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de hecho, se cree que ha reducido marginalmente los niveles generales de pobreza y desigualdad (Díaz-Bonilla, Moreno Herrera y Sánchez Castro 2020). En esta crisis, que se prevé que sea la recesión del mercado laboral más catastrófica en la historia de algunos países, millones de trabajadores de América Latina y el Caribe han perdido el empleo, y millones más han sufrido una reducción significativa de los ingresos. Además, no se espera que la pérdida se reparta de manera uniforme en la distribución de los ingresos, y algunos trabajadores (como los que no pueden teletrabajar) se verán más afectados que otros (Diaz-Bonilla, Moreno Herrera y Sánchez Castro 2020).

Si bien esta crisis —que se desencadenó por imperativos de salud pública que aspiraban a mitigar una pandemia mundial— es excepcional, también es otra más de una larga serie de shocks de demanda agregada que han afectado a los países de la región de ALC. Por un lado, la crisis del COVID-19 tiene varias características distintivas. En primer lugar, las medidas de confinamiento han sido perjudiciales para muchos trabajos y peores aún en aquellos casos en los que el teletrabajo (o el acceso de buena calidad a internet) no es factible. En segundo lugar, la prolongada incertidumbre sobre la duración y el resultado de la crisis, en particular en lo que concierne a la recuperación del empleo, ha retrasado la inversión. Y, en tercer lugar, algunos países han reaccionado a esta crisis con respuestas políticas más contundentes que nunca.

Por otro lado, esta crisis no es tan distinta a las anteriores. Una gran parte de sus efectos en la región de ALC se derivan de la recesión mundial que ha causado, una fuerte caída de la demanda durante numerosos meses y crisis financieras inminentes en algunos países. La región de ALC tiene un extenso historial de desaceleraciones económicas frecuentes y, a menudo, severas. El bienestar de los trabajadores durante estas desaceleraciones está condicionado en gran medida por las fluctuaciones en la demanda agregada (además de algunas crisis internas autoinfligidas o la mala gestión).

Esta profunda crisis llega justo cuando muchos de los gobiernos de la región de ALC se enfrentaban a desafíos estructurales ampliamente conocidos. La crisis ha acelerado algunos cambios estructurales de larga duración que han contribuido a cambiar la naturaleza del trabajo y ha magnificado su potencial para reducir las oportunidades de empleo en lo que tradicionalmente se consideraban «buenos trabajos» —el empleo estándar, estable y protegido asociado con el sector formal— (Beylis et al. 2020).

La dinámica de empleo descrita, observada en muchos países de ALC, provocará importantes efectos permanentes laborales derivados de la crisis del COVID-19. Es probable que las características sectoriales y espaciales magnifiquen aún más estos efectos en algunos trabajadores. No obstante, el marco de política tridimensional propuesto en este estudio proporciona una hoja de ruta que podría conducir a una recuperación más resiliente. El enfoque de las políticas públicas y empresariales a la hora de abordar los desafíos actuales determinará el progreso de las economías de la región de ALC y el bienestar social de los trabajadores y ciudadanos de la región durante décadas. El desafío que se presenta es inmenso, pero estamos viviendo tiempos decisivos.

1. De acuerdo con Végh y Vuletin (2014), este documento define una crisis como el periodo comprendido entre el trimestre en el que el producto interno bruto (PIB) real cae por debajo de la media móvil de los cuatro trimestres anteriores y el trimestre en el que el PIB real alcanza el nivel previo a la crisis. Este dato se calculó utilizando series trimestrales del PIB de International Financial Statistics y Haver Analytics. Aunque el número específico de crisis que se produjo durante este período varía en función de la definición de crisis que se adopte, este resultado demuestra que, independientemente de dicha definición, a

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