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LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA

para la imposición de modelos culturales y para adormecer la conciencia de los televidentes. Esto podría parecer exagerado, pero muestra el interés por realizar estudios sistemáticos que puedan dar cuenta de la influencia de los medios y despertar un sentido crítico ante estos.

Para Sartori la televisión modificó la naturaleza misma del acto comunicativo: la palabra fue sustituida por la imagen, que es una “pura y simple representación visual”2 y no necesita de un lenguaje específico, más que el hecho de “ver”. La televisión es un medio monovalente, el usuario tiene un papel pasivo, tiene acceso a más conocimientos, pero esto no significa que aumente su capacidad de entender, porque el telever se basa en la capacidad perceptiva, sensible; mas no en lo que puede ser comprendido por medio de la abstracción de conceptos. Lo preocupante es que para muchos niños la primera escuela es la televisión, por lo que su impronta educacional se basa en ver y no en comprender. Estos niños se convierten en adultos que no leen, su vocabulario es limitado, y su capacidad de expresión también. Son “indigentes cognitivos”, personas con una limitada capacidad para procesar la información.

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Lo curioso del planteamiento de Sartori, es que lo presenta a finales de la década de 1990, cuando la televisión ya había sido destronada por un nuevo soberano: el ordenador, y con él, internet. Sabe que la edad multimedia está por venir y que no se puede detener, lo cual podemos confirmar. Sin embargo, para él, a estas alturas el “telever” ya había modelado y continúa modelando nuestra forma de comprender y asimilar la información. Así que, aun sabiendo que la televisión había pasado a un segundo plano, Sartori esperaba “asustar” lo suficiente para crear una conciencia sobre los efectos del “telever” pero, además, también centraba sus esperanzas en que la programación televisiva debía mejorar.

LA SOCIEDAD

Lic. María de los Ángeles de Chavarría

Hace casi dos décadas, Giovanni Sartori advertía sobre el empobrecimiento intelectual de la sociedad teledirigida. Su hipótesis se basaba en que el acto de ver televisión había cambiado la naturaleza del hombre, convirtiéndolo en alguien incapaz de abstraer y comprender conceptos. Sartori explica que con la aparición de la televisión se da un rompimiento de la cultura basada en la palabra oral y escrita, como principal medio de comunicación de las ideas, y se pasa a la cultura de la imagen. Por ello se refiere al hombre de esa época como el “homo videns”.

Este homo videns, es el hombre video formado, que debe su saber a su capacidad de

“telever”. Por ello confunde el entender con el ver, pero el problema es que ve sin entender, creyendo que entiende lo que ve. El homo videns, como plantea Sartori, responde casi exclusivamente solo a estímulos audiovisuales, absorbe indiscriminadamente lo que percibe, por lo que es fácilmente manipulable. El homo videns ve, pero no piensa; lo que busca es entretenimiento, relajación, diversión, y, de paso, información. No ejerce un juicio crítico sobre lo que asimila: “El ojo cree lo que ve; y, por lo tanto, la autoridad cognitiva en la que más se cree es en lo que se ve. Lo que se ve parece ‘real’, lo que implica que parece verdadero”1 .

La visión crítica de Sartori no surge aislada, en la década de 1980 es evidente la preocupación por estudiar los efectos de los medios de comunicación masiva y los problemas morales que presentan; sobre todo de la televisión, que, para esta época era vista como el culmen de los avances tecnológicos. Se cuestionan los paradigmas comunicacionales y surgen críticas sobre los efectos nocivos de la televisión, y de ser el medio ideal de entretenimiento, pasa a ser visto como un instrumento que ha servido

Los sociólogos de los mass media podrían argumentar que la postura de Sartori es exagerada, ya que hay más variables que influyen en la impronta educacional de una persona. De hecho, en el campo de la sociología de la comunicación siempre ha existido controversia científica respecto a los efectos de la televisión. La mayoría de estudios se han movido en torno a dos tendencias, ambas con sus escalas e intensidades3: una señala que la televisión refuerza conductas o actitudes de la audiencia; mientras que la otra afirma que la televisión provoca cambios en las conductas, actitudes y formas de pensar.

La primera postura se basa en la percepción y retención selectiva; de acuerdo con esta, el televidente interpreta los mensajes según su interés y recuerda lo que quiere recordar, especialmente si es de su agrado o coincide con su forma de pensar, por ello se refiere a un reforzamiento. Como puede inferirse, desde esta perspectiva la audiencia tiene el poder de ejercer el control sobre su proceso de percepción y retención de mensajes televisivos. La segunda postura, en cambio, responsabiliza a la televisión de influir en gran medida en el cambio de actitudes y comportamientos, e incluso de formar nuevas actitudes. Esto se hace con base al conocimiento de los factores que pueden incidir en el proceso de cambio: nivel educativo, personalidad, ambiente social, convicciones, circunstancias externas4 .

Independientemente de la postura que asumamos, una cuestión está clara: no podemos ser ingenuos ante el poder que puede tener este medio, sobre todo cuando se es un “heavy viewer”5 . La televisión puede provocar efectos conductuales, actitudinales y cognitivos, como consecuencia de una exposición “acumulativa” a un determinado tipo de mensajes; de manera que, a través del tiempo y a fuerza de repetición, se van absorbiendo conocimientos que, lentamente, transforman actitudes y pueden llegar a propiciar conductas. Lozano Rendón se refiere al contenido de estos mensajes como el “currículo universal” que consiste en un sistema cultural de mensajes e imágenes al que todos están expuestos y del que todos pueden aprender.6 Ahora bien, ¿cuáles son los mensajes recurrentes en este sistema? Para responder esta pregunta podría citarse el estudio realizado en 1984 Gerbner7 y su equipo investigativo, en el que analizaron 1204 programas transmitidos en horario estelar en Estados Unidos y pudieron detectar que los mensajes recurrentes se referían a: violencia social, estereotipos sobre grupos demográficos y homogenización de la ideología política8. Treinta y dos años después, ¿no le parecen conocidos estos temas?, ¿qué sucede si la exposición acumulativa a este currículo inicia desde la infancia?

Más recientemente, en 2004, el Informe Pigmalión sobre el impacto de la televisión en la infancia, señala que la exposición acumulativa más la explotación atencional pueden provocar retrasos y alteraciones en la atención voluntaria y la percepción inteligente del niño, por lo que “no solo es un artefacto de ocio, sino que tiene un papel importante en el desarrollo del niño, es uno de los grandes educadores y enculturizadores”9 .

Este informe resalta que el poder de fascinación de la televisión puede llegar a tener un carácter hipnótico, al que se le asocia con la inercia atencional, que ese enganchamiento del televidente, quien se queda quieto, absorto ante una avalancha de imágenes que le proporciona el zapeo10 , por lo que este enganchamiento es independiente de la calidad del contenido. El tener el dominio sobre el control remoto puede dar sensación de tener poder de elección, aunque pasemos una hora cambiando los 97 o más canales a los que tenemos acceso. Sin embargo, el tener acceso a tanta información no significa precisamente que exista variedad, porque si vemos con detenimiento, pueden cambiar los formatos, pero al final los mensajes son recurrentes, y así la sociedad es teledirigida con base a los valores, principios, formas de pensar que este medio transmite y que no siempre responden a una ética de la comunicación.

En este contexto, toca a la puerta la preocupación por ser receptores con un sentido crítico que podamos exigir a los medios “verdad y calidad” en los mensajes, pues a fin de cuentas si un medio se lee, si un medio se escucha, si un medio se ve es porque existen lectores, radioescuchas y televidentes que consumen sus mensajes. Si las cadenas televisivas no cumplen con la responsabilidad de mejorar la calidad y contenido de sus producciones, los televidentes tampoco debemos ser negligentes y consumir ingenuamente la dieta televisiva que ofrecen. Esto no significa que dejemos de ver televisión, pero sí que debemos ser críticos y exigentes con lo que “vemos”, estar conscientes como dice Mario Bunge de que: “la imagen, demasiado rápida, reemplaza al pensamiento (…) La imagen no tiene contenido conceptual. Puede suscitar ideas en algunos casos, pero es muy superficial. Porque lo que podemos ver es apenas la piel de las cosas. La mayor parte del mundo está oculto a la vista… Y la imagen nos restringe a las apariencias”.

La televisión rompió un paradigma respecto a cómo el hombre asimilaba nuevos conocimientos. Si los paradigmas son patrones de pensamiento que nos ayudan a analizar y resolver problemas, ¿qué sucede cuando analizamos y resolvemos problemas basados solo en lo que vemos? La respuesta, curiosamente, la da el Sr. Han, personaje que interpreta Jackie Chan en el remake de Karate kid: “solo piensas con ojos, eres fácil de engañar”.

Referencias:

Fundación Infancia Aprendizaje (FIA). Informe

Pigmalión sobre el impacto de la televisión en la infancia. [en línea]. España. Consultado: 23.04.16 Disponible en: http://ares.cnice.mec. es/informes/03/documentos/indice.htm LUCAS MARÍN, Antonio (ed.). La nueva comunicación. Madrid, España: TROTTA, 2009. 435 p. LOZANO RENDÓN, José Carlos. Teoría e investigación de la comunicación de masas.

México: Pearson Educación, 2007. 233 p. SARTORI, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. Argentina, Buenos Aires: Taurus, 1998. 159 p.

Notas

1 Giovanni Sartori. Homo videns. La sociedad teledirigida. (Argentina, Buenos Aires: Taurus, 1998) p. 72 2 Ibíd. p. 35 3 Cfr. Antonio Lucas Marín (ed.). La nueva comunicación. (Madrid, España: TROTTA, 2009) p. 341-342. 4 Noelle-Newman y Phillips citado por Marín y otros y otros, p. 343 5 Espectador que ve mucha televisión. 6 Cfr. José Carlos Lozano Rendón. Teoría e investigación de la comunicación de masas. (México: Pearson Educación, 2007) p.125 7 George Gerbner (1919-2005) periodista estadounidense de origen húngaro, reconocido por sus investigaciones sobre la comunicación de masas, especialmente sobre la violencia en la televisión. 8 Estudio citado por Rendón op.cit. p. 125. 9 Fundación Infancia Aprendizaje (FIA). Informe

Pigmalión sobre el impacto de la televisión en la infancia. Disponible en: http://ares.cnice.mec.es/ informes/03/documentos/indice.htm 10 “Acción de cambiar reiteradamente de canal de televisión por medio del mando a distancia”.

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