Esquila Misional Junio22

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Realidades

lo, y yendo al puente de inmigración para llevar comida a quienes son deportados. En San Antonio, formamos parte de la asociación Intereligious Welcome Coalaition (Comisión Interreligiosa de Bienvenida), con la que recibimos y damos la bienvenida en la estación de autobuses a los migrantes y refugiados que han sido liberados de los centros de detención para comenzar su proceso de asilo. El Día mundial de los migrantes y refugiados de 2019, Timothy Pauls Schmanls, un artista canadiense, donó al Vaticano una escultura que habla de la realidad actual de la movilidad humana. Él se inspiró en la historia de la humanidad, que en distintos momentos ha vivido la tristeza de la migración, con tantas personas que tienen que buscar refugio en otros países. También se inspiró en el pasaje de la Carta a los Hebreos: «No se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella, algunos sin saberlo, hospedaron ángeles» (Heb 13,2). Al contemplar la escultura encontré muchas respuestas a mi constante pregunta de ¿por qué tanta gente tiene que huir de sus países para aventurarse en medio del peligro y buscar asilo en otro país? Aunque me quebré la cabeza analizando las políticas, la economía mundial, los líderes que toman decisiones, la violencia, etcétera, no encontré la respuesta. Una respuesta es que Dios no quiere este sufrimiento para la humanidad y por eso Él camina con la gente que migra, así que debe haber ángeles entre ellos, y si no estoy atenta pueden pasar de largo ante mis ojos sin percibirlos.

Mi misión es brindar hospitalidad y acogida a los inmigrantes para que, con gestos de amabilidad y afecto, sientan que Dios está con ellos. Los migrantes, como dijo el papa Francisco, «en sus diferentes formas, no representan un cierto fenómeno en la historia de la humanidad», sino que «han marcado profundamente cada época, favoreciendo el encuentro de los pueblos y el nacimiento

de nuevas civilizaciones». Así comprendo que los inmigrantes, como ángeles, nos visitan para crear una nueva civilización de amor, compartiendo sus valores en esta sociedad estadounidense y enriqueciéndola con sus valores culturales y familiares, talentos, fe, etcétera. Cuando Comboni, nuestro fundador, viajaba a África en el mismo barco con los colonizadores, reflexionaba que iban al mismo lugar, pero con distintas visiones; él como misionero veía a los africanos bajo la premisa de la fe, es decir como hermanos nuestros, que sin su pertenencia a la Iglesia «la corona de la Virgen estaba incompleta», porque le faltaba la perla negra. El ejemplo de Comboni me motiva a mirar esta hora de la humanidad así, como mujer llena de fe; veo en cada persona la dignidad que Dios le ha dado a cada uno por ser sus hijos. Recemos y actuemos para percibir a los ángeles que cruzan fronteras y pasan a nuestro lado, y brindemos nuestra hospitalidad; protejámoslos y busquemos los medios para promover su desarrollo en el sitio donde encuentren refugio o asilo.


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