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Introducción

Recuerda el filósofo francés Pascal Bruckner (2021) que una persona de 50 años hoy está en la misma situación que un recién nacido del Renacimiento: su esperanza de vida es de unos 30 años. Es lo que ocurre en España donde los varones (2019), al nacer, pueden esperar vivir 81 años y las mujeres algo más de 86. El intervalo entre la esperanza de vida media (83 años) y la edad legal de jubilación es de 16 años que se convierten en casi 20 si se tienen en cuenta los años reales de salida del trabajo y en muchos más en el caso de aquellos que se ven sometidos a una prejubilación o salida temprana por diferentes motivos. El abandono del trabajo puede llegar a producirse a una edad tan anticipada como los 50 y pocos años, lo cual alarga el periodo de ociosidad poslaboral a más de 30 años, un tiempo equivalente o incluso más largo al de la actividad.

El envejecimiento es imparable y la cohorte entre los 55 y 70 años representa ya un 19,4 % de la población total frente al 8,8 % de los jóvenes de entre 16 y 24 años. Esa brecha seguirá aumentando sin freno en las próximas décadas, pero al mismo tiempo también crece el edadismo, es decir, el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que sufren las personas mayores simplemente por tener esa edad. Este concepto acuñado por Robert Buttler en 1969 para definir la discriminación contra las personas de más edad puede llegar a ser gerontofobia a la luz de los datos de abandono temprano del mercado laboral en el colectivo de séniores.

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La catedrática española Adela Cortina (2020) considera que la gerontofobia, entendida como esa patología social que rechaza a las personas adultas mayores, se ha acelerado en los últimos tiempos. Este hecho trasladado al mercado laboral es una lacra porque es imposible que una sociedad digna discrimine a personas por pertenecer a un grupo de edad. Pero, además, supone una demostración de poca inteligencia ya que se desprecia la capacidad de producir de millones de personas (solamente en España, más de 15 millones de personas mayores de 55 años que representan uno de cada tres españoles).

Esto es un sinsentido desde todos los puntos de vista: personal, económico y social. Hoy la mayoría de las personas de entre 50 y 80 años tienen unas condiciones físicas y mentales buenas. Junto a la esperanza de vida, crece la llamada “esperanza de vida con buena salud” que hace aptas para la actividad a más personas que nunca. El envejecimiento demográfico es, en realidad, un rejuvenecimiento porque permite a más personas vivir más años en unas buenas condiciones. De ello se deduce que podría haber mucho más talento sénior en la economía de lo que hay si se dieran las circunstancias adecuadas para ello. Ciertamente en los últimos años está creciendo la aportación de los séniores al trabajo por cuenta ajena o al emprendimiento, pero no en la cuantía deseable, ya que será muy necesaria al haber menos júniores como consecuencia del retroceso de jóvenes que provoca la caída fuerte de la natalidad y, además, las tasas de emprendimiento no crecen tanto como podría esperarse. Por delante, toda una revolución de las canas, citando a Antonio Huertas (2018), en aquellos territorios que sepan aprovechar el talento sénior y así crear riqueza y mantener su dignidad.

Esta investigación encargada por el Centro de Investigación Ageingnomics de Fundación MAPFRE pretende conocer con cierto detalle la población mayor que trabaja por cuenta propia, ajena o bien está emprendiendo. Este Mapa de talento sénior nace con vocación de continuidad para poder medir la evolución de este fenómeno. Además, en esta primera edición, de cara a comprobar si la pandemia de la covid-19 ha afectado especialmente a este colectivo sénior en lo referente al mercado de trabajo, se ha analizado monográficamente la herramienta de los ERTE y el uso del teletrabajo para los séniores. Por último, y a modo de inspiración, se han seleccionado buenas prácticas de gestión del talento sénior en grandes empresas globales.

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