El inevitable Trump en el reality show de las primarias

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JUNIO 2016

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Naief Yehya / Corresponsal en Estados Unidos

N

ueva York.- A principios de 2016 escribí un artículo explicando porque la campaña de Donald Trump conducía únicamente a un callejón sin salida. Ahí decía candorosamente, y quizás con un dejo de arrogancia, que tener miedo de que el esperpéntico personaje del reality TV y controvertido magnate de bienes raíces llegara a la presidencia era, en el mejor de los casos, pecar de ingenuidad. Como queda claro ahora, especialmente después de las elecciones primarias de Indiana, estaba muy equivocado. Trump logró arrasar unas elecciones primarias republicanas multitudinarias en las que arrancaron 16 candidatos, entre políticos de pedigrí como el gobernador de Florida, Jeb Bush, quien se esperaba dominaría sin problemas la competencia; líderes que parecían llegar con suficiente apoyo e impulso para competir hasta el final, como el gobernador de New Jersey, Chris Christie, el de Wisconsin, Scott Walker (quien era el

favorito de los poderosos hermanos Koch y su grupo), y el de Ohio, John Kacich; jóvenes prometedores con fuerte apoyo neoconservador, como el senador Marco Rubio (un político sin más atributo que seguir la línea trazada por el legado de los Bush y repetir eslóganes con un fanatismo robotizado que casi se volvió conmovedor), freaks delirantes como el cirujano Ben Carson y la ex directora general de HP, Carly Fiorina, así como el siniestrísimo senador de Texas, Ted Cruz, un político detestado hasta por sus colegas de partido con una furia que raya en la hilaridad. La contundente victoria en Indiana dejó a Trump solo en la carrera y al partido republicano desarticulado. La mayoría de los políticos que juraron que nunca apoyarían a Trump, algunos de los cuales incluso estuvieron involucrados en el movimiento #stoptrump, tuvieron que reconocer que no tenían otra alternativa más que disciplinarse y esperar que sus palabras pasaran al olvido.

Trump llega en un momento de transición y quiebre en la derecha estadunidenses. Esto se debe en gran parte a la creación de un movimiento reaccionario con enormes inyecciones de capital que cambió la perspectiva y expectativas de los votantes de derecha. Desde los primeros días de la presidencia de Barack Obama, los multimillonarios hermanos Koch y sus aliados decidieron invertir lo que fuera necesario para crear un movimiento “popular” que militara por sus intereses: eliminación de reglamentos de protección del medio ambiente y de los trabajadores, bajar los impuestos a las grandes fortunas y corporaciones, combatir a los sindicatos y a la Secretaría de Educación, entre otros. Para esto crearon docenas de asociaciones y grupos, pagaron a cientos de cabilderos, manipularon instituciones y financiaron a figuras públicas para que predicaran las virtudes de “la libertad, el mercado y el credo político conservador”.


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