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El Viaje como Proyecto Josep Ferrando y Jaume Prat
Plano de Barcelona. Dibujo: Gisela Domènech Solanes
El Viaje como Proyecto
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Josep Ferrando y Jaume Prat
La Real Academia de la Lengua Española define la palabra crítica como un juicio que nos confronta con unas reglas. Cuando esta crítica remite a la ciudad se enfrenta con un sistema complejo definido tanto por la precisión de sus reglas como por la potencia y el número de sus excepciones. La lectura crítica de una ciudad es el punto de inicio de su visión como proyecto.
Demasiado a menudo vemos la ciudad como una colección de edificios singulares de mayor o menor escala, sin cohesión entre si, ajenos a su contexto excepto cuando éste ha sido empleado para proyectarlos. Quizá, incluso, se llegue a valorar algún plan urbano, siempre desde su intención seminal, lamentándonos invariablemente de su ejecución parcial, incompleta o traicionada por la presión urbanística. Esta lectura de la ciudad no nos confronta con lo que realmente existe en ella. No nos permite familiarizarnos con la sumatoria de pequeñas decisiones que termina por conformar su gran escala, plantaciones de árboles, pavimentos, detalles de aceras, mobiliario urbano, administración del aparcamiento en planta baja. Reglas encontradas o creadas, contradichas a veces, que dan carácter a la ciudad. Las lecturas proyecto a proyecto tampoco nos permiten enfrentarnos con las transiciones entre ellos. Con los límites entre barrios, con las fronteras interiores y exteriores, con el trabajo de la topografía, con la relación entre el centro y la periferia. Una lectura de la ciudad en esta clave proyecta un modo completo de intervenir sobre ella.
Proponemos en cambio una lectura que parte de la experiencia de un viaje y construye un proyecto unitario con Barcelona como caso de estudio, buscando relaciones entre tramas, límites geográficos, clima y topografía. También la geología y la historia se nos aparecen como herramientas indispensables para comprender la morfología actual de la ciudad, y los recorridos que llevó a cabo el grupo serán los elementos de articulación principales de la experiencia múltiple de la ciudad.
La Barcelona de hoy es una conurbación, un sistema extendido entre diversos núcleos aparentemente dispersos que orbitan alrededor de un centro geométrico claro ubicado en la Ciudad Vieja. Grandes infraestructuras como las rondas o la Avenida Diagonal cosen estos centros en un proceso que busca sistematizar su funcionamiento en red. Esta Barcelona extiende lo que podemos definir como su núcleo duro entre unos límites geográficos precisos: la Sierra de Collserola, que acota un llano que baja en pendiente suave hasta el mar, punteado aquí y allá por pequeñas colinas con las que el tejido urbano ha debido entenderse, y dos ríos de cauce prácticamente paralelo que sirven de tope lateral al crecimiento urbano: el Llobregat al sur, el Besòs al norte. Un hecho histórico permite entender prácticamente la totalidad de la historia urbanística de la ciudad: el Decreto de Nueva Planta con el que el primer rey Borbón, Felipe V, congela el desarrollo normal de la ciudad, convirtiéndola en una gran prisión después de la derrota de las tropas catalanas, abandonadas a su suerte por los ingleses al final de la Guerra de Sucesión, que marcó la Europa de inicios del siglo XVIII. Dicho decreto prohíbe dos cosas, el derribo de las murallas exteriores e interiores de la ciudad, y la construcción en todo el perímetro exterior a distancia de tiro de cañón, es decir, una milla. Estas dos restricciones provocarán, en una primera instancia, el colapso del casco urbano interior, generando la necesidad de que su límite se expanda y que entre en convivencia con la industria textil existente en la periferia inmediata. La industria, que sostiene económicamente a la ciudad, reduce a su vez la salubridad del ambiente hasta el extremo que la esperanza de vida de los varones se reduce a veintisiete años para las clases populares y a treinta y siete para las clases acomodadas.
El Ensanche Cerdà no será tan sólo una cuestión arquitectónica, sino ante todo, un método para salvar vidas. El proyecto de Ensanche contará, gracias a las circunstancias impuestas por los militares, con una tabula rasa casi absoluta para su desarrollo, unas circunstancias inéditas en la Europa de aquél momento que permitirán desarrollar un sistema de crecimiento que constituye simultáneamente una rotura con las circunstancias urbanísticas anteriores y un replanteo de las condiciones para una ciudad moderna y salubre desde cero.
Esta lectura de la ciudad propone un viaje a través de su geografía y de su historia orientada a los edificios, los proyectos individuales, a las diversas intervenciones que con su potencia dan carácter a la ciudad. Es una regla de juego intencionada que pone énfasis en el marco del cuadro, en la infraestructura que ha hecho posible la existencia de estos edificios que queremos, respetamos y valoramos, a menudo desde una lectura urbana, buscando en ellos las mismas referencias, la misma capacidad de crear vínculos y relaciones en cualquier barrio de la ciudad. El viaje constituye un proyecto unitario, dibujos, textos, fotografías hechos ad hoc con voluntad de sistema que, sin jerarquías, ubica partes de la ciudad en un mismo plano para que puedan ser leídas de un mismo modo, interrelacionadas tanto para permitir su comparación como para posibilitar su lectura en un mosaico que analiza y define los mecanismos de creación de los sistemas y de las sensaciones que éstos provocan. Este viaje trata Barcelona como una estructura formada por dos tipos de sistemas: abiertos y cerrados. Hemos usado en toda la publicación una estructura de definición por pares que, convenientemente contrapuestos, refuerzan sus características y sus posibilidades de relación con otros elementos que conforman la estructura urbana. En el caso de los sistemas cerrados estos pares han sido dos: los límites geográficos definidos por el mar y la montaña, las periferias construidas entre la Ciudad Vieja y Gràcia. El tercer par contrapone el sistema abierto del Ensanche y su adecuación mediada en el llano del Poble Nou.
El mar y la montaña contienen la ciudad y le dan escala. Son límites históricamente cambiantes, consolidados y definidos a lo largo de los siglos hasta su configuración actual, fijadas las variaciones de la línea de costa hasta definir un contorno que parece invariable a largo plazo y convertido el encuentro con la montaña en un sistema complejo de infraestructuras paralelas al mar que recorren y sirven transversalmente a la ciudad. La Ciudad Vieja y Gràcia, como todos los demás sistemas construidos de la ciudad, son deudores del Decreto de Nueva Planta antes mencionado. Lo que ahora conocemos por Ciudad Vieja, entonces el casco urbano de la ciudad, queda convertido en un sistema cerrado que solo podrá crecer horizontalmente dentro de sus límites hasta colmatar su perímetro primero y crecer en altura más tarde. Gràcia será la principal de las ciudades-satélite destinadas a aliviar la presión urbanística del centro. Esta pequeña ciudad se convertirá en un sistema cerrado por su impreciso y torpe sistema de compensación de propiedades y por el avance del sistema abierto del Ensanche. El Ensanche, concebido por Ildefons Cerdà como un sistema universal, es, desde su propio concepto, un sistema abierto a expandirse no tan sólo por el llano de Barcelona, sino idealmente por todo el mundo. La habilidad del ingeniero será capaz de ajustar dicho límite a las particularidades físicas y urbanísticas de Barcelona en virtud de sus excepciones: vías transversales como la Diagonal, la Meridiana o el Paral.lel. El Poble Nou es una particularidad del Ensanche que consiste en la superposición de su trama sobre la trama agrícola precedente, que aparece, todavía hoy, aprisionada por los límites de las calles. Éstas son rectas, canónicas, y soportan un parcelario heredero de la estructura geográfica anterior que ha dado un carácter singular al lugar. Otra sección de calle, otro tratamiento de la luz, otra densidad. La superposición está desapareciendo con el tiempo, no siempre suplida por soluciones más coherentes.
El sistema de pares se ha extendido a la propia estructura del libro y el sistema de análisis de cada una de las partes descriptas pivota entre el texto y las imágenes. Los pares de análisis confrontan la volumetría con la trama, la luz con la sección de calle y el sistema de propiedad con los usos. Lo que nos lleva a reflexionar sobre la ciudad como proyecto, a través de su estructura, forma y emoción, como toda obra de arquitectura. Un proyecto en curso que parte de la Barcelona actual para definir sus sistemas de crecimiento y su memoria.
Vista aérea de Barcelona desde la Carretera de les Aigües. Fotografía: Nicanor García
