14 minute read

LA CONFIGURACIÓN TIPOLÓGICA DEL PALACIO RENACENTISTA ESPAÑOL

LA CONFIGURACIÓN TIPOLÓGICA DEL PALACIO RENACENTISTA ESPAÑOL

Doctora Arquitecta Cristina L. Arranz

Advertisement

Facultad de Filosofía y Letras y Facultad de Ingeniería de la UNCuyo Resumen

En el siglo XVI, precedidas por el humanismo en las letras, aparecen en España las primeras manifestaciones de una arquitectura renacentista. En ese entonces, por impulso de los Reyes Católicos, se encontraba en pleno vigor una versión renovada de la arquitectura gótica, conocida como gótico isabelino o flamígero. En el diseño de los palacios, además, desde el siglo XIII, fue frecuente la incorporación de elementos de origen mudéjar. Contrariamente a lo que sucedió en Italia, los elementos renacentistas no se recibieron como opuestos a las formas provenientes de otras tradiciones, sino que se integraron en una configuración original, que tuvo repercusión en la arquitectura palaciega hispanoamericana.

Palabras clave: Renacimiento - Arquitectura – España – Palacio

Abstract:

In the sixteenth century, preceded by humanism in literature, the first examples of the Renaissance architecture appeared in Spain. At that time, sponsored by the Catholic Monarchs, a renovated version of Gothic architecture, known as Isabelline or Flamboyant Gothic was in full force. In addition, since the thirteenth century, several elements of Mudejar style were introduced in the design of palaces. Contrary to what happened in Italy, Renaissance elements were not considered to be opposed to the forms coming from other traditions, but were integrated into an original configuration, which had an impact on the Hispanic American palatial architecture.

Key words: Renaissance – Architecture – Spain – Palace

En los escritos de carácter espiritual de Teresa de Jesús (1515-1582), ocupa un lugar destacado la referencia metafórica a la arquitectura doméstica de su tiempo. Así ocurre en la obra llamada Las moradas o El castillo del alma (1577), donde la santa acude a la imagen de la morada suntuosa, en la que es necesario recorrer distintas estancias hasta llegar a la habitación principal, donde se encuentra el señor de la casa. Debido a la posición social de su familia y a los avatares de su trayectoria como fundadora, es muy probable que Teresa de Ahumada haya conocido personalmnte un buen número palacios españoles. Una experiencia que pudo haber tenido presente en el momento de realizar sus escritos. Atendiendo a ello, en este trabajo se busca un reconocimiento del palacio renacentista español, cuya configuración, aproximadamente, corresponde a los años de la vida de la santa. Se trata de brindar algunos conocimientos que podrían permitir una mejor comprensión de las imágenes de arquitectura, que están presentes en la obra literaria de Santa Teresa.

Si, desde el siglo XV, es posible reconocer una tipología de palacio renacentista italiano y desde el siglo XVI, una tipología de palacio francés, no ocurre algo semejante en el caso de España. En lugar de una imagen típica, es decir, una forma general característica, que actúa como símbolo del rol del edificio, se encuentra allí lo que se podría llamar una dispersión de soluciones para la vivienda nobiliaria. Estas van desde la fortaleza cuasi medieval

al conjunto de tradición morisca; de la planta compacta, a la planta dispuesta en torno a patios sucesivos, inspirada en las construcciones conventuales. Por ello, en vez de una imagen típica, es posible el reconocimiento de algunas características aplicables a los palacios españoles del siglo XVI, realizados por los maestros más destacados del período. Fue un momento en el que se produjo un notable crecimiento de las ciudades españolas, donde los nobles, que emigraban del campo y los burgueses que se enriquecían con la práctica del comercio, construían su residencia en la ciudad1. En dichas residencias fue habitual la integración de elementos renacentistas, en una arquitectura proveniente de las tradiciones gótica y mudéjar.

La historiografía coincide en que, en arquitectura, el reinado de los Reyes Católicos fue el tiempo del gótico tardío, también denominado isabelino, en el que aparece una versión renovada del gótico, con influencias italianas; que Carlos V estuvo representado por una primera fase del Renacimiento español, el estilo plateresco, que surge de la incorporación de elementos ornamentales renacentistas, junto a otros elementos provenientes de la tradición gótica y mudéjar; y que, durante el reinado de Felipe II, a partir de la construcción de San Lorenzo del Escorial (1563-84), este fue reemplazado por el estilo, más contenido y formal, de Juan de Herrera.

El gótico final, que tuvo lugar en España en el siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, fue impulsado principalmente por artistas provenientes de Flandes y Renania, que trabajaron en Burgos y en Toledo. Entre ellos destacó Juan Guas, de origen francés y adiestrado en Bruselas, que, en sus obras, logró una combinación original de motivos góticos flamígeros con elementos mudéjares2. Juan Guas fue el arquitecto del Palacio de los Duques del Infantado, perteneciente a la familia de los Mendoza, construido en Guadalajara entre 1480 y 1483. Fue allí donde contrajo matrimonio Felipe II con Isabel de Valois, en 1560.

Dicho palacio consta de un patio rectangular porticado de doble planta, conocido como Patio de los Leones, en torno al cual se distribuyen las habitaciones principales, terminadas con ricos artesonados mudéjares. La fachada plana, realizada en piedra, tiene la portada a un lado y culmina en una galería alta de ventanas geminadas y balcones góticos. La mayor parte de la superficie, está decorada con “cabezas de clavo” de origen morisco. Las ventanas, en su origen, pequeñas y dispuestas de un modo irregular, fueron sustituidas por las actuales en una reforma del siglo XVI, cuando se buscó dar al palacio un aspecto clásico. Como parte de la misma reforma, se eliminaron los pináculos y en el patio, que se elevó de nivel, se sustituyeron los pilares góticos del pórtico inferior, por columnas clásicas. La incorporación de los mencionados elementos ornamentales es posterior e inmisericorde, para lograr un aspecto más cercano a Italia.

El plateresco, que caracterizó los primeros años del siglo XVI, fue la expresión más propiamente española en el Renacimiento, también porque el reinado de Carlos V coincidió con la economía más floreciente de su historia. Dicho estilo fue expresivo de una nación unificada y rica, que, desde su

http://mapio.ne

propia tradición y sus ideales se abría a las propuestas intelectuales del Humanismo y al entusiasmo por la Antigüedad clásica, que había despertado en Florencia. Se produjo entonces una arquitectura, que, aunque carente de reglas, ponía de manifiesto la habilidad de los maestros para componer en un mismo edificio elementos provenientes de tradiciones distintas, dotándolo de unidad y de gracia. Como señala Harold Booton, “los resultados fueron extraordinarios. La tracería gótica fue compuesta de candeleros, medallones con bustos y cintas, las columnas clásicas soportando el abovedado gótico. Los contrafuertes góticos embellecidos con pilastras italianas y rematadas con candeleros. Las fachadas conservaron su composición y proporciones góticas pero con tosquedad en su embellecimiento a la manera florentina. Los escudos de armas enriquecidos con guirnaldas. Los alarifes mudéjares introdujeron motivos clásicos en sus techos y obras de yeso”3. Un ejemplo de esta arquitectura es la Casa de las Conchas, situada en Salamanca. Su fachada, de muros rectos, se encuentra cubierta por más de 300 conchas, símbolo del apóstol Santiago, que se distribuyen según un esquema de tresbolillo, que proviene de la tradición mudéjar de decorar describiendo rombos. Además, contiene numerosos escudos y blasones que acompañan la decoración gótica de las aberturas, protegidas por gruesas rejas de hierro, delicadamente ornamentadas. Cabe destacar que, en la península, la abundancia del hierro, favoreció la elaboración de rejas y la orfebrería, en general, que, en la época en estudio, tuvo un desarrollo artístico especialmente notable.

En el interior, la casa posee un patio porticado en el que se combinan los elementos góticos, mudéjares y renacentistas. Como es posible observar, el diseño plateresco tiene un marcado carácter ornamental. Sin embargo, también en esta época, muchos de los palacios adquieren algunas características comunes, entre las que se destaca el patio porticado.

En la península ibérica, la disposición de patio porticado en torno al cual se sitúan las habitaciones principales, originado en la domus romana, fue adoptada tanto por la tradición cristiana como por la musulmana. Durante el Renacimiento, el patio porticado adquirió una nueva valoración por su relación con la Antigüedad clásica. Fue el elemento más característico de la arquitectura doméstica realizada “al romano”. Generalmente dispuesto en dos plantas, puede estar porticado en uno, en algunos o en sus cuatro lados; los pórticos pueden ser adintelados, con columnas y zapatas de madera o compuestos por columnas de mármol y arcos de medio punto, que también pueden ser rebajados o peraltados4. Para la construcción de los pórticos con arquerías, fue frecuente la importación de columnas de talleres genoveses, como en el caso del Palacio de La Calahorra, construido entre 1509 y 1512, en la actual provincia de Granada5 o de la mayoría de los palacios sevillanos del siglo XVI, como el Palacio de las Dueñas o la Casa de Pilatos. De los talleres genoveses se importaban, para las obras de arquitectura, pavimentos, portadas, ventanas, columnas y fuentes de mármol blanco, con lo que se daba a los edificios un toque que permitía estar a tono con moda de la época6 . El acceso al palacio se produce por un zaguán, generalmente de grandes dimensiones y aspecto suntuoso, que conduce al patio. La cubierta del zaguán, fue evolucionando desde las estructuras de madera a las soluciones abovedadas. En algunos sitios, como sucede en el Palacio del Infantado y fue frecuente hasta mediados del siglo, para entrar al patio era necesario hacer un quiebro. Ello responde a una tradición de origen musulmán, por la que no se acostumbraba a accede al patio principal directamente desde la entrada7 . Las habitaciones principales, por lo general, se disponían en la primera planta, que constituía el pianno nobile. En el sur y el centro de la península, dichas habitaciones tenían cielorrasos de ricos artesonados, dorados o pintados con colores vivos, realizados por artífices adiestrados en la tradición mudéjar. También las galerías solían cubrirse con artesonados o vigas de madera. Algunas de estas características, como el patio porticado al que se accede desde la calle por un vestíbulo y la disposición de la habitación principal en el cuerpo superior, serán aplicadas en la arquitectura palaciega colonial, en América. Incluso hubo intentos de recrear el artesonado mudéjar. Algo que pronto se dejó de utilizar por carecer de mano de obra suficientemente adiestradas para ello. Ejemplos de dicha arquitectura son el Palacio del Marqués de Torre Tagle, en Lima y la llamada Casa de Sobremonte, en la ciudad de Córdoba, en nuestro país.

El primer palacio español del Renacimiento se atribuye a Lorenzo Vazquez, entrenado en Italia, que trabajó principalmente para la familia Mendoza. Se realizó en torno a 1492 en Cogolludo, provincia de Guadalajara, para los Duques de Medinacelli. Se trata de una obra claramente inspirada en el palacio renacentista italiano. Del mismo afirma el historiador Víctor Nieto: “La disposición del palacio, sirviendo de telón escenográfico del fondo de una plaza, acentúa el efecto de objeto transportado, que presenta el palacio, cuyo modelo deriva claramente de la tipología italiana renacentista de palacio urbano”8 . El edificio, dispuesto en dos cuerpos, con acentuada dirección horizontal remarcada por la cornisa y el remate, se encuentra enteramente almohadillado. Posee ventanas góticas y una portada central rematada por un frontón de vuelta redonda, y sobre este, la talla de una laurea que contiene el escudo familiar. El patio, de planta rectangular y de dos pórticos

superpuestos, tiene arcos rebajados y columnas con capiteles corintios.

Una transferencia tan directa del diseño italiano en la fachada palaciega de la primera mitad del siglo XVI, sólo se va a repetir, aunque no se siga el modelo florentino, en el palacio de Carlos V, en Granada. Esta fue realizada por Pedro Machuca, un pintor natural de Toledo, que vivió algunos años en Roma. Fue él quien se encargó de las trazas y dirección de obras del palacio, en el que todo se hizo al modo romano. El proyecto definitivo, que consta de 1542, consiste en un volumen cuadrangular, de estratificación horizontal en dos cuerpos, terminados con sendas cornisas, que contiene un original patio circular porticado.

En León, se encuentra el palacio de Los Guzmanes, de Rodrigo Gil de Hontañón (1500-1577), que inició la obra en 1558. De planta irregular, cuenta con una torre en la esquina y en el interior, con un patio cuadrado, con doble galería de arcos rebajados. Sobre el paramento liso de las fachadas, destaca la portada principal con columnas jónicas que soportan dos atlantes; también, los frontones rectos y curvos sobre las ventanas del primer piso y la galería corrida del último cuerpo. La portada, desplazada con respecto al patio, conserva la tradición medieval de la arquitectura hispana doméstica, de preservar la intimidad, evitando las vistas directas al patio desde el exterior. También fue obra de Gil de Hontañón el proyecto del palacio de Monterrey, situado en Salamanca, del que sólo llegó a construirse una de las alas, donde se hospedó Santa Teresa durante uno de sus viajes.

Un capítulo aparte merecerían los alcázares reales de Madrid, Toledo y Sevilla, cuyas obras, desde 1537 estuvieron a cargo de Alonso de Covarrubias y Luis de Vega. El de Madrid, desaparecido por un incendio en la Nochebuena de 1734, se encontraba donde hoy está el Palacio Real. Las obras del siglo XVI consistieron en la reforma de un conglomerado de construcciones defensivas de origen musulmán. El Alcázar de Toledo, iniciado en 1542, también exigió dar unidad a otro conjunto de construcciones más antiguas. Ambos se caracterizan por ser volúmenes rectangulares, con uno o dos patios porticados y torres cuadradas, terminadas con chapiteles, en las esquinas. Una disposición que Herrera incorporará en el diseño del El Escorial. En los dos tuvo especial importancia el diseño de la escalera imperial que, en el caso de Toledo, ocupa toda la anchura del patio.

La escalera fue otro elemento de especial importancia en el diseño de la arquitectura doméstica. Los maestros Juan Guas y Enrique Egas, introdujeron la escalera de tipo claustral de caja abierta, en el claustro de la Catedral de Toledo (h. 1495-1499) y en el monasterio de San Juan de Los Reyes (h. 1504). A continuación, su uso pasó a otro tipo de edificios, principalmente palacios nobiliarios, donde “se experimentarán los mejores avances espaciales de apertura y diafanidad de la caja de la escalera, propios de la adquisición de novedosos valores protocolarios y ceremoniales”9. Existieron escaleras de este tipo en los palacios de Medinacelli y del Infantado en Guadalajara. Un ejemplo de escalera de tres tramos, que tuvo especial repercusión fue la del Palacio de La Calahorra, de Granada.

En los Reales Alcázeres de Sevilla, de arquitectura mudéjar, se inician obras de remodelación ordenadas por Carlos V, en 1535. Como parte de dicha reforma, en el Patio de Las Doncellas, se construye la galería alta con columnas de mármol de orden jónico, que se completa trabajos de yesería en los que se añaden escudos heráldicos. Desde entonces, la combinación del mudéjar con elementos renacentistas, será característica de los palacios sevillanos.

Como se dijo al comienzo, la etapa del primer renacimiento español, denominado plateresco, se cierra con la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, uno de los monasterios más grandes de Europa, que alberga un palacio para residencia real, como era habitual. Iniciada con las trazas de Juan Bautista de Toledo (1515-67), en 1562, la obra fue asumida diez años más tarde por Juan de Herrera (1530-97), que reorganizó el proyecto, dándole su apariencia actual y fue concluida en 1582. El diseño herreriano, deja atrás las referencias a la tradición gótica y mudéjar. En cambio, asume la tradición de los órdenes clásicos, ya no como la dotación de un mero ornamento, sino como un sistema, que otorga al edificio reglas fácilmente reconocibles y por ello, también fáciles de repetir. Desde entonces, los palacios españoles estarán regidos por las leyes de la regularidad y la simetría. Es el estilo llamado herreriano, la última etapa del Renacimiento, que se corresponde con el reinado de Felipe II y que, en gran parte del el siglo XVII continuará vigente. Un estilo disciplinado y contenido, que, en adelante, será considerado como la imagen representativa del reinado de los Austrias.

Escaleras del monasterio de San Juan de Los Reyes en Toledo

Notas

1 Cfr. Chueca Goitia, Fernando, Del Gótico al barroco, http://www.cuentayrazon.org/revista/ pdf/115/Num115_011.pdf 2 Cfr. Palma Martínez-Burgos García, Fundación

Amigos del Museo El Prado, https://www. museodelprado.es/enciclopedia/enciclopediaon-line/voz/guas-juan/ 3 Booton, Harold, “Introduction”, en Prentice,

Andrew, Renaissance Architecture and Ornament in Spain, Alec Tiranti, London, 1970, p. 44. 4 Cfr. Morales, Alfredo, “Tradición y modernidad, 1526-1563”, en Nieto, Víctor – Morales,

Alfredo – Checa, Fernando, Arquitectura del

Renacimiento en España, 1488-1599, Cátedra,

Madrid, 1989, pp. 233-235. 5 Nieto, Víctor, “Los modelos del Quattrocento y las primeras obras renacentistas” en Nieto,

Víctor – Morales, Alfredo – Checa, Fernando,

Op. Cit., p. 46. 6 Cfr. Marías, Fernando, “La magnificencia del mármol. La escultura genovesa y la arquitectura española (siglos XV-XVI)”, en Boccardo, Piero – Colomer, José Luis – Di Fabio, Clario (dirs.),

España y Génova. Obras, artistas y coleccionistas,

Fundación Carolina, Madrid, p. 60. 7 Diez del Corral Garnica, Rosario, p. 166. 8 Nieto, Víctor, “Los modelos del Quattrocento y las primeras obras renacentistas” en Nieto,

Víctor – Morales, Alfredo – Checa, Fernando,

Op. Cit., p. 36. 9 Martínez Montero, Jorge, “Génesis y evolución tipológica de la escalera en la arquitectura del Renacimiento en España”, en Bilduma Ars.

Revista del Departamento de Historia del Arte y

Música de la Universidad del País Vasco, 4, 2014, pp. 7-26 . Contraportada. Interior del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

This article is from: