Unidiversidad 13

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señora de la luna sobre el vientre, señora mi enemiga: vence a salvo en mi cuello tu pie. Yo, tu vencido.

Este poema remite a El Apocalipsis o revelación de San Juan el Teólogo (12, 1-2 y ss.): “Y una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando preñada, clamaba con dolores de parto, y sufría tormento para parir”. Esta mujer parirá un hijo varón; esta mujer es “Agua viviente, madre/ de arroyos primogénitos; inmóvil/ agua podrida, subyacente/ a su rostro de espejo; agua que baja/ restituida y múltiple y dispersa”. Domingo de ramos, viernes santo, San Juan, mujer embarazada que da a Luz a un hijo varón, ¿blasfemia, herejía? No. Bonifaz Nuño no es un poeta cristiano ni blasfemo. Más bien es un poeta que alude al pensamiento arcaico esotérico afín a la alquimia, y a un esoterismo cristiano bastante alejado de la ortodoxia. Dije que a partir del poema 17 la perspectiva de sentido cambia hacia lo positivo y esperanzador del despertar y de la resurrección; en esta parte del libro abundan los símbolos alquímicos que ya aluden a la Albedo y a la Rubedo (oro, sol, alas, águila, alba, orden... ); y, además, se dice en otro poema: “Estoy sin tierra firme; estoy saliendo,/ a donde quiero, de estas últimas/ lentas horas de viaje que termina.” Algunos autores consideran que el proceso de transformación alquímica comprende seis operaciones: “la calcinación, que corresponde al color negro, a la destrucción de las diferencias, a la extinción de los deseos, a la reducción al estado primero de la materia; la putrefacción, que separa hasta su total disolución los elementos calcinados”, solución, destilación y sublimación.7 Siete de espadas participa de la calcinación en cuanto a la extinción de los deseos y de la putrefacción en cuanto a la separación o disolución de los elementos calcinados. En El ala del tigre, el sujeto lírico presiente la inminencia de su despertar y de su resurrección; platica con su alma y con su corazón; él goza todavía con la muerte y habla de la vida cotidiana en la ciudad y sus miserias: la furia ante la injusticia, el dolor y el coraje, la tristeza y la alegría. Ella, que está por aparecer en plenitud, provoca amor y desprecio. Si en Siete de espadas los poemas breves individuales son como las partes dispersas de un solo poema (solve-disolución), en El ala del tigre dichas partes empiezan a juntarse nuevamente (coagula-unión, reunión). Una estrofa deviene su contraria, y 7

Coatlicue.

ambas dan lugar a una tercera que las reconcilia; el conjunto da lugar a la totalidad. Todo el libro es una lucha por tratar de reconciliar los contrarios. El muerto que yacía inmóvil quiere nacer, y para eso necesita moverse y actuar. El ala del tigre se inicia con un poema en el que el sujeto lírico quiere gozar el movimiento y la acción: erguimos, dejamos, partimos, vuelven, aova, colma, respiramos, partimos, nacemos. Ya familiarizados con la Nigredo y la calcinación (nadar en el crisol sobre el fuego ardiendo al rojo vivo, con el canto y la vocación solar del fuego, el día y la noche), los poemas de este libro resultan claros y plenos de sentido: “Trabaja, rojo, entre cenizas [...] su vocación solar el fuego[...] Fuego de anunciación, rescoldos/ entre palabras y ceniza;/ tizón del canto sepultado” (2).

J. Chevalier y A. Gheerbrant, Diccionario de los símbolos, p. 86.

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