21 minute read

Piedad & Justicia: Capítulo VI

El tronco afilado voló contra el monje, quien pateó la punta, cambiando su trayectoria, para con ambos puños regresarlo de lado. El jefe lo recibió con el hombro porque no tenía la técnica para hacer algo diferente, aunque si la fuerza para destrozarlo. Uno de los ogros con lanza atacó al monje. Era demasiado lento así que el servidor de Narshe lo esquivó y empujó. Dando un paso atrás para esquivar el hacha de otro y evitar el embiste de un tercero.

El monje los ignoró, porque prefirió prepararse para recibir al jefe que le cayó del cielo buscando aplastarlo. El movimiento del maestro marcial fue tan veloz, que usó esa misma fuerza para lanzarlo hacia atrás. Logrando muy poco, pero acobardado a los otros ogros que presenciaron a su jefe caer de espaldas, lanzado por un oponente de la mitad de su tamaño.

Advertisement

El jefe se incorporó rápidamente lanzándose contra los acompañantes del monje. Yideana sabía que podía perforarle la garganta sin problema, lo que no implicaba matarlo, pero prefirió echar a los demás para atrás y esperar para ver como el monje lo golpeaba por la espalda, derribándolo. Un instante después se barrió para derribar a otro ogro que cargaba contra ellos.

El jefe levantó la cabeza con un hilo de sangre. Le quedó claro que Yideana no le tenía miedo, pero el joven Albin sí, así que se fue contra él.

El monje gateó unos metros para escaparse de los otros ogros e irse contra el jefe. Pero este se detuvo en seco y al esquivarlo, pudo aplastarlo con su pie. Yideana, al ver al monje ser abatido. Tomó su espada y atacó directo al cuello. El monje se reincorporó inmediatamente, bloqueado el ataque al capturar el mortal acero con las palmas de sus manos. La ordenada estaba sorprendida, no solo de la habilidad del monje, sino también de su estupidez, porque por un momento pareció que el ogro anticipó el suceso, golpeando ambos costados con sus masivos puños.

Cuando el monje cayó casi fulminado. Yideana, llevó su mano de atrás para adelante, y mostrando su palma expulsó al jefe unos metros contra los ogros que llegaban, derribando a varios. Luego saltó varios metros hacia ellos y girando el acero hizo varios cortes. Pudieron ser las cabezas de los ogros, pero en cambio fue sobre las maderas y sogas de sus armas, desarmándolos.

Un ogro tomó una enorme roca y la puso sobre su cabeza, listo para lanzarla. Sin aviso, el prefecto, tomó su hacha de mano y la lanzó a su codo, que por el músculo cortado se dobló precipitando el pedazo de tierra contra su cabeza. El monje gritó pues estaba demasiado lejos para hacer nada. Sin embargo, la roca que seguramente hubiera destrozado el cráneo del bruto contra el suelo se quedó flotando por la gracia de Demerit en manos de Yideana.

Un ogro comenzó a girar aterrado ante el espectáculo, al igual que otros dos, que al estar desarmados habían perdido las ganas de pelear. Aunque la ordenada tenía el control de la roca flotando, no se había decidido en lanzarla fuera de la batalla, pues con ella podría detener a varios, aunque no estaba segura si sería parcial o permanentemente. Al jefe no le importó, tomó el hacha de piedra de uno de sus guerreros y la lanzó contra Yideana, quien, la esquivó saltando en los aires. El jefe empujó a uno de sus ogros contra ella, y sin problema, la ordenada rebotó en el aire, evitando al enemigo, así como la patada con la que el jefe intentó recibirla.

Al caer, cortó al jefe en el brazo, pero al no ser un golpe letal, este lo ignoró intentando aplastar con la pierna a la ágil guerrera. Ella volvió a volar, pero esta vez el ogro demostró su cegadora velocidad al capturarla de la larga capa, aprovechando para estrellarla contra el suelo.

El golpe fue tan fuerte que la desorientó. Así que aprovechó la capa para volverla a levantar y azotarla. Buscando proteger a su prometida, el marqués disparó su ballesta a la cabeza del jefe, pero el ogro recibió la saeta en la palma perforando la mano y pegándosela al cráneo. Albin apenas alcanzó a derribar al noble para que un ogro no lo impactara.

Barberado como sargento curtido que era, se lanzó contra el ogro apuntado a sus costillas con el hombro. A pesar de que le doblaba el tamaño, el prefecto consiguió derribarlo, golpeándolo con una pequeña maza varias veces por detrás de la cabeza. Aunque otro ogro se acercaba para tomarlo, el sargento prefirió seguir golpeando para al menos reducir a uno. Antes de que el refuerzo llegara, Albin lo recibió con la lanza, y el marqués se sumó al esfuerzo de detenerlo. Momentáneamente obstaculizado por la lanza,

Barberado aprovechó para golpearle la cabeza un par de veces con la maza.

En teoría quería evitar matarlos. Pero con los tres derribando a uno, y otros tres acercándose, no podían darse el lujo de pensarlo demasiado. Nunca llegaron. De pronto el monje saltó de izquierda a derecha moviendo los pies, y los tres ogros cayeron pateados. Tras lo que el monje gritó, y por primera vez se puso en posición de combate.

Los ogros se asustaron dando un paso para atrás. Pero el jefe se despegó la mano dejando la punta de la saeta en el cráneo. Inflando su pecho les dijo en su lengua burda que aquel que no peleara lo mataría.

Los ogros dudaron la amenaza, así que el jefe decidió ejecutar a Yideana, pero solo tenía la capa, porque ella se deslizó por debajo de sus piernas y habiendo una forma infalible de matarlo al clavarle la saeta en él cerebro, optó por expulsarlo con la mano invisible de Demerit.

El jefe mordió el polvo varios metros. Ante la duda, el monje dio un grito, y comenzó una kata que terminó en un golpe contra una enorme piedra. Los ogros se detuvieron ante la demostración, pero al ver que nada sucedía reanudaron su avance, así que debe ser fácil imaginar cómo su valor se quebró cuando la piedra impactada, estalló. Tal era el poder del monje, que podía manipular la fuerza de sus golpes, y comandarlos para hacer lo imposible sobre la piedra, si ese era su dominio sobre lo inerte, su poder sobre el cuerpo debería ser aterrador.

Los ogros se detuvieron. Solo el jefe se levantó, porque sabía que a menos que lograra una victoria, sus guerreros no enfrentarían al monje. Sus opciones eran sencillas; Yideana era una combatiente apenas menos poderosa que el monje, pero ella sí atacaba para matar, el monje no, pero claro, era un oponente mucho más peligroso.

Estaba decidiendo a quien atacar, cuando divisó más ogros a su alrededor. Traían armas rústicas, pero se habían abstenido de participar, solo esperaban en silencio, hasta que uno de ellos, fornido y alto, pero de facciones menos deformes excepto por el tamaño, se bajó hablando en una lengua que no se sabía, podían entender, menos usar:

Les solicité… no lucha hasta escape… desobedecieron. Les dije, monje amigo. Traicionaron . Los ogros del jefe que lo escucharon, mostraron disgusto porque les hablara en lengua de humanos, pero el líder no la cambió, porque sabía que no necesitaban conocer las palabras para entender lo que reclamaba. Así que mirando a todos, continuó ¿Qué castigo merecer?

Los ogros se lamentaron, pero el jefe se irguió rugiendo en su lengua, algún reclamo. Mas el líder no perdió la compostura. En lengua de hombres continuó: Atacar oficiales del QuarNaTor. Tú ser arrestado.

Lo que respondió el jefe no fue entendible, y sin embargo los presentes captaron algo sobre que el líder vende a su pueblo. Tras eso, el jefe gritó "Vaprak" y sus ogros entraron en un frenesí violento.

Yideana esquivó un intento de capturarla poniendo su invisible muralla invicta, lo que le costó varios dedos rotos y la quijada a su atacante. Luego, con el giro del acero cortó un pedazo de la oreja de otro, y el único que no entendió su regalo de vida, fue aplastado por una fuerza invisible, que luego lo lanzó contra otro.

El jefe y el líder avanzaron uno contra el otro despacio, los hombres del líder no se movieron, pero los del jefe avanzaron. El primero no vio llegar al monje clavando ambos pies sobre su costado, el segundo creyó que agarrar al monje fue su ventaja, cuando este utilizó la presa para lanzarlo fuera del área. No pretendía intervenir, así que solo comenzó a rodearlos, evitando que cualquier otro pudiera intervenir, porque todo se decidía ahora, al averiguar si el instinto asesino que el líder sentía y le convenía, podía reprimirse.

El líder y el jefe se fueron a puñetazos. Carecían de técnica, pero los impactos de carne contra carne dejaban claro el nivel de fuerza usada. Por su parte, el monje derribó a un ogro que no entendió el no acercarse, y luego intimidó a otro, quien idiota pero no estúpido, no volvió a intentar avanzar.

Al mismo tiempo el joven legionario, el prefecto y el marqués avanzaron sin engancharse hasta Yideana, quien observaba todo, tratando de conciliar lo que veía, lo que pensaba y lo que sentía. Pues frente a ella estaba la peor pesadilla de La Orden; ogros disciplinados liderados por alguien que comprendía el terreno de juego. Sin saberlo el monje había creado un enemigo poderosísimo, estaba a tener un nombre y morir de convertirse en un símbolo que unificara a los potentes brutos. Ahora, todo dependía de ella, y había mantenido la compostura, así que todo estaba bien, solo necesitaba un poco de ayuda.

Yideana se acercó al esposo cuyo nombre no conocía. Le pidió su regalo de bodas al oído, y él, después de admirarla, desearla y quererla, se lo hubiera negado de no ser porque lo solicitó con un beso.

El jefe era más grande y fuerte. Se notaba, pero a medida que intercambiaban golpes haciendo evidente la ventaja de la fuerza y la resistencia, el líder cambió de táctica, mostrando movimientos aprendidos del monje, así que, empujando y esquivando, pronto comenzó a controlar a su adversario.

El líder sabía que debía vencerlo indiscutiblemente para tener la razón entre su pueblo, pero el monje le enseñó a usar su cuerpo como arma, no para matar, sino para vencer al instinto de hacerlo. Para un monje todo se reducía a eso; aprender a matar para decidir no hacerlo.

Sin embargo, los ogros exhibían sentimientos encontrados. Por un lado admiraban al líder por hacer uso de aquellas técnicas que parecían imposibles para ellos, por el otro, las consideraban una desventaja injusta, una especie de trampa. Los ogros rugieron a unos y estos respondieron. El cisma era evidente, así que la sangre estaba por derramarse cuando el monje rugió, levantando su espíritu de combate de forma que todos los presentes lo veían como un gigante y ninguno tuvo el valor de enfrentarle.

Entonces el jefe se lanzó golpeando al líder salvajemente, y este, en un exabrupto aprovechó para hacerle un candado con las piernas. El jefe luchó en vano, pero su potencia le permitía seguir forcejando, porque a menos que el líder le rompiera el cuello, él no se desmayaría.

En ese momento, Yideana tomó una decisión que cambiaría la historia. Con una sonrisa acomodó la espada de su futuro esposo en el cinturón de este, para virar, caminando lentamente como el depredador que era. Luego, con su fino acero relajado en sus manos, avanzó con un hoyo en el estómago, pensando en lo que diría.

¿Tiene nombre? le preguntó al gigantesco monje, pero inmediatamente se corrigió disculpa, ¿tienes nombre? preguntó al ogro que vencía al otro.

El líder ogro estaba furioso. Así que le costó trabajo traducir, pero finalmente agitó la cabeza en señal de que no tenía.

Puedes matarlo... aclaró ella sin mirar al monje no es un ciudadano de la Alianza de Reyes No tiene juramento, nombre y no conoce ley alguna. Sí lo matas, ninguno de los presentes, incluida yo, puede recriminarte nada.

El jefe trató de alcanzar a Yideana, y el líder tuvo que apretarlo más para evitarlo.

¿Te sería más fácil si lo declaro legal? Es un asesino. Está en mí poder darte veredicto para la ejecución . La verdadera belleza de la ordenada se mostraba en la frialdad con la que se conducía.

El líder movió los ojos para encontrar consejo del monje, pero solo vio una figura atemorizante, furiosa con la ordenada.

Hazlo. Mátalo. Por el delito de organización delictiva, sedición y homicidio injustificado. Hazlo. No es ciudadano, pero sí es enemigo de la Alianza de Reyes. En nombre de Demerit, La Ley dicta la muerte del responsable.

El líder enfureció espontáneamente. Pero tras pensarlo un momento, gritó, soltando a su oponente vencido Tardó un momento en arrodillarse, pero relajando su ceño, levantando sus brazos y aceptando su vida, agregó:

Si ley buscar responsable, yo líder. Yo responsable de todos ogros. Yo someterme a juicio de tu Diosa no piadosa.

Listo, tal como lo planeó Yideana lo había logrado. Solo debía confirmarlo con un veredicto y el monje no podría intervenir en matarlo para cumplir la voluntad de La Orden. Pero a pesar de sus votos de obediencia, a quien Yideana buscaba complacer era a Demerit, así que bajó la cabeza y con los labios dio la señal al marqués. Este, con la ballesta lista y contra todo instinto, por amor y con mucha más voluntad de la que cualquiera podría concederle, apuntó contra el monje y disparó.

El monje vio venir la veloz saeta, pero también vio el acero en la mano de Yideana girar velozmente, así que debiendo escoger, entre su vida y la del líder, decidió recibir la saeta en el pecho, para poder patear la mano de Yideana y desarmarla.

Cuando la espada del marqués voló de su funda a la mano de la ordenada ascendiendo en un salto. El líder ogro apenas pudo reaccionar y su vida solo se salvó porque el monje destrozó el acero de un golpe antes de que Yideana terminara su ascenso. No importó, no iba por el arma, la ordenada solo giró en el aire, y por la justicia de Demerit de sus manos nació una espada de luz sólida que descendió a la cabeza del oponente que La Orden le hizo jurar asesinar. No había nada que hacer. Aunque como vil asesina, la justicia sería servida. Así que cuando el monje se irguió, Yideana se preparó para ver si podía lograr lo imposible.

Así fue. El monje capturó la luz con las palmas de las manos tal como lo había hecho con el acero. Sin duda su conocimiento sobre Narshe era amplio, pues semejante milagro sería imposible para cualquier monje, maestro o no, sin embargo, la ordenada lo sospechó, así que con un pensamiento desvaneció su espada de luz, girando nuevamente en el aire para pasar por un costado del monje, y ahí, sin su poderosa postura volver a materializar su espada luminosa para eviscerar al líder ogro ahora que el monje nada podía hacer excepto…

Con el ceño sombrío, el monje giró el brazo, y golpeó a Yideana en el pecho matándola instantáneamente El marqués se acercó corriendo hacia la ordenada para confirmar lo obvio, su corazón había dejado de latir. Tanto Albin como el prefecto, se quedaron estupefactos, igual que todo ogro, incluido el líder.

¿Por qué? Preguntó el líder confundido y aterrado.

Con el brazo aun temblando por la maniobra. El monje le explicó a su pupilo: Desde el principio planeó asesinarte. Nunca tuvo la intención de hablar contigo… hasta que habló contigo. Luego fue asesinada por mí, después de atraerla hacia la trampa. Porque sabía lo hábil y preparada que era, te usé de distracción para abrir su defensa.

¡No cierto!

Así fue, aquí están los testigos; marqués, ¿quién mató a su prometida? el pobre hombre no podía ni hablar de la pena Albin, ¿cómo se veía el monje? preguntó el muchacho con su aura aún encendida.

Como un gigante aterrorizador sediento de sangre . Contestó el joven con los ojos a punto de romper el llanto.

¡Prefecto! ¿Por qué no se aprendió al asesino? . Inquirió el monje.

El sargento solo repitió en voz baja lo que el monje le dijo al líder.

Porque después de ordenarle que se rindiera, se resistió.

Cara a cara, el monje interpeló al ogro. ¿Tienes algo que decir? los ojos del monje se clavaron en los del líder.

No funcionar . Contestó el líder sobrecogido.

Lo harás funcionar. No hay habrá otra oportunidad.

No poder.

Aprendiste a luchar, aprendiste nuestra lengua. Te van a arrestar. Aprovecha para repasar las lecciones, cuando leas podrás intentar entender las leyes.

Es no posible . Tartamudeó el ogro.

Como cualquier viaje cuando se piensa, y como todos comienza con un paso y se continúa un paso a la vez sonrió cálidamente el ogro . Es hora, ¿Tienes algo que decir?

El ogro cerró sus ojos. Lo que intentaba era agotador, pero necesario:

Cometer el delito de organizar delitos, se, se "sedición" completó el monje sedición y homicidiar sin justificación, La Ley dicta muerte, yo le tembló la quijada yo llevarte ante ella.

El monje sonrió, y sin aviso, con su impresionante velocidad, como última lección, giró las manos, dio un paso atrás y luego avanzó marcando un golpe en el pecho para empujar a un oponente y aturdirlo sin matarlo. El ogro entendió la lección, y con lágrimas en los ojos, como el buen alumno que era, y el futuro entre sus manos, preguntó:

Nunca decir tú como llamar.

Un monje no necesita nada, ni siquiera que lo recuerden. Pero Gangeyes siempre me gustó, Narshe perdone una frivolidad tragó saliva una última vez ¿aprendiste el movimiento? el ogro asintió lentamente por el bien de su pueblo muéstrame . Solicitó el orgulloso maestro.

El ogro giró los brazos, dio un paso para atrás, y lanzó las manos. Perfectamente ejecutado, el monje fue expulsado hacia atrás sin sentir la muerte, pues la saeta se enterró en su corazón.

Lo que sucedió a continuación es historia.

El Marqués Leto de Jovian y el prefecto Barberado, tuvieron que repeler muchas alarmas por cada condado o maca que cruzaron para presentar a Gangeyes, el ogro que arrestó y eliminó a un monje depravado que había comandado las incursiones recientes.

Ambos tuvieron que pasar desvelos evitando que los hermanos de La Orden asesinaran al ogro, y este se mantuvo en silencio, tranquilo, aprendiendo.

El marqués le enseñó a leer y le dio textos jurídicos. Fue un maestro excepcional. La Orden le ofreció tanta tierra que pudo llamarse Rey en adelante, pero sin pensarlo, rechazó cada ofrecimiento.

El prefecto adoptó legalmente al joven legionario, se propuso convertirlo en un hombre y no la herramienta que había forjado en su fragua rugiente.

Antes de separarse, cuando Albin le preguntó al marqués porque siguió el plan del asesino de su prometida, aquel contestó que de regalo de bodas, su amada le había pedido que matara al monje, pero que si no lo lograba. Lo ayudara en todo lo que dispusiera. No iba faltar a tan importante promesa

Tras meses de combate legal que estremeció los cimientos de la Alianza de Reyes, Gangeyes fue presentado ante el Lyonesse, y su erudición legal, causó tal sorpresa que el Rey de Reyes lo vio como un peligro, por lo que, siempre apegado a la ley, ordenó que La Orden y las Legiones dejaran a los ogros en paz, pues tomando juramento de vasallo de Gangeyes, le ordenó regresar a su pueblo, reclutar a sus hermanos, y encargarse de los rebeldes entre su pueblo.

El castigo resultó peor que la absolución. Mas Gangeyes no se quejó, tomó la oportunidad de salvar a su pueblo y honrar las vidas que se sacrificaron para ello.

Sobre el prefecto se puede decir que vivió una buena vida. Los colegios que entrenó fueron de guerreros, no soldados. Por su parte a su regreso de las cortes, en su casa lo esperaba una mujer hermosa, nadie en la marca supo quién era, excepto que era fiel a Demerit y había vivido entre los gnomos en las montañas, más a pesar de que ella preguntó su nombre, comprobando que no lo conocía, Leto la recibió como si fuera un milagro. Como si la piedad pudiera burlar a la muerte con un golpe bien dado Se desposaron casi inmediatamente, formaron una gran familia y cuidaron su marca hasta que se fueron llamados servir al siguiente Lyonesse como asesores.

Pasarían muchos años de violentas pugnas entre ogros, pero en el primer año de mandato del siguiente Lyonesse, pese el consejo de La Orden que aseguraba los ogros estaban llamando a una deidad demoniaca, este detuvo la guerra contra los ogros, creó reservaciones en las que los ogros salvajes pudieran trabajar las canteras por alimento digno, y otorgó a cualquier ogro que tomara juramento por escrito, las protecciones de La Ley, para que finalmente; la justicia y la piedad largamente adeudadas, fueran servidas.

Piedad & Justicia: Manuscrito; Quinta Era de la Conquista. Firmado de puño y letra por Albin Lyonesse.

Módulo A: Las Razas

Los ogros

Creaturas humanoides que miden entre tres y cuatro metros, pesando entre doscientos y trescientos kilogramos en promedio. Sus rasgos generales asemejan los del hombre excepto por notorias deformaciones asimétricas. Estas deformidades, suelen ser una ventaja, pues sus miembros largos son potentes, mientras que los rasgos agigantados proveen mejores capacidades sensoriales, y el mismo grosor desmedido en su piel y cráneo, responsables de su mórbida apariencia, proveen una excelente protección.

Fisiológicamente, todos sus órganos internos son de mayor tamaño; todos ellos en constante y destructiva competencia, siendo el menos deforme apenas capaz de proveer lo necesario para el funcionamiento de los demás, por lo que sus breves y violentas vidas, obedecen en mayor medida a una incapacidad natural de envejecer, muriendo al menor mal funcionamiento de alguno de sus órganos alrededor de los treinta años. Sin duda el caso más triste de su errática biología es el del cerebro, el cual, creciendo más allá del espacio disponible en el de por si grueso cráneo, se estrella con este, causándoles un daño que se percibe como retraso mental y que es de hecho responsable de su limitada capacidad intelectual.

A pesar de ser una raza biológica según la clasificación druida de la vida. No ha habido manera de probar sus orígenes. Sabios de más allá del centro han declarado como consenso que la raza fue creada de métodos no biológicos por los gigantes, de la misma manera que estos provienen de una raza mítica y titánica llamada los grigantes, creados a su vez por el Padre-deTodo-Material. Sin embargo, los mejores intentos de trazar su linaje se detienen en seco, porque los primeros ogros simétricos, capaces de pasar alguna tradición oral, aparecieron hasta la Quinta Era. Por lo que antes de ese momento, solo hay recuentos orales de disputable calidad, y las pretensiones que el Culto a Vaprak trata de pasar por verdades; que "El Destructor" los creó de su sangre para derramar la de los demás.

Sin embargo, el hecho de que ningún recuento de la Primera Era los menciona, implica que no llegaron del agua como casi todos los demás. Y ya que sí se le menciona en la Segunda Era, apareciendo en las montañas zodiaco, se toma como verdad que fue voluntad de Concordia que pisaran las tierras de sus Divinas Hijas, probablemente como grotesco recordatorio de que la gracia que disfruta el hombre a la cabeza de la Alianza de Reyes puede terminar, de manera espantosa.

Los ogros simétricos comenzaron a aparecer en la Quinta Era, tanto Gangeyes como Vak-eljefe, los dos grandes contendientes de lo que sería el futuro de su pueblo, fueron simétricos, lo que significó todas las ventajas del cuerpo potente, con una inteligencia avanzada para su raza, y la nada despreciable apariencia humana; pues esta producía un sentimiento afín de sometimiento en las razas ya dominadas por el hombre y para la raza dominante, una familiaridad que apelaba a su narcisismo, por lo que tratando de despreciarlos como humanos de segunda, los convirtieron en vasallos, asimilándolos sin saberlo dentro de su cultura.

Los ogros a través de las Edades

Históricamente, el papel de los ogros fue el de una peligrosa molestia, un cocodrilo en el rio que morderá a alguien de vez en cuando, pero que seguramente se comerá al que trate de remediarlo. Aunque físicamente potentes, con excepción de los hombres de Graso en La Excelentísima pero Lamentable Tragedia de la Alianza de Reyes (5taE), hasta la Sexta Era nunca exhibieron capacidad de pelea organizada, por lo que jamás fueron rival de cuidado para los actores relevantes de cada época.

La Llegada (1eraE)

No hay recuentos de los ogros por parte de ninguno de los pueblos sobrevivientes. Aunque las razas más antiguas, ya hacían mención de ellos en sus hogares originales, como es el caso de los elfos respecto del ogro azul.

El Caos (2ndaE)

Aparecen en el QuarNaTor los primeros recuentos de su existencia como seres sumamente peligrosos, usualmente mostrando su monstruosa fuerza en solitario. En las crónicas de las Estepas Rojas, los yakiris relatan que los ogros servían a los gigantes que participaron en los combates, lo que popularizó la idea de que fueron creados por ellos, aunque bien pudieron estar sencillamente coaccionados bajo su mando.

El fuego y la sangre (3eraE)

Pelearon contra la humanidad en contingentes bajo el mando de los gigantes, lo que los supuso una amenaza equiparable con la de los tengus y los centauros, pero fueron neutralizados cuando perdieron miles contra la Corporación de las Sombras, lo que visto en retrospectiva, fue lo más piadoso, pues a los tengus los aniquilaron Altel y sus paladines errantes, y lo que Lyonesse les hizo a los Centauros fue mucho peor.

Cabe destacar que la última mención de los gigantes es precisamente cuando comienza a popularizarse la historia de la heroína que vino del agua; la llegada de Lyonesse supone el abandono de los ogros por parte de sus gigantes patrones.

La Oscura (4taE)

Los ogros fueron algunas de las muchas pesadillas en la oscuridad. Aunque trabajando en solitario, fue la primera vez que además de brutales eran sanguinarios, valiéndose de ese terror para causar daño en las poblaciones. Más tarde se sabría que este cambio representa la introducción del Culto a Vaprak a la raza y cuyas promesas se harían realidad en la siguiente Era, pero no sin antes ser completamente sometidos y rebajados a esclavos sin derecho por La Orden de Demerit.

La Conquista (5taE)

Antes de La Excelentísima pero Lamentable Tragedia de la Alianza de Reyes, un ogro simétrico de nombre Gangeyes detiene y entrega a un monje depravado por asesinato, poniendo a todo el sistema a prueba. El Lyonesse Gelvar, lo comisionó para que fueran sus ogros los que se encargaran de todas las amenazas de su gente. Un asunto truculento que no cambiaría hasta que el Lyonesse Albin lo detendría, ofreciéndole la protección de la Ley a aquellos que pudieran y quisieran jurar lealtad.

Dos Coronas después, Graso se volvería a rebelar como parte de un trato cruzado con el Emperador Guimoallar de Guile y Eviscerator, el ogro azul. Aunque culpables de traición, la palabra del Gran Maestre Paladín; Altel Tadros, fue suficiente para que el Lyonesse Avallach ignorara la traición, no sin olvidarlo, pues durante las conquistas los puso al frente de muchas de las más encarnizadas batallas.

La Gloria (6taE)

Vieron su mejor momento, pues no solo Vale'Rei Lyonesse finalmente los liberó de la esclavitud y les permitió formar la primera baronía bajo Ergida, sino que también la tomó como esposa para avanzar la causa de los ogros.

La Roja (7maE)

Los ogros alcanzaron la estabilidad en el poder, luchando contra la Reina Roja, mientras sus parientes asimétricos eran absorbidos por los ogros de las tierras de la mañana, convirtiéndolos en la peligrosa pesadilla que no volverían dejar de ser. Pues para la Alianza de Reyes finalmente los ogros se habían convertido en dos temibles males; los poderosos ogros hechiceros capaces de blandir la magia sanguínea del mañana, y los ejércitos organizados de los nacientes Reinos Og’rei.

La Reconquista (8vaE)

Esta época de tumultuoso conflicto tiene a los ogros en su centro, por un lado el más poderoso Reino humano, fue dedicado por su reina, Rita Eviscerator, a el ogro mago, y por el otro, los Reinos Og’rei que se entregan a Vale’Rei, la Diosa que los liberó.

Ogros

Los ogros sufren deformaciones asimétricas, por lo que alguno de sus miembros puede exhibir capacidades épicas.

La Fuerza o Constitución que supere los 16 en un ogro, le permite al jugador bajo las reglas de Valor y victoria, elegir un miembro concreto y considerarla épica. El jugador, al hacer uso de ese miembro, puede obviar cualquier tirada (a excepción del combate) que requiera una prueba, considerándola automáticamente un éxito, o lanzar para lograr algo fuera de las posibilidades.

Si un personaje tiene 16 en fuerza, puede elegir el brazo derecho como épico. Al usar ese brazo, cualquier tirada necesaria se considera superada, sin embargo, una dificultad que requeriría lanzar mitad de característica, se tiraría normal, reservando la media para proezas épicas.

Ogros asimétricos

Cualquier ogro del QuarNaTor que no sea otro tipo de ogro.

Fuerza +2 Son esclavos e incivilizados.

Carisma -2 AC base 11 por el tamaño.

Inteligencia -4 Fuerza brutal: +2 al daño. Tras recibir daño, en 1,2y3 en d20, lo ignoran. Sin importar el nivel que suban, solo puede ganar 1 conocimiento de armas o una habilidad.

No pueden hacer movimientos laterales, excepto Cultista de Vaprak. Héroes: Ninguno.

Ogros vasallos

Cualquier ogro simétrico que pueda firmar su nombre y declarar su lealtad se considera bajo la protección de la Ley. Sus armas y armaduras cuestan el triple de recursos. A partir de La Gloria (6taE), los ogros vasallos pueden acceder a formaciones militares y a títulos nobiliarios.

Fuerza +2 Se consideran pajes de un noble.

Constitución +1 AC base 11 por el tamaño.

Inteligencia -1 Respetan la vida, pierden su Fuerza Brutal.

Sabiduría -1 Tras recibir daño, en 1 y 2 en d20, lo ignoran.

Carisma -1

Ganan 1 Conocimiento de Armas o 1 Habilidad menos de cada nivel que suban. Solo pueden hacer Movimientos laterales a Monje, Gladiador, Campeón. A partir de la 6taE, ya no tienen las penalizaciones, y recuperan su Fuerza Brutal.

Héroes: Gangeyes el primer servidor, el ogro que logró salvar a su raza. Graso, el líder de los cuerpos de exterminio de Toscana. Ergida, la reina valiente de Toscana.

This article is from: