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Piedad & Justicia: Capítulo I
Habían pasado nueve meses desde que los ogros se rebelaron contra la Alianza de Reyes en un arrebato de violencia que fue contestado con expedita severidad, de forma que no solo las Legiones tenían sitiadas todas las comunidades, dándoles a escoger entre enfrentar una muerte por las armas, o morir en las inmisericordes condiciones de sus escondites en las montañas zodiaco, sino que además, los líderes del levantamiento fueron todos eliminados en el campo por La Orden, quienes fieles a la promesa de Justicia de Demerit, ejercieron juicio sumario a todo aquel que pudiera liderar o coordinar el movimiento.
En cualquier caso, la rebelión de los ogros ya había terminado. Sin duda su descomunal fuerza los hacía peligrosos en la lucha cuerpo a cuerpo, pero su falta de inteligencia o su suma idiotez, les hacía incapaces de aprovechar sus ventajas en la lucha organizada, algo que los ejércitos de la Alianza de Reyes dominaban.
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Aun así, su levantamiento si tomó a todos por sorpresa, y los asentamientos afectados sufrieron poco menos que una masacre, así que aquellos que perdieron a un ser amado al principio de la revuelta, deseaban venganza, y habían descubierto lo fácil que era provocar a los ogros para tener una pelea, que irremediablemente perderían.
Mas tener ganada la pelea, no implicaba que no hubiera un precio por pagar.
El viento recorría las escarpadas montañas Zodíaco silbando ominoso a su paso, de forma que tras aquel etéreo rumor, se ensordecían los lamentos producto de la cruenta lucha en el valle. Los hombres de Jovian, una marca al norte de la presa Escorpio, asistían a unos colegios de la Segunda Legión en la tarea de vencer a los ogros que huían tras causar destrozos en los reinos aledaños.
La estrategia era simple. Perseguir sin darles descanso, hacer daño de forma que los ogros se vieran obligados a huir justo hacia otro contingente descansado que haría lo mismo. Porque cada que los muy idiotas decidían subir la montaña, sin darse cuenta, tenían más bajas por el peligroso terreno, que por las armas, y la promesa de seguridad tras la enorme presa en forma de escorpión a la que estúpidamente se aferraban; era solo una ilusión, pues era imposible arrebatársela a los dwarfs.
Además, aunque los hombres del marqués de Jovian no tenían estudiada la táctica como los colegios involucrados, ya habían presenciado lo caro que salía cometer un error contra los ogros, así que agradecidos recibían la asistencia de Yideana, una ordenada de Demerit, a quien el marqués le cedió el control de sus hombres, compensando sus carencias de forma que podían mantener el paso de los colegios profesionales con los que colaboraban.
El marqués de Jovian era un hombre letrado en leyes y administración, así veía toda la operación como un buen negocio. Al haber sido atacado sin causa, legalmente estaba en su derecho combatir y por tanto tendría una parte del botín de guerra. Sobra decir que los ogros tenían valores nulos, sin embargo, al ceder a sus hombres a Yideana, como representante de La Orden para hacer trabajo de las legiones, tendría derecho a la restitución de gastos de guerra, una exención de impuestos y el nada despreciable favor de La Orden, quienes incapaces de no "darle a cada quien lo que le corresponde", tomarían como botín, la yerma tierra de los asentamientos ogros y la pagarían a razón de su valor, un prospecto de poca utilidad, pero Jovian razonaba que si acaso lograba dejar una impresión en la ordenada, podría proponer que se le pague con tierra para construir una guarnición de vigilancia para la Orden, y de esa manera, por el pequeño precio de pedir prestado lo necesario para su plan, además del obvio prestigio de albergar a los sacerdotes de la justicia, la tierra, sumada a su parte del botín, podría ser suficiente para dejar de considerar Jovian una marca y convertirla en ducado; un prospecto tentador, pues muy probablemente no volvería a tener oportunidad de aspirar a tanto en su vida, así que este logro, sería un excelente punto de partida para su hijo y sucesor, por lo que este peligroso empeño valía la pena, solo debía mantenerse astuto, vivo, y en la buena gracia de la que sería excelente material de madre para su hijo aún no nacido.
Yideana era una mujer de facciones severas pero agradables. El maquillaje discreto sobre sus pestañas dejaba claro que gustaba y permitía un poco de frívola vanidad, aunque su veloz mano fuera una eficiente herramienta de la justicia. Los soldados de Jovian habían aprendido a admirarla, era astuta en las tácticas y brutal en el combate, así que el único tan ingenuo para imaginar lo que la pesada capa cruzada escondía debajo, era el marqués, quien solo dejaba los números tras sus planes para disfrutar el rostro de la mujer que había aplastado a este grupo de ogros, que aun morían lentamente en el suelo.
Felicidades representante de Demerit, el campo es tuyo celebró Jovian al ver a los ogros moribundos entre las rocas y el frío aullador.
Solo gracias a usted y a sus hombres Marqués, se portaron a la altura expresó la mujer sin mayor reflejo de emoción, pero atenta a la cortesía.
Jovian iba muy bien en sus pretensiones, sabiendo cuando adular y cuando guardar silencio, mas esta victoria que empujó a los ogros a subir este peligroso paraje y que les costó tanto, bien podría ser el final de la campaña, por lo que decidió sacrificar un poco del correcto protocolo, para dejar claras sus intenciones:
El desempeño de los soldados de Jovian, es resultado directo de su liderazgo, de la misma manera que cada palabra que recito, es por inspiración suya hizo una pausa solo para mirla concentrada en algo más, así que continuó temo que he perdido a mis hombres a usted, pero... yo menos que nadie puedo culparlos, porque yo mismo me he perdido en usted.
La mujer de La Orden no reaccionó aunque sí se sorprendió. Había leído la ambición en las intenciones de Jovian, pero no imaginó este acercamiento. Así que volteó impávida para verlo.
Era un hombre aún lejos de la vejez, con un templado carácter. Claramente era más listo que fuerte, y sus dotes de liderazgo se sumaban a un aspecto agradable. Podría ser un buen esposo, y los hijos y los súbditos que produciría, serían buenos fieles de Demerit, pero igual no perdió oportunidad de probarlo:
¿Me está ofreciendo una baronía bajo su mando, marqués? Viró con algo parecido a una sonrisa que definitivamente no calmaba la tensión, pero que sin duda la hacía verse atractiva.
Sí eso quiere, no tiene mas que aceptarla, pero ¿por qué conformarse con ser baronesa, cuando le ofrezco ser mi marquesa?
Jovian era astuto pero directo. Un buen rasgo. Salvo por los lamentos de los ogros agonizando, la propuesta había sido elegantemente ejecutada, así que la ponderaría con atención, pero de momento Yideana estaba más preocupada con la escena. Los ogros habían cometido el error de cruzar un puente, destrozándolo con su peso y cayendo hacia su muerte. No podía ver los cadáveres, pero debía ser así, porque la otra opción implicaba algo imposible.
Marqués, aliste a sus hombres para moverse inmediatamente . Ordenó mientras se acercaba a uno los ogros en el suelo, con pasos decididos mientras recitaba La Ley.
Aunque su atención estaba volcada en su comunión. Le gustó que el marqués no discutiera sino que obedeciera, así que sin interrumpirse, con solo movimientos de la mano comandó a otros soldados a que se acercaran a los ogros tendidos en el suelo, y la imitaran. Con un solo movimiento de la mano, una espada voló del suelo a su palma, sujetándola con habilidad, momento en que frente al ogro tendido preguntó en voz alta:
Su actuar es una afrenta a la Ley, y las instituciones que la sostienen. Su lamento y lo que siga al final de él, se lo buscaron a pulso. La muerte es la pena justa por la traición cometida. Mas al delito de sedición ¿cómo se declaran?
Los ogros seguían lamentándose, pues si pudieran hacer otra cosa, estarían peleando, así que tras un momento de silencio perturbado por agonía, Yideana exclamó:
Tomo su pena como evidencia de su crimen. Los juzgo culpables, y en este acto, como representante de Demerit, Diosa de la Justicia, los entrego a su paciente hermana, que los espera en el Muro. Lo que les depare, los entrego libres de deudas.
El golpe fue tan veloz como potente. Justo al centro de la cabeza, silenciando permanentemente al ogro mientras los demás soldados se ayudaban con lanzas para terminar el sufrimiento de los sentenciados.
Aunque todos los guardias y soldados se tomaron el momento para ver la ejecución sumaria, todos apresuraron el paso para estar listos porque temían un poco más decepcionar a la ordenada, que hacer quedar mal a su señor. Sin embargo, en ese momento, sin los lamentos de los ogros, Yideana confirmó la sospecha que se negaba a creer. La piedra tronaba en una especie de rumor metálico persistente, fácilmente confundible con combate y discretamente escondido tras los lamentos.
Los ogros no habían caído por el puente, estaban arriba de la montaña. Mas averiguar su plan, no evitaba que lo ejecutaran. De pronto, una pared de la montaña se separó cuando los ogros que deberían haber caído por el puente hacia su muerte, cortaron los cables que la sujetaban, y esta, tras balancearse un momento, cayó para aplastar, romperse y convertirse en una avalancha de rocas descendiendo sobre sus perseguidores.