Conéctate, número de julio de 2014: Al encuentro de la alegría

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CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

REBOSANTE DE ALEGRÍA Beber de la Fuente

Me hace ilusión que llegue el lunes ¿Será posible?

La lección del té Placeres sencillos


Año 15, número 7 A N U E S T RO S A M IG O S E n b u s c a de l a f e l ic i da d La felicidad tiene la mala costumbre de eludirnos cuando la buscamos ciega y afanosamente. Diríase que cuanto más la perseguimos, más se oculta en los entretelones de nuestra existencia. Repasando las definiciones de felicidad que han circulado durante milenios, pareciera que la dificultad se debe paradójicamente a su natural sencillez desprovista de todo artilugio. ¿Cómo es que luego de tantos intentos de teólogos y filósofos por dilucidar el problema y de los incontables libros de autoayuda que se publican cada año sobre el tema todavía no damos con la fórmula? ¿Realmente es fácil ser feliz? Reflexionemos sobre las palabras de Abderramán III, emir y posteriormente califa de Córdoba en el siglo x: «Llevo más de cincuenta años reinando, en victoria o paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, han aguardado mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. Y en todo este tiempo, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he vivido: suman catorce». ¿Solo catorce? Si un hombre de su categoría apenas encontró motivos para ser feliz, ¿qué esperanza nos queda a nosotros, vulgares plebeyos? Dicen, no obstante, que en una casa pequeña cabe tanta felicidad como en una grande, y que la felicidad no se puede asir con las manos, sino que se lleva en el alma. Quizá por ahí va el agua al molino. Dios desea que los creyentes seamos felices: «Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor»1, proclamó el rey David con confianza. De todos modos, la desdicha a veces nos embarga, y no acertamos a saber por qué. Quizás el problema radica en que asociamos la felicidad con un destino, una estación a la que arribaremos cuando cumplamos determinado objetivo, nos tomemos esa anhelada vacación, adquiramos esa casa de ensueño o consigamos ese codiciado puesto de trabajo, o incluso cuando nos saquemos la lotería. La verdad simple y desnuda, sin embargo, es que la felicidad se encuentra en las experiencias que tenemos a lo largo del camino a medida que vamos acercándonos a Dios y tendemos una mano amiga a los demás. Más que ser una meta en sí, la felicidad es consecuencia de vivir en armonía con Dios y el prójimo. Gabriel García V. Director 1. Salmo 144:15 (dhh) 2

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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2014 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.


L a l e c c ió n del té Curtis Peter van Gorder

Algo que disfruté mucho en los años que viví en Japón fue la habilidad de los

japoneses para tornar actividades cotidianas en expresiones de arte. Han transformado tareas de todos los días —como la preparación del té, la confección de arreglos florales, la jardinería y el rastrillado de piedras— en experiencias culturales y espirituales. Admiro su capacidad para preservar y valorar la belleza de los quehaceres sencillos de la vida. Se dice que la ceremonia del té es la culminación de todas las artes. En el pueblo donde vivía yo se celebraba una ceremonia anual del té en un salón especialmente construido para ese fin dentro del castillo de la localidad. Es una experiencia imperdible. Se lleva a cabo de la siguiente manera: Al entrar en el silencioso salón, nos quitamos el calzado, y una mujer vestida con el tradicional kimono nos da la bienvenida. Su aspecto distendido, sus gráciles movimientos

y la ausencia de enseres innecesarios en la sala tienen un efecto tranquilizante. Los tatamis de paja nos frotan suavemente las plantas de los pies. La sala de té cuenta con unas puertas grandes de papel de arroz que están abiertas, para permitirnos ver un jardín exuberante con una fuente. El sonido del agua que cae aplaca los nervios. De la pared pende un poema que exalta las bondades de la magnolia. Debajo de él hay un arreglo floral que asombra por su austera sencillez. El ángulo en que se encuentra colocada cada flor tiene su significado; juntas ilustran la relación entre el cielo y la tierra. Nuestra anfitriona prepara el té con la destreza de una bailarina. Cada movimiento —desde la forma en que cuelga la servilleta de su cinto hasta el batido del té y los remolinos que forma la infusión caliente en el bol— ha sido cuidadosamente coreografiado y refinado a lo largo de miles de años por los

maestros del té. Nuestra anfitriona ha practicado su ejecución desde niña. Tomamos los tazones artesanales, intencionadamente rústicos, y hacemos los habituales cumplidos sobre su belleza. Tienen una parte anterior y una posterior, y deben girarse en un sentido y de una forma particulares. Las tartas se sirven en hojas. Intercambiamos con nuestra anfitriona las cortesías de rigor acerca de cosas sencillas, y al terminar partimos con el mismo silencio y respeto con que llegamos. Por alguna misteriosa razón, nos sentimos distintos. Lo que los maestros japoneses del té y otras personas de su talante han descubierto es que las tareas más sencillas pueden derivar en momentos gozosos, que dejan huella. Curtis Peter van Gor der es guionista e instructor de pantomima (http://elixir mime. com/). Vive en Bombay (India) y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■ 3


DE IMPROVISO Iris Richard

Nuestro jeep avanzaba a trompicones por

un rústico camino que desembocaba en la carretera principal que conducía a Nairobi. Volvíamos de una provechosa misión humanitaria en una recóndita zona rural de Kenia. Mentalmente repasé la ajetreada semana que tenía por delante. Faltaban pocos días para la puesta en marcha del siguiente proyecto, y había mucho que planificar y organizar. Parecía que las horas no alcanzaban para todo. Desde hacía unos días tenía una molestia en una rodilla, que a la postre derivó en un dolor no agudo, pero sí constante. Hasta entonces no le había prestado atención, aunque sabía que en algún momento me iba a tener que revisar la rodilla. Pero como no lograba encontrar el momento, lo fui postergando. Al llegar a casa me fui a la cama temprano, exhausta y adolorida. En la noche me despertaron unas punzadas. Descubrí que tenía una inflamación alrededor de la rodilla. Me tomé unos calmantes y traté de dormir un rato más. Por la mañana el dolor era más intenso aún. Llamé a mi médico, que me citó en su consulta de inmediato. Un exhaustivo examen, complementado con un análisis de sangre y una placa, confirmaron que tenía una infección profunda en la pierna, la cual amenazaba con extenderse. El médico frunció el ceño al ver los resultados.

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—Tenemos que hospitalizarte ya mismo. —Pero tengo reuniones programadas y un montón de cosas que hacer esta semana —repliqué. —Tu trabajo tendrá que esperar —insistió el médico—. Hay que detener esa infección, de lo contrario hasta podrías perder la pierna. Cojeando y a regañadientes me dirigí a la clínica adyacente para hacer el ingreso. Una enfermera se acercó con una silla de ruedas y me llevó a una pequeña habitación. El silencio me envolvió apenas me quedé sola. Por fin asumí que iba a estar unos días fuera de circulación. La habitación era blanca y estéril. Las ventanas, que daban a un patio arbolado, lucían unas cortinas de flores. Había un pequeño televisor adosado a la pared, un lavamanos con un espejito y una cama de metal. Me sumergí en las sábanas invadida por sentimientos de afán y exasperación. Enseguida se abrió la puerta, y entró una enfermera para colocarme un goteo. —No te preocupes, mi amor —me dijo tranquilizadoramente—. Pronto estarás mejor. Y salió con una sonrisa. Me quedé otra vez sola. Entendí que tenía dos opciones. Podía dejarme abrumar por la situación y aborrecer cada minuto que tuviera que pasar allí. Pero también podía tratar de descubrir lo positivo de aquel trance, que debía estar oculto en alguna


¡SONRÍE! El corazón alegre hermosea el rostro. Proverbios 15:13 El mundo es como un espejo: si le muestras mala cara, te pondrá mala cara; sonríele, y te sonreirá. Anónimo

parte. Opté por lo segundo y recé para que Dios me ayudara a encontrar alegría en aquellas circunstancias imprevistas y potencialmente deprimentes. Un llamado a la puerta me sacó de mi ensueño. Era una colega, que me traía un ramo de flores. Acto seguido recibí varios llamados de mis seres queridos deseándome una pronta recuperación. Comencé a recobrar la alegría. Cuando me trajeron un té y un pastelito a media tarde no pude menos que sonreír. Caí en la cuenta de que hacía mucho tiempo que no me servían la comida en la cama. Luego descansé, leí y vi una película. Me hizo mucho bien distenderme y disfrutar de ese reposo inesperado que tanta falta me hacía. Al cabo de pocos días se me curó la rodilla y pude volver a casa. Mientras tanto, mis compañeros se las habían arreglado para llevar a cabo la labor programada sin inconvenientes. Me alegro de haber optado por tener una actitud alegre, que me trajo paz y me ayudó a recuperarme rápidamente. Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia, donde ha participado activa mente en labor es comunitar ias y de voluntar iado desde 1995. ■

En casi todos los casos, una sonrisa es producto de otra. Frank Clark (1911–1990) La sonrisa es el dispositivo de iluminación del rostro y el sistema de calefacción del corazón. Anónimo Si luces una sonrisa, tendrás amigos. En cambio, si andas con el ceño fruncido, no tendrás más que arrugas. ¿Para qué estamos si no para hacer la vida más llevadera a nuestros semejantes? George Eliot (1819–1880) Sonríe. Es una terapia gratuita. Doug Horton (1891–1968) Si sonríes descubrirás que la vida vale la pena. John Turner (n. 1932) y Geoffrey Parsons (1910–1987) Las arrugas deberían ser simplemente la huella de las sonrisas. Mark Twain (1835–1910) Sonríanse unos a otros. Sonrían a su mujer, a su marido, a sus hijos, a quien sea. Así se agrandará el amor que hay entre ustedes. Madre Teresa (1910–1997) Aunque en el mundo hay cientos de idiomas, una sonrisa los habla todos. Anónimo ■ 5


AFI C I Ó N pOR los colorEs Anna Perlini

Uno de los primeros regalos que recuerdo haber recibido

fue un pequeño juego de témperas. Más tarde me dieron un estuche de pinturas al óleo, un caballete y varios bastidores. Recuerdo mi primera obra maestra, que pinté cuando tenía 11 años en unas vacaciones veraniegas en las montañas. Me tomó días, y el resultado no fue nada extraordinario. No obstante, la satisfacción que sentí fue inmensa. Mi adolescencia fue un revolú de aficiones, arte, música, política, de todo un poco. Luego me case y comencé a viajar. Era engorroso andar cargando un juego de óleos. En todo caso, ¿cuándo iba a encontrar tiempo para pintar? El último cuadro que hice fue una puesta de sol en Sicilia cuando estaba embarazada de mi primer hijo. Después de eso, nada durante muchos años. Cuando mis hijos eran pequeños, los estimulaba para que dibujaran. Mark mostró una particular inclinación por el arte y a la larga llegó a 6

ser caricaturista. Con frecuencia me preguntaba: «Mamá, ¿por qué no vuelves a dibujar y pintar?» En cierta ocasión, al final de una visita que me hizo, me volvió a pedir que le pintara algo. Aquella vez accedí, a pesar de que me sentía como si hubieran pasado siglos desde aquella puesta de sol en Sicilia. Estaba muy fuera de forma. Casi no lograba controlar el pincel. Me llevó un rato recordar las técnicas más elementales de sombreado. Si bien terminé el cuadro —mayormente para complacer a mi hijo—, mi intención era volver a guardar mis útiles de pintura. No obstante, apenas dos meses después unos amigos me pidieron que les ayudara a pintar un mural de 6 x 8 metros. Una empresa monumental. Para colmo, tenía que trabajar parada sobre una plataforma articulada. La obra tuvo una alentadora acogida. De ahí surgió una nueva afición: la de pintar murales en colegios, hospitales, centros juveniles y casas particulares.

Ahora disfruto mucho transformando un espacio gris y deslucido en un festival de colores y figuras radiantes. En una ocasión, un anciano que estaba en un hospital me comentó que desde que tenía en la pared, frente a su cama, a niños felices que le «sonreían constantemente», ya no se sentía tan solo. Aquellos niños felices habían sido creados con nuestros pinceles. Estoy convencida de que todo el mundo tiene muy dentro de sí alguna afición olvidada que está allí latente, a la espera de que la reaviven. Desde luego, la reacción de la gente al ver transformado su espacio volvió a despertar en mí la pasión por el arte. Ahora siempre tengo las pinturas listas para el siguiente muro gris. Anna Per lini es cofundador a de Per un mondo miglior e (http://w w w.perunmondomiglior e.org/), organización humanitar ia que desde 1995 lleva a cabo labor es en la ex Yugoslavia. ■


Adivina, adivinanza Keith Phillips

Nehemías dijo que era la fuente de la fortaleza1.

David, el salmista, lo descubrió en la presencia de Dios y se lo devolvió como ofrenda de amor2. Jeremías lo halló en la Palabra de Dios3. El rey Salomón afirmó que Dios premia con él a quien se conduce con honradez y rectitud4. Jesús se lo prometió a Sus seguidores y manifestó que es consecuencia de creer y hacer lo que Él nos dice5. El apóstol Pablo lo mencionó como uno de los frutos del Espíritu Santo y uno de los sellos distintivos de que el reino de los Cielos se ha instalado en nuestro interior6. ¡Cómo no iba a saberlo! Al fin y al cabo, fue lo que lo sostuvo durante los encarcelamientos, las persecuciones y otros múltiples peligros que sufrió7. El apóstol Pedro dijo 1. V. Nehemías 8:10

que no se podía describir con palabras, pero lo calificó de «glorioso»8. Me refiero al gozo del Señor. Lo mejor de todo es que no es patrimonio exclusivo de profetas, salmistas, reyes y apóstoles. Millones de creyentes de toda edad y de todas las épocas lo han conocido y disfrutado. Está además a tu entera disposición. Es gratuito, y puedes contar con él a partir de este instante si haces una sencilla oración y le pides a Jesús que te llene del «gozo inefable» del Espíritu Santo. Él prometió: «Pidan, y se les dará. […] Si ustedes saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!»9 Cuando lo recibas, no te sorprendas si te sientes más feliz que nunca y si tu gozo y alegría se contagian a los demás. El gozo del Señor, como todo lo bueno de la vida, se intensifica cuando se comparte.

2. V. Salmo 16:11 3. V. Jeremías 15:16 4. V. Eclesiastés 2:26 5. V. Juan 15:11 6. V. Gálatas 5:22; Romanos 14:17 7. V. 2 Corintios 11:23; Hechos 20:24 8. V. 1 Pedro 1:8 9. Lucas 11:9,13

Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated, la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■

Buenos días, Señor, a Ti el primero encuentra la mirada del corazón, apenas nace el día: Tú eres la luz y el sol de mi jornada. Buenos días, Señor resucitado, que traes la alegría al corazón que va por Tus caminos, ¡vencedor de Tu muerte y de la mía! Liturgia de las Horas, Miércoles I, Laudes Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Vuélveme el gozo de Tu salvación, y espíritu noble me sustente. Salmo 51:8,10,12 7


REBOSANTE DE ALEGRÍA Adaptación de un artículo de María Fontaine

El gozo que Dios nos ofrece nos permite ser felices

aunque nuestra situación terrenal no sea perfecta, porque se trata de un gozo trascendente. Dios promete resolverlo todo en el futuro y nos proporciona fuerzas en el presente. Quiere hacernos felices aunque todavía no gocemos de una situación ideal y las circunstancias físicas no nos sean propicias. La dicha que Él nos ofrece nos permite estar alegres y tener una actitud de alabanza y despreocupación aunque nuestra vida esté llena de afanes. Proviene del más alto cielo y está muy por encima de todo ahogo terrenal. Jesús es el puente, la puerta de acceso a ese mundo de felicidad. Dios nos ama aunque nos portemos mal, lleguemos tarde, nos rezaguemos, pequemos, seamos poco amorosos o decepcionemos a

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alguien. Él nunca deja de amarnos y, lo que es más importante, nunca deja de creer que la victoria está a la vuelta de la esquina, porque así es. La confianza que Él tiene en cada uno de nosotros nos permite vivir dichosos aun cuando todo se vea bastante negro, porque estamos convencidos de que lo mejor está por venir. Para contar con ese gozo, es imprescindible ver el presente en el contexto de la eternidad, y no permitir que detallitos por aquí y por allá influyan tanto en nuestra felicidad y sosiego. Los problemas que ahora nos agobian se empequeñecen al compararlos con la eternidad de bienestar con Jesús que nos aguarda. Miremos, pues, hacia el futuro con fe; así nuestro presente también será mucho mejor.

A veces nos parece que no podemos estar gozosos a menos que desaparezcan todos nuestros problemas. En cuanto surge algo negativo, se nos pincha el globo de la felicidad y concluimos que esta nos ha abandonado. Sin embargo, el gozo espiritual que nos da Dios reposa en una base bien firme. Podemos ser felices durante las tormentas de la vida porque sabemos que el sol sigue brillando por encima de las nubes. Comienza por fijarte en los detalles que Dios dispone cada día para hacerte feliz, para proporcionarte placer, satisfacción o dicha. Dios quiere que disfrutes de esos obsequios y te deleites con cada bendición que te concede. Pero también quiere inculcarte un gozo más perdurable, una felicidad más duradera que no dependa exclusivamente de lo terrenal.


Si todavía no conoces el gozo del Señor, pruébalo ahora mismo haciendo la siguiente oración: Jesús, me han dicho que Tú puedes darme una alegría que ninguna circunstancia podrá robarme: ni el dolor, ni la tristeza, ni tragedia alguna. Si de veras es así, quiero que me ayudes. Sé mi amigo, acompáñame y dame un propósito para vivir cada día. Muchas gracias.

La felicidad que Dios nos proporciona se basa en la fe; trasciende el presente y se deleita en la naturaleza eterna de Su amor. Tienes permiso para ser feliz. Tienes permiso para albergar esperanzas de cara al futuro por mucho que hayas arruinado el presente. Tienes permiso para creer que Dios te ama aunque te parezca que lo has desilusionado. Tienes permiso para comunicar y compartir grandes dosis de amor porque el amor nunca se te acabará. Tienes permiso para divertirte y relajarte porque eso es bueno y saludable, y a Él le encanta verte disfrutar. El caso es que Dios quiere que seas feliz. Y para ello no hace falta que cambie nada en tus circunstancias. Basta con que aceptes el gozo, el alivio y el aliento que Él quiere darte, que aceptes Sus promesas, las invoques y cambies de perspectiva. Es algo que puede ocurrir de un momento a otro; basta con que des el paso de creer. M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

DIOS NOS OFRECE ALEGRÍA AUN EN LOS TIEMPOS DIFÍCILES Estoy rebosante de ánimo y de alegría a pesar de todas las penalidades. 2 Corintios 7:4 (blph) De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo […] en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias. 2 Corintios 12:9,10 Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. […] Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. 1 Pedro 4:12,13 (nvi) Mientras pasas por la prueba, recuerda victorias anteriores y toma nota de las bendiciones de las que gozas, convencido de que vendrán otras mayores si permaneces fiel. Ezra Taft Benson (1899–1994) ■ 9


Amo la vida Evelyn Sichrovsky

Las paredes de mi dormitorio se tiñen de luz con el sol de

la mañana. Me froto los ojos, me desperezo, bostezo y dejo vagar mis pensamientos hacia el pasado. Con las vueltas que ha dado mi vida he hecho lo que a mi juicio es un descubrimiento, aunque seguramente muchos otros seres humanos ya desvelaron hace siglos ese secreto. He hallado lo que hace feliz a una persona y cómo puedo llegar yo misma a ser feliz. 1. Salmo 118:24 10

Durante años consideré que ser feliz consistía primordialmente en gozar de óptima salud y no sentir dolor físico. Un ideal de difícil acceso para mí que desde chica he sufrido de asma y otros trastornos de salud. Con el tiempo, sin embargo, lo que me parecía que era el mayor enemigo de mi felicidad ha llegado a ser mi mejor maestro en ese sentido. A los 16 años tuvieron que hacerme una cirugía de urgencia

para extirparme un quiste gangrenoso, y pasé la Nochevieja en el hospital. Cuando logré levantarme de la silla de ruedas y dar los primeros pasos después de la operación, casi no cabía en mí de contento. Esos pasos lentos, tambaleantes, fueron la mejor sorpresa de Año Nuevo que podía haber pedido. De repente caí en la cuenta de que la alegría se puede gestar a partir de algo tan prosaico como caminar.


Aunque parezca una bobada, también me alegré de poder ir al baño sola, sin asistencia. Luego de la cirugía estuve varios días con un catéter. Cuando me lo retiraron y pude otra vez sentarme en el excusado, valoré enormemente algo a lo que hasta entonces no había dado mayor importancia. Otra fuente de dicha es poder respirar sin esfuerzo. El asma que padezco siempre me ha llevado a reconocer que la respiración es un preciado don; no obstante, una experiencia que viví hace unos años reforzó esa noción. En un importante hospital me practicaron una TC (tomografía) abdominal. Durante el procedimiento me inyectaron un agente de contraste. En aquel tiempo lo ignorábamos, pero la sustancia empleada puede ser muy peligrosa para quienes padecen de asma. Al entrar en el torrente sanguíneo, el líquido me produjo un dolor atroz, y sentí una inmensa presión en los pulmones. Minutos después sufrí un choque tóxico, producto de una aguda reacción alérgica. Me llevaron de prisa a la sala de emergencias, donde las enfermeras me aplicaron antídotos y me conectaron a un respirador. Al cabo de dos intensas horas quedé por fin fuera de peligro. Nunca olvidaré lo que sentí cuando regresé a casa. Me paré junto a la ventana a mirar los tonos rosados del atardecer, respiré profundamente y me dije: «Puedo respirar otra vez sin dolor. ¡Estoy aquí, estoy viva!» El recuerdo indeleble de aquel día ha llegado a ser un punto de referencia en mi vida. Cada vez que estoy desanimada o

fatigada, evoco aquellos momentos y revivo la dicha de comprender lo mucho que Dios me ha bendecido. Esa dura prueba también me llenó de gratitud por mi vista. En lo más violento de la reacción alérgica se me hinchó tanto la cara que apenas si podía abrir los ojos. Me moría de ganas de mirar a mi padre, que estaba a un lado de la cama y me tenía tomada una mano; sin embargo, por las rendijitas que dejaban mis párpados entreabiertos difícilmente lograba distinguir su silueta. Cuando pude abrir nuevamente los ojos, me quedé observando con asombro y emoción todo lo que me rodeaba. Poder caminar, ir al baño, respirar, ver… es cierto que mis motivos para estar alegre han cambiado radicalmente. Cada vez son más las cosas que me hacen feliz, cosas que antes ni me imaginaba, pues estoy aprendiendo que mi felicidad poco tiene que ver con las circunstancias y mucho con la perspectiva con que las vea. Mi vida está salpicada de emocionantes pruebas y dichas, todas ellas igualmente dignas de celebrar. Vuelvo a abrir los ojos y me incorporo en la cama. Un rayo de sol penetra por la ventana y baña los pies de mi cama. Muevo mis deditos bajo su brillo dorado y sonrío. Comienza un nuevo día: me gozaré y me alegraré en él1. Evely n Sichrovsk y vive con su fa milia en Taiwán y estudia lengua inglesa. A demás participa como voluntar ia en labor es misioner as. ■

A MO L A V I DA Evelyn Sichrovsky

Amo la vida… su permanente variación, su misterio, sus altibajos, que me llevan a la oración.

Amo la vida… sus espinas, sus arcoíris, el sol que transforma en diamantes las lágrimas de mis crisis.

Amo la vida… las aves, sus trinos contentos, las flores, los goces sencillos que a mí me llenan de aliento.

Amo la vida… las cumbres, los vientos hostiles, la dura cuesta iluminada por una Luz que no se extingue.

Amo la vida… los tramos de desierto ardiente, los largos días de silencio que nos hacen más valientes.

Amo la vida… alba, ocaso, flujo y reflujo, todo ello hermoso porque Dios nos ama y dice: «Yo te ayudo». ■ 11


Me hace ilusión que llegue EL LUNES Ingibjörg Torfadóttir

Una columna publicada

recientemente en un periódico presentaba las respuestas proporcionadas por islandeses exitosos a una misma lista de preguntas. Me llamó la atención una de las respuestas a la pregunta «¿Tiene usted algún consejo general que dar a los lectores?» Decía: «El domingo piense con ilusión en la semana de trabajo». «Del dicho al hecho hay mucho trecho», pensé. Mi trabajo como jefa de enfermeras de un geriátrico es bastante estresante. Aunque hacemos turnos, normalmente mi semana laboral empieza el lunes por la mañana, y con frecuencia el domingo por la noche ya ando un poco malhumorada pensando en la semana que me espera, en lo poco que logré el fin de semana o en mi falta de sueño. A veces hasta empiezo a exasperarme el domingo por la mañana. Cuando me pongo así, trato de adoptar una actitud positiva y agradecerle a Dios las bendiciones 12

que me ha concedido, aunque en muchos casos eso me lleva a pedirle que se encargue de tal o cual cosa. Así que termina siendo un rato de oración, lo que no me viene mal; pero en realidad no contribuye mucho a mejorar mi humor de cara a la semana laboral. Un domingo decidí hacer caso de ese consejo y me puse a repetirme mentalmente, a veces hasta en voz alta: «No veo la hora de empezar a trabajar». Empecé a visualizar a las personas con las que trabajo y me di cuenta de lo mucho que ansiaba verlas. Luego pensé en un paciente que siempre se alegra de verme. Todos los lunes me saluda con una cálida sonrisa y me dice algo alentador como: —¡Qué gusto volver a verte! Te echamos de menos el fin de semana. Tomé conciencia de que eso yo no lo cambiaría por nada. El ejercicio me ayudó a ver la situación desde una perspectiva más optimista y darme cuenta de todo lo

bueno que ha sucedido desde que tomé el puesto. Siempre supe que la enfermería era mi vocación. Aquello me recordó cuánto cariño le tengo a mi trabajo. Comencé a hacer lo mismo cuando voy al trabajo. Así salgo sonriente y animada del ascensor cuando llego al cuarto piso, donde está mi departamento, mi querido departamento, y pienso: «¡Cómo lo eché de menos el fin de semana!» Ahora me parece que los fines de semana son demasiado largos. Donde debo estar es en mi departamento. Ingibjörg Tor fadóttir está afiliada a La Fa milia Inter nacional. Vive en R eikiavik (Islandia). ■

¿Qué beneficios te reportan en el trabajo la oración y la gratitud? Cuéntanoslo. Escríbenos a activated@activated.org.


TERAPIA DE GRATITUD Anne Spring

Aquel invierno había sido excepcionalmente largo en los Balcanes. ¡Qué ganas teníamos de que llegara la primavera! Por fin las flores engalanaron el paisaje, los árboles echaron brotes y se cubrieron de vida, y los pajarillos entonaron alabanzas porque una vez más el invierno había terminado. Creo que todos deseamos que llegue esa época del año en que la creación de Dios se puede disfrutar en todo su esplendor. Todos menos los desafortunados que son muy propensos a la fiebre del heno. Para ellos, la primavera es una estación temida. La preocupación y la ansiedad opacan las alegres expectativas. El polen —una de las maravillas del ingenio divino y transmisor de vida— se convierte en su peor enemigo. Las largas caminatas por el 1. V. 2 Pedro 1:4

bosque, los recorridos en bicicleta, los paseos por las praderas y hasta los ramos de flores en casa quedan totalmente descartados. Hacía muchos años que yo sufría esas alergias. En primavera empezaba a estornudar, los ojos se me llenaban de una película amarilla que me nublaba la vista, y siempre me goteaba la nariz. Cuando mis hijos me traían flores silvestres, sonreía conteniendo la respiración y se las entregaba enseguida a mi esposo para que las tirara discretamente. Esa primavera, sin embargo, decidí combatir mi alergia con… terapia de gratitud. Cada vez que empezaba a estornudar irrefrenablemente o los ojos se me llenaban de lágrimas, concentraba mis pensamientos en algo bueno que pudiera agradecerle a Dios. Un día Él me dijo que me iba a curar. A partir de ese momento, le

di gracias por esa promesa cada vez que aparecían los primeros síntomas de alergia. Y así, sin más ni más, me curé. Todas mis alergias desaparecieron. Desde entonces, la primavera me resulta de lo más grata. Ahora disfruto de largos paseos en bicicleta con mi esposo, pedaleando por los campos. Hasta puedo oler las flores. He participado de la naturaleza divina1, lo que también me ha dado acceso a Su poder sanador. Encima, he adquirido el hábito de la gratitud. A n ne Spr ing es codir ector a de Hea ling Hea rts Ba lk a ns (http://hea linghea rtsbalk a ns.org/), orga nización que desde 1995 tr a baja en zonas de la ex Yugoslav i a. H ace poco se publicó su pr imer libro, Unplugged from the Nor m, que se puede a dquir ir en A m azon. ■ 13


EL JUEGO DE LAS SONRISAS Anna Theresa Koltes

Cuando éramos niñas,

mi hermana y yo teníamos un pasatiempo: el juego de las sonrisas. Cuando andábamos fuera ocupándonos de los encargos de mamá, ya en el supermercado, ya esperando en un semáforo, entablábamos una pequeña competencia para ver quién era capaz de detectar más sonrisas entre los transeúntes. Observábamos a los apresurados empresarios que hablaban por su celular, a los motoristas que hacían sonar sus bocinas, a los mendigos que tendían un sombrero ajado para pedir limosna, a los padres que procuraban seguir el paso a sus hijos llenos de energías, a los jóvenes sumidos en su cibermundo… Era una mezcla de rostros preocupados, lejanos, enfurruñados o inexpresivos. Nosotras íbamos sumando las sonrisas, que por cierto eran bien pocas: las de una pareja de jóvenes enamorados, la de una abuelita que 1. V. Jeremías 29:11 14

se reía de las piruetas de su nieto, la de un vendedor que abordaba a un nuevo cliente. Pasaron los años. El juego de las sonrisas quedó en el baúl de los recuerdos. De jovencita, yo no me distinguía mucho de aquellos rostros tensos de la calle, perdida en mi música y en mi rabia contra el mundo en general. Cuando tenía 15 años, fuimos en familia de vacaciones a un balneario, y un amigo de mis padres nos invitó a cenar a su restaurante. Era un lugar precioso a la sombra de unas palmeras, donde corría una suave brisa y se divisaba una puesta de sol de tonos pastel. El caballero era alegre y hospitalario y se desvivió por que estuviéramos cómodos y a gusto. Al cabo de unos momentos de conversación me miró con cierta preocupación y me preguntó: —¿Por qué no sonríes? ¿Estás triste? Me pilló desprevenida. Yo le aseguré que me sentía muy bien, pero

no era la primera vez que alguien me preguntaba eso. Me sacó de mi ensimismamiento y me hizo recapacitar. Yo pensaba que era la única que veía los nubarrones que se cernían sobre mí. Estaba equivocada. Es más, nuestros nubarrones personales están en el mismo cielo que a todos nos cubre, y las calles que unos y otros recorremos se entrecruzan. Hasta el día de hoy todavía tengo que corregir mi expresión de cuando en cuando. Al fin y al cabo, Dios nos dotó de sentidos para que disfrutáramos de la vida, nos obsequió la naturaleza para que la admiráramos y nos ha prometido un porvenir lleno de esperanza1. Seamos felices, pues. Irradiemos alegría. A lo mejor te está observando alguien que juega al juego de las sonrisas. A nna Ther esa Koltes es escr itor a independiente y trota mundos. ■


VIVE EL PRESENTE MOMENTOS DE SOSIEGO Abi May

Pedro se quedó boquiabierto. En compañía de Santiago

y Juan había seguido a Jesús monte arriba. De golpe a Jesús «le brilló la cara como el sol, y Su ropa se volvió tan blanca como la luz». El espectáculo se tornó aún más prodigioso: Moisés y Elías —muertos desde hacía varios siglos— se aparecieron y se pusieron a hablar con Jesús1. No era de sorprenderse que Pedro estuviera atónito. Sin embargo, enseguida recobró el habla. Pedro, el locuaz y a veces impulsivo seguidor de Jesús, el que había tenido el valor de caminar sobre el agua cumpliendo la orden del Maestro2, era un hombre decidido y dinámico. Su reacción ante el extraordinario suceso que se desarrollaba delante de él fue quizá característica. En lugar de contentarse con escuchar silenciosamente la conversación o reflexionar sobre su 1. Basado en Mateo 17:1–8 2. V. Mateo 14:27–29 3. Mateo 17:4 (ntv)

significado, la interrumpió con una atrevida propuesta. «Señor, ¡es maravilloso que estemos aquí! Si deseas, haré tres enramadas como recordatorios: una para Ti, una para Moisés y la otra para Elías»3. Podría parecer una magnífica idea para dejar constancia de tan importante acontecimiento. Sin embargo, su interrupción condujo al abrupto fin de la conversación. Dios habló desde una nube; los discípulos quedaron petrificados y cayeron de bruces. Cuando abrieron los ojos, Moisés y Elías habían desaparecido. Todos en algún momento infravaloramos el presente hasta que ya es tarde y ya ha pasado. Una mariposa de vivos colores se posa sobre una piedra del jardín; vamos rápidamente en busca de una cámara, pero al volver ya se ha ido. Caminamos lentamente para admirar la arquitectura de una ciudad que visitamos y, sin embargo, no manifestamos el menor interés en la historia de nuestro propio

vecindario. Contamos los días que faltan para irnos de vacaciones al campo y no nos fijamos en los árboles y canteros de flores de la plaza de nuestro barrio. Hallaríamos mayor satisfacción y nos sentiríamos más realizados si en lugar de vivir con los ojos puestos en el futuro nos concentráramos en el presente. Abi May es escritor a y docente. Vive en el R eino Unido. ■

El presente se puede aprovechar o desperdiciar, pero nunca volver a vivir. Canónigo Wynne (c. 1850) Los momentos de oro del torrente de la vida pasan raudos a nuestro lado, y no vemos más que arena. Los ángeles vienen a visitarnos, y solo los reconocemos cuando ya han desaparecido. George Eliot (1819–1880) 15


De Jesús, con cariño

HOY VA A SER UN BUEN DÍA Todos los días hay cantidad de cosas por las que puedes alabarme. Algunas son evidentes, otras no tanto; algunas son espectaculares, otras se disfrazan de sucesos intrascendentes o hasta de problemas. No obstante, debes recibir todo lo que acontezca con alabanza y acción de gracias. Recuerda las palabras del apóstol Pablo: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios»1. Da gracias por cada situación, pues Yo puedo hacer que todo redunde en bien2. Aun cuando las perspectivas sean funestas, puedes agradecerme que Yo controle la situación. Además, como Yo te amo y velo por ti, puedes tener la certeza de que todo lo que te ocurra se ajustará a Mis designios. Cuanto más reconozcas Mi intervención en todo lo que sucede y me lo agradezcas, más entusiasmo, alegría y pasión tendrás por la vida. Se hará patente en tu trabajo y en tu modo de relacionarte con los demás y de reaccionar ante diversas circunstancias y acontecimientos. Se verá reflejado en tu actitud, en tus decisiones y en tus acciones. Serás una persona más positiva, proactiva y productiva. Serás más feliz y así harás más felices a los demás.

1. 1 Tesalonicenses 5:18 2. V. Romanos 8:28


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