treintaycuatro // número siete

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Berlín

bon voyage

Pensando en la película Un verano en Berlín, en que pocos de nuestro equipo hemos estado en la capital alemana, aunque la mayoría de nuestra quinta acuden allí casi en romería, y en que nos apetece mucho descubrirla de una vez por todas, nos decidimos a recorrerla en las páginas de este número. Para ello invitamos a Kati Krause, alemana que actualmente reside en aquellos lares, ya que sentíamos verdadera curiosidad por conocer la ciudad desde los ojos de alguien que adora las guías de ciudades, las revistas independientes y el disfrutismo vital, y cuya trayectoria profesional está ligada a algunos de los proyectos profesionales que más admiramos: los inicios de la revista Ling (Vueling), la guía Le Cool de Barcelona, Tinta de la Casa, entre otros. Colabora en medios como Monocle, Die Zeit online o The Wall Street Journal y actualmente trabaja como Creative Communications Manager para Etsy Berlín. “Se oye mucho la historia de la persona (creativa, artística o simplemente sin plan) que viene a Berlín y queda atrapada en un laberinto de fiestas interminables que destruye cualquier esperanza de alcanzar nada excepto enfermedades y la bancarrota. Será por el momento en mi vida en el que me mudé a Berlín, o será porque cuando hace frío, no me apetece salir de fiesta, pero yo a ese Berlín casi no lo he conocido. Claro que he salido de fiesta, hasta he pasado por ese momento famoso cuando el DJ del Panorama Bar abre las persianas y te das cuenta que no son las 6

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de la mañana, como pensabas, sino las 2 de la tarde. Pero en general, Berlín me gusta tanto de día que no me apetece perdérmelo. Primero, Berlín tiene un café para flipar. No sé cómo aún se mantiene esa idea de que los italianos hacen el mejor café; desde que vivo aquí, mi idea de lo que es un buen café ha cambiado profundamente. Los mejores flat whites y cafés solos los hace el minúsculo Bonanza Coffee Heroes, que además tienen cruasanes espectaculares. El mejor café de filtro (sí, ¡de filtro!) lo tiene el igual de minúsculo The Barn, donde tienen cruasanes igual de buenos que en el Bonanza, pero con jamón y queso. Otra cosa que me encanta de Berlín es la comida. Es una ciudad donde es extremadamente difícil comprar alimentos exóticos, pero tienes restaurantes espectaculares para casi cada gusto. Para desayunar los fines de semana, hago el brunch alemán-bávaro del Engelberg o el americano del Chicago Breakfast Slam, y luego, a media tarde, como pollo frito picante en el Angry Chicken o un bocadillo de pastrami en el Mogg & Melzer. Entre semana suelo comer, muy bueno y barato, en Mundvoll o mi kebab favorito del Doyum Grillhaus. Para cenar... ¿Por dónde empiezo? Los dumplings del Yumcha Heroes, la sopa ramen del Cocolo, la comida alemana en un ambiente veinteañero del 3 Schwestern, el sushi del Sasaya, las hamburguesas de The Bird y la comida local del Lokal o del Little Otik, todo espectacular. Y si es jueves me encontraréis en el Street Food Thursday, una especie de mercadillo-fiesta de


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