Vera + Crux 2018

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Rafael Rivas de Benito

Nuestra Historia

SEMANA SANTA EN MONTILLA PARA EL RECUERDO Verdaderamente este pequeño artículo de recuerdos es un artículo inesperado, pero no por ello deja de ser emotivo y, hasta íntimamente, conveniente. Los años en el recuerdo son muchos, pero precisamente por ello es interesante y motivador el rebuscar en la memoria aquellos hechos y circunstancias que en algún momento de nuestras vidas ocuparon un lugar importante, cuando no fundamental, en el momento en que tuvieron lugar. Se me ha pedido una colaboración con la Hermandad de la Vera Cruz escribiendo un artículo en el que pueda referirme a mis recuerdos sobre cómo se celebraba la Semana Santa en Montilla hacia los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, que son los que yo viví. Aceptado con gusto el encargo, creo que hay que partir de un principio de sinceridad cuando se escribe sobre cosas personales y por ello debo manifestar que nunca pude pensar que se me haría una propuesta semejante, pero también debo decir que la propuesta me provoca y casi me fascina. Es que, cuando se tiene la suerte de llegar a determinado estadio de la vida, habiéndola sentido pasar plena de actividad y de contenidos gratificantes, el tener la oportunidad de rememorar determinadas vivencias de una primera juventud, que afortunadamente aún se nos representa de manera diáfana, puede suponer una forma de encuentro con uno mismo, casi un redescubrimiento intimo que, posiblemente, ofrezca una oportunidad de hacer una reflexión de unos acontecimientos sobre los que nunca se pensó volver. Como vestigios emotivos, de carácter muy personal, debo confesar que aún conservo la túnica y los cinturones de esparto y de seda (cíngulos) de las dos

Procesión de las Palmas un Domingo de Ramos de la década de los años 60 del siglo pasado.

cofradías en las que en esos mis años jóvenes yo salía en procesión en la Semana Santa montillana: la del Cristo del Amor, que partía de la iglesia de los Salesianos en la noche del Miércoles Santo y que era la procesión del silencio, y la del Cristo de la Yedra, que salía el Viernes Santo junto a Jesús Nazareno, en la que tuve la suerte de ser costalero dos o tres años, cuando era capataz Julián Ramírez, hombre de trato afable y fuerte personalidad que en aquellos años empatizaba de manera abierta con los que éramos más jóvenes que él. Vaya una muestra de afecto en su memoria. Empezaba la Semana Santa con la Procesión de las Palmas que discurría brevemente tras la misa de las 12h por la explanada que antecede a la Parroquia de Santiago. Desde niño, aquellas palmas largas erguidas y muy blancas y una de ellas muy entrelazada y, a mi juicio bellísimamente trabajada, que solía portar el Sr. Vicario, me atraían. Me intrigaba cómo conseguían hacer tan bello trabajo con las hojas de la palma. Luego, a lo largo de la vida, he tenido


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