"Al otro lado de la puerta" por Juliana Monteiro (Versión en español)

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Juliana Monteiro

Juliana Monteiro es artista visual, licenciada en Lingüística, con investigación en el programa de posgrado en Estética e Historia del Arte del MAC-USP. A partir de fotografías, palabras y collages, observa el carácter universal de lo íntimo, la infancia, la impermanencia y la dinámica entre la palabra y la imagen. Es autora de los libros Pandora (2020), Aprendiz (2021), Queira receber como recordação (2022), Problemas de linguística geral (2024) y Álbum (2024), entre otros. Además de participar en exposiciones colectivas en galerías y museos, es coautora, junto con el escritor João Anzanello Carrascoza, de Catálogo de Perdas (ed. SESI2017), libro finalista del premio Jabuti y ganador del FNLIJ, y de Fronteiras visíveis (ed. Maralto - 2023). En 2024, creó el ensayo visual de A infância de Joana (ed. Maralto - 2024), escrito por Mariana Ianelli.

AL OTRO LADO DE LA PUERTA

Colección Rosa Brava - libro I

AL OTRO LADO DE LA PUERTA

Colección Rosa Brava - libro I

AL OTRO LADO DE LA PUERTA

para mi niña

No te lo cuento, hija, pero algún día lo sabrás.

Por qué no salimos de casa.

Por qué nunca llega el día de volver al colegio.

Por qué la televisión está encendida en tus canales favoritos durante tanto tiempo.

Intento sofacar mis respuestas.

Mientras el mundo se vacía, vivimos del lado de dentro.

En estos primeros días, hicimos plastilina con harina, agua y sal.

Jugamos a los detectives.

Construimos edificios con pinzas para la ropa. De vez en cuando, me preguntas por qué lloro. Sonrío.

No te respondo, pero escribo para que algún día sepas lo que vivimos, con la voz de quien cuenta el ahora. Sin desviaciones de la memoria.

Tú me prestas tu alegría y yo tropiezo, entre lágrimas.

Quien no mira al otro nos reduce a casi nada, hija. Yo, pedazos de mí, me completo contigo.

Con un año de vida, corrías detrás de tu propia sombra, intentando alcanzarte.

Las sombras son reflejos de nuestros actos. Lo aprendí mientras te observaba.

Sigo en esta cueva.

Ahora, aislada en mi habitación.

Al otro lado de la puerta.

Marzo 22

Marzo 23

Me falta el aire.

Dos días insoportables.

Respiro tu voz.

Puerta cerrada.

Te oigo cantar y saco fuerzas para seguir adelante.

Por la mañana, me esfuerzo por decir dos palabras. Nuestro buenos días a través de la cerradura. No tengo aliento para continuar la conversación, hija. Espero que entiendas este silencio.

Marzo 24

Limpié todo el baño.

A pesar de que me fallan las piernas, he fregado el suelo con fuerza. He fregado el suelo como si me limpiara por dentro.

Leo a gente en internet quejándose de la cuarentena, del aislamiento en casa.

Ojalá pudiera, al menos, compartir la misma mesa que tú. Quería respirar la certeza de ir y venir a tu encuentro.

Me falta el aire. Necesito aire.

Hija, mi tío nos ha dejado.

No me he atrevido a decírtelo.

Me he dedicado a sincronizar el llanto y el aire que me queda. Sabemos que nuestra vida es finita, pero nunca aprendemos a decir adiós.

No volveremos a ver a mi querido tío.

Sin velatorio. Sin abrazo.

Solo la despedida de lo que fuimos –y este presente que aumenta la realidad.

Acabas de pedir sopa de agua de coco para tu padre. Es la primera vez que sonrío desde que estoy encerrada. Eres tú quien me saca de esta habitación.

Marzo 25

26 de febrero: primer caso de covid en Brasil

marzo

día 10: clase de semiótica

día 11: grupo de estudio de semiótica

día 12: grupo de estudio de fotografía

día 13: clase en el colegio

día 14: casa

día 15: casa (vinieron mis padres)

- inicio del confinamiento social –

día 16: ginecólogo

día 17: casa

día 18: casa

día 19: casa

día 20: casa

día 21: dolor de cabeza

día 22: habitación

Marzo

Necesito moverme.

Arrastro las piernas.

Llevo la habitación a cuestas.

Me senté en el suelo del baño y limpié el armario de los perfumes.

Son veintiocho de tu padre.

Dos míos.

Limpié con fuerza los azulejos de la ducha. No quedó ni una mancha.

Soy una amenaza para ti, hija.

¿El amor es siempre una amenaza?

Te oigo jugar con tu padre.

Por fin, comunión. Presencia.

En lo pequeño, nos hacemos grandes.

Te oí pedir: “Papá, quiero la granola que hace mamá”. La comida es, también, una forma de saciar la ausencia.

Miro el plato de comida durante más de una hora. Me dan náuseas solo de pensar en llevarme el tenedor a la boca.

Horas más tarde, lavo los platos en la ducha y los dejo en el suelo, fuera de la habitación.

Con guantes, tu padre lo recoge todo y lo lava de nuevo en el fregadero.

No podemos salir de casa.

Solo yo estoy aislada, pero vosotros también podéis estar infectados, aunque no tengáis síntomas. No tenemos mascarillas. No encuentro testes. Se nos está acabando la comida y no consigo comprar por internet. Consigo, pero la entrega está prevista para la segunda semana de abril. No tienes nada de lo que te gusta comer.

Marzo 27

No puedo morir.

Vivo con ese no en mi cabeza.

Hoy se ha apoderado de mi cuerpo.

Empezó por las manos.

No sentía lo que tocaba.

Los dedos entumecidos.

Los brazos hormigueantes.

Los labios anestesiados por la falta de palabras.

El aire –su intervalo entre ir y venir– escaso.

El cuerpo entero para respirar.

Anhelante.

Me tumbo en el suelo frío, trato de recuperar los sentidos.

Mi corazón parece gritar– desesperado.

Miro al techo.

Voy a morir.

No puedo morir.

¡Las madres no mueren, Dios!

Voy al hospital.

Mi padre me llevará.

Dejo este cuaderno abierto, en esta página, sobre la cama.

Si no vuelvo, por favor, entrégaselo a mi hija.

Nunca olvides mi amor, hija.

Marzo 28

Estuve leyendo. Hoy, fue Kazuo Ohno quien nos leyó.

El universo que imaginamos no era único. El universo existe hasta el infinito. Este universo, aquel universo... ahí es donde se crean los deseos. Cuando formulas tu deseo, ya estás actuando de acuerdo con él. Con el instinto, cambiando así tu forma.

Quiero curarme. Por dentro y por fuera, ¡lo grito!

Tu padre te está secando el pelo. Desde la habitación, te oigo canturrear el verbo compartir en diferentes melodías. Sonaba como una petición. Estamos aprendiendo, hija.

Hace tiempo que compré este libro de Kazuo Ohno. Lo dejé en la mesita. Tenía que leerlo ahora. Me he vuelto a encontrar en este pasaje.

Despacio, no importa, todos los momentos viven. Así como todos los momentos construyen el mundo. Así como la planta del pie, la espalda, lo que sea, todo se une y construye el mundo. Es mejor moverse lentamente. Para hacer que este mundo penetre en el alma.

Lo intenté.

Todavía no puedo escribir sobre el día veintiocho.

Falta de aire, qué desesperación.

Te quiero, hija.

Tengo miedo de morir y no poder cuidar de ti.

Marzo 30 Te despertaste llorando.

Me estiré en la cama, me esforcé por decirte buenos días por el agujero de la cerradura.

No respondiste.

Oíste y no dijiste nada.

Tan pequeña y ya sabes defenderte.

Dejé de seguir las noticias.

Salí de los grupos de Whatsapp. Me quedo sola.

Conmigo.

Estaba embarazada cuando, por primera vez, me di cuenta del tiempo atravesando esta habitación de la casa.

Pasé un mes tumbada, mirando el sol, esperando a que llegaras.

Es el cumpleaños de mi abuela.

Solemos hablar siempre. Después de enfermar, no volví a llamar. No es justo compartir el dolor con quien solo ofrece lo mejor de sí mismo. Voy a llamarla. Me esforzaré por felicitarla sin que se dé cuenta.

Tu cámara está aquí.

Fotografío la inmensidad de esta habitación.

Oigo a la vecina pelear con sus hijos. Y yo aquí, deseando acogerte en mi regazo por el resto de mi vida.

Lloro todos los días.

Lloro porque tengo miedo de no salir.

Lloro cuando leo las noticias (dejé de leerlas).

Me emociono cuando te oigo cantar.

Hoy he llorado porque he podido respirar sin dificultad por primera vez.

April 01

(síntomas hasta ahora)

Dolor de cabeza

Dolor corporal

Diarrea

Fiebre

Debilidad

Náuseas

Falta de apetito

Dificultad para respirar, falta de aire, falta de aire, falta de aire, falta de aire

Sensación de quemazón interna

Escalofríos

Piel extraña

Ojos hinchados

Tos

Casi vomito

No tengo más pantalones limpios.

Desde hace tres días, voy en camiseta y bragas.

Te hace gracia.

Tengo frío, pero no lo digo.

April 02

Mi madre me hace compañía durante este tiempo. Ella, Carol, el sol, los libros y sus cantos.

¿Será que este malestar es por los antibióticos?

La puerta está cerrada todo el tiempo.

Puede parecer que quiero distanciarme, pero lo único que quiero es salir de aquí y encontraros bien.

Estoy triste, con la sensación de que no mejoro. Me acabo de duchar.

He limpiado los azulejos.

Los he fregado con rabia.

He lanzado agua al aire.

Le he hablado en voz alta al virus.

Sal de mi cuerpo.

Te lo ordeno.

¡Sal ya de mi cuerpo!

Me estoy volviendo loca.

Caminé de las cuatro a las cinco de la tarde.

De la puerta del baño a la ventana.

De la ventana a la puerta del baño.

Caminar dentro de mí hasta que me libere.

Le pedí a mi padre que me llevara de nuevo al hospital.

Me arrepentí cuando estaba llegando a casa.

Me falta el aire, pero no quiero que me ingresen.

No puedo estar lejos de ti.

(receta de Lala)

Té de limón con jengibre (cuatro veces al día).

Hacer un jarabe con piña, miel, limón, ajo, berros, romero, jengibre y albahaca.

Alcides Villaça fue mi profesor (y siempre lo será). Te escribo el poema que él publicó hace poco en una red social.

[retiro]

ahora sí, mírame a los ojos desde más lejos

tu sonrisa es lo que me conmueve a mi alrededor hay mucho más gente lejana

¿por qué no circulan por las calles si los árboles respiran?

el perro junto a la verja ladra extrañado e insiste

hay que agarrarse a algo en la nueva vuelta del planeta

huí un tantito más hacia mi interior mi amor te encontré un poco más

¿Cuánto tiempo faltará aún para que seamos otra cosa?

Alcides Villaça

April 03 Cuando me doy cuenta de que te has despertado, corro hacia la cerradura.

Describo en voz alta tu ropa.

Sonríes y te vas con la certeza de que estamos juntas.

Paso parte del día esperando a que salga el sol.

Hoy no ha salido.

Ya no sé cuánto tiempo llevo aquí.

Cuento la vida a partir de este ahora.

April 04 Tu padre deja agua, té y comida en la puerta de la habitación. Después de comer, tiro las migas al retrete y lavo los platos en la ducha.

Tengo estropajo, trapo, detergente y alcohol. El desagüe del lavabo está atascado. El suelo del baño está lleno de ropa envueltas en la sábana de la semana pasada. Cinco bragas se secan en la mecedora.

Hace cuarenta minutos que miro la puerta del armario. Voy a caminar.

Desde la puerta del baño hasta la ventana del dormitorio. Siete pasos entre el origen y el destino.

1.735 en total.

Te despertaste tosiendo sin parar. Me puse triste. Dormí toda la mañana. Me refugié en el sueño.

(receta del Dr. Alexandre, tu pediatra)

Bryophyllum

8:30 h

14:30 h

20:30 h

Camphora

8:30 h

11:30 h 14:30 h 17:30 h

20:30 h

23:30 h

Ansiodorom

23:30 h

Apis mellifica

8:30 h 11:30 h 14:30 h 17:30 h

20:30 h

23:30 h

No me puedo morir, hija. No puedo dejarte sin madre.

Hija, hace más de veinte minutos que me divierto con tu canto.

Tu padre pide silencio.

Está trabajando.

Subes las escaleras, te acercas a la puerta de mi habitación y me preguntas si he escuchado tu nueva canción.

Cantas para mí.

Tú también me escuchas.

Tu voz reverbera en cada rincón de mi cuerpo.

El sol entra en la habitación a las doce y cuarenta y dos y dibuja una línea diagonal.

Ofrezco mi espalda, mi pecho.

Paso una página en blanco.

Leo mientras él me recorre.

Empecé a observar los diseños del sol en esta habitación cuando vivías dentro de mí.

En aquella época, solo podía —tumbada— mirar.

Hace poco me despedí del sol, pero no dejo de sentirlo en mi cuerpo.

Estás viendo dibujos en la sala.

Tu padre está aquí arriba, en la ducha.

Lo llamas.

No te oye.

Te oigo, hija, pero no puedo abrir esta puerta.

He releído un libro de Wislawa Szymborska.

Los libros deberían incluirse en los testamentos.

Este será tuyo. Lloré mucho con este poema.

Vietnam

Mujer, ¿cómo te llamas? —No sé.

¿Cuándo naciste, de dónde eres? —No sé.

¿Por qué cavaste esta madriguera? —No sé.

¿Desde cuándo te escondes? —No sé.

¿Por qué me mordiste el dedo cordial? —No sé.

¿Sabes que no te vamos a hacer nada? —No sé.

¿A favor de quién estás? —No sé.

Estamos en guerra, tienes que elegir. —No sé.

¿Existe todavía tu aldea? —No sé.

¿Estos son tus hijos? —Son.

April 05

Mañana es tu cumpleaños, no lo sabes.

Me sentí egoísta cuando pensé en no decirte que tus cuatro años, por fin, habían llegado. Me pareció que solo pensaba en mí y en nuestro abrazo, que seguiría ausente. Por la tarde, dijiste, llorando, que todo está raro. Lo he decidido.

Tu cumpleaños será cuando pueda abrazarte –todos los días– como si fuera la primera vez.

Son las tres de la tarde.

Estoy tomando el sol, sentada en el suelo, mirando este cuaderno.

Encogida para que quepa en mí la luz que aún queda en la puerta del armario.

Intento desviar mis pensamientos.

Mañana es tu cumpleaños y no podré entregarme a tu sonrisa.

No celebraremos el inicio de nuestras horas.

Me emociono.

Cuando parpadeo, veo gotas brillantes caer al suelo.

Veo el brillo de las lágrimas caer de mis ojos.

De mi esencia.

Luz y dolor.

Estaba en silencio, observándote por la cerradura.

No quería que notaras mi presencia.

No toda

Sentí un viento helado en el ojo.

Creo que mi percepción ocular está más sensible.

Ver de una manera diferente.

Sería bueno.

Dejé de hacer fotos.

Se acabó la película.

Estoy triste.

La falta de aire ha vuelto.

Me detengo en la tercera palabra para recuperar el aliento y recuperarme del esfuerzo.

Hablar cansa.

La palabra escrita ocupa este silencio.

He leído decenas de libros.

Escribo para ti y para los pocos que me envían mensajes.

En los últimos días, solo he hablado (escrito) con mi madre.

Evito a otras personas.

Todos me preguntan si estoy bien.

No sé si he mejorado.

No lo sé.

Nos contagiamos antes del confinamiento social.

No tuvimos oportunidad de defendernos.

Escribo en plural porque somos mi madre y yo.

Ella también está enferma.

Los mismos síntomas, aunque más leves.

Se contagió de mí.

Me siento culpable.

Ya le pedí perdón.

Ella, en respuesta, ha estado conmigo todos los días, sobre todo en los momentos más difíciles.

Ella en su habitación.

Yo en esta habitación.

Amor de madre.

Amor de hija.

April 06

A las tres y seis de la tarde de hoy, naciste.

Han pasado cuatro años.

Desde aquí, en mi habitación, he repasado los detalles de cuando nos vimos por primera vez.

He revivido nuestro primer día.

Tú me enseñaste a escuchar a mi cuerpo.

Me quedé dormida entre contracciones, y luego la dilatación aumentó.

Naciste mientras yo reía a carcajadas.

Lágrimas y risas.

Dolor y alegría.

La síntesis de la vida.

Repetí nuestro primer contacto.

Acaricié tu cabello, por encima de la oreja izquierda y te acogí en mis brazos.

Hoy, sola en esta habitación, te puse en mi regazo.

Te susurré al oído: “Te quiero, hija”.

Hoy, en el momento exacto en que naciste, yo estaba al sol.

Lo miré hasta que se despidió, a las tres y doce de la tarde.

Descubrí que fuiste tú quien me trajo a la luz.

Es tu cumpleaños y no hemos estado juntas.

Hoy naciste de tu padre.

April 07

Esta noche ha llovido.

No va a hacer sol.

Es el segundo día que no viene.

Por fin he encontrado un test. Ha venido la enfermera.

Valiente.

Una vida que se arriesga por la existencia de otra.

Todavía tengo síntomas.

Necesito saber si puedo salir sin contagiaros.

April 08

Respiro mejor.

Las náuseas han mejorado.

No he tenido diarrea, al menos hasta ahora.

Manos descamadas.

Piernas temblorosas, pero listas para salir.

Tu padre está al límite. Exaltado.

Grita.

Se queja.

Tú, con amor, respondes.

“Tranquilo, papá, ya voy a ayudarte. Va a salir todo bien”.

Invertí la posición de la mecedora.

Ahora me siento y miro por la ventana.

Desde la ventana, veo la pared del vecino.

En la pared, leo el paso de las horas. El sol se agranda para alcanzarme.

Hiciste un dibujo y lo pegaste en la puerta de tu habitación. Lo vi por la cerradura. Me preguntaste si había visto tu exposición.

Sí.

Te veo en mí.

Me veo en ti.

April 09 Acabo de levantarme del suelo.

He llorado durante más de una hora.

Ya no transmito el virus, hija.

Tengo que esperar a que me llame el médico para salir de la habitación y manteneros a salvo.

Dejaré aquí este cuaderno, el bolígrafo y la ropa.

Esta puerta permanecerá cerrada durante mucho tiempo.

Ahora, estoy contigo.

(p. 77 - 81)

VER Ver el vientre del caos

Ver. Verse

No decir nada.

La vida se cumple autónoma

¿El principio? El mismo fin. ¿El fin? El mismo principio. El ciclo de los días nos vive este momento: arisco inaugura lo abierto del tiempo

Julio 20

Hace tiempo que no escribo.

Ha sido difícil volver al cuerpo.

Ocho kilos menos.

Revelé el carrete con las fotos del cuarto. El silenciamiento de una existencia.

Solíamos recoger las flores que coloreaban el suelo de nuestra calle.

Hace cinco meses que no pisamos la acera. Sin lo que fuimos. Solo este inmenso ahora.

Escribo porque hoy es lunes, día de comienzos. Intento abrir este cuaderno y no puedo.

Seguimos, hija.

Estoy aquí a tu lado en este comienzo del día.

Las compras del supermercado llegan y me esperan.

No puedo tocarlas. A veces, pasan días en la lavandería. Cuando, por fin, me armo de valor, lo limpio todo de una vez y, a continuación, me lavo las manos repetidamente, en un intento desesperado por liberarme de lo que viví en esa habitación.

Esta mañana, cuando te llevé la leche, me pediste que me tumbara en tu regazo. Eres grande.

Tengo la sensación de que cargas con sentimientos enteros. Llenos de sí mismos. Me ocupo de que la vida no los destroce.

Agosto 11

Oí llorar a la vecina.

Sonó como una alarma, una señal de lo que íbamos a vivir hoy.

Te despertaste.

Jugamos en la hamaca.

Todo va bien.

Pensé en cambiar la cámara con la que he estado registrando nuestros días. Uso la tuya y con ella no consigo controlar la luz.

Me rendí cuando me di cuenta de lo mucho que eso refuerza lo que he estado aprendiendo.

Me gusta observar la forma en que te relacionas con tu cuerpo. La semana pasada, descubriste el cielo de la boca y me preguntaste por qué se llama cielo si no tenemos estrellas.

Necesito escribir, es una forma de curarme. Me quedo aquí, sintiendo sin decir nada. Leyendo mis vacíos.

Así son nuestras noches. Leo tres libros y te cuento una historia que invento para ti. Hoy te hablé de cuando los gigantes se extinguieron de la Tierra. Cuando creí que ya te habías dormido, me pediste que la madre del gigante no se fuera, “porque las madres son las últimas en morir”.

No pude terminar la historia. Me acurruqué a tu lado.

Dormimos juntas, aferradas a nuestros silencios.

Después de salir de la habitación, de los días de aislamiento, no tenía fuerzas para cuidar de mí misma. Mis padres nos acogieron durante unos meses. Nada más llegar, pasaste dos días escupiéndolo todo: agua, comida, saliva. No te pasaba nada por la garganta. Es difícil digerir lo que hemos vivido.

No puedo salir.

Ni siquiera puedo sacar la basura a la calle.

Te despertaste llorando.

“Lloré porque el sueño se durmió”.

Empiezo las clases leyendo poesía. Siempre lo he hecho. Es mi forma de pedir silencio a las palabras.

Las personas parecen entenderlo.

Basta con la primera línea para que todos se despierten. El cuerpo escucha al corazón.

(nueva rutina)

Me levanto, bebo agua tibia con limón, hago el saludo al sol, medito y leo en voz alta estas afirmaciones:

Agradezco por todo lo que tengo.

Estoy abierta a recibir la abundancia que el universo me ofrece. Mi abuela anotó esta afirmación en un cuaderno hace muchos años.

Tengo un cuerpo sano y feliz.

Merezco lo mejor y lo acepto ahora.

Louise Hay

La palabra es materia.

Septiembre 05

Vinimos a Cravinhos.

Caminamos por el cañaveral.

Sol fuerte.

Alegría a más no poder.

Bailamos, corremos, nos pintamos los pies con la tierra morada de tu padre.

En medio de la alegría, mi cuerpo empezó a temblar.

Estaba al límite, sé cuándo voy a perder el sentido.

Llegamos a la primera sombra, tiempo suficiente para que tú supieras que tendrías que pedir ayuda si yo me desmayaba.

Quiero mezclarme contigo.

A veces no puedo.

Somos lo que podemos, no lo que queremos.

Zumo de uvaia para aumentar la inmunidad.

Septiembre 07

Atravesamos el túnel de bambú para salir de la casa de tu madrina y encontrarnos con una noche inmensa.

Pensé que te asustarías con la oscuridad, con el canto de los árboles con el viento, al descubrir lo que sentimos cuando no podemos ver.

De la mano, en la oscuridad total, caminamos por el cañaveral hasta que me pides que me tumbe en el suelo para que “la Vía Láctea caiga sobre nuestro regazo”.

Nos tumbamos y todo se iluminó.

Estábamos en el coche, volviendo de un viaje, cuando me pediste que te hiciera una foto.

He puesto tu foto aquí al lado.

Te vi dentro de mí.

Me acordé de cuando eras un bebé.

Me tumbaba a tu lado para intentar ver con tus ojos de quien descubre el mundo. El color, la luz, el cuerpo, el presente.

Quiero ver por primera vez lo que me acompaña todos los días.

Me prestas tu mirada.

Me preguntaste por qué algunas personas no usan mascarilla. No entiendo por qué.

En la meditación de hoy, volví a mi primer sentimiento. Como si volver a los orígenes borrara lo que ya no me corresponde.

Como si la primera experiencia determinara las demás. Quería encontrar el sentimiento genuino, el que generó tantos otros.

Miedo, eso es lo que sentí.

Siento.

Septiembre 16

Las clases presenciales van a volver, y yo todavía no puedo salir de casa.

Me siento mal.

Cuando encontré a la familia de tu padre en Cravinhos, tomé un medicamento para no tener otra crisis de pánico.

Hablé con la doctora sobre la posibilidad de volver a las salas de aula.

Ella certificó, en términos científicos, lo que siento.

Te lo traduzco.

Miedo de este instante, en el que intento verme, y del siguiente, en el que quizá ya no me veas.

Lleva tres días lloviendo.

Hace frío.

Estás aburrida.

No puedes columpiarte en la hamaca, no puedes regar las plantas, no puedes jugar al sol.

Cuando era pequeña y no me encontraba bien, pedía dormir con mi abuela.

Así era como me consolaba.

Te llevé a dormir a casa de tu abuela.

Un poco de mí en nosotras.

Me preguntas por el significado de las palabras. Para explicarlas, te presento otras.

Versiones de la cosa en sí.

La palabra es traducción. Solo las comprendemos cuando les quitamos las cáscaras.

Septiembre 25

Tu colegio ha vuelto a abrir, pero tú no lo sabes.

Solo lo sabrás el día que nos pongan la vacuna.

Algunos padres no conocen la reacción del virus en el cuerpo. Yo sí.

Hicimos un avión de papel, colgamos adornos en las alas y nos tumbamos en el suelo para volar.

“Mamá, ¿me das un abrazo?”.

Respiré hondo, permanecí un rato contigo.

Llené algunos rincones que había abandonado en mi cuerpo.

Lo mismo ocurrió el día que salí de la habitación.

Bajé las escaleras en silencio, todavía ausente, apoyándome en las paredes y en la posibilidad de estar a tu lado.

Cuando me viste, abrí los brazos y tú me trajiste de vuelta, hija.

Tus terrores nocturnos nos despertaron.

Seguí el protocolo médico.

No tocar ni hablar.

Mejor que se despierte sola.

No pude aguantar y empecé a cantar.

Cuando oiste mi voz, el llanto paró.

Hoy te pusieron las tres vacunas que, desde abril, estaban esperando por mí. Fuimos a un centro de salud en el interior de São Paulo, donde viven mis padres.

Aquí me armo de valor.

Salimos por la mañana, con tu mano pegada a la mía.

Yo, que no puedo tocar nada que venga de la calle.

Yo, que no puedo salir de casa.

Yo, que me lavo las manos repetidamente en un intento por limpiar mis miedos.

Yo soy la mano que tú agarras en busca de alguna certeza.

Tuve que superarme para cuidar de ti.

Recordé cuando nos pusimos juntas la vacuna contra el coronavirus. Boldo, tierra, jabón, agua, flores, romero, esmalte y papel, mezclados con mechones de pelo de madre e hija, mechones que me llevan de vuelta a lo que soy.

Cuando estamos en casa de mis padres, puedo salir.

No vemos vecinos.

Aprovecho para pasear.

Camino por el suelo de tierra, observando los árboles que se inclinan en busca del sol.

Aprovecho para recoger algunas flores.

Son todas para ti.

Esta tarde, me quedé dormida después de meditar.

Me desperté con una flor a mi lado, pétalos que se levantan sin espinas.

Las dos crecemos recogiendo estos recuerdos.

Hoy es el Día del Maestro, y no puedo volver.

Los estudiantes están allí, yo no.

Hace siete meses que doy clases online a los nombres que aparecen en la pantalla del ordenador.

Apenas recuerdo sus caras.

Me esfuerzo por estar con ellos.

Lo mejor de mí en esas horas.

Esta noche, soñé que estábamos juntos en ese espacio en el que tanto aprendo.

Yo y este cuerpo lleno de miedo.

Allí mismo, en el sueño, en el aula, lloré.

Mi ahijada acaba de nacer. Hoy, poco después de cumplir veinte años.

Nace pudiendo elegir su propio nombre y su nueva ropa, la que muestra su verdad. Acabamos de elegir, tú y yo, el vestido que llevará estas Navidades, el primero en el que su cuerpo y su alma se entrelazan. Espero que el mundo también acoja el movimiento de sus vestidos, de su nuevo —y verdadero— género.

Octubre 24

Encontré estas notas: antidepresivo desde el dieciocho de mayo

Rivotril diecisiete de mayo veintiuno de mayo seis de septiembre

Arrugué bien el papel antes de tirarlo a la basura. Solo después pensé que podría haberlo pegado aquí.

Estamos todos ante la muerte.

He estado leyendo fragmentos de lo que escribí mientras estaba en mi habitación.

Es una forma de escucharme a mí misma.

Empecé a leer en voz alta durante la terapia.

Lloramos juntas, unidas en este intento de curar lo que hemos vivido.

Mi terapeuta y yo.

Ella, cuando aún era una niña, se despidió de su madre.

Yo, tu madre, casi me despido de ti, mi niña.

El dolor no se divide, pero las realciones nos amplían.

Sigues buscando las primeras imágenes, algo que dé forma a las palabras que aún no reconoces.

Tengo la sensación de encontrar la palabra de la palabra —el núcleo— cada vez que encuentro el significado de lo que quieres aprender.

Nuestras palabras, las que quisiste aprender: presión indicadores objetos huso sentidos mala suerte pena descomposición

Tus palabras: espectaculeante maravilluevo

Lo mucho que me dijiste sin saber que necesitaba oírlo.

Palabras que me escriben.

Te quedaste mirándome fijamente.

Dijiste que te veías reflejada en mí.

Te levantas animada, aunque llevas meses encerrada en casa. Me encanta tu capacidad para recrear la realidad.

Es muy difícil salir de casa.

Oscilo entre la certeza, el impulso y las ganas de encogerme.

Dentro de dos días es la inauguración de la exposición de un gran amigo. Me encogeré.

Noviembre 27 El día recorre los rincones de la casa.

Busco en las estanterías

un libro que me encuentre.

Me doy cuenta de que la luz apunta hacia los poemas que acabo de leer, los que aún ocupan el espacio de esta hora.

Es el momento de despedirme de los jóvenes que me han acompañado durante este año.

Empiezo la clase leyendo un verso sobre el instante, ese tiempo que cose nuestra eterna cercanía.

Diciembre. 04

La mañana transcurría como de costumbre. Estabas en la ducha cuando sonó mi móvil.

Era del colegio en el que trabajo. Contesté con la alegría de quien vive el primer día de vacaciones.

Me entretengo al teléfono.

Tú cerraste el grifo y saliste empapando el suelo. Yo seguía llorando, abrumada por la noticia que acababa de recibir.

Me habían despedido.

Me abrazaste y me dijiste que ahora tendríamos más tiempo para jugar.

Me puse nerviosa cuando vi un hospital enfrente a la clínica donde debía hacerme el examen médico posterior al despido.

Pensé en los enfermos, en la falta de aire.

Intenté controlar mis pensamientos.

Cuando aparqué el coche, me encontré con dos amigos, Carol y Humberto.

Habían venido porque querían asegurarse de que estuviera bien.

Bajé del coche temblando.

La sala de espera estaba llena.

Aun así, me dirigí hacia la recepcionista.

Mi amiga a mi lado.

En la puerta de entrada había un señor con la mascarilla en la barbilla.

Cuando lo vi, me escondí detrás de un coche y empecé a llorar.

El cuerpo en el sentimiento.

No pude entrar, hija.

Diciembre 12

Mi abuela no sale de casa desde marzo. Está completamente aislada.

Nosotros también.

Vinimos a Río de Janeiro para verla. Ochenta y cinco años de lucidez.

He estado haciendo tapetes.

Cuando cruzo las líneas del bordado y el crochet, coso mi vida a la de nuestras antepasadas.

Mientras tanto, te miro con la misma generosidad con la que ellas me miraban.

Tramas familiares.

Diciembre 18

Hice esta imagen mientras practicábamos yoga. Cerca del suelo, reconozco los rincones que me habitan desde que nací.

Diciembre 19

Mi abuela se toma la tensión todos los días.

Desde que llegamos, sigo ese ritual.

Nueve por seis, mi soplo de vida.

Pusiste tu mano en su pecho, luego en el mío.

Tu corazón latía fuerte.

El mío, silencio.

Diciembre 20

La casa de la abuela, no hay otro lugar donde me sienta más en casa.

El espacio que acogió nuestra infancia ocupa nuestro ser. Origen.

¿Cómo saber adónde vamos si no sabemos de dónde venimos?

Nuestros respiros

Cabaña de chayote
Madriguera de duendes y hadas
Baño de lodo en casa de la madrina
Presa con los perros

“Mi abuela es la noche.

Mi padrino es el sol.

Mi madrina es la luna”.

(lo anoté para no olvidar tus versos)

Es Navidad y estamos en casa.

Tú, tu padre y yo.

Por primera vez, preparé la cena.

Tú elegiste lo que querías comer: patatas fritas con macarrones.

Hicimos juntas el flan.

Por la noche, dijiste que habías visto a Papá Noel volando.

A tu edad, yo también podía verlo.

Diciembre 24

Mi abuela tiene seis hijos, catorce nietos y cinco bisnietos. Solemos pasar el día veinticinco juntos.

Este año, puso una foto de cada uno de nosotros en la mesa y, sola, se mantuvo fiel a su aislamiento. La fuerza de quien se conoce y se respeta.

190.000 muertos y es Navidad.

El exceso de sí también es un no.

Diciembre. 31 Vinimos hasta la casa de mis padres en el interior para pasar el año nuevo. Recorté algunos papeles para escribir nuestros deseos, un ritual que enciende la fuerza de la transformación, y no del recomienzo. Al menos esta vez.

Enero 06

Estábamos jugando cuando, tomadas de la mano, fuimos a la habitación donde estuve aislada.

Me pediste que me sentara en la cama y, antes de cerrar la puerta, me dijiste que me esperarías en la sala.

Querías una sorpresa igual a la de aquel día.

Entendí tu petición, pero no te hice caso inmediatamente.

Necesitaba estar sola de nuevo en aquel lugar.

Me tumbé en la cama.

Miré la puerta del armario.

La pared.

El techo.

Los espacios de este yo fragmentado.

Tardé en comprender tu gesto.

Querías un reencuentro, quizá con aquella madre de antes.

Esa ya no existe.

Voy a abrir la puerta.

Sé que ahora estoy preparada, después de reencontrarme en ti, hija.

Este es el primero libro publicado por Vento Leste para la Colección Rosa Brava. La Colección Rosa Brava, que cuenta con Helena Rios y Marcelo Greco como directores de arte, está dedicada a aspectos de la vida de las mujeres.

Al otro lado de la puerta

Palabras, fotografía y collage. Juliana Monteiro Dibujos (segunda y tercera portada). Maria Flor Monteiro Carrascoza

Edición y design. Juliana Monteiro, Helena Rios, Marcelo Greco Revisión de texto. Luciana Dutra Traducción. Verónica Barranco Arobes

Digitalización y tratamiento de imágenes. Estúdio 321, Papel Algodão Producción gráfica. Helena Rios, Marcelo Greco

ISBN. 978-85-68690-24-6

Ejemplares. 800 exemplares

© imágenes y textos: Juliana Monteiro © libro: Vento Leste Editora

Esta obra fue impresa en papel Certificado FSC®, garantía de manejo forestal responsable, para Vento Leste, en marzo de 2025. Tipografía: Adobe Garamond; Papel del cuerpo: Pólen bold 90 g/m²; Papel de la cubierta: Supremo 250 g/m². Impresión y acabado: Leograf

coleção
Rosa Brava Collección
I. Al otro lado de la puerta
Juliana Monteiro, 2025
II. El cordón que nos corta
Juliana Corsi, 2025
III. Anamnesis
Ana Dalle Vedove, 2025

Este es el primero libro publicado por Vento Leste para la Colección Rosa Brava. La Colección Rosa Brava, que cuenta con Helena Rios y Marcelo Greco como directores de arte, está dedicada a aspectos de la vida de las mujeres.

Al otro lado de la puerta Palabras, fotografía y collage. Juliana Monteiro Dibujos (segunda y tercera portada). Maria Flor Monteiro Carrascoza

Edición y design. Juliana Monteiro, Helena Rios, Marcelo Greco Revisión de texto. Luciana Dutra Traducción. Verónica Barranco Arobes

Digitalización y tratamiento de imágenes. Estúdio 321, Papel Algodão Producción gráfica. Helena Rios, Marcelo Greco

ISBN. 978-85-68690-24-6

Ejemplares. 800 exemplares

© imágenes y textos: Juliana Monteiro © libro: Vento Leste Editora

Esta obra fue impresa en papel Certificado FSC®, garantía de manejo forestal responsable, para Vento Leste, en marzo de 2025. Tipografía: Adobe Garamond; Papel del cuerpo: Pólen bold 90 g/m²; Papel de la cubierta: Supremo 250 g/m². Impresión y acabado: Leograf

¿Qué hay al otro lado de la puerta? Siempre lo que no es nuestro. Cuando se abre la puerta, ¿qué sucede? En la imposible acción de lidiar con el dolor a través de un único lenguaje, Juliana Monteiro construye este libro con pensamientos, poemas, fotografías, collages, fragmentos de días y noches desgarrados por la desesperación y la soledad. La narración expresa la condición extrema de una madre que, ante la posibilidad de despedirse de la vida, no solo se angustia por su eventual fin, sino, sobre todo, por el miedo a que su hija, aún niña, se quede huérfana. Una obra que surge tanto de sus entrañas como de las profundidades de su sensibilidad como artista de las imágenes y las palabras. Al otro lado de la puerta: el todo, en fragmentos, de una experiencia visceral.

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