Los Cuentos de la Cabra y sus Versos Apócrifos
Iván Rafael Ortíz GómezD.R. © 2023, Editorial Amoxtlli
República de El Salvador 52-54, Centro Histórico de la Ciudad de México, c.p. 06000, Ciudad de México, México.
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Tel:55-7545-3948
Diseño de Portada: Ana Xochitl Vera Flores
ISBN: 978-1-23-456789-7
Depósito legal: B-14380-2023
Primera Edición: 2023
Impresión en Editorial Amoxtlli
Se prohibe la reproducción local o parcial de esta obra, sea cual fuese el medio, sin la anuencia por escrito el titular de los derechos.
Impreso en México
Printed in Mexico

Las palabras no alcanzan a englobar todo lo que la mente es capaz de hacer o elucubrar, las acciones son apenas un intento de alcanzar la epítome de esta, en síntesis, no existe peor enfermedad que la que es creada por la misma mente, aquella que es indetectable, invisible pero presente, el presente texto es prueba de lo que puede lograr una mente trastornada a través de las acciones y las palabras.
Rosal
IEn el frío y oscuro invierno en el pueblo de San José vivía un ranchero, que a pesar de haberse preparado para la cruda estación, de poco le sirvió, pues ningún toro dejó, y todas sus mazorcas se vendieron.
Cerca del nevado vivía; los verdes suelos rodeaban su hogar, la alfombra de musgo y pasto decoraba ese punto a las faldas del monte, el granizo de las tormentas engañaba la vista, galimatías de la naturaleza que confundía las gélidas rocas con la nieve.
Pero de algo se tenía que alimentar, y a sembrar pronto habría que empezar, disponiéndose a caminar para algo de comer encontrar,el camino frío, solo y silencioso no daba fin a su tormento, las húmedas botas cada vez más le pesaban y la lacerante caminata hacia llagas más pronunciadas en sus pies, así como la nieve urdía sus fríos cuchillos en la carne sangrante, que a cada paso podía sentir cómo se convertía en pequeños cristales de dolor.
A punto de rendirse, de dejar que la princesa del hielo
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le diera el último beso para despedirse de este gélido mundo y reunirlo con todos los desafortunados que murieron en el hielo vio a lo lejos un campo de rosas o eran orquídeas o tal vez alelies, seguro eran camelias. Disculpar a este humilde narrador que poco conoce de la flora en cuestión.
El encanto de la princesa nublaba la mente de los hombres cambiando completamente su percepción de la realidad para hacer más fácil el viaje a la tumba de hielo, pero esto era algo diferente, aun cuando estaba bajo el encanto de la princesa esas flores no lucían como ninguna que conocía o una que haya visto al menos.
El ranchero se acercó y escuchó cómo cada una de ellas le hablo, le susurraban promesas con voz seductora que lo apartó de los brazos de la gélida realeza, todo para llevárselas de su prisión helada.
El ranchero abrumado por el verborreo, desorientado por el hambre y el crudo invierno se dejó caer en el centro de ese campo tratando de escuchar sus propios pensamientos entre todo ese ruido.
Harto de no poder concentrarse en otra cosa más que en promesas falsas y las necesidades de la naturaleza volteo molesto a un costado y se percató de una presencia oscura, no era la princesa helada que hacía rato ya no escuchaba, ni ninguna rosa como las otras, sino que esta era completamente negra
La luz no reflejaba sus pétalos, por ello parecía una mancha en el universo, algo que el creador había olvidado terminar, el poste que la sostenía era rojo escarlata adornado con puntos púrpuras que le daban un


aspecto enfermizo y putrefacto, pero seductor.
Aun cuando tenía ese aspecto eso no lo perturbó, sino que esta no le habló, pero vaya que se percató de que estaba ahí, pues a cada movimiento que daba, el tallo escarlata se contoneaba buscándolo y cuando este se quedaba quieto ella también. Tentado por su seductor aspecto quiso tocarla pero apenas posó sus manos callosas en ella, espinas microscópicas se clavaron en sus manos provocando un éxtasis y un dolor inexplicables. Finalmente fue durante esta experiencia traumática que la rosa se atrevió a hablarle, la voz que de ella emanaba no era como la de las otras, no solo era seductora sino que calmaba el alma del hombre y mitigaba el hambre, entonces dijo;
-Disculpame por tu sufrimiento pero por favor no me vuelvas a tocar o te haras mas daño y me haras mas daño, yo no soy como mis hermanas, este aspecto poco atractivo y nada hermoso que ves se lo debo al sufrimiento que otros como tú han sentido.
-Proviene de los animales, de ellos me alimento, su sangre nutre mis raíces y su carne moldea la tierra, pero cada vez que alguno me toca siento como cada una de las fibras en mi tallo se resquebraja, pero ahora estoy hambrienta, todos se han ido a tomar su sueño de invierno, y si esto sigue así no se cuanto tiempo podre continuar.
El ranchero conmovido por la situación de la rosa tomó


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su machete y se rajó el brazo, un chorro rojizo cayó en la raíz de la flor y las espinas disminuyeron, entonces un poco.
La flor al pasar de los segundos fue recuperando su salud, el tallo estuvo completamente recto, y los pétalos tenían ahora un color más intenso y la voz sonaba tan preciosa que el ranchero se estaba enamorando de ella. Cómo agradecimiento le contó que a pocos pasos había una madriguera de conejos para saciar su hambre.
Pero esto no fue todo, de nueva cuenta en la soledad del campo floral maldito al pasar del tiempo el tallo se iba dividiendo poco a poco en dos, hasta llegar a una protuberancia que crecía a la mitad de ella dando un aspecto humanoide. II
El ranchero siguió con la rutina, y entre más se desangraba, las espinas más se retraían y la figura humanoide tomaba cada vez más forma pasando a un estado homuncular que aterraba a la vista pero después de haber presenciado la agonía del beso gelido esto no era mas que otro dia en una rutina.
Cuando por fin las espinas habían desaparecido el ranchero quiso desenterrarla y llevársela a su casa pero la flor de inmediato lo detuvo le pidió que la dejara en ese lugar y que regresará al mes terminar.
Pero para que el granjero no sintiera descontento, le dijo dónde podía encontrar unos cuantos bocadillos y este se retiró. Entonces de forma inmediata la eclosión


comenzó y ese ser homuncular que alguna vez fue una planta rara cada vez más tomaba forma humana.
III
El granjero al mes regresó a punto de terminar el invierno, pero, cuando llegó al rosal una gran sorpresa se llevó pues dónde su rosa antes reposaba una joven se encontraba.
Creyó que era una joven que venia de algun pueblo cercano atrapada por los monstruos del bosque o atormentada o atormentada por los espectros lujuriosos del mismo, pero, al observar lentamente su aspecto se dio cuenta de su error, sobre todo cuando está reposaba dentro de una prisión de ramas rojas tejidas a modo que no pudiera salir
De pelo negro como la noche, ojos grandes que hipnotizaban al depredador mas sagaz y una voz que helaba la sangre. El ranchero cegado por su belleza le preguntó su nombre pues nunca se lo había dicho y le dijo: ”Yo no tengo nombre”
Pero me puedes decir como gustes, esa voz era imposible de confundir la voz que tanto había esperado desde hace tantos días..
Tratando de buscar la forma de deshacerse de la prisión tocó las ramas con sus manos las cuales fueron perforadas por espinas microscópicas bien afiladas que al mancharse de su sangre poco a poco se fueron ablan-


Los
dando hasta pudrirse en el suelo
El ranchero se acercó hasta ella y se lo susurro al oído, la bella joven cautivada con su nombre humano acompañó al ranchero hacia el paraje desolado donde vivía, con la misión de devolverle el favor curando sus heridas, imaginando cómo es que sería la vida humana, esa vida que ella veía nacer, crecer y perecer en el campo junto a sus hermanas.
Vida que imaginaba como un sueño hecho realidad, un mundo perfecto lleno de amor, adornada de luz, color, música alegre como la que cantaban los viajeros perdidos, un mundo totalmente desconocido pero ansiosamente esperado.
Lo miraba ocasionalmente y cada que lo hacía, su corazón palpitaba más fuerte,al principio le aterraba, pero cada golpeteo la hacía sentir mejor. Desafortunadamente nunca pudo conocer su sueño realidad, así como las jóvenes desfiguradas que se contaban por cientos en el campo de aquel horrible hombre.




El sueño del androide
En un tiempo distante donde los metales, engranajes y demás aleaciones formaban parte de los hombres, hubo entre los androides uno que entre sus procesadores, códigos y programas algo raro noto.
El análisis ejecutó, los resultados arrojaron que su tarjeta de gráficos se sobrecalentó, la actividad neuronal demostraba variaciones de energía dando picos fuera de lo normal, por lo que ejecutó una revisión y reinicio de los reguladores de energía, pero la causa no encontraba. De pronto una sensación: una descarga eléctrica, o un pulso electromagnético, provocado tal vez por un operador novato, hizo que su computadora central sufriera un fuerte daño y los dispositivos ópticos dejaron de funcionar pero las pantallas no, estas mostraban imágenes que no concordaban con lo que las cámaras anteriormente enfocan, eran escenas, pequeñas grabaciones, sensaciones y sentimientos que desconocía por lo que finalmente determinó: como “pensamientos” lo que lo atormentaba.
“La vida de un androide”.
Escribía:
“Es servir y proteger, servimos al hombre, en aquello que no pudo, o que no quiso hacer, los protegimos incluso de sí mismos” como intento de reseteo del sistema siendo este un último recurso usado en la asimilación de hace unos años atrás cuando el hombre aún era totalmente orgánico.
“No importaba cuánto nos esforzamos, el hombre siempre se exterminaba entre sí, no podíamos dañar a los hombres, era, es y será la regla más importante de nuestra programación, por ello la mejor decisión fue fundirnos con ellos.”
Repetía sin parar mientras el sistema encendía de nuevo para no perder la programación en la tarjeta madre.
“Controlamos sus impulsos genocidas y dimos paso a esta cultura, a esta sociedad, un mundo perfecto, el mundo para el que fuimos programados.”
Pero aún así, este código parasitario, éste virus, su tarjeta madre colapsó. Se apagó, y el sol había cambiado de posición, yéndose al otro lado del mundo quedando en su lugar su satélite oscuro, lo que significaba que era hora de trabajar, las celdas solares ya se habían recargado por lo que era mejor hacer su labor.
Esa noche, después de una jornada de trabajo, se había apagado para recargar las baterías,las calles pare-


cian bosques plateados adornados de cortezas rosadas y negras que se quedaban inertes ante la luz del sol coronadas con placas azuladas que la reflejan y la absorben, sus brazos articulados ya no se movían, y sus engranajes no crujían.
Pero en su pantalla, vio una imagen, aunque sus dispositivos ópticos apagados se encontraban. Vio a una bella joven, que narraba cuanto amaba la robótica, el entusiasmo de esta se veía, pues el fervor no solo provenía de las palabras que salían de su boca sino que era todo su cuerpo el que lo expresaba, el entusiasmo y la pasión. Hablaba sobre los campos magnéticos, las leyes de la termodinámica, nuevas mejoras mecánicas y uso de tensores en vez de cadenas, no había otra cosa en el mundo para ella. De dulce voz, una grácil dicción , que sus circuitos derritió. No comprendía cuánta fascinación, en su fuente de poder esto causaba, tanto que ni el supresor de picos le funcionaba.
Un análisis de emergencia alertaba el cambio de valores en los comandos, su código principal cambiaba por sí solo, era tanta la emoción que le producía ver a la joven que ignoraba por completo las alertas del sistema que de sus dispositivos ópticos, gotas de aceite brotaron y lo enviaron a repararlo.
En su quietud, esa ilusión se repetía ¿Era posible que un robot sintiera amor?
Amor: emoción humana , de apego no biológico , los robots no sienten apego concluyó
Una vez que despertó, los engranes crujieron, una mano metálica se movió en dirección al suelo parecía


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que estaba buscando algo
No comprendía que buscaba el sistema de orientación aún se estaba reiniciando un dispositivo óptico fijo el camino, con ambos brazos robóticos se arrastró hasta donde pudo.
Al caer de la plataforma: calculando el impacto, la fuerza, la velocidad, aceleración y altura, escuchaba un poco de la música más bella mientras solo la veía a ella y el remanente orgánico que ya no le obedecía.




No estoy inspirado
Hoy no estoy inspirado, mi mente se ha bloqueado, los pensamientos vagan, y se miran indiferentes, se ignoran, y escupen entre ellos.
Tal vez sea porque cuando la recuerdo solo imagino un profundo Pozo, pero,en mi cabeza, la fosa se mira eterna y la oscuridad dentro de ella me aterra, desconozco lo que me espera dentro de ella, pero se que es algo que he de temer.
Desde hace tiempo me pregunto: ¿Qué le habrá pasado?, las ideas como luces centellean en el oscuro páramo mental, las calles se encienden y el tumulto aberrante de improbabilidades nubla la razón. Uno nunca sabe que es mejor; unas palabras de aliento , o dejar ir en paz, no podría decir que es amor, ella no me conoce
Y yo tampoco la conozco, aunque si pienso en ella mi corazón late cada vez más rápido.
Sin embargo,la duda en la preocupación, y el deseo del corazón, atormentan mis pensamientos. Tal vez debería dejar de pensar en eso: el trago amargo del deseo no cumplido, que llena de tristeza e impotencia los co-
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razones, el escalofrío que recorre el cuerpo cada que volteas esperando ver algo, la desesperación de no poder tocarla y abrazarla. Por desgracia el destino me la arrebató y es momento de llenar ese vacío que dejó. No lo creo,estoy delirando, simplemente, estoy aburrido, las palabras no se juntan, no riman, solo juguetean y se ríen entre ellas, quisiera que se tranquilizaran y dejarán decirle lo que siento por ella; que su risa alegra aún más mis días, que su voz entona bellas melodías con solo simples palabras, y cuando imagino sus ojos, grandes y negros, veo la noche a la que así no le temo. Quisiera acariciar su pelo, sedoso y suave, al que ni las más finas sedas se le comparen con ese olor a jazmín que le caracteriza.
Tomarla de la cintura, acercarla hacia mí, y bailar a la luz de la luna, en una noche invernal, una canción suave y demoníaca, que la nieve adorne sus negros cabellos mientras que las estrellas imitan lo que veo. Podríamos bailar suavemente una canción y justo antes de que me acerque para la última pieza de la noche, tomar mi cuchillo y decorar de carmesí su hermoso y estilizado cuello que a modo de catarata bajará el río hasta su pecho desembocando en el espectáculo perfecto.
Tomarla del pelo y hacer su cabeza suavemente hacia atrás mientras la sangre me salpica la cara y la danza se aviva moviéndonos por toda la pista y finalmente antes de que se vaya para siempre hacerle la pregunta al oído.
¿Tu me amas como yo te amo?
Sabiendo que no tendría respuesta alguna y perdernos para siempre en la inmensa oscuridad.




La princesa de las perlas negras
Yo se que allá en el mar, en algún recóndito lugar se encuentra un reino mágico donde viven las sirenas, los marinos cuentan que ese lugar tiene paredes de oro, peces multicolores y ron por montones.
Donde las más bellas mujeres hipnotizan con su canto a los pobres desgraciados para morir ahogados antes de que siquiera el fondo pasivo, silenciosos y siempre en movimiento los abrace. Aunque hay rumores; rumores de náufragos que dicen que algunos han sido aceptados en ese mundo y por ello se les ha concedido el don de compartir la vida en esa tierra.
Cada noche mientras miro las estrellas y las olas mecen el barco pienso en esa historia para olvidar un poco lo monótona que es la vida en el barco: el mar me resultaba excitante, un espacio infinito donde encontrar maravillas inimaginables, ahora no es más que una alfombra que se extiende hasta donde alcanza la vista cuya única sorpresa son cadáveres o tesoros sin valor flotantes. Entonces, claramente lo veo: Las paredes de oro, los corales y esponjas de mar que crecen y sirven de nidos en esas doradas paredes, en
Los
los pisos plateados la arena resplandece y el color de los peces desfila alrededor y las sirenas, oh, son hermosas, es una belleza indescriptible, siempre que despierto trato de pintar alguna pero mi mente las olvida a propósito, excepto una, la princesa de las perlas negras.
Despierto y le cuento sobre mis sueños al capitan; el capitan ya es viejo, la gangrena le quitó una pierna, por ello usa una pata de palo sin embargo aún empuña su sable como todo un corsario, pero cuando le hable de las perlas negras su pierna completa tembló y casi se cayó. El rostro que sostenía una pipa de madera y siempre sonreía se puso serio, guardó la pipa y dijo:
- Escucha muy bien muchacho y anda con cuidado; una vez conocí un marino, antes de perder mi pierna, que decía lo mismo que tu, toda la tripulación pensaba que estaba loco o que había bebido demasiado ron.
Pero aprendimos de la peor forma que no era así, al amanecer los ingleses atacaron nuestro barco, uno a uno vi a mis compañeros morir, los cuerpos caían al mar pero todos sabíamos que una vez que caes al mar los tiburones se harían cargo de ti.
Quedé pasmado cuando una bala de cañón golpeó mi pie, sinceramente se sintió como un pequeño golpe hasta que vi la sangre y ya no podía levantarme, esos malditos solo me dejaron ahí y no me mataron, no puede morir junto a mi tripulación como tenía que ser. Cabizbajo fue a su camarote y con una voz temblorosa


La princesa de las perlas negras
me dio su bitácora, dentro estaban unos pergaminos que tenían escrito lo siguiente:
“Se dice que las perlas están malditas; pues todos los tritones que al cortejarla las miran, en locura sus vidas expiran, hay rumores de que cada piedra preciosa fue el corazón de una bestia temerosa.
Las sirenas tienen envidia de la princesa pues todos los tritones se hipnotizan al ver pasar a la señora de la realeza.
Pero que no os engañe su amabilidad pues la cólera de la princesa ridiculiza con vehemencia la belleza de su joyería. Pero basta ya de hablar de lo etérea que puede ser, pues su piel es dorada como el sol al mediodía, sus ojos grandes y resplandecientes cómo el reflejo de la luna en el agua quieta.
Cabellos largos que cambian de colores dependiendo de cómo se sienta. Si se siente alegre podrán ser rojos como la sangre Si está triste morados como medusa
Si está enfurecida serán más negros que las profundidades del abismo. Aunque nunca se le ha visto de qué color son cuando está enamorada por ningún mortal Ninguno descansa por averiguar tal.
Las escamas de su cola son únicas pues por las noches estrelladas tienen tonos grises y negros brillantes y por las mañanas tonos azules y púr-


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puras enceguecedores.
La razón por la que escribo este canto es que: cuando quise conocer el mundo mi navío encalló en una isla desierta: antes de que fuera presa de la insolación Hambruna y la locura una voz dulce me hizo olvidar instantáneamente mis penurias y me guío hasta la costa dónde había peces, botellas y algunos.
Otros enseres de desgraciados que sufrieron una suerte peor que yo. Se han de preguntar porque no soy presa de la maldición, pues la respuesta es simple la princesa me dijo su nombre y por cada vez que lo pronuncie las perlas no me harán daño alguno pero a cambio, siempre lo olvidaré.
Mi estadía en la isla es complicada pues la princesa es alguien difícil de complacer, no me considero un hombre de cultura pero lo que conozco lo defiendo.
Sin embargo la princesa goza de un gusto muy selecto.
Y cuando algo le disgusta no duda en decirlo tal vez sea por el buen vino que me da pero cada vez que reniega mis cantos me echó a reír como un rey vikingo.
No se si fui hipnotizado por su belleza o me atraparon sus negros cabellos brillando en la noche puede que sea el hechizo de las perlas que finalmente me atrapó pero creo que me siento bien junto a ella con su compañía el calor de la isla no me molesta cuando la escucho reír mi hambre se


La princesa de las perlas negras
calma y cuando se mantiene en silencio la sed se va y mi corazón ya no extraña el mar sino a ella. He logrado conversar con los peces aquellos allegados al palacio me han dicho que si no olvido el nombre de mi amada puedo competir por su amor.
Pero las leyes del reino son estrictas solo se me permitirá cortejarla mientras ella así lo quiera pues de lo contrario el rey borrará mi mente y me convertirá en un guardia del palacio real esclavo de su mandato si tan solo tuviera clemencia, lo único que pediría sería con todo mi corazón que jamás se borren de mi mente estos hermosos recuerdos.
Es momento de empezar la princesa de las perlas negras es la princesa Circe la que sobre mi corazón decide.”
- ¿Entonces capitán que es lo que haremos ahora?
El capitán camina lentamente hacia su camarote arrastrando su pata de palo contra el piso,el joven marino confundido no lo entiende y trata de ir tras de él para devolverle su libro.
Por detrás la tripulación lo amordaza y lo inmoviliza, lo obligan a caminar por la tabla con la que se deshacen de los prisioneros y traidores al tirarse por la borda. Ciego, asustado y llorando en la orilla de la tabla escucha nuevamente la voz del capitán y el batir de las olas:


Los Cuentos de la Cabra y sus Versos Apócrifos
- De haber acabado con ese marino como nos dijo mi capitán ninguno hubiera muerto y no pienso repetir ese error dos veces,que el mar se apiade de tu alma muchacho.




El Pastor y La Duquesa
Alguna vez escuche
De la historia de un pastor y una duquesa
Que de solo mirarse pero nunca conocerse
Su amor nunca pudo darse.
Este pastor era un joven veinteañero
De lejos era amenazador, frívolo y distante
Pero de cerca era bonachón, efusivo y un poco parlante.
Este pastor gustaba de pasar los días
Castigando su cuerpo en el sol abrasador,
Pero al caer la tarde guarda-
ba el ganado
Observaba el infinito campo
Con sus verdes planicies y sus imponentes árboles.
Al caer la noche entraba a su cabaña
A cocinar los platillos que solo su imaginación le permitía Para recuperar energías. El pastor no se consideraba avaricioso
Pues lo único que atesoraba era su paz
No había banquete más digno de un rey que uno preparado por él
No había mejor palacio, que su pequeño espacio
Que solo contaba con un camastro y sus instrumentos de trabajo.
Uno de los días en que el sol era abrasador
El pastor salió como era de


costumbre a trabajar
El Pastor y la Duquesa
Y vio aquello que en su vida supera todo lo que más podía atesorar.
Pensó en su palacio y le resultó pequeño, Pensó en su banquete y le revolvió el estómago
Pues nada se comparaba con lo que veía.
A lo lejos vio una joven no más grande que el
La cual lucía: una melena despeinada al viento
Que era tan negra y brillosa como una noche estrellada, Un vestido largo que solo lucían las más altas damas de la realeza
El cual era de seda roja
Y además protegía su bello rostro con un sombrero negro
El cual se adornaba con las


más bellas flores moradas.
Su gracia al andar por los verdes campos, solo se comparaba con su rectitud
Pues caballeros de todos los reinos venían a cortejarla
Pero ella, ni siquiera los miraba.
Esta mujer nunca estaba dentro de la hacienda
Pues siempre se le veía observando sigilosamente lo que en esta pasaba
Y cuando algún problema se presentaba era la primera que llegaba.
El pastor y la duquesa se conocieron por mera casualidad
Pues una de las ovejas del pastor huyó a los terrenos de la duquesa.
El pastor apenado fue por su ganado


El Pastor y la Duquesa
Con el pecho poco recto, y semblante gallardo en cada paso
El cual al ver a la duquesa se transformó en una voz grave y temblorosa.
El pastor y la duquesa entablaron conversación,
Este se esforzaba por entretenerla pues poca experiencia tenía en tal odisea
De cuando en cuando ella reía entonces el pastor más contento se ponía
Y cuando la duquesa se aburría siempre lo decía, Lo cual al pastor siempre le divertía.
Después de mucho tiempo el pastor se dio cuenta que por ella algo sentía
Pero sabía que pretenderla no podía aunque el linaje real tenía. Pues renunció a él después de cometer un terrible acto
El cual prometió que siempre se castigaría.


Los
Por el cual el reino dejaría
Pues en el fondo de su corazón sabe que el amor no merece.
La noche que finalmente decidió dejar en el olvido su condena e ir con su amada
Cuando apenas la noche con su manto lo cubría
No sabía que iba a decir no sabía cómo lo iba a decir
Pero su corazón se aceleraba al punto en que sentía que de su pecho se le salía
Cuando estaba a punto de llegar
Viendo las murallas de la gran hacienda, imaginando una vida plena y amorosa
Dos colmillos le apagaron la vida
Yéndose feliz al saber que cumplió con lo que debía
Aunque triste porque ella jamás supo la verdad.


“Los cuentos de la cabra y sus versos apócrifos”, de Juan Ortíz, se terminó de imprimir en septiembre de 2023, en República de El Salvador 52-54, Centro Histórico de la Ciudad de México, c.p. 06000, Ciudad de México, México.. La edición consta de un ejemplar y cuenta con 176 páginas con la tipografía Bell MT, por Richard Austin.