja debidamente en la


historiografía, aunque algo va cambiando, con nuevas aportaciones, que por un lado, amplían el horizonte, insertando el tema de la violencia anticlerical dentro de los estudios acerca de la violencia en general, mientras que por otro destacan la peculiaridad de la violencia contra el clero en la España de 1936. Dentro de la violencia desatada en este año, los estudios, desde el análisis clásico de Antonio Montero, que significó un hito frente a los anteriores martirologios redactados tras el conflicto, hasta los más recientes, se han centrado ante todo en lo ocurrido a partir del 18 de julio, dejando al margen lo sucedido en los meses previos, en concreto el periodo que va desde las elecciones de febrero hasta el 18 de julio, reservándose la atención tan sólo para los incendios de mayo de 1931 y, a veces, para los ataques contra el clero en 1934 en Asturias. Esto en gran parte se ha debido a la falta de fuentes fiables y accesibles. Afortunadamente la reciente apertura de la documentación del Archivo Vaticano correspondiente al pontificado de Pío XI ha permitido acceder a una cantidad de datos abrumadora en cantidad y calidad; en la misma medida en que esta apertura se extendiera a todos los archivos diocesanos españoles, podríamos completar de un modo bastante aproximado el conocimiento de estos meses, claves para comprender lo ocurrido a lo largo del verano. Al mismo tiempo sigue siendo un tema controvertido, partiendo de su misma denominación, ya sea persecución religiosa, clericidio, violencia anticlerical, martirio, etc. Las mismas y diversas manifestaciones de dicha violencia, desde las más burdas hasta las que podríamos considerar “ritualizadas” nos están hablando de la complejidad de la cuestión. Incluso se podría, ya hablando de la explosión clericida e iconoclasta del verano, de un auténtico genocidio, en el sentido de supresión, exterminio o eliminación sistemática de un grupo social, por motivo de raza, de religión o de política. Se trató de hacer desaparecer el clero como tal. Ser sacerdote, durante los primeros meses de la guerra, bastaba para ser asesinado, muchas veces en medio de tormentos atroces. No era impedimento que se hubieran dedicado a los más pobres de sus parroquias, o que

ellos mismos vivieran, en muchas ocasiones al borde de la miseria. Era preciso, para instaurar un orden nuevo, acabar de raíz con la Iglesia, eliminando cualquier semilla que permitiera su resurgimiento en España. No es mi objetivo, en este libro, abordar tal estudio global y multidisciplinar. Me limito a algo más concreto, una aproximación a lo ocurrido en la archidiócesis de Toledo en los meses que van desde la victoria del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, hasta el estallido de la guerra. Y lo hago partiendo de un material archivístico hasta ahora inédito, el Fondo Secretaría de Cámara del Archivo Diocesano de Toledo. Este fondo recoge la documentación enviada y generada por la Secretaría de Cámara de la archidiócesis, institución a través de la cual el arzobispo, por medio del secretario de cámara, persona de su absoluta confianza y que en nuestro caso era Gregorio Modrego, atendía los asuntos ordinarios de la vida de la diócesis. A partir de febrero de 1936 la correspondencia se refiere cada vez menos a asuntos de la vida ordinaria (reparaciones de los templos, problemas económicos, autorizaciones de todo tipo, etc.) y más a las angustias, dificultades y problemas que los sacerdotes iban sufriendo ante la progresiva violencia, primero verbal y legal, después también física. Desde esta correspondencia se ha intentado reconstruir lo que fue la vida del clero toledano a lo largo de esos meses. Por tanto, no me limito a presentar lo que fue la exclusiva violencia, sino que trato de enriquecer el panorama con otros aspectos que hacen referencia al desarrollo de la vida eclesial toledana durante ese periodo, incluyendo no sólo la situación del clero, sino también acercándome a otras realidades, como el apostolado seglar, con el desarrollo de la Acción Católica o la vida religiosa de las gentes. El dar a conocer las potencialidades para el investigador de dicho fondo de Secretaría de Cámara, que suele estar presente en todos los archivos diocesanos, creo que es una de las principales aportaciones del libro. Al hablar de la violencia empleo el término persecución religiosa, y lo hago no sólo porque esta denominación va ganando seguidores en el ámbito historiográfico, sino porque asumiendo una perspectiva que la antropología ha integrado plenamente en


sus investigaciones, la emic, era la concepción que tenía en 1936 no sólo la inmensa mayoría del clero, sino también los seglares católicos. Son ellos los protagonistas de las páginas siguientes. He preferido dejarles hablar, manifestar sus sentimientos, sus miedos, su fe o su desesperanza; a lo largo de las páginas (263) del libro, cedo el paso a aquellos hombres que, con sus miserias y grandezas, fueron protagonistas, unos quizá involuntarios, otros conscientes de que era el momento de alcanzar la palma del martirio, y decididos a ello, de una de las páginas más dramáticas de nuestra historia reciente. Muchos habían escuchado aquellos versos que me recordaba durante la investigación un joven seminarista de aquel tiempo, veterano sacerdote de la diócesis de Toledo hoy, don Jaime Colomina Torner: “Abajo el clero, curas y frailes. Que mueran todos. ¡Queremos sangre! Miguel Ángel Dionisio Vivas

Datos para el estudio médicotopográfico de la Villa de Budia por D. Severino Domínguez Alonso, médico titular de la misma

Guadalajara, Establecimiento Tipográfico de Antero Concha, Plaza de San Esteban (Correos), 2, 1907, 68 páginas + II de Índice. (Guadalajara, Intermedio Ediciones -Edición facsimilar patrocinada por el Ayuntamiento de Budia (Guadalajara) con autorización de la Biblioteca Nacional de España-, 2015, Presentación de Carlos María de Silva). A primera vista pudiera parecer que un libro escrito antes de 1907, -concretamente en Budia y diciembre de 1905, según datos anteriores en algunos años-, carezca de importancia. Sin embargo el libro que ahora comentamos demuestra todo lo contrario, puesto que él pueden encontrarse datos que, sin lugar a dudas, servirán de base a otros estudios sobre Budia y su mundo, especialmente en lo referente a sus aspectos médico e higiénico. La idea de dar a luz pública ediciones facsimilares como la presente es de gran interés, puesto que junto a los datos que el libro contiene como tal, -es decir, su texto-, que no son pocos como podremos ver, se unen esos otros correspondientes a lo que podríamos considerar como la ficha bibliográfica del mismo: el nombre del autor (y, en este caso, su profesión), el título completo, el lugar de edición, la imprenta (y su domicilio) y el año, además del número de páginas de los preliminares, del texto que ocupa el estudio y del índice, amén de otros datos que, en ocasiones, se indican en el colofón, caso de haberlo. El libro no es muy extenso, sesenta y ocho páginas tan sólo, por lo que los capítulos que lo componen tampoco se


alargan y vienen a ser una especie de pinceladas que, precisamente por ello, no se hacen pesadas, más tratándose de un tema tan aparentemente árido como el que trata.

y estadísticas sobre la geografía, la demografía y los hábitos sociales de los habitantes de los “budieros” durante el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y comienzos del siguiente.

La edición presente, de 2015, contiene algunos añadidos respecto a la de 1907. Así, por ejemplo, dos dibujos a plumilla de Fernando Poyatos y la “Presentación” que escribe el alcalde de la localidad Carlos María de Silva, en la que alude a las peculiaridades del estudio, “tanto por su contenido como por las circunstancias y época en que fue publicado” por Severino Martínez Alonso, médico de la villa a comienzos del siglo XX, llevado por su propia inquietud, con el fin de mejorar el diagnóstico de las distintas patologías médicas que pudieran afectar a vecinos de Budia y sus pueblos aledaños; una iniciativa difícil de llevar a cabo con los escasos medios del momento y, especialmente, por la falta de estudios anteriores o de simples datos con los que comenzar el estudio, a pesar de lo cual el autor reconoce que en las páginas de su libro recoge gran cantidad de datos y aportaciones que en su día sirvieron para evaluar tratamientos y prevenir enfermedades todavía no muy conocidas.

Metidos de lleno en el libro de 1907 podremos hacernos una buena idea del mismo a través de sus “Preliminares”, ya que en sus páginas se ofrecen datos acerca de cómo surgió la necesidad de escribirlo, y su contenido. Don Severino Domínguez Alonso comienza por señalar la escasez de este tipo de estudios en la España del momento, teniendo en cuenta que constituían una verdadera necesidad, por lo que los médicos de partido, dice, “estamos obligados” a hacer la topografía médica respectiva, lo que nos supondría una inmensa fuente de ventajas por los datos que aportan, pero siempre que se hicieran las topografías de todos y cada uno de los pueblos, puesto que de lo contrario de nada o de muy poco servirían unas cuantas, aisladamente.

El resultado -añade Silva- “es un completísimo tratado en el que no solo se refieren las notas médicas y las conclusiones sobre las diferentes patologías, sino que aporta datos muy significativos sobre las condiciones higiénicas y sanitarias en las que él mismo y el resto de la población desarrollaba sus tareas habituales”. Y como complemento una serie de reseñas

Y es que los poderes públicos no se preocupaban demasiado de este tipo de estudios, por lo que, como indica Domínguez Alonso, “es doblemente meritorio que nosotros subsanemos semejante indiferencia ó error” y añade: “[…] el médico titular, además de prestar la asistencia facultativa necesaria, tiene ó debe tener la obligación de vigilar y hacer cumplir todos los preceptos de la Higiene á todos sus encomendados” (aunque sea una especie de mito) porque los edificios públicos: escuelas, teatros, casinos, etcétera, ni los alimentos, las bebidas y las viviendas, reúnen las condiciones de salubridad apropiadas.


Por eso, este tipo de topografías médicas tuvo tanta importancia; por un lado, para los agricultores, porque les ofrecían datos de gran utilidad y, por otro, para los profesionales, porque les sirvieron de guía en el ejercicio médico, evitándose algunas dudas siempre perjudiciales para el enfermo. Por ejemplo se conocerá mejor la patogenia de las enfermedades parasitarias, “cuanto mejor se conozca la biología de los gérmenes que lo producen, las condiciones naturales para su multiplicación y los medios que tengan para propagarse, así como también el conocimiento del clima, suelo, alimentos, género de vida, profesiones, etcétera, circunstancias todas que determinan la mayor ó menor receptividad de los habitantes” (sic), porque las enfermedades no son más que modificaciones que el cosmos produce en el individuo.

En cada uno de los apartados y subapartados anteriores, el lector podrá encontrar siempre algún dato de interés, por ejemplo, en el correspondiente a la alimentación se habla de que a los niños que acababan de ser lactantes se les daban unas gachas con vino tinto…; hay una interesante descripción de los “Caracteres físicos del habitante de la Alcarria”, en la que afirma que:

El autor del libro dedica las primeras líneas del mismo a la historia de Budia, para acto seguido entrar en un primer apartado destinado al estudio de su Mesografía (es decir, su Orografía, Hidrografía, Geología, Flora y Fauna, Climatología, Descripción de la urbe, Calefacción, Alumbrado, Vías urbanas y de comunicación en el término jurisdiccional, Bromatología y Policía Sanitaria); que da paso a una segunda parte, correspondiente a la Demografía (Censo por edades, sexos y profesiones, Estadística de nacimientos, matrimonios y defunciones durante el periodo de once años, Frecuencia morbosa, Fecundidad, Defunciones, Movimiento de población, etcétera y, finalmente, se ocupa de la Patología.

Distinguíanse aquellos por su gran desarrollo muscular, sobre todo en los brazos, efecto del uso que hacían con ellos para curtir, y por el color moreno pálido debido á la falta de aireación […] los labradores y peones del campo, que son todos ellos más que robustos, resistentes, de color sonrosado, rostro arrugado, de temperamento sanguíneo, predominante en los varones, y linfático nervioso en las hembras.

“[…] Es moreno, de cabello obscuro generalmente, enjuto de carnes, estatura media, de gran vigor físico, y agudeza intelectual precoz. Los signos de la pubertad, no aparecen hasta los 14 ó 15 años, rara vez antes. Antiguamente, cuando la industria de paños y curtidos estaba en su apogeo, podían establecerse diferencias entre los oficiales, que así llamaban á los dedicados á la industria, y entre los labradores y jornaleros.

Es frecuente la idiosincrasia gastrohepática (vulgo cóleras) y también lo son las hernias inguinales, debido sin duda a los esfuerzos obligados del azadón […] No suelen darlas importancia, y por no corregirlas a tiempo, he visto dos casos de


extrangulación, seguidos de muerte por gangrena intestinal. También son extraordinariamente frecuentes las hemorragias cerebrales… (de más de sesenta años, el cincuenta por ciento padecen esta afección que, generalmente va seguida de muerte)” (sic). Sirva esta cita para comprobar el interés del libro. En lo que respecta a la Patología, el autor divide las afecciones en distintos apartados, siendo las más frecuentes, estadísticamente comprobadas, las que se citan y analizan minuciosamente: * Enfermedades del aparato digestivo y sus anejos: Enteritis, Oclusión intestinal, Disentería y Ascitis, Hepatitis y Cirrosis hepática y Úlcera intestinal. * Enfermedades del aparato respiratorio: Bronquitis y Laringitis, Pneumonía lobular y Broncopneumonía, Gangrena del pulmón, Hemotipsis, Congestión y Edema del pulmón. * Enfermedades del aparato circulatorio: Pericarditis y Endocarditis, Hipertrofia del corazón, Lesiones valvulares y Asistolia, Ateroma y Embolia. * Enfermedades del sistema cerebroespinal: Mielitis, Atrofia muscular progresiva y Parálisis general; Reblandecimiento cerebral, Atrofia cerebral, Encefalitis, Anemia cerebral, Esclerosis y hemorragia cerebral, y Meningitis y Eclampsia.

* Enfermedades del aparato génito urinario: Peritonitis y Hemorragia puerperal y Uremia y Nefritis. * Enfermedades de la nutrición: Atrepsia, Reumatismo y Cáncer. * Enfermedades infecciosas: Carbunco, Tuberculosis, Fiebre tifoidea, Grippe, Sarampión, Viruela y Difteria. * Enfermedades de la sangre: Anemia y pnohemia, Senectud y Por falta de desarrollo orgánico. * Enfermedades Osteomielitis.

de

los

huesos:

Concluye don Severino, entre otras cosas, que “Vulgarizando esta clase de estudios, llegaríamos á precisar casi con exactitud matemática, las enfermedades propias de cada localidad […] a tal pueblo, tal enfermedad, […] claro está que con algunas salvedades, puesto que desgraciadamente la ciencia médica no es exacta”, y ruega a las autoridades competentes que ejerzan su influencia moral y material e inculquen a sus subordinados que la salud es el mayor tesoro que poseemos y que para conseguir hace falta solucionar algunos aspectos higiénicos entonces muy comunes: arrojar las deyecciones a la vía pública, mejoramiento de las conducciones de agua a las fuentes, prohibir los enterramientos en los nichos (mientras no reúnan las debidas condiciones), vacunaciones obligatorias, alimentar a los niños prematuramente y fomentar el arbolado, conservando el existente. Un librito -permítaseme la palabra- del que en la actualidad pueden sacarse sabrosas e interesantes notas con las que seguir aprendiendo. José Ramón López de los Mozos


Los libros suicidas (Horizonte árabe) Dionisio Cañas Ediciones Hiperión Madrid, 2015. 92 páginas La muerte creadora A la vez que recorro esta flamante publicación, que logra conjuntar tan altas cotas expresivas, hago al tiempo una ansiada relectura de otro suculento volumen: Brownyn, de Juan Eduardo Cirlot, perfectamente impreso por Siruela y escrupulosamente editado por la experta conocedora de la poesía cirlotiana, e hija del poeta, Victoria Cirlot. Y hallo entre el libro cirlotiano y la reciente entrega de Dionisio Cañas muy sabrosos paralelismos. Los contenidos difieren, pero pienso que la tensión de la inspiración, la estructura y cierto orden en la configuración textual son parejos en ambos. Recordemos que el ciclo poético denominado Brownyn surge en

Cirlot por el súbito y duradero enamoramiento que el autor sintió por la actriz Rosemery Forsyth interpretando a la muy bella campesina y enigmática doncella Brownyn en la película El señor de la guerra de Franklin Schaffner, ambientada en el mundo celta. Lo que sobremanera encandiló a Cirlot fue ver a Brownyn renaciendo de las aguas del pantano. En esta muchacha hermosísima reconoce Cirlot el mito de su vida. Lo que sólo iba ser un discreto poemario se alargó en 16 cuadernos, donde el escritor barcelonés exhibe los recursos que sintetizan su poética: ritmos canónicos (“Contemplo entre las aguas del pantano / la celeste blancura de tu cuerpo”), que originarán múltiples permutaciones, hasta variaciones fónicas construidas con las letras del nombre Brownyn (“Yr / Yn / Yb / Yw / Yy / Yo”), pasando por “abusar” de sonidos aliterados: “Un brillo de las brasas en la bruma / me recuerda que busque”. Corpus portentoso hecho a base de estrofas convencionales y versos métricos, rimas, “ni buscadas especialmente ni evitadas” como él dice; y también prosas líricas, poemas en inglés y esas permutaciones y variaciones fónicas referidas. Y si Cirlot hace cundir su inspiración partiendo de la ideología cátara, la de Dionisio Cañas arrancó en el momento de producirse su inmersión en el mundo islámico, viajando por primera vez a Egipto en 2010, y luego a otros países árabes, y a Irán y Turquía, lo que originó un depurado saldo poético oreado en una atmósfera sufista, propia del pensamiento místico iraní. Esta fecunda inspiración la lleva a cabo, como Cirlot, a lo largo de un ciclo poético conformado en Los libros suicidas (Horizonte árabe), que intercala formas en variada panoplia estética: grandes poemas de largo aliento (ese tono mostrado como saludable “imitatio” de las cláusulas clásicas de la poesía oriental); afiladas y densas prosas líricas; o un poema-espejo en


español (“White”) y en inglés (“Blanco”); justificado a la perfección todo el compendio, de tanta altura lírica, en la extensa sección final del libro, “Notas del autor”, que informan detalladamente sobre los conflictos, que nutren la escritura, entre Occidente y Oriente, los conflictos árabeisraelíes, los conflictos internos de los países árabes, y que exhiben las valiosas opiniones deductivas del poeta y aclaran el proceso de elaboración del poemario desde sus muy concretas fuentes. Hay en ellas un trecho, recogido desde correos electrónicos y presentando en forma de platónica dialéctica, en que Luis Javier Sierra, Alí Menufi y Dionisio Cañas desentrañan el símbolo desde la activa presencia del cuervo en Egipto, ave asociada a los enterramientos. Curioso es constatar que el nombre del mito cirlotiano, la doncella Bronwyn resucitada en aguas pantanosas, significa en la lengua céltica “cuervo blanco”. El conocimiento del horizonte árabe expuesto en este libro, desde luego completa la visión del mundo que firmemente nos venía brindando Dionisio Cañas, neoyorkino que fue durante más de treinta años y un profundo conocedor de los secretos de Manhattan. El trayecto que hagamos por Los libros suicidas nos llevará a enfrentarnos, y meditar en ello, con el tan debatido problema literario de la despersonalización poética; cómo ese Otro que muere en el poema simula ser el Yo biográfico, trayendo así, en la dicotomía “verdad / ficción”, ese gran planteamiento que puso en el tablero, con atractiva complejidad, el excelso Fernando Pessoa. En realidad este libro le fue dictado a Dionisio por la aparición espectral de un palestino muerto surgida hace ya años en Manhattan. Un buen haz de fructíferos dilemas transitan por este libro: “Somos luz y somos sombras”, se dice; y se dice también que

“es posible el amor” en la confrontación Occidente / Oriente; y el poeta se extiende, en un soberbio texto final, en la oposición entre las ventajas del viaje vertical (espiritual) sobre el horizontal (material), y cómo la poesía, hermanada a cada tiempo, ha de hacer síntesis de ambos. Este autor castellano-manchego (Tomelloso, 1949) muy leal y amorosamente defiende la poesía pero también, con lucidez, constata su fracaso. Su obra se podría definir como Enrique Granell define la de Cirlot. “Es fuego puro, es aquella materia ígnea que siempre ha sido el origen y la instantánea destrucción de la poesía.” Amador Palacios

Los colores de la vida Paloma Blasco Baonza Cuando la vida reclama contenido es el momento maduro de afrontar retos difíciles. Yo creo, y desde luego con sinceridad absoluta, que el ser humano aprende aquello que necesita y no aquello que quiere y busca en los recovecos de su corta vida, los entresijos de su propia moralidad y el contenido de su propio ego. “Cuando la poesía se convierte en alas de mariposa y aletea las inquietudes tanto como la necesidad de compartir. Cuando casi sin querer el azar nos pone a la altura de la consciencia unos versos nuevos que pueden hasta cambiarnos la vida, es momento de reconocer que en uno mismo ha dado a luz la Era del Sentir” - nos dice en su bonito prólogo, Manuel Valet-”


Y es que, los sentimientos deben estar siempre en libertad. Y, sin duda, es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace que la vida sea interesante. Paloma ha dejado jugar a sus sentimientos, ha hecho que su interior desembarque en cada verso de un Poemario solemne en contenido y brillante en su mensaje. Ahí está el doble encanto de la poesía. En sus escenas, bajo las palabras de su hechura, uno puede desdibujar los pensamientos ocultos, encastrados en el interior y sacarlos a la luz para airearlos con la sutileza del verso. Hay palabras que nunca han tocado tierra, por eso, cuando el poema rasga sus encantos, advierte del interior que traslada y desvela los sentimientos más profundos. La palabra, en prosa o en verso, rebuscada o limpia, es el hilo del entendimiento, es la voz de nuestro corazón y en ella, se encierra el valor del pensamiento, porque el pensamiento permite a las palabras llegar al poder. Y lo ha hecho a golpe de color, porque ahí es donde la sensación lírica encuentra su contenido cromático, con la limpieza del pincel de Nélida Cano y Gloria del Pozo, que han diseñado y pintado su magnífica portada. Hay aquí un poemario. Aquí se encierra una importante parte de la vida de una persona, de su autora, de quien ha elegido el rico sonido de la palabra, en verso, para desnudarse ante el mundo en un alarde de sinceridad y encanto. En cada momento de nuestras vidas tenemos un pie en el cuento de hadas y otro en el abismo. Cierto es, que la fantasía siempre ha ocupado ese lugar privilegiado que nos ha hecho sentirnos en el camino de la felicidad olvidada. Nos habla de la vida, del sufrimiento, del dolor, de la alegría, del cambio, del otoño, de sus padres, de su familia y de sus amigos, de la barbarie, del amor, de la noche infinita, de la inspiración del bosque dormido, de un todo en todo.

Tímida, sensible, ingenua a veces, temerosa por el devenir, humilde por convicción, es atrevida y cautelosa a la vez, enseña y aprende en cada momento que abre conversación, magnifica el encanto, inventa un entorno si no le es proclive, se muestra con honestidad en cada acción que representa, es, sin duda, una mujer de encanto deseado. Por eso, en la poesía es, si cabe, ella misma, sin titubeos, sin tapujos, con elegancia, real, honesta, sincera, profunda. Por eso, en la Voz silenciada nos dice: Voz silenciada quemada por el fuego de la ira. Voz, cuyo canto sonaba como un trino apasionado llegando como dádiva hacia Dios.

No ha lugar a las ausencias. Completo en su hechura. Nada ha dejado fuera. Casi nada ha quedado exento de su recetario poético. La libertad le marca el camino, pero el río de la vida le ayuda a cruzar los temores y los sueños. Como un bosque dormido: Eres como un bosque dormido, en tus labios sisea el trémulo abandono de las hojas y la callada incertidumbre de los nidos.

Paloma Blasco Baonza me cautiva con su sonrisa y me sumerge en su poesía. Lo hace como nadie puede hacerlo y por eso la admiro y la quiero. Vayan pues, para ella, estas palabras de su rico Poemario que presentaba el pasado jueves 7 de mayo en el Salón de la Delegación de Cultura ante numeroso público, amigos, familiares y admiradores, que hicieron de ese momento, el idílico canto de su poesía. ¡Descúbranla y lean sus poemas porque merece la pena¡ Miguel Romero Saiz


recorrido por la estructura superficial de París en un grado que podemos calificar de “pura percepción”, para descansar en el sueño, un sueño que activaría los mecanismos de la metáfora, del descubrimiento y del adjetivo, de la palabra misma.

Arquitectura o sueño Rubén Martín Díaz Editorial La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015

El tiempo transcurrido entre la impresión de las cosas y la palabra que la describe es un enigma que pocos se han atrevido a descifrar. La sensibilidad ante la observación hace que esta se convierta en “posibilidad” en “activación” en la conducta del escritor. De estos recursos es de donde surge un buen poema, una acertada reflexión o una caricia en forma de adjetivo. Porque es en ese tiempo indeterminado donde se establece la creación, podemos decir que esta depende de aquél, que la palabra y su espacio depende del tiempo al que me refiero. Y aquí es donde podemos encontrar la maquinaria, por decirlo de algún modo, que mueve los resortes de “Arquitectura o sueño” del poeta albacetense Rubén Martín Díaz (premio Adonáis, 2009). Utilizando la dualidad que nos propone en el título, podemos decir que la arquitectura a la que se refiere es la ciudad misma, un

Rubén Martín, en estos poemas en prosa, nos invita a trascender a la observación para instalarnos, desde el primer texto, en la acción lírica, y, más allá, en la propia filosofía. Porque la búsqueda activa del escritor en la ciudad nos anima a un hallazgo que, agarrado de los conceptos, camina hacia el conocimiento. Quizá sea este el peso real del libro que ahora publica La Isla de Siltolá: Un paso más allá en la tan acariciada luz de los anteriores libros de Rubén Martín, para hacerse, ahora, de silencio. Y en el silencio, todo lo que encontramos necesario. El escritor hecho poesía (como nos advierte en uno de los textos), la sensibilidad que es alimento indispensable, la observación, a la que ya hemos aludido, y la reflexión. En definitiva, un argumento que surge de la parte irracional del ser humano, que es la justificación de la escritura, para instalarse en una parte racional identificada como la escritura misma. Dos prismas, de nuevo, que juegan a entenderse con el título del libro. A nadie puede extrañar que, con estas herramientas, “Arquitectura o sueño” se convierta en un libro hermoso, intenso, capaz de llevar al lector por los espacios que sirven de justificación al autor, para hacernos descansar en la calma, en el acomodo del adjetivo, en los instantes que marcan el ritmo de ese tiempo indeterminado que va de la percepción de las cosas a la creación misma. De esta rápido análisis de “Arquitectura o sueño”, lo que queda es su lectura. Javier Lorenzo Candel


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