ARTE
LECTURA
La lengua nuestra de cada día
Redacción Escenario Weekend
Hoxerania, Vancáncer y Terra Jurásica Víctor Edgardo Luis Rivera Despertar en un paraíso puede ser hermoso… pero, ¿y si el lugar es peligroso? ¿A dónde te podría llevar una encantadora luz?¿La seguirías hasta el final sin titubear? El joven Víctor Vancáncer lo hace y es así como su vida cambia de la noche a la mañana, dejando atrás a su familia en un débil recuerdo. Lo siguiente es un nuevo comienzo en un mundo llamado Hoxerania, donde todo es distinto y Víctor es conocido como Vancáncer, una misteriosa figura con personalidad llamativa. Allí encontrará situaciones de vida o muerte, nuevos amigos, enemigos, fascinantes criaturas y secretos. El temor se convertirá en coraje en este peligroso viaje. Acompáñalo y descubre qué queda al final. (Puedes conseguir más información en sinonimopr.com.)
Blonde Joyce Carol Oates Marilyn Monroe era puro fuego, sexualidad a flor de piel y romances turbulentos; pero también era frágil, una mujer asustada y repleta de inseguridades que buscaba en otros ese amor que ella misma se negaba. Tras una exhaustiva documentación, la autora de este libro redibuja la vida interior de Norma Jeane Baker –la pequeña sin padre, la mujer dependiente de tranquilizantes y estimulantes, la malograda actriz y amante– y a su “amiga mágica del espejo”, la idolatrada rubia que el mundo llegó a conocer como Marilyn Monroe. Sin duda, una artista emblemática cargada de conflictos y temores, de pasiones desatadas; una niña que no dejó de huir hacia delante, y llegó a burlar a la propia muerte para convertirse en leyenda.
Claraboya José Saramago A sus 31 años de edad, Saramago terminó de escribir Claraboya y entregó el manuscrito a una editorial, de la que solo obtuvo respuesta 40 años más tarde, cuando era un escritor consagrado. Aquí, su escritura minuciosa y paciente retrata con maestría una época marcada por la desesperanza. Esta obra anticipa de un modo deslumbrante los elementos del universo Saramago, así como las virtudes que serán el germen de tantas obras maestras. En el texto se oye su voz, se reconocen sus personajes, y se identifican la lucidez y la compasión que, según la Academia Sueca, distinguen su obra. La novela comienza una mañana del siglo 20 en un vecindario, durante un día normal. Pero capítulo a capítulo salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriendo un mundo gobernado por la necesidad, las frustraciones, las ilusiones y la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores.
P8 / ESCENARIO WEEKEND / DOMINGO, 3 DE JUNIO DE 2012
“La lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo”. –Miguel de Unamuno
Vamos ¿al grano?
Aida Vergne
Oka. Esta vez, vayamos al grano. ¿Qué? ¿A dónde? ¡Al grano! Un momentito... ¿a cuál de todos los granos? ¿Al que sale en la cara o en alguna otra parte del cuerpo, y a veces cría pus? ¿Al de la mazorca de maíz? ¿De qué grano me habla usted? ¿Habichuela, garbanzo o gandul? ¿A dónde quiere ir usted conmigo cuando me dice “vayamos al grano”? ¿Al meollo? Es decir, ¿vayamos a lo principal y esencial de algo? ¿Al grano de la cuestión, del tema? ¡Pues claro!, a la sustancia, a la médula del asunto. Eso es lo que significa “vayamos al grano”. Y lo mejor de todo es que, a pesar de que grano tiene “tantos significados diferentes”, cuando a usted le dicen “vayamos al grano”, sabe exactamente qué significa ese enunciado; más aun, a la velocidad de un rayo usted excluye todos los granos que no tienen nada que ver con el asunto, y va, en su mente, derechito al grano, aunque no quiera. Ir al grano es, de alguna manera, otra forma de decir, dejemos los rodeos. Como grano, hay muchas, pero muchísimas palabras polisémicas. Es decir, que tienen más de un significado. Este fenómeno responde a múltiples factores. Por ejemplo, cuando en una palabra los hablantes, poco a poco y a lo largo de la historia, mutan o modifican la realidad a la que se refiere esa vocablo, y comienzan a utilizarla para nombrar una nueva cosa o “referente”. También sucede que, a consecuencia de la especialización en alguna profesión o jerga técnica, nace un nuevo significado para un término en uso, como masa por ejemplo. La masa crítica no es la misma masa que usa el panadero, ni tampoco tiene nada que ver la masa de la que hablan los físicos, u otras masas más temidas que, lamentablemente, el cáncer ha puesto de moda. El lenguaje figurado también genera polisemia. Y con esto de figurado me refiero a las metáforas. Los hablantes nombran los objetos mediante términos metafóricos como, por ejemplo, las perlas de tu boca para referirse a los dientes blancos y preciosos de alguien, o por metonimia (cuando decimos copa para nombrar el vino). Los calcos semánticos por influencia extranjera pueden, igualmente, generar polisemia en una palabra, como por ejemplo evento, que además de ser un hecho imprevisto, ha adquirido el significado de acontecimiento importante o social; suceso programado, de índole social, académica, artística o deportiva, que antes no tenía. Y nada. Sepa que no todos los significados de una palabra polisémica están en la misma jerarquía. Por lo general, uno de los significados es el “principal” y los demás se desprenden casi siempre del originario. Por ejemplo, sabemos que todas las mesas tienen patas, pero a nivel inconsciente reconocemos que las patas de la mesa se derivan o provienen o mutaron del significado original, de las patas del animal. Tan es así que los diccionarios suelen destacar el significado originario, al catalogarlo como primera acepción o entrada. Por eso, si buscamos grano, la primera entrada nos dirá: (Del lat. granum). 1. m. Semilla y fruto de las mieses, como el trigo, la cebada, etc. Y ese es su significado original... Interesantemente, que una palabra tenga “muchos significados” no plantea mayores problemas a la hora de entendernos, gracias al contexto, que se encarga de desambiguar y resolver la polisemia. Pereo eso es otra columna... Por el momento, y dicho todo lo anterior, le invito a que cada vez que tenga que decir algo, no pierda tiempo ni ande con rodeos. Siempre vaya al grano. Eso sí, si su grano está en la cara, no vaya. Resista, no lo apriete; antes de ir a ese grano, mejor vaya al dermatólogo. La autora es lingüista y profesora adjunta de fonética y fonología del español en el Programa Graduado de Lingüística de la UPR y el Departamento de Inglés de Humanidades, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Puede escribirle a: consultas.sobre.lengua@gmail.com.