EN DEFENSA DE LA GRAN CIUDAD marco más nefasto, tanto desde el punto de vista de la higiene como desde el punto de vista de la moral; las calles son fuente de enfermedades y de corrupción. Habría que trasladar a esos desdichados niños a parques y a terrenos de juegos en los que encontrarían el equipo adecuado para los ejercicios físicos, espacio para retozar y verde con que vigorizar sus almas. Las bandas de jóvenes delincuentes llevan a cabo sus desafueros esencialmente en los parques y en los terrenos de juegos. El estudio que ofrecía el New York Times de septiembre de 1959 revela que todos los crímenes cometidos por bandas de adolescentes en Nueva York, en el curso de la última década, han sido realizados en parques. Más aún: se observa, no sólo en Nueva York, sino en las demás ciudades, que los niños que han participado en esos delitos, vivían en esos grandes conjuntos en los que, precisamente, sus juegos han sido desterrados de las calles, o, incluso se ha suprimido la propia calle. Los índices más elevados de delincuencia en el East Side de Nueva York, corresponden a zonas dotadas de parques. Los dos “gangs” más importantes de Brooklyn están establecidos en dos de las zonas más antiguas de este tipo. ¿Qué supone en la vida diaria, desde un punto de vista práctico, sacar a los niños de la animación de una calle para llevarlos a los parques o a los terrenos de juego de los nuevos conjuntos? Los niños son sustraídos de la vigilancia alerta de muchos adultos y se los trasplanta a lugares donde el número de adultos es muy escaso y, a veces, nulo. Pensar que ese cambio representa una mejora en la educación del niño de ciudad es una pura fantasía. Promiscuidad y urbanismo
Los jardines interiores convienen solamente a los niños muy pequeños
El urbanismo residencial, que subordina los contactos entre vecinos a un compromiso personal de este tipo, se revela con frecuencia de una real eficacia social, pero únicamente en el caso de las clases privilegiadas y cuando ha habido cooptación por parte de los habitantes. Mis observaciones personales demuestran que este tipo de solución fracasa totalmente con cualquier otra clase de población.
Los urbanistas de la garden-city, cargados de odio hacia la ciudad, han pensado que, para compensar la vigilancia de la calle, bastaba construir unos enclaves interiores, en el centro de los conjuntos residenciales destinados a los niños. Esta política ha sido adoptada inmediatamente por los defensores de la ciudad radiante. Un número muy crecido de nuevos conjuntos de vivienda se han concebido de esta manera.
Si un simple contacto con nuestros vecinos presenta el riesgo de vincularnos a su vida privada o de vincularlos a la nuestra, y si no tenemos la posibilidad de elegir a nuestros vecinos como lo pueden hacer las gentes de la clase privilegiada, entonces la solución lógica consiste en evitar cualquier tipo de relaciones amistosas o cualquiera otra forma de ayuda mutua y espontánea.
El inconveniente de esta solución, dondequiera que se haya aplicado, es que, una vez pasados los seis años de edad, ningún niño con un mínimo de carácter acepta de buen grado permanecer en un lugar tan aburrido. La mayoría quiere evadirse incluso antes. En la práctica, esos universos mullidos y comunitarios resultan adecuados para los niños de hasta tres o cuatro años. Ni siquiera los adultos desean que los críos de más de esa edad vayan a jugar a los protegidos patios. Los chiquillos pequeños son decorativos y relativamente dóciles; pero los mayores son bulliciosos y agitados, actúan sobre el medio circundante en lugar de permitir que el medio circundante actúe sobre ellos, lo cual es inadmisible desde el momento en que ese medio “ya” perfecto. Por otra parte, un plan de este tipo exige edificios orientados hacia el enclave interior; si no, éste se queda sin explotar, falto de vigilancia y de fácil acceso.
La eficacia social de las empresas que aseguran la vida de la calle crece en razón inversa a su volumen. Un ejemplo nos lo ofrece el nuevo almacén de la Housing Cooperative de Corlears Hook, en Nueva York. Ocupa el lugar de unas cuarenta tiendas que vendían los mismos artículos que han sido literalmente barridas por el plan de urbanización del barrio. El nuevo almacén es una fábrica. Estaría condenado al fracaso económico si tuviese que hacer frente a la competencia. Y, si bien el monopolio garantiza efectivamente el éxito financiero, en el plano social conduce al fracaso absoluto.
Pero, cuando es la parte trasera de los edificios, relativamente muerta, o las fachadas ciegas las que bordean la calle, el resultado es que se ha cambiado la seguridad de una acera no “especializada” por una forma especializada de seguridad, destinada a una parte especializada de la población, que se moverá en ella durante unos años de su vida.
Los parques favorecen la delincuencia juvenil Los técnicos del urbanismo y de la vivienda tienen una idea completamente fantástica de las condiciones de vida que precisan los niños. Lamentan que una población infantil se vea condenada a jugar en las calles de las ciudades que son, si les damos crédito, el 45