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EVANGELIO, IGLESIA Y SOCIEDAD

Realidades

Familias ucranianas recibidas en la comunidad de Palencia

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Aconsejada por una circular de la Conferencia Española de Religiosos (Confer), la Provincia española de los combonianos nos había informado que, si llegaba el momento, respondiéramos a la llamada internacional de recepción de familias ucranianas migrantes por motivo del conflicto bélico en Ucrania. El 16 de marzo pasado, en dicha circular a todas las Congregaciones, la Confer instaba a coordinar todos los esfuerzos directamente con Cáritas diocesana del territorio. Después de varios intentos por contactar con Cáritas diocesana, no recibimos ninguna petición de ayuda.

El pasado 26 de abril, la señora Pilar Fuster, vicepresidenta de la ONG «Acción Familiar Barcelona», se puso en contacto con la comunidad de los combonianos de Palencia, para saber si podríamos disponer de lugar para la admisión temporal de unas familias que venían de Ucrania, a través de Polonia, y que llegarían a Barcelona el 26 de abril por la noche, y de ahí a Palencia, el día 27.

Después de analizar la situación, y después de 40 días que Cáritas no había hecho petición alguna para la recepción temporal de familias ucranianas, decidimos echar una mano y «arrimar el hombro» para colaborar y paliar el sufrimiento de esta devastadora guerra y su impacto en la población indefensa. Pensamos que, aunque un poco de forma urgente y un tanto imprevista, había que comprometerse de alguna manera.

Así, el pasado 27 de abril a media noche, llegaron a nuestra casa. Se trataba de un grupo de 13 ucranianos, seis madres y abuelas, y siete niños y niñas de entre uno y

Hno. José Godínez

10 años. El objetivo era que se encontraran bien y pudieran descansar en nuestra casa y después proceder a Paredes de Nava, población palentina, donde los niños pueden ser escolarizados y las madres encuentren trabajo.

Los últimos días, estas familias, provenientes de las zonas castigadas de Dombask, Jarkof y Kiev, han viajado de un sitio a otro: a Barcelona en avión y de ahí, en autobús a Palencia.

La acogida significaba un reto para la comunidad, para amoldarse a personas que huyen de la guerra, dejando atrás todo y con experiencias duras y difíciles de digerir. Fueron alojadas en el piso 3 y 4 de la casa de Palencia. El primer día fue de descanso, ya que llevaban kilómetros a la espalda y muchos viajes. El día siguiente fue un poco más relajado y con algunas actividades como una visita al Cristo del Otero. Así pasó el día, con un tiempo inmejorable y disfrutando del sol. El sábado 30 fue tranquilo, pensando ya en su última etapa. Por la mañana del domingo 1 de mayo viajaron al pueblo palentino de Paredes de Nava, una localidad situada en el corazón de la llamada Tierra de Campos, a una distancia de unos 20 kilómetros de Palencia, donde esperan que sea su etapa final y que ahí, con la ayuda del ayuntamiento, encuentren un lugar estable y un trabajo para las madres, mientras que los niños se integran al pueblo a través de la escuela y en el trato con los vecinos del lugar.

Damos gracias a Dios por esta experiencia. En los refugiados se notaba el cansancio y el deseo de llegar a un lugar estable y con trabajo, y para los niños, un entorno familiar en el pueblo y en el colegio. La señora Yolanda, teniente alcalde del ayuntamiento de Paredes de Nava, así nos lo expresó. Esperemos que puedan sentirse bien recibidos y que el Señor guíe sus pasos en estos momentos difíciles para Ucrania y para los refugiados ucranianos socorridos en tantas partes de Europa.

Desde Ucrania hasta Iztapalapa

El pasado 25 de abril, el gobierno de Joe Biden cerró sus fronteras a los ucranianos que huyen de la guerra; miles de personas quedaron varadas en Tijuana, ciudad mexicana donde las personas procedentes de Ucrania podían ingresar a Estados Unidos como refugiados.

Sólo dos días después, 200 personas llegaron al Deportivo Francisco I. Madero, en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México, lugar donde las autoridades mexicanas proporcionaron un campamento para que la organización fundada por misioneros cristianos United with Ukraine (Unidos con Ucrania) instalara a sus connacionales que esperan autorización para entrar al país del norte.

«El gobierno nos ha dicho que este barrio es un poco inseguro, pero ellos se sienten tranquilos porque ya no escuchan bombas todo el día», comparte Anastasya Polo, cofundadora de la fundación que hasta hace poco apoyaba a niños con cáncer y que actualmente, con el cambio de panorama, ayuda a sus connacionales varados en México.

«Muchos de ellos tenían días esperando en Tijuana, y desde ahí nos dimos cuenta del enorme corazón de los mexicanos, quienes nos llevaron sándwiches y algunos juguetes para los niños, sin que se los pidiéramos, simplemente porque así lo sintieron», añade Anastasya, quien padecía el inclemente sol de la primavera de la Ciudad de México.

Por ahora, no se sabe cuándo podrán ingresar a Estados Unidos, donde la mayoría de estos refugiados tienen familiares o amigos que los esperan para iniciar una nueva vida, pero ninguno de ellos desea quedarse en México, por lo que la fundación busca recursos para ayudarlos a volver a Europa.

Anastasya Polo, cofundadora de United with Ukraine