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LA GUERRA COMERCIAL DE TRUMP
Notas económicas
Fuente: altonivel.com.mx
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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró una guerra comercial contra China y otros países con los cuales tiene un déficit comercial. La guerra consistió inicialmente en poner aranceles del 10% y 25% a las importaciones de aluminio y acero respectivamente, especialmente provenientes de China, pues exceptuó a otros países. Posteriormente China reaccionó y anunció aranceles por valor de 3.000 millones de USD a mercancías con un gravamen del 15% a una cesta de 120 productos estadounidenses (frutas, frutos secos, vinos y tubos de acero), así como un impuesto del 25% a 8 productos más, como el aluminio reciclado y la carne de cerdo. Inmediatamente EE.UU. contraatacó y colocó aranceles por valor de unos 50.000 millones de USD a productos chinos del sector aeroespacial, médico y de maquinaria, a lo que China respondió con un incremento en la cesta de productos afectados por los aranceles del 25%, con un valor aproximado de 50.000 millones de USD.
La escalada no ha terminado y posiblemente continuará en forma indefinida. Como China tiene un superávit comercial con Estados Unidos, es más amplia la cantidad de exportaciones desde ese país que pueden ser gravadas. Las ventas estadounidenses a China se estiman entre 130.000 y 160.000 millones de USD, mientras que las de China a Estados Unidos ascienden a 520.000 millones de USD.
Por su parte, la Unión Europea anunció también una subida de aranceles, y Canadá tampoco se hizo esperar, pues entró en el juego anunciado impuestos a productos de EE.UU. por valor de 12.800 millones de USD, que entraron en vigor el 1 de julio, afectando a más productos de los inicialmente anunciados.
México también se unió a las represalias, gravando más de 3.000 millones de USD en acero, cerdo, queso y otros productos de EE.UU.
El objetivo de Trump es equilibrar la balanza comercial con los países con los cuales es deficitaria, y al encarecer las importaciones, estimular que empresas que fabrican en el extranjero para exportar hacia Estados Unidos trasladen sus factorías al territorio estadounidense.
Sin embargo, este propósito no es tan fácil de conquistar, pues las empresas estadounidenses que producen en el extranjero no solamente lo hacen para el mercado norteamericano sino también para otros de gran dinamismo como el chino, y no quieren perder esta oportunidad. Por otro lado, esta producción de multinacionales estadounidenses explica una buena proporción de las importaciones y al gravarlas estaría afectando a sus propias empresas.
Hasta el momento el déficit comercial de Estados Unidos no ha disminuido, especialmente por la caída de sus exportaciones, entre ellas las de soya a China. Los últimos datos publicados por el Departamento de Comercio de Estados Unidos muestran que en julio de 2018 el país tuvo un déficit de la balanza de bienes y servicios por valor de 50.100 millones USD, un 9,6% más que en junio y un 7% más que el mismo periodo del año anterior (el mayor incremento desde 2015). Las exportaciones fueron de 211.100 millones USD, 2.100 menos que en junio; y las importaciones llegaron a los 261.200 millones USD, 2.200 millones más que en junio. Por el momento parece que las medidas de inicio de 2018 de aumentos de aranceles no están atenuando el déficit comercial.
Esta guerra comercial puede tener un gran impacto global, pues muestra que el libre mercado y la protección no son producto de las fuerzas inerciales de la economía mundial, sino decisiones políticas que los países toman en función de la defensa de sus intereses, y que los principales actores del comercio mundial están dispuestos a ignorar o contradecir los Tratados de Libre Comercio suscritos y los acuerdos sobre regulación del comercio adoptados dentro del marco de la Organización Mundial del Comercio.
Aunque esta guerra puede significar una reconfiguración del comercio mundial y representa un golpe a la globalización que tenía como estandarte la fraseología sobre el libre comercio, la globalización financiera continúa y no está claro que los trabajos que se recuperen en Estados Unidos sean equivalentes a los que se pierden, y que algunos analistas estiman en 400.000 y empresas fabricantes que usan metal, componentes eléctricos y materiales de construcción tendrán que pagar más por sus materias primas y, posiblemente, cobrar más por su trabajo o reducir puestos de empleo.
El crónico déficit comercial apunta incluso a cerrar en 2018 como el más alto en 10 años. La mayoría de economistas creen que a largo plazo disminuiría la competitividad de las empresas estadounidenses debido a mayores costes laborales, y serían necesarios nuevos aranceles o subvenciones para poder hacer frente otros países más competitivos. Entonces no parece que las medidas de Trump en el largo plazo logren reestablecer la competitividad de la economía estadounidense, pero sí pueden influir negativamente en América Latina, pues China buscará mercados donde colocar sus productos, como caso del acero, cuyas importaciones se están convirtiendo en una amenaza a la débil industria regional