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en los Commonplace book medievales y renacentistas ingleses; en los Hodgepodge (miscelánea) ingleses, los Gemeinplätze alemanes, los Lieux Communs franceses y los Zibaldone italianos del siglo xix. Francisca Noguerol (2009) vincula la literatura breve a los Dietarios espa-
Basilio Pujante Cascales
ñoles, Laura Pollastri (2007) a las inscripciones en las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagmanovich
CRUZAR EL CHARCO SOBRE EL DINOSAURIO. ACERCA DE LA RECEPCIÓN DE LA MINIFICCIÓN HISPANOMERICANA EN ESPAÑA
(2006) al Haiku, Paul Dávila (2012) al Koan, y Hugo Francisco Bauzá (2008) coloca como precedentes a las lápidas sepulcrales, las columnas y obeliscos conmemorativos, algunas odas de Píndaro, las laminillas órficas de los romanos, las “bagatelas” de Cátulo y los apotegmas de Julio César en Dicta Collectanea, entre otros. Nana Rodríguez (1996) establece una tradición histórica del relato breve que va desde los mitos precolombinos, el Panchatantra hindú, la Biblia y las Metamorfosis de Ovidio hasta el Conde Lucanor de Don Juan Manuel. Por supuesto, no podemos olvidar toda la literatura llamada de “formas *
Así hablarán de la bicicleta paleontólogos del año 3000: “Estos tubos fueron huesos de un transporte que tenía chasis y aire acondicionado”. y emociones que lo inquietan: qué ocurre después de la muerte, de qué manera sucedieron los eventos
el modo como nos enzarzamos en
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del día anterior, cómo son el deseo, el
denó su reacción —“resentida”— y luego
miedo, las ideas. “Estoy interesado en el
Debí evitar una palabra que desenca-
misterio de mí mismo y de mi vida”, ex-
falta de riego.
presa. Y en este sentido está más cerca de René
crecía por doquier y los árboles que se secaban por
Magritte –a quien tanto admiró y quien “lo había
abandono de las faenas de nuestra tierra, la hierba que
liberado”– que de cualquier otro artista.
eufórico construía castillos en el aire. Ni que hablar del
Sus creaciones deben ser leídas como preguntas,
iba cayendo en una progresiva melancolía, mientras yo
como misterios que no necesitan ser resueltos sino re-
bebido sentados en la terraza o en el porche, donde ella
velados, porque lo que un verdadero artista debe hacer, dice, “es mostrarnos sus secretos”.
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Así pues, Duane Michals, un indiscutible transgre-
jarse llevar por las botellas de buen vino de la bodega, encendidos en ayunas, apestando el dormitorio; un de-
sor de la lente, nos muestra con su obra que la fragmen-
biar en todo aquello que tanto la molestaba: cigarrillos
tariedad es la base de la realidad, la cual no es más que
mi más íntimo deseo: su regreso, aún a costa de cam-
una serie de nociones inconclusas con las que intenta-
aceptado con calma, para irlas superando y llevarla a
mos comprender nuestra breve existencia.
palabras hirientes que no supe evitar y que debía haber del pasado donde las creía definitivamente hundidas, intenciones. Viejas rencillas emergiendo de la ciénaga
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Duane Michals, Death comes to the old lady, 1969, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 13-17.
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sión donde sus reproches tropezaron con mis buenas a poco de haber llegado, al enredo fatal de una discuvuelta. Acelero, tal vez por la rabia de haber cedido,