Conéctate, número de noviembre de 2014: Tomar decisiones

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

CÓMO TOMAR BUENAS DECISIONES Metodología del éxito

En medio de la niebla Qué hacer cuando hay poca visibilidad

Como un pulpo en patines Cultivar la autodisciplina


Año 15, número 11

A N U E S T RO S A M IG O S L a de c i s ió n de p e r d o n a r Se ha dicho que toda la vida está signada por las decisiones, las disyuntivas con que nos encontramos, las distintas opciones que día a día se nos presentan. En buena medida, el rumbo que tome nuestra existencia y la suerte que corramos son consecuencia de nuestras decisiones. Estamos aquí para aprender a decidir con acierto, tarea que de ninguna manera es fácil. Todos, hasta los más sabios, desatinan alguna que otra vez. Las alternativas nos ponen, pues, a prueba y nos llevan a acudir a Dios, particularmente cuando están en juego cosas importantes. Para los creyentes, tomar decisiones es un proceso relacional en el que interviene Dios. Descargamos sobre Él nuestras ansiedades sabiendo que Él cuida de nosotros1 y quiere estar presente y participar en nuestras decisiones. Optar por hacer lo que agrade y honre a Dios es una forma de demostrarle que lo amamos con todo nuestro corazón, cuerpo, alma y mente2. Naturalmente, una de las consecuencias del libre albedrío es que todos somos susceptibles de tomar malas decisiones que a veces tienen graves repercusiones. Y ¿cómo debemos responder a las personas que nos hacen daño? Dios nos manda perdonarlas: «Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo»3. La Biblia dice que Dios no se acuerda de nuestros pecados4. Nos trata como si nunca los hubiéramos cometido. En el caso nuestro, el acto de perdonar significa que, si bien nos acordamos de los asuntos que nos han dejado heridas, optamos por vivir como si no nos hubieran hecho daño. Inspiradora en ese sentido es la frase con que el estadista sudafricano Nelson Mandela describió sus pensamientos cuando quedó libre después de pasar 27 años en la cárcel por oponerse al apartheid: «En el momento en que atravesaba la puerta que me conducía a la libertad comprendí que si no dejaba atrás mi rencor y mi odio seguiría encarcelado». Gabriel García V. Director 1. V. 1 Pedro 5:7

3. Efesios 4:32

2. V. Lucas 10:27

4. V. Hebreos 8:12

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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © 2014 Activated. Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


EL CIEGO QUE ME SIRVIÓ DE GUÍ A Olivia Bauer

Me acababa de mudar a Winnipeg (Canadá). Como

todavía no me habían instalado la conexión a Internet en mi apartamento, decidí ir a un Starbucks cercano para aprovechar el Wi-Fi y hacer algo de trabajo. A medio camino dudé si había puesto la billetera en la mochila y me detuve a revisarla. En ese instante sentí un golpe en el tobillo que me produjo un dolor agudo. Sin pensarlo, me di la vuelta para ver quién me estaba atacando. Cuál no sería mi sorpresa cuando me topé con un ciego de aspecto amable, premunido de un bastón blanco. El señor se deshizo en disculpas. En esas circunstancias era difícil enojarse. Tras decir unas palabras más, siguió caminando. Regresé a mi apartamento, pues efectivamente se me había olvidado

la billetera. Cuando por fin llegué a Starbucks, reflexioné sobre aquel atípico episodio. No era la punzada en el tobillo lo que me había causado impresión, sino la imagen del ciego desplazándose con plena confianza por la calle. Me puse a pensar en mi propia vida y en mi situación. Hacía poco que había cambiado de ciudad, y me encontraba lejos de mis amigos más cercanos y de los colegas con los que había trabajado durante años. Todavía no me desenvolvía muy bien en mi nuevo entorno. Me urgía encontrar empleo, pero ni siquiera sabía en qué quería trabajar. Además, tenía que tomar algunas decisiones relacionadas con mi futuro que eran bastante apremiantes. ¿Podía trabajar y al mismo tiempo estudiar en la universidad? Y en caso de no dar abasto, ¿en qué debía concentrarme?

¿Qué debía priorizar en la parte económica? Y ¿cómo se conjugarían esas cosas con mis metas a largo plazo? Algunas de esas interrogantes me tenían ofuscada. Era emocionante estar emprendiendo una nueva etapa, pero al mismo tiempo inquietante. Abundaban más las preguntas que las respuestas. Visualicé a aquel invidente recorriendo las calles del centro de Winnipeg. Aunque impedido de ver adónde se dirigía, transitaba con toda confianza. «Si ese señor puede agenciárselas para andar por la ciudad sin perderse —me dije—, ¡yo también puedo!» Olivia Bauer tr abaja con una organización comunitar ia sin fines de lucro en Winnipeg (Canadá). ■ 3


EN MEDIO DE LA NIEBLA Adaptación de un artículo de María Fontaine

¿Tienes que elegir entre varias alternativas y no sabes

por cuál decantarte? Tu deseo es seguir el camino que Dios te indique, pero el problema es que no lo distingues bien. Avanzas a trompicones, sin saber a dónde te diriges, qué hacer o cómo proceder. No logras visualizar las consecuencias que tendrá cada una de tus acciones. Muy pocas cosas se pueden decidir por separado. En cada decisión deben considerarse muchos factores. Hace poco me vino a la memoria el versículo: «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor». Me llevó a meditar sobre lo prudente que es esperar a que Dios disipe la niebla en vez de precipitarnos a tomar decisiones cuando no distinguimos bien lo que hay delante. Con el tiempo las cosas empiezan a discurrir por su cauce y logramos ver el camino con mayor claridad. Seguro que recuerdas alguna ocasión en que debías tomar una decisión y te sentías desorientado; pero seguiste orando, convencido de que el Señor no te fallaría, y cuando al cabo de un tiempo te indicó claramente el camino, te alegraste de haber esperado y confiado. Esperar es un elemento importante de la vida de fe. No es fácil, pero constituye una parte integral del proceso por el que Dios nos instruye, nos enseña paciencia, forma nuestro carácter y nos acerca a Él. La próxima vez que estés en un compás de espera, anímate. Seguro que la niebla se disipará, ¡es lo que siempre ocurre!

M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■ 1. Salmo 27:14 4

Encomienda al Señor tu camino, confía en Él y Él hará. Salmo 37:5 (rvr 95) Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Eclesiastés 3:1 Si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. Romanos 8:25 Después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido. Hebreos 6:15 (nvi) Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Hebreos 10:23 (nvi) La prueba de vuestra fe produce paciencia. Santiago 1:3 Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia. Santiago 5:7,8 (nvi)


Paseo por la orilla del río Anna Perlini

Nuestras largas conversaciones sobre posibles cambios

hacían que el futuro se viera cada día más nebuloso. Varios años antes mi marido y yo, junto con varios amigos, habíamos fundado una organización humanitaria para tratar de paliar la difícil situación heredada de la guerra civil en la ex Yugoslavia. Desde el primer día no había sido tarea fácil. Sin embargo, era alentador ver los resultados, tener voluntarios que trabajaban con nosotros y haber podido, en numerosas ocasiones, entregar ayuda y alegrar a los niños de los campamentos de refugiados. A esas alturas, no obstante, la mayoría de los integrantes de nuestra fundación se estaban yendo. Otras ONG se estaban trasladando también, y comenzamos a pensar que deberíamos dar por concluida nuestra labor allí. Yo me sentía un poco triste y descorazonada. —¿Por qué no damos un paseo por el río? —propuso mi marido.

Me venía bien hacer una pausa, así que accedí. No era exactamente un río, sino más bien un arroyo saltarín que corría por entre las colinas cerca de nuestra casa. Había llovido copiosamente, y estaba nublado. Una leve neblina húmeda envolvía los árboles y arbustos. Las condiciones climáticas reflejaban mi estado de ánimo mientras caminábamos por un sombrío y fangoso sendero. No sería la primera vez que cerrábamos un capítulo del libro de nuestra vida y nos íbamos a otro lugar. Pero en aquella ocasión algo no me cuajaba. Tenía la impresión de que debíamos perseverar contra toda lógica, a pesar de las circunstancias. Por mucho que repasamos los pros y los contras, no vimos claro qué decisión debíamos tomar. Cuanto más hablábamos del asunto, más confundidos nos sentíamos. Nos detuvimos y nos sentamos sobre unas piedras para desahogarnos con

nuestro amoroso Creador y escuchar lo que quisiera decirnos acerca de la situación. Él nos animó y nos aseguró que nos esperaban grandes cosas y más voluntarios de los que teníamos espacio para alojar. Catorce años después, todavía estamos aquí. El mes pasado inauguramos otro centro de formación, pues llegaban más y más voluntarios deseosos de prestar ayuda. La promesa se hizo realidad. ¡Qué distinto habría sido todo si no nos hubiéramos tomado ese rato, hace muchos años, para dar un paseo tranquilo, sin presiones, levantar la vista y mirar con claridad más allá de las nubes, donde el sol siempre brilla! A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e (w w w.perunmondomigliore. org/), organización humanitar ia activa en la ex Yugoslavia desde 1995. ■ 5


Alejandro Pérez

Cómo tomar buenas decisiones Las decisiones perfectas se dan con muy escasa frecuencia. No obstante, siempre es posible tomar buenas decisiones que, aunque no tengan un desenlace de cuento de hadas, logran el mejor resultado que permiten las circunstancias. Las personas que por lo general toman buenas decisiones no suelen actuar por impulso ni por intuición, ni se basan exclusivamente en su experiencia, sino que emplean alguna metodología, como por ejemplo esta: ● Define la cuestión. Buena parte de la solución radica en el planteamiento del problema. Para ello conviene recurrir a las preguntas básicas del periodismo y tratar de responder al quién, al qué, al cuándo, al por qué y al cómo. ¿Por qué es necesaria la decisión? ¿Cuál es el objetivo? ¿Cómo podría la decisión influir positivamente en la situación? ¿A quién va a afectar? ¿Cuándo es preciso tomarla? ● Adopta un enfoque positivo. Esfuérzate por ver la situación como una oportunidad y no como una contrariedad. 1. V. Lucas 14:28 2. V. Mateo 7:7,8 6

● Enumera las distintas opciones. Cuantas más consideres, menos probable es que pases por alto la mejor solución.

● Sé consecuente con tus principios. Si alguna de las alternativas compromete tus valores, elimínala de la lista.

● Reúne información. Una investigación exhaustiva te conducirá a decisiones más acertadas. Además redundará en una mayor paz interior durante la ejecución de las mismas1.

● Toma una decisión. Una vez que estés convencido de haber dado con la mejor alternativa, adopta resueltamente esa línea de acción.

● Sé objetivo. Si ya tienes una opinión formada sobre el asunto, es natural que quieras buscar pruebas que la confirmen. Eso está bien en caso de que tengas razón; pero si no puede apartarte de lo que sería la mejor decisión. Considera de buen grado soluciones alternativas y puntos de vista divergentes. Ten presente que el objetivo no es demostrar que tú tienes razón, sino tomar la mejor decisión. ● Estudia las diversas opciones. Anota los pros y los contras de cada opción y sopésalos. Procura determinar los mejores y los peores resultados posibles de cada opción. Trata de ver si hay alguna forma de combinar varias soluciones prometedoras para lograr una realmente eficaz.

● Cambia de rumbo si varían las circunstancias. Después que tomes una decisión y comiences a implementarla, puede que se presente una mejor opción. Entra entonces en juego lo que se ha denominado el efecto timón: el timón solo actúa una vez que la nave está en movimiento. ● Consulta con Jesús. Por último —aunque no por ello, menos importante—, ruega al Señor que te guíe en cada etapa del proceso. Mucha razón tenía quien dijo: «Puede que yo no conozca todas las soluciones, pero conozco al que lo soluciona todo». Jesús te puede ayudar a salir de cualquier laberinto. Si le pides orientación, te la dará 2. Alejandro Pérez for ma parte del cuerpo de redacción de Conéctate. ■


¿Por dónde se llega a…? Curtis Peter van Gorder

Recurro mucho al GPS en mi teléfono. Para una persona como

yo, que anda siempre de un lugar a otro, la vida se simplifica mucho cuando uno cuenta con indicaciones claras y sencillas. Por otra parte, también recuerdo la zozobra que se siente cuando uno se encuentra en un sitio desconocido y sin mapa. Una vez, en el curso de una visita a mis padres en Texas salí con mi esposa y mis hijos hacia un lago donde esperábamos pasar una distendida tarde de verano. Si bien me había criado en la zona y tenía vagos recuerdos de la ruta, después de conducir media hora por carreteras comarcales y sin otros autos a la vista, admito que dudé si íbamos por buen camino. No había señales en la carretera ni nadie a quien preguntar. Las vacas que veíamos tampoco nos supieron dar razón. Por fin, un empleado de la única gasolinera en kilómetros a la redonda nos dio unas indicaciones:

1. Salmo 143:8 (nvi)

–Sí, sí. Sigan por la ruta 105 hasta llegar a la 390 poniente. Luego tomen la 36 norte y llegarán derecho al lago. Su compañero de trabajo notó mi desazón. –No se preocupe —añadió—, este tipo es bueno para dar indicaciones. Le dimos las gracias y partimos. Encontramos la 390 poniente; pero después de 30 minutos por esa vía volvieron las dudas. «¿Será que dijo la 390 oriente?» Me recriminé por no haberlo apuntado. ¿Cómo podíamos siquiera estar seguros de que aún íbamos por la 390 si no había letreros ni nadie a quien preguntar? Estábamos a punto de rendirnos y dar la vuelta cuando vimos una señal que indicaba la proximidad de un cruce. ¿Sería acaso...? ¡Ruta estatal 36! Giramos hacia el norte. Poco después vimos a dos ancianos campesinos con largas barbas

reposando en sus mecedoras en el porche anterior de una casa. –¿El lago? Sí, derecho. Imposible perderse. Al rato estábamos chapoteando en las refrescantes aguas del lago, contentos de no habernos dado por vencidos cuando temíamos habernos extraviado. Se me ocurrió que el incidente era una buena analogía de la vida. Cuando te sientas perdido, cuando te asalte la duda de que tal vez llevas un tiempo extraviado, cuando te encuentres en un enredo, pide ayuda: «Señálame el camino que debo seguir, porque a Ti elevo mi alma»1. Dios es muy bueno para dar indicaciones. Curtis Peter van Gor der es guionista e instructor de pantomima (http://elixirmime.com/). Vive en Bombay (India) y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■ 7


COMO UN

PULPO EN PATINES Chris Mizrany

¿Qué tienen en común un

destacado funámbulo, un experto en artes marciales y un empresario exitoso? Que han adquirido autodisciplina. En su profesión, la disciplina es clave. Esas personas dedican tiempo a practicar, a pulir sus habilidades, y en algunos casos renuncian a ciertos alimentos o actividades a fin de alcanzar sus metas. La autodisciplina es más que refrenarse de hacer ciertas cosas o empeñarse en algo por el solo sentido del deber. Es un medio para lograr un fin. Alcanzar sus metas significa tanto para esas personas que llevar una vida disciplinada no representa tanto esfuerzo ni sacrificio para ellas. Están dispuestas a forzar su capacidad de aguante a fin de conseguir el éxito, y su disciplina se pone de manifiesto en lo que logran hacer. Creo que la mayoría podríamos elevar nuestro grado de autodisciplina. Aunque no aspiremos a 8

cruzar un abismo caminando sobre una cuerda, podemos despachar la pila de trabajo que tenemos sobre el escritorio, cumplir lo que nos hemos propuesto para mejorar nuestro estado físico y procurar administrar mejor nuestro tiempo. En el fondo, la autodisciplina no es privarse de cosas, sino más bien liberarse. Un amigo me dijo una vez: «Hasta que no logres disciplinarte de verdad, no serás verdaderamente libre». Una frase de sana sabiduría que cambió por completo mi mentalidad. En otra ocasión, el gerente de una cadena internacional de tiendas me dijo: «La clave del éxito no está solo en saber lo que quieres, sino también lo que debes hacer para lograrlo». Cuando nos disciplinamos, somos capaces de sortear obstáculos que de otra manera nos habrían limitado o frenado. Jackson Brown Jr., cuyos libros se han vendido mucho por todo el mundo, lo expresó con una

afortunada metáfora: «El talento sin disciplina es como un pulpo en patines. Se mueve mucho, pero nunca se sabe si será hacia adelante, hacia atrás o hacia un costado». Por otra parte, si canalizamos bien nuestras energías y las concentramos en lo que es importante para nosotros, entonces sí avanzaremos a paso firme. Jesús fue un modelo de disciplina. Hizo lo que tenía que hacer, y en Su caso no solo era difícil, sino que exigió Su misma muerte. Su disciplina y Su compromiso con Su causa transformaron el mundo. Si estamos dispuestos a disciplinarnos, nosotros también podemos transformar nuestra vida y nuestro entorno. Chris Mizr any es diseñador de páginas web, fotógr afo y misionero. Colabor a con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. ■


LA PLATERÍA ROBADA Keith Phillips

En Los miserables, un clásico de la literatura universal, Victor Hugo cuenta la historia de Jean Valjean, cuya azarosa vida se hunde a raíz de una decisión irreflexiva, cuando roba una barra de pan para dar de comer a los hambrientos hijos de su hermana. Como consecuencia, pasa los siguientes 19 años de su vida encarcelado en el famoso Bagne de Tolón. Al salir de la penitenciaría, su condición de expresidiario le impide encontrar trabajo. Obligado a mendigar, Valjean llama a la puerta del obispo de Digne, quien le da de comer y lo aloja por una noche. Pero desesperado por lo que ve como un futuro desolador, el hombre cede a la tentación y huye en medio de la noche llevándose parte de la platería del obispo. No llega lejos. Lo detienen con la platería y lo llevan ante el prelado. Sabiendo lo que le ocurrirá a Valjean si lo vuelven a declarar

culpable de robo, el buen obispo decide darle una oportunidad y dice a los gendarmes: —Yo le regalé la platería. Valjean se libra de la ley, pero no de sus malos hábitos. Luego de reincidir una vez más en un robo, llega a otro punto decisivo; en esa ocasión se arrepiente y a partir de entonces es otro hombre. En los años que siguen pasa por muchas vicisitudes y se enfrenta a más encrucijadas, mas persevera en el derrotero que Dios le ha ayudado a trazarse. Los miserables constituye un emotivo cuadro de la fuerza redentora del amor de Dios. También nos enseña que las decisiones que tomamos inciden poderosamente en nuestra vida. Hasta las más pequeñas pueden tener amplias repercusiones. ¿Qué podemos hacer, entonces, para tomar buenas decisiones? La única fórmula segura es incluir a Dios en el proceso decisorio, pues Él sabe como nadie

lo que más conviene. Él quiere que elijamos bien, y siempre que lo hagamos contaremos con Su respaldo. Así pues, lo mejor que podemos hacer es habituarnos a pedirle ayuda. K eith Phillips fue jefe de r edacción de la r evista Activated, la versión en inglés de Conéctate, dur ante 14 años, entr e 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Cary n ayudan a personas sin hogar en los EE . UU. ■

DECÍDETE POR JESÚS Jesús, te invito a formar parte de mi vida. Perdóname mis errores y ayúdame con mis dificultades cotidianas. Te pido que ilumines mi camino, me orientes y confortes mi corazón. Dame fuerzas para tomar decisiones atinadas, agradarte y en lo posible hacer la vida más fácil y feliz a los demás. 9


EstremecEdora perspectiva Peter Amsterdam

Hace poco me topé con un

conocido pasaje de la Biblia que he leído, oído y hasta citado un montón de veces; pero en esa ocasión, al meditar sobre su aplicación práctica y las enormes consecuencias de hacer caso omiso de él, comprendí más cabalmente su importancia. Mateo 6:14,15 dice: «Si perdonas a los que pecan contra ti, tu Padre celestial te perdonará a ti. Pero, si te niegas a perdonar a los demás, tu Padre no perdonará tus pecados»1. Esos versículos no admiten ambigüedades. Conceder o negar el perdón a quienes nos ofenden incide directamente en nuestra relación con Dios.

1.

ntv

2. V. Mateo 18:21,22 3. V. Mateo 18:23–35 4. V. Romanos 3:23 5. V. Marcos 11:25 6. Colosenses 3:12–14 (ntv) 10

Era de esperar que poco después de esa declaración de Jesús, el apóstol Pedro le preguntara: —Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces? —No siete veces —respondió Jesús—, sino setenta veces siete2. Es decir, 490 veces. Con esa abultada cifra Jesús quiso subrayar que no hay justificación alguna para no perdonar a alguien. A fin de recalcar todavía más ese punto, continuó con el relato de un rey que deseaba arreglar cuentas con sus siervos o súbditos, en el cual empleó también cifras muy elevadas.

Un hombre le debía al rey 10.000 talentos. Un talento equivalía a 57 kilos, por lo que aquel hombre le debía al rey 570 toneladas, muy probablemente de oro o de plata. Al precio de hoy, si fueran de plata equivaldrían a 400 millones de dólares; de ser de oro, el valor ascendería a unos 25.000 millones de dólares. En cualquier caso, era una deuda enorme. Puesto que el hombre no puede pagar, el rey ordena que él, su esposa, sus hijos y todas sus pertenencias sean vendidos. El súbdito le implora paciencia al rey, y este, por lástima, no solo aplaza la deuda, sino que se la perdona en su totalidad.


Lamentablemente, el siervo exonerado encuentra luego a un consiervo suyo que le debe 100 denarios. Se calcula que un denario equivalía a unos 20 dólares actuales, por lo que la deuda del consiervo ascendía a unos 2.000 dólares, es decir, una suma muchísimo menor que la deuda que se le había perdonado al primer siervo. A pesar de la enorme diferencia, el siervo exonerado manda encarcelar a su colega por atrasarse en sus pagos. Cuando el rey se entera de aquel atropello, manda llamar al siervo exonerado y le dice: —¡Siervo malvado! Te perdoné toda esa deuda porque me lo rogaste. ¿No deberías haber tenido compasión de tu compañero así como yo la tuve de ti? Entonces el rey, indignado, hace encarcelar también a ese siervo. Jesús termina el relato con una alarmante declaración: «Así tratará también Mi Padre celestial a cada uno de ustedes si no perdonan a sus hermanos»3. Hay ocasiones en que los demás pecan contra nosotros o nos hieren,

ya sea con intención o sin ella. Lo mismo se da a la inversa: a veces somos nosotros los que herimos a nuestros semejantes o pecamos contra ellos. Si alguna vez alguien nos trata injustamente, nos engaña, nos roba o nos desacredita a nuestras espaldas, si nos estafa o no cumple su palabra con nosotros, sea como fuere, sea cual sea la ofensa o el daño sufrido, se nos manda perdonar. Perdonar no significa que le demos la razón a la otra persona, ni que haya quedado subsanado el perjuicio o el daño que nos causó. Simplemente quiere decir que en vez de tratar de determinar quién tiene razón y quién no, dejamos eso en manos de Dios, junto con las repercusiones que hayan tenido las acciones de la persona. Uno adopta una actitud noble y perdona. Todos pecamos; ninguno alcanza la gloria de Dios4. Al igual que el siervo inclemente, cada uno de nosotros tiene una deuda descomunal con Dios, tan grande que nadie podría pagarla jamás. Por medio de Jesús, Dios nos dispensa de esa deuda; pero a la vez nos insta a dispensar a los demás.

Desde esa óptica, puede resultar desconcertante que si no perdonamos a quienes pecan contra nosotros, Dios no nos perdonará cuando pequemos contra Él. Lo bueno es que también podemos considerarlo como una promesa: Si perdonamos a los demás, Dios nos perdonará a nosotros5. Si somos misericordiosos, se nos tratará con misericordia. Si perdonamos, seremos perdonados. «Dado que Dios los eligió para que sean Su pueblo santo y amado por Él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que les ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía»6. Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

Los débiles no son capaces de perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes. Mahatma Gandhi (1869–1948)

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LA MAGIA DEL PERDON Victoria Olivetta

—¡Me gustaría que hubieras sido varón!

No sé cuántas veces le oí decir eso a mi madre en mi niñez. Teniendo en cuenta la cultura en que se crió y las actitudes de la sociedad argentina de aquel entonces, ahora entiendo mejor lo desalentador que fue para ella tener solo una hija y ningún hijo varón. De todos modos, en esa época 1. Mateo 10:8 (nvi) 2. Lucas 6:36–38 (ntv) 3. Mateo 6:12 (ntv) 12

me dolió muchísimo. Como además yo me enfermaba durante meses seguidos en los helados y húmedos inviernos de Buenos Aires, y no podía ir al colegio y jugar con mis amigas, me sentía sola y aislada. Mi padre murió cuando yo tenía quince años. Entonces tomé un trabajo de media jornada para pagarme un colegio particular de educación secundaria. Puse mucho empeño en mis estudios y mi capacitación como secretaria; pero mis esfuerzos muy pocas veces se vieron premiados

con el cariño y la aprobación que anhelaba recibir de mi madre. Me puse muy rebelde, y con el tiempo ella me echó de la casa y tuve que enfrentarme al mundo yo sola. No pude seguir financiándome los estudios, pero arrendé un cuarto y a la larga encontré un empleo mejor. El tiempo pasaba, y yo seguía insatisfecha y desdichada. Finalmente, cuando ya no podía más, le pedí a Dios que obrara en mi vida. Esa misma semana conocí a alguien de La Familia Internacional


con quien hablé de temas profundos. Eso condujo a muchas otras conversaciones trascendentales sobre Dios y las verdades del espíritu. Así encontré las respuestas a los interrogantes que más me atormentaban. Sentí que Dios quería que compartiera aquella alegría y satisfacción con los demás, y decidí dedicarme plenamente a hacer voluntariado cristiano. Mi nueva labor me llevó a distintas partes del país y también al extranjero. Mis viajes duraban meses y hasta años. Aunque seguí en comunicación con mi madre, nunca hablábamos de nada muy significativo. Después que formé mi propia familia, mis hijos se acordaban de ella cuando hacían manualidades y también, por ejemplo, cuando preparaban tarjetas de Navidad para familiares y amigos. Yo le mandaba de vez en cuando fotos para que viera cómo crecían sus nietos y le contaba lo que aprendían. Así y todo, nada la ponía contenta. Fueron pasando los años, y pensé que había perdonado a mi madre. He comprobado, sin embargo, que es muy sencillo perdonar a una persona cuando no se vive con ella o no se la ve con frecuencia. Mucho más difícil es perdonar a alguien con quien hay que lidiar habitualmente y que tal vez siga haciéndonos daño.

Tal como me lo había imaginado, cuando regresé a Argentina después de una ausencia de muchos años y me reencontré con mi madre, su desaprobación y su falta de afecto reabrieron heridas emocionales que yo creía ya superadas. Al cabo de varias visitas ya estábamos nuevamente peleando. Un día oí la canción La magia del perdón y me punzó la conciencia. La escuché varias veces, hasta que se me quedó tan grabada que no podía menos que perdonar. Ahí mismo le pedí a Dios que me ayudara a perdonar toda palabra hiriente, todo arranque de ira y todos los demás desplantes de mi madre que me habían causado dolor. Di gracias a Dios por hacerme ver que debía tratar con misericordia a mi madre, pues yo misma necesitaba misericordia. Yo también había fallado y herido a otras personas en muchas ocasiones, y Jesús no había dejado de amarme. Comprendí que Él tampoco había dejado de amar a mi madre y que quería que yo hiciera lo mismo. Me puse a llorar al pensar en los muchos años de cercanía y relación íntima que mi madre y yo nos habíamos perdido, y cuánto debía de haber sufrido ella como consecuencia. Jesús dijo a Sus seguidores: «Lo que ustedes recibieron gratis,

denlo gratuitamente»1. «Deben ser compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen a los demás, y no serán juzgados. No condenen a otros, para que no se vuelva en su contra. Perdonen a otros, y ustedes serán perdonados. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio»2. También nos enseñó a orar así: «Perdona nuestros pecados, así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros»3. Dios me había regalado Su amor y Su perdón, y en ese momento me correspondía hacerle ese mismo regalo a mi madre. En la siguiente visita que le hice, yo no era la misma, y por lo visto eso la cambió a ella. Preparó una comida deliciosa, me reveló sus recetas preferidas y recordamos momentos felices. Desde entonces, ver a mi madre y hablar con ella es como reunirme con una buena amiga a la que no he visto en mucho tiempo. Al principio la senda del perdón parece difícil y sembrada de obstáculos; pero cuanto más transitamos por ella, más fácil se torna. Ahora puedo hablar de la magia del perdón, porque es una experiencia que he vivido. Victor ia Olivetta vive en A rgentina. Está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■ 13


Un puente q ue cruzar R eflexio n es

Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdo-

El perdón es un acto no exento de egoísmo, pues trae aparejados inmensos beneficios para quien lo practica. Lawana Blackwell (n. 1952)

El perdón es la llave para abrir la puerta del resentimiento y las esposas del odio. Es la fuerza que rompe las cadenas del rencor y los grilletes del egoísmo. Anónimo

La única actitud que suscita esperanza cuando ha habido malentendidos y mala voluntad es el deseo de perdonar. Cuando hay perdón en el ambiente, son posibles la esperanza y la sanación. C. Neil Strait (1934–2003)

nándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32

Sin perdón, la vida se rige por un ciclo infinito de resentimiento y represalias. Roberto Assagioli (1888–1974) El perdón no cambia el pasado, pero sí amplía el futuro. Paul Boese (1923–1976) El que no es capaz de perdonar destruye el puente por el que él mismo debe cruzar; pues todo hombre tiene necesidad de perdón. Anónimo La ira nos empequeñece, mientras que el perdón nos hace adquirir mayor estatura. Chérie Carter-Scott (n. 1949) 14

El poder del amor no produce historiadores quisquillosos. El amor prefiere enterrar en la tierra del perdón los cabos sueltos de los aciertos y errores del pasado, y nos motiva a empezar de nuevo. Lewis Smedes (1921–2002) Devolver odio por odio multiplica el odio y vuelve aún más oscura una noche ya desprovista de estrellas. Las tinieblas no pueden acabar con la oscuridad: solo la luz puede. El odio no puede acabar con el odio: solo el amor puede. Martin Luther King, Jr (1929–1968)

Negarse a perdonar es estar aprisionado por el pasado, por viejos agravios que no permiten que la vida prosiga. Negarse a perdonar es dejarse controlar por otro […], estar atrapado en una secuencia siempre creciente de acción y reacción, de indignación y venganza, de ojo por ojo y diente por diente. El presente está interminablemente invadido y devorado por el pasado. El perdón libera al que perdona. Arranca al que perdona de la pesadilla de otro. Lance Morrow (n. 1939) El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos. Nelson Mandela (1918–2013) Debemos perdonar a los que nos agravian. No es preciso que nos guste su compañía, no hace falta que nos hagamos amigos de ellos ni que les enviemos corazoncitos en mensajes de texto, pero sí tenemos que perdonar, pasar por alto, olvidar. No hacerlo es atar piedras a nuestros pies, piedras que no permiten que nuestras alas nos eleven. C. Joybell C. ■


Momentos de sosiego Abi May

DECISIONES

PRÓDIGAS La parábola del hijo pródigo es probablemente la más

conocida de cuantas contó Jesús1. Relata el caso de un joven que se va de casa, se descarría, se arrepiente de sus decisiones y termina regresando al hogar, donde su padre le brinda una cálida y amorosa bienvenida. Se trata de un tema que ha aparecido en innumerables obras literarias, que se ha repetido incontables veces en la vida real, que se ha retratado en el arte, que se ha representado en la danza y que hasta está presente en la música contemporánea, como por ejemplo en la carátula del álbum Beggar’s Banquet, de los Rolling Stones. Es un relato de humanidad, que trasciende fronteras nacionales, religiosas, geográficas e incluso históricas, y que hoy en día sigue siendo tan conmovedor y actual como hace dos milenios. 1. V. Lucas 15:11–32 2. Lucas 15:20 (ntv)

En cierto modo es también un relato de decisiones. La desafortunada decisión del joven de irse de casa para malgastar su vida y su herencia es uno de los ejes de la narración; luego siguen decisiones más atinadas, cuando vuelve a sus cabales y se propone regresar. El padre también tiene decisiones que tomar. ¿Debe recibir a su hijo con los brazos abiertos, o regañarlo y castigarlo por sus errores? Justamente esa parte del relato contiene un detalle en el que no se suele reparar. Visualicemos la escena: el joven delgado, harapiento y en deplorable estado a causa de las terribles experiencias vividas en la pobreza extrema; el padre que llora de alegría al abrazarlo. Sin embargo, el momento en que este abre su corazón para recibir a su hijo no es, como uno podría imaginar, cuando el hijo le ruega de rodillas que lo perdone y expresa su arrepentimiento por haberse descarriado. No, ese momento crucial viene antes:

«Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó»2. Su hijo aún no había pronunciado palabra. No obstante, el padre —que sin duda había pasado muchos meses y hasta años de angustia y pesar— no dudó. Es más, ni siquiera aguardó a que su hijo llegara; salió corriendo a su encuentro. Esa es una imagen del amor incondicional de Dios. Él no espera a que digamos las palabras de rigor, no toma en cuenta nuestro aspecto desaliñado ni las señales de los golpes que nos ha dado la vida, no aguarda hasta que nos enmendemos. No nos increpa por nuestros errores y desatinos. Desde el momento en que nos volvemos a Él, nos recibe con los brazos abiertos y nos perdona. A bi M ay es escr itor a y docente. Vive en el R eino Unido. ■ 15


De Jesús, con cariño

POR BUEN RUMBO Quiero que tu vida tenga sentido, y que tanto tú como Yo estemos orgullosos de ella. En última instancia, la responsabilidad es tuya. Tú eres quien debe tomar las decisiones atinadas que te conducirán a donde debes llegar; mas puedes encomendarme a Mí tus caminos y pedirme que allane tus sendas. Si tomamos juntos las decisiones, tendrás la confianza de que tu vida va por buen rumbo. A veces el proceso para dar con Mi voluntad es complicado. Quizá tengas que esperar y hacer gala de paciencia. Las circunstancias son variables. La gente cambia. Tú también. No obstante, no dejes de repetirte que Yo quiero que descubras Mi voluntad y que premiaré tu paciencia y tu fe. Yo te creé. Desde el principio de tu vida he estado contigo y seguiré contigo hasta el final. Siempre será algo entre tú y Yo. La función que Yo desempeño en tu vida no la puede ejercer nada ni nadie más. Si me buscas de todo corazón, me hallarás y descubrirás Mis soluciones1. 1. V. Jeremías 29:13


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