La política exterior del franquismo

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FRANQUISMO ISMAEL SAZ

LA POLÍTICA EXTERIOR DEL FRANQUISMO

TAMARA GINER CHANZÁ Grupo: 4º- A Curso 2008-2009


ÍNDICE

Página

Introducción

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1936-1939: Internacionalización de la guerra civil

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1939-1945: Segunda Guerra Mundial

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1945-1957: Ostracismo y viraje estratégico

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1957-1973: Parcial normalización

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1973-1975: Crisis del régimen

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Conclusión

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Bibliografía

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INTRODUCCIÓN En este ensayo se pretende explicar cuál fue la política exterior del franquismo, remontándonos a las influencias o apoyos recibidos ya en la guerra civil española. Así pues, trataremos de narrar la política exterior del general Franco siguiendo una secuencia cronológica que abarca desde 1936 hasta su muerte, 1975. El trabajo está dividido en cinco bloques o etapas, siendo la cronología y la coherencia política el criterio para establecer dichos bloques. Así pues, en primer lugar se abarcará la internalización de la guerra civil (1936-1939) para dar paso al periodo enmarcado entre 1939 y 1945, marcado por la segunda guerra mundial. El tercer período a tratar llega hasta 1957, momento en el que el régimen se vio más aislado de la sociedad internacional y a partir de lo cual realizó un viraje en el tipo de política exterior que hasta ese momento estaba llevando a cabo. El cuarto bloque se enmarca entre 1957 y 1973, cuando el régimen ya va adquiriendo una parcial normalización en la esfera internacional; finalmente, hasta 1975 el régimen vivirá su crisis final.

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1936-1939: INTERNACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA La guerra civil española estuvo provocada por causas endógenas, esto es, nada tuvieron que ver las potencias extranjeras en la consecución de la misma. No obstante, el curso efectivo de la misma, así como su desenlace se vieron condicionados por la intervención o inhibición de las grandes potencias extranjeras, y es que, debido a su escasez de medios, tanto el bando republicano como el nacional recurrieron muy temprano a sus posibles aliados con el objetivo de recibir algún tipo de ayuda, de manera que rápidamente se dio una internacionalización de la guerra civil. Algunos historiadores hablan de que ambos bandos recibieron una ayuda similar e incluso algunos llegan a hablar de que la República tuvo más ayuda. No obstante, la verdad es que lo decisivo fue la ayuda por parte de los países fascistas a los sublevados, ya no solo por su mayor volumen cuantitativo – que también- sino también por su parte cualitativa (apoyo diplomático, económico…). Hubo una ayuda fundamental y decisiva en los primeros momentos sin la cual no podríamos saber como se hubiera desarrollado la guerra. En un primer momento, por ejemplo, los militares africanistas sublevados pasaron a la Península, cosa que pudieron hacer gracias a los aviones italianos y por la creación del primer puente aéreo de la historia por aviones alemanes. Franco solicitó ayuda militar a Hitler y Mussolini, que ayudaron inmediatamente sin antes comunicarse entre sí. El apoyo combinado militar, financiero y diplomático (reconocimiento de Franco como jefe del Estado, por ejemplo), fue un pilar fundamental del esfuerzo bélico franquista. Durante toda la guerra civil, 80.000 soldados italianos pasaron por territorio español para ayudar al ejército franquista, así como 19.000 alemanes, que además aportaron la legión Condor y una moderna aviación. El Portugal de Salazar, aunque en menor medida, también ayudó al bando nacional. Esta ayuda se pidió porque Franco no disponía de la financiación del Estado, y de esta forma, España sirvió a Italia y Alemania para probar armamento en un campo de batalla real (bombardeos de Guernica, Barcelona, Badalona, Madrid…), y es que no son pocos los que afirman que la Guerra Civil española sirvió a otros países como ensayo para el conflicto bélico que se

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anunciaba, la Segunda guerra mundial. La intervenció de la URSS a favor de la República, por ejemplo, también ha sido medida por algunos en estos términos. Por otro lado, el gobierno republicano pidió al gobierno francés la ejecución de un acuerdo –previo- de venta de armas por valor de veinte millones de francos, como establecía el contrato. Se pidió a Francia, no por simpatía (que también), sino porque había un contrato de venta de armamento. Francia, en un primer momento estuvo dispuesta a entregar las armas, pero inmediatamente se negó a hacerlo, y es que Francia era un país y un gobierno dividido ante un doble temor. Por un lado, la Francia conservadora tuvo miedo de un posible contagio a la revolución de la España republicana; además, el hecho de tener a Alemania como vecina condicionaba mucho y también se temía que, si todos intervenían en la guerra civil española, esta pudiera desencadenar en una guerra europea para la que Francia no se sentía preparada. Por otro lado, la actitud de neutralidad, con matices, de Inglaterra, hizo imposible que Francia no siguiera otra política que no fuera la misma que la de Inglaterra. En los inicios de la guerra civil, Inglaterra no veía con excesivos buenos ojos el posible ascenso de un posible comunismo por parte de los republicanos; no obstante, con el desarrollo del conflicto se posicionó contra el ascenso del franquismo. De esta forma, a principios de agosto de 1936, Francia propuso a todos los gobiernos europeos un acuerdo de no-intervención en España que incluía un embargo de armas a los dos bandos combatientes; a finales de agosto, todos los países europeos (también Italia, Alemania, Portugal o la U.R.S.S.) suscribieron el acuerdo. No obstante, Italia, Alemania y Portugal continuaron ayudando a Franco sin respetar el acuerdo. En cambio, Francia, Gran Bretaña y las democracias europeas impidieron que los gobiernos republicanos pudieran comprar las armas que necesitaran en el gobierno legal, aunque se dice que pudieron comprar armas checas de contrabando. Sólo México acudió inmediatamente al auxilio de la República, y a pesar de la distancia, se esforzó y llegó a cometer ilegalidades; además, México no había firmado el Acuerdo de no-Intervención. No fue hasta octubre de 1936 cuando se dio la intervención de la U.R.S.S. en favor del bando republicano, lo que provocó el alargamiento de la guerra puesto que ésta estaba ya a punto de terminar con la victoria franquista. 4


Stalin decidió enfrentarse al Eje en España para poner a prueba la viabilidad de su estrategia al colaborar con regímenes democráticos para frenar la expansión nazi. Así pues, apoyó la formación de las Brigadas Internacionales (35.000 voluntarios a lo largo de la guerra de comunistas, anarquistas, trotskistas, socialistas…) y facilitó a la República el uso de la cuarta parte de las Reservas del Banco de España para comprar armas en el mercado negro, además de vender armas y municiones a los republicanos, y envió a España unos 2000 efectivos humanos. No obstante, la ayuda soviética era un expediente provisional para evitar la inminente derrota republicana y dar tiempo a que finalmente se produjese la intervención de Francia e Inglaterra. Para desgracia de la República, las democracias no modificaron su política de apaciguamiento de Alemania. La suerte de la República quedó sellada en la crisis de los Sudetes (septiembre 1938) ya que, si Francia y Gran Bretaña habían aceptado la destrucción de Checoslovaquia (que fue entregada a Hitler), no había motivos para pensar que podrían intervenir en España. El 1 de abril de 1939 terminó la guerra civil con la victoria total e incondicional de Franco.

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1939-1945: SEGUNDA GUERRA MUNDIAL En septiembre de 1939, cinco meses después de haber terminado la guerra civil, empezó en Europa la Segunda Guerra Mundial, ante la cual el franquismo se vio obligado a definir su política exterior en una situación muy difícil, aunque ha de decirse que Franco fue muy hábil y estuvo siempre posicionado acorde con sus necesidades. La situación era precaria para España, y si bien ideológicamente tomaba un claro partido por el Eje, el país no estaba en condiciones de inmiscuirse en un conflicto de tal envergadura. No obstante, hay que decir que hubo momentos en los que España a punto estuvo de entrar en la guerra al lado de Alemania, pero finalmente nunca lo hizo oficialmente. A pesar de esto, así como en la Primera Guerra Mundial la posición de España fue de neutralidad y de que en el inicio de la Segunda Guerra Mundial también se proclamó neutra, más tarde entraría en juego un concepto que no formaba parte del derecho internacional, esto es, la no beligerancia. España salió de la guerra civil en una posición delicada, similar a la de la época de la Restauración: por un lado, los intereses económicos y culturales ligaban a España con Francia, pero por otro lado, estaba más vinculada políticamente a Alemania, y lejos casi antagónicamente de Francia y Gran Bretaña. Hasta el momento, España había firmado un tratado de Amistad con Italia (28 de noviembre de 1936) y Alemania (31 de marzo de 1939); se había adherido también al llamado Pacto Anti- Comintern (7 de abril de 1939), y había abandonado la Sociedad de Naciones (8 de mayo de 1939), igual que lo hicieron Alemania, Francia y Japón. No obstante, estos últimos, a diferencia de España, sí estaban en la ONU. En este punto, la historiografía destaca un documento firmado por Casas Rojas(12 de marzo de 1938), un diplomático militar y enviado a Franco, que señalaba el riesgo que supondrían las suspicacias de Francia y Gran Bretaña ante la futura actitud de España (orientarse con Alemania y tomar medidas negativas hacia Francia y Gran Bretaña); así pues, para hacer frente a este peligro, Casas Rojas decía al ministro que si España optaba por una diplomacia clásica, Gran Bretaña y Francia no tendrían motivo para tomar medidas contra Francia, de modo que Franco siguió el consejo y antes de empezar la guerra, tomó algunas decisiones que le colocaron en una posición 6


equilibrada: condenó la desaparición de Polonia y facilitó productos y materias primas a Gran Bretaña y Francia, y por otro lado, condenó la guerra de Finlandia y el pacto germano-soviético, elemento que causó una enorme sorpresa en el gobierno español. Empezada la guerra, España consideró que la decisión de empezarla había sido demasiado temprana, viéndose incapacitada para intervenir. Así pues, Franco decidió finalmente declararse formalmente neutral, aunque en la práctica se tratara de neutralidad benévola hacia Alemania; Italia, por su parte, proclamó la no beligerancia. Esta idea de benevolencia hacia Alemania era totalmente comprensible, ya que la ayuda de ésta a Franco en la “Guerra Civil había legado una fuerte carga de dependencia económica”1. Desde abril a agosto de 1939, el gobierno español se debatía entre la incapacidad de saber lo que estaba pasando, y la incapacidad para adelantarse a lo que podría pasar en el régimen franquista. Así pues, aunque el 4 de septiembre de 1939 España se declarara formalmente neutral intentó, sin éxito, un tímido acercamiento a Inglaterra y Francia que tuvo que ver con la pavorosa situación ante el suministro de alimentación a la población española, lo que preocupaba mucho al gobierno y le impulsó hacia ese acercamiento. Con esto, España seguía debatiéndose entre, por una parte, los intereses ideológicos que le unían a Alemania, y por otra parte, con los intereses que le acercaban a los aliados. La política de neutralidad parecía pues, lógica, pero el 10 de junio de 1940 se dio un acontecimiento que hizo que la guerra se transformara, la caída de Francia, que fue derrotada por Alemania, quien ocupó dos terceras partes del país; el armisticio establecía que todo el Imperio francés y toda la escuadra francesa seguiría siendo del régimen de Vichy. La caída de Francia y lo que se creía que iba a ser una inminente derrota de Gran Bretaña, creó una ocasión inmejorable para España. El 12 de junio del mismo año, España dejó de ser formalmente neutral para pasar a ser no beligerante (Italia pasaría a ser ya beligerante), término acuñado por Mussolini al principio de la guerra y cuyo significado era no ser imparcial pero tampoco se podía ser todavía beligerante; una no beligerancia

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era una beligerancia en espera, o según escribe Rafael García Pérez, “una auténtica pre-beligerancia mimética de la mantenida hasta ese momento por Mussolini”2 Franco veía que Hitler ganaba la guerra, y quería sacar algo, por lo que la diplomacia española se puso al servicio de la preparación para la entrada en la guerra. El día 16, el general Vigón viajó a Berlín con una carta en la que Franco ofrecía a Hitler su entrada a la guerra a cambio de ciertas condiciones: el compromiso de cesión de Gibraltar, el Marruecos francés, el Oranesado, la ampliación del Sahara español y ampliar sus posiciones en el Golfo de Guinea, además del envió de suministros de alimentos, petróleo y armas para paliar la crítica situación económica y militar, entre algunas otras cosas. Tras estas peticiones, el ofrecimiento español fue recibido por Alemania con frialdad, y es que esta oferta no interesaba a Hitler, ya que el supuesto de ambos dictadores era el mismo y Alemania creía que ya no necesitaría a España al pensar en la inminente caída de Gran Bretaña. Además, Italia era aliada de Alemania y Hitler sabía que tendría que repartir con esta, las conquistas de la guerra tras una posible victoria, con lo cual la entrada de España implicaría un reparto menor para los vencedores. España ofrecía muy poco y pedía demasiado. Además de por la ocasión que este contexto suponía, la decisión de ofrecer a Alemania la entrada en la guerra por parte española, estaba también relacionada con el ideal expansionista de Falange, el partido del régimen, creyendo que el deber de España era proyectarse al exterior de forma continuada, sin pausas. Este componente imperialista de Falange estaría presente durante toda la guerra, y el hecho de que España no llegara a entrar oficialmente en la misma demuestra que el peso de Falange no era tan decisivo como se pudiera pensar, dentro del régimen. El contratiempo para el dictador alemán vino cuando perdió la batalla británica, batalla que se daba por ganada; de esta forma, la caída de Gran Bretaña dejaba de ser inminente, de manera que en ese momento a Hitler sí le interesaría de nuevo España, ya que Gibraltar podía ser muy importante porque España podría cerrar el Mediterráneo para Gran Bretaña. Con esto

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pues, Alemania empezaría a tomarse en serio el ofrecimiento español para entrar en la guerra, aunque hay también que tener en cuenta que en esos momentos, a España no le interesaba tanto tras el cambio de contexto, pues sabía que una posible entrada y, por tanto, lucha con Inglaterra, le haría perder las islas Canarias. Al frente de la política exterior española estaba entonces, Serrano Suñer (entre mayo de 1940 y septiembre de 1942), que fue quien articuló la ambición de entrar en la guerra al lado de Alemania para conseguir esa parte del imperio colonial francés, y preparó los documentos para la entrevista de Franco con Petain, por un lado, y con Hitler, por otro, culminando con esto el proceso diplomático. El 23 de octubre de 1940, Franco se entrevistó con Hitler en Hendaya, donde se acordó un protocolo secreto en el que se establecía la entrada de España en la guerra tras recibir ayuda militar, pero sin concretarse la fecha. Todo esto se tradujo en la llamada operación Félix, esto es, la ocupación hispano-alemana de Gibraltar, aunque nunca se llevaría a cabo porque pesó mucho la fuerza de Inglaterra. Sería a partir de este momento cuando empezaría a dilatarse la opción de entrar en la guerra, aunque como se ha dicho anteriormente, con la excepción de Falange. Es en este punto cuando hay que hacer referencia al mito construido sobre Franco en Hendaya que hablaba sobre la firmeza con la que Franco habló a Hitler, al cual incluso se afirma que le mostró su superioridad haciéndole esperar, lo cual resultó ser falso al saberse que el dictador español llegó tarde por un problema en el ferrocarril que retrasó su llegada. Además, en esta reunión Franco en ningún momento dominó a Hitler en la negociación, pues en todo caso, sería lo contrario. En noviembre de 1940, Carrero Blanco, mano derecha del caudillo, realizó un informe en el que explicaba a Franco las 21 razones por las cuales España no debía entrar en la guerra, definiendo el camino que debía seguir la política exterior española, y es que cuando se vio que el Eje iba a perder, Carrero dijo que era el catolicismo y el anticomunismo lo que convenía esgrimir y de lo que había que sacar mayor partido político; lo que se podía ofrecer era el anticomunismo.

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A mediados de diciembre de ese mismo año, las discrepancias entre Hitler y Franco eran evidentes, sería cuando el alemán pararía la operación contra Gibraltar citada anteriorme por, según él, “no darse las condiciones políticas necesarias”3. Desde ese momento, la relación entre Alemania y España se fue enfriando, pero esto no supuso en ningún momento el fin de los contactos ni relaciones, pues España seguiría con su benevolencia hacia Alemania aportándole

materias

primas

esenciales,

y

apoyando

al

Reich

estratégicamente. En 1941, Franco mantuvo conversaciones con Mussolini, quien quería entrar en la guerra, pero en condiciones más favorables. A finales de 1940 y principios de 1941, la perspectiva de entrar en la guerra por parte española se estaba alejando, aunque no definitivamente. Había sectores conservadores muy importantes, militares o anglófilos contrarios a entrar en la guerra; en cambio, los falangistas siempre estuvieron dispuestos a entrar. En este contexto se dio una circunstancia que cambiaría ligeramente la situación: el ataque de Alemania hacia la Unión Soviética en junio de 1941, rompiéndose el pacto ruso-germano, ante lo cual España decidió enviar a la URSS un cuerpo militar para participar en esa batalla, la división azul, que se propuso como una vía

de escape para las tensiones del régimen. Esta

invasión facilitó la ocasión de intervenir en la guerra, ya que fue vendida como un capítulo de guerra anti-soviética, lo que despertó un enorme entusiasmo entre los vencedores de la guerra civil. Así pues, la decisión de enviar la división azul estuvo acompañada de un discurso que intentaba hacer ver que España no estaba entrando en la segunda guerra mundial sino que esto era algo diferente: España luchaba ahora contra el contra el comunismo. De esta manera, España no era beligerante en la guerra que tenían las potencias del Eje con los aliados, pero sí lo era en la guerra contra el comunismo. La división azul, creada en agosto de 1941, estaría presente en la URSS hasta octubre de 1943. Este envió supuso una clara muestra del alineamiento español con el Eje, con lo cual puede valorarse como un primer paso de España para entrar en la guerra, puesto que aportaba algo a cambio, de forma

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que Hitler, en caso de aceptar su entrada, no presionaría de una forma tan ferviente. Aunque este fue el signo más claro, no hay que perder de vista que esto no fue lo único que España aportó, ya que desde el primer momento colaboró con el Eje, cuyas tropas se podían mover por España con total libertad; se difundía la propaganda alemana en España y se realizaban exportaciones de minerales estratégicos a Alemania como país privilegiado, dándose además facilidades a la aviación y los submarinos; estos submarinos y barcos alemanes utilizaban los puertos españoles para repostar (Cádiz, Canarias y Cádiz) y para proveerse de armamento, siendo esto lo que se denominó la Operación moro, plan diseñado por Alemania pero que contó con la aceptación del gobierno español. Este alineamientos, aunque no materializado en la entrada oficial a la guerra, implicaba para España la violación de la neutralidad, ya que como ha quedado demostrado, España no fue estrictamente neutral sino que ayudó a las potencias del Eje, sobre todo desde el punto de vista estratégico. No obstante, ha de decirse que no fue el único país que rompió la estricta neutralidad, ya que otros como Suiza o Suecia, debido a su situación geoestratégica, acabaron beneficiando también a Alemania en términos económicos. Este claro posicionamiento español tuvo consecuencias entre las potencias aliadas. Por ejemplo, los ingleses, con el beneplácito de Roosvelt, decidieron atacar Canarias, en lo que se llamó operación Puma, pero nunca se llegó a dar a pesar de estar el plan diseñado, sobre todo porque sólo se daría el caso en caso de que los alemanes intervinieran en España. Por otro lado, cuando la guerra se convirtió en total, los aliados controlarían estrictamente, las operaciones económicas de los países neutrales Esta guerra total se iniciaría con la intervención de Estados Unidos, convirtiéndose la guerra en mundial; a final de 1942, se dio un giro radical marcado por dos circunstancias. En primer lugar, la batalla de Stalingrado, que fue una batalla decisiva. Y en segundo lugar, la llamada operación antorcha, esto es, el desembarco aliado en el Norte de África en noviembre de 1942 por el que no se podía descartar que no buscasen garantías en el sur de España.

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Este fue uno de los momentos de máxima tensión para el régimen franquista, a pesar de que Roosvelt hizo saber a Franco que no tenía nada que temer siempre y cuando España no llevara a cabo ninguna acción hostil. No obstante, el caudillo mostró sus miedos y respondió con el rearme, un armamento que fue entregado por Alemania tras comprometerse España a no usar dichas armas en contra del Tercer Reich, a seguir facilitándoles materias primas, y a no dejar pasar a las tropas aliadas por España. Sea como fuere, en esta concesión por parte estadounidense a no atacar a España, jugó un papel importante, según Stanley Paine, el nuevo ministro de exteriores Gómez Jordana, nombrado como tal en 1942. Jordana ha sido considerado como aquel que, poco a poco, emprendió el verdadero camino hacia la neutralidad de la política española. Jordana dejó de lado la retórica fascista, y se inclinó más por las relaciones con Portugal y Latinoamerica, ante lo cual Franco no mostró ninguna oposición. En este contexto, Franco firmó un pacto con el Portugal de Salazar, el llamado Pacto ibérico de 1942, con lo cual se acercaba directamente a las potencias aliadas.

“Este pacto ofrecía a los dos regímenes garantías de

estabilidad para enfrentarse al desenlace de la guerra”4, a lo que no fue difícil llegar debido al progresivo distanciamiento de España respecto a la idea de entrar en la guerra, idea que se reforzó tras la rendición de Italia en septiembre de 1943. Con todo esto, la opción de entrar en la guerra era ya irracional, y a lo largo de 1943 empezó a hablarse ya de neutralidad estricta, hecha oficial en octubre del mismo año. No obstante, España mantuvo una actitud ambigua hasta la primavera de 1944, ya que con tal de salir lo menos perjudicado posible ante un final de la guerra, trató de llevar a cabo acciones que contentaran a ambos bandos de la contienda. Por un lado, como se ha dicho, España retiró la división azul en un intento de acercamiento a los aliados, pero por otro, felicitaba al nuevo gobierno impuesto en Filipinas por parte de los japoneses, lo que sorprendió enormemente a los aliados, especialmente a Estados Unidos, quien llevó a cabo un embargo de petróleo a España como respuesta al suministro de

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minerales estratégicos que España realizaba a Alemania. En mayo de 1944 los tres países implicados llegaron a un acuerdo. Desde ese momento, todos los acontecimientos transcurridos en la contienda resultaríann favorables a los aliados, con lo cual España, además de haber retirado la división azul, moderó su discurso y sus actividades con el objetivo de verse lo menos perjudicados posible ante la previsible victoria aliada en la segunda guerra mundial. A finales de 1944, Franco se dirigió a Churchill produciéndose como acto simbólico la ruptura de relaciones con Japón, que había sido aliado de España en el pacto anti-comintern. Además, ofreció a Estados Unidos ventajas estratégicas para su aviación, y reconoció al gobierno provisional francés. La nueva orientación de la política exterior española tuvo como referencia Estados Unidos, giro que culminaría en 1953 con la firma de unos pactos entre ambos países. Gómez Jordana había sido la solución de compromiso en ese difícil viraje y el artífice, pues, de la neutralidad española. Al final de la guerra, se llevó a cabo un reajuste gubernamental serio y la colocación en el ministerio de exteriores a un político diferente a los anteriores, Martin Artajo, aunque entre ambos estuvo Lequerica. Martin Artajo era un hombre de los propagandistas de la fe fiel a Franco. Así pues, España no fue neutral en la Segunda guerra mundial, ni siquiera por los términos establecidos por el régimen. Esta situación colocó a España, por primera vez en muchos siglos, en el rincón de la historia, ya que, aunque el régimen se salvaría, España quedaría fuera del sistema internacional. La construcción del llamado mito de la neutralidad debió mucho a una extensa labor de propaganda por parte del régimen, así como el ensalzamiento del comportamiento de Hitler en Hendaya, no ajustándose en absoluto a la realidad de los hechos.

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1945-1957: OSTRACISMO Y VIRAJE ESTRATÉGICO Al finalizar la segunda guerra mundial, España se quedó aislada de la sociedad internacional. Los elementos que definen este ostracismo sería la actitud que tomaría la sociedad internacional respecto a España, una condena rotunda al régimen franquista cuando estaba finalizando la Segunda guerra mundial. A pesar del alineamiento final de España con los aliados, Roosvelt afirmó la imposibilidad de aceptar a un país no democrático en las Naciones Unidas, así como la negación de ayuda económica al régimen franquista. En la Conferencia de San Francisco, donde se iban a establecer las bases de la ONU, España no fue invitada. El 19 de junio de 1945, se emitió una declaración desde esta conferencia en la que se excluyó a España negándosele la entrada a la ONU, a lo que España respondió con una nota el 22 de junio argumentando ser uno de los baluartes más seguros en la lucha contra el comunismo. No obstante, en la conferencia de Potsdam se emitió otro comunicado (2 de agosto de 1945) en el que se realizaba una condena rotunda de los vencedores, a iniciativa de Stalin pero secundada también por Estados Unidos y Gran Bretaña. España volvió a contestar con otra nota tres días después. En la conferencia de Potsdam, la declaración fue la siguiente: “Los tres gobiernos, sin embargo, se sienten obligados a declarar que, por su

parte, no apoyarán ninguna solicitud de ingreso (en la ONU) del presente Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del eje, no posee, en razón de sus orígenes, su naturaleza, su historial y su asociación estrecha con los países agresores, las cualidades necesarias para justificar este ingreso” (Moradiellos, 1998: 5)5

En este discurso se puede apreciar perfectamente lo que fue denominado por Ángel Viñas como el pecado original, esto es, ser un régimen salido de una guerra civil (orígenes), haber apoyado a las potencias del Eje, y su naturaleza fascistizada. Ante tal condena, Franco y Carrero Blanco optaron por aguantar, es decir, por intentar resistir todas las condenas de la sociedad internacional y esperar a que el contexto les fuera favorable para salir del aislamiento al que 55

Moradiellos, E: La España de Franco (1939-1975), Madrid, Sintesis, 2000. pag 96

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España se vería sometida; esperaban la llegada del enfrentamiento entre Estados Unidos y la URSS para que el primero viera la necesidad de recurrir a España por su valor estratégico. Y así fue. Pero además, Franco supo muy bien canalizar este ostracismo hacia el interior del país, tildando la actitud de la sociedad internacional como una conspiración judeo-masónica que tendría bastante calado en el interior de España, y agudizó el discurso conforme las condenas internacionales se fueron sucediendo. Con todo esto, y bajo la responsabilidad de Artajo, los intereses de la política exterior europea se focalizaban en cuatro parámetros. En primer lugar, superar el aislamiento a través de Portugal, los países árabes y los países latinoamericanos; en segundo lugar, cortar las posibles influencias de la oposición republicana y antifranquista; en tercer lugar, hacer ver la importancia geoestratégica de España ante el comunismo, y finalmente, ha de tenerse en cuenta cómo el aislamiento internacional sirvió para poder mantener el proyecto autárquico. Así pues, en febrero de 1946, el Gobierno francés de De Gaulle, con una situación jurídica y política difícil, decidió cerrar la frontera con España, lo que ha de ser considerado como un hecho muy grave, ya que España quedó con esto totalmente aislada. En este mismo mes, la ONU se reunió por primera vez, y la Asamblea General votó una resolución en la que ratificaba la condena de Potsdam hacia el régimen de Franco. El 4 de marzo de 1946, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia publicaron una declaración sobre España en la que se informaba al pueblo español de que no podía esperar una “asociación completa y cordial” hasta que Franco dejara el poder; con esto, se trataba de hacer presión con tal de que la población española se posicionará activamente contra su dictador. En la segunda asamblea de la ONU, el 12 de diciembre de 1946, se llegó al punto más alto de condena, ya que se recomendó la retirada de embajadores de territorio español por haber apoyado el fascismo, por su origen y por su actitud en la Segunda guerra mundial. Ante esto, en España se celebró una importante concentración en la plaza de Oriente contra tales decisiones, y la hostilidad hacia la ONU se fue ampliando hacia sectores que no eran, necesariamente, partidarios del régimen 15


franquista, ya que el dictador supo hacer ver que esto era, más que un ataque al régimen, un ataque al propio país. Finalmente, en marzo de 1948, el congreso de EE.UU aprobó por amplia mayoría dar una calificación negativa a España para el Plan Marshall, del cual no podría beneficiarse. Lo fundamental de todo esto es que España era el único régimen que seguía vivo que debía su poder a la existencia de una guerra civil que ganó la ayuda del ejército y los aliados fascistas, siendo esto lo que Ángel Viñas ha denominado el pecado original, del que España nunca pudo desprenderse. Así pues, es evidente que la situación internacional era muy difícil para España, aunque esto se solucionó o, al menos, se suavizó, con la llegada de la guerra fría, creándose un contexto muy favorable a España y que, desde el régimen, se instrumentalizó muy bien hacia el interior del país al presentarse esta

situación de ostracismo como una conspiración judeo-masónica-

comunista, como se ha dicho anteriormente. Sea como fuere, lo que está claro es que en el contexto de la guerra fría, el papel de España se revalorizó, y la posición estratégica de España haría que fuese Estados Unidos la que iniciara una apertura hacia España puesto que el Pentágono vio la necesidad de que ésta fuera aliada suya, de manera que se iría diluyendo la condena y el aislamiento internacional. De esta forma, la administración Truman, sin cambiar su ideología sí cambió su estrategia, y fue en el marco de la guerra de Corea cuando el Pentágono comunicó al Presidente sus necesidades. Antes de la guerra de Corea y del viraje de Truman, intentó integrar a España en el Plan Marshall, pero la opinión pública estadounidense, la de De Gaulle y la de los laboristas británicos, antifranquistas, influyó en la decisión final de Truman. No obstante, todo adquiriría un matiz diferente con el nuevo contexto. En Gran Bretaña se llevó a cabo una operación política importante, desarrollados con los exiliados de la II República con el objetivo de que Franco abandonase el poder por un régimen similar al suyo, aunque con un poco de miedo a una posible desestabilización política, y es que querían presionar, pero no desestabilizar.

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Truman se dio cuenta que el ostracismo al que España había estado sometida había fortalecido interiormente el régimen, es decir, que se había producido el efecto contrario al deseado. España, en sus peores momentos, recibió la ayuda de la Argentina de Perón, con quien firmó un acuerdo el 30 de octubre de 1946 que permitía el flujo de las exportaciones. En abril del ’48 (Protocolo Franco-Perón), se incrementó cuantitativamente el acuerdo anterior, evitando mucha hambre. Franco utilizó pues el resorte nacionalista y toda la derecha española cristalizó alrededor del dictador (la Iglesia lo legitimó de forma especial), mientras que la izquierda y los republicanos, en general, se dividieron, lo que fortaleció al régimen. Con esto, el régimen fue muy hábil ya que percibió muy bien el cambio de la escena internacional (fuero de los españoles, ley de sucesión, fin del saludo fascista, revisión de la teoría de la hispanidad para introducir a EE.UU). En el verano de 1949, la Unión Soviética hizo estallar la primera bomba atómica y en junio de 1950 estalló la guerra de Corea. El viraje estadounidense se produjo pues, en 1950, aunque en 1949 ya llegaron a España créditos de EE.UU. En 1950 la ONU levantó la condena sobre España y volvieron los embajadores. En 1951 entró en la FAO y en la OMS, y en 1952 en la UNESCO. 1953 marca el gran impulso hacia la reintegración: Pactos con Naciones Unidas y Concordato con el Vaticano –sustituyendo al viejo concordato isabelino- y antes, pactos con Estados Unidos. En junio de 1951, el almirante estadounidense Sherman visitó España, siendo esta visita el inicio de la lenta negociación con el Pentágono, protagonizada sobre todo por militares, y culminando en septiembre de 1953 con los acuerdos de Madrid. Los llamados acuerdos de Madrid fueron firmados el 26 de septiembre de 1953, pero no se trató de un tratado sino de pactos, es decir, que no tenía que aprobarlo el Senado de Estados Unidos, se trataba pues de un acuerdo sin ratificación. Se firmaron varios documentos, y los acuerdos fueron de carácter económico-militar. Según dijo Franco, estos acuerdos con EE.UU eran el jalón más importante en la historia contemporánea.

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Las presiones del Pentágono se habían estado enfrentando al antifranquismo de Truman y la Casa Blanca, pero lo primero terminaría prevaleciendo, por tratarse de una necesidad mayor. Este pacto fue un convenio defensivo en el que se establecían bases estadounidenses en España (Zaragoza, Rota y Torrejón) que serían de utilización conjunta y soberanía española; a cambio de esto, España recibiría una ayuda económica, siendo este el segundo convenio, el convenio sobre ayuda económica, en el que se integraba el dinero que EE.UU había proporcionado a España ya desde 1951 y se ampliaba a diez años. En la España paupérrima, cualquier legada de dinero era importante, pero hay que decir que el 60% del dinero recibió se destinaba a la construcción de las bases que iban a ser usadas por los estadounidenses. La ayuda recibida fue pues importante (1100 millones: 600 ayuda militar y 500 ayuda económica), pero hay que tener en cuenta ese dato, claramente desfavorable para los intereses españoles. Y en tercer lugar, se firmó el convenio para la mutua defensa, de la que Ángel Viñas convino en la existencia de una cláusula secreta, una nota adicional en el párrafo segundo de artículo III del convenio defensivo en la que se regulaba cómo se produciría el manejo de las bases para EE.UU en caso de emergencia, esto es, que EE.UU las podría usar de forma unilateral solo con comunicarlo previamente a España en caso de emergencia. Con esto se produjo una cesión de soberanía y una dependencia que nunca se había dado en la historia de la política exterior española, puesto que podían hacer con las bases lo que quisieran y, además, había también una cláusula de extraterritorialidad por la cual la justicia española no podía juzgar a militares estadounidenses por delitos cometidos en España. Estos acuerdos eran, en parte, un riesgo para la seguridad de los españoles, por estar las bases tan cerca de las ciudades. Y además de la cesión de soberanía y el carácter subordinado del pacto, España tendría bases en su territorio sin poder acceder a la OTAN ni al Mercado común. A pesar de todo, estos acuerdos supusieron un espaldarazo más al régimen de Franco que al Estado español en tanto que nación en la Comunidad internacional, y supuso la consolidación internacional del régimen, además de la aceptación de la España de Franco en la socedad occidental. En 18


términos políticos y diplomáticos, estos acuerdos suponían un gran éxito del gobierno franquista, pero siendo realistas, dichos acuerdos hacían patente la dependencia española respecto a, en este caso, EE.UU. Este tratado ratificó la importancia que, anteriormente, había ya tenido el concordato con la Santa Sede en agosto del mismo año, que reconocía al régimen de forma plena a cambio del reforzamiento de la confesionalidad católica del Estado. Con esto, puede decirse que España consiguió desprenderse de su pecado original, a pesar de haber quedado excluido del Plan Marshall, el Consejo de Europa, la OTAN y la CEE.

Por otro lado, fue también en este período cuando se dio la Independencia de Marruecos, más concretamente el 2 de marzo de 1956. Esto no tenía por que haber supuesto ningún problema, y es que el problema se planteó por la falta de racionalidad que España aplicó en esta política. El gobierno francés concedió la independencia a Marruecos. Las relaciones entre Francia y España eran malas, y España consideraba que había dos protectorados, haciendo una política absurda respecto a Marruecos y muy difícil de entender; con esta visión, creían poder hacer a los marroquíes desentenderse de los franceses y consolidar su poder, lo que da cuenta del desentendimiento de la realidad jurídica del gobierno español. De esta forma, no hubo una descolonización conjunta, pero es que tampoco el protectorado se realizó de forma conjunta. En 1912, Francia había acordado con el Sultán dicho protectorado, por lo que era Francia la que debía declarar la independencia, puesto que el país galo solo cedió una parte a España bajo su firma, siendo ahí donde aparece un elemento de importante relevancia, esto es, la intervención de EE.UU, que tenía bases en España y en Marruecos. Finalmente, acabarían convenciendo al gobierno español a que declarara la independencia a Marruecos, dándose esto el 7 de abril de 1956, reconociendo al rey Mohammed V. No obstante, esto no fue cerrado con acuerdos fronterizos sólidos, lo que provocaría el fortalecimiento del irredentismo marroquí, y como consecuencias, el problema de Ifni y, posteriormente, del Sáhara. 19


Sidi-Ifni (1957), fue atacada por Marruecos a finales de noviembre de 1967, un enclave limítrofe con la colonia de Río de Oro (Sáhara español). España se pudo salvar gracias a la ayuda de los franceses, ya que la ayuda de EE.UU no permitía que España utilizara las armas recibidas en África. No obstante, esta victoria no duraría mucho tiempo ya que, por la incapacidad española de aquellos momentos, Franco negociaría una retirada escalonada, y Ifni sería cedida en enero de 1969.

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1957-1973: PARCIAL NORMALIZACIÓN Para hablar de este período es necesario hacer referencia al que sería ministro de exteriores entre 1957 y 1969, Fernando María Castiella, quien tuvo una importancia fundamental y cuyo período estuvo marcado por cuatro hitos: acercamiento a la CE, renovar los acuerdos con EE.UU, abordar el tema de Gibraltar, y la descolonización en .

1957 marcó el punto álgido del fracaso de la autarquía, lo que obligó al gobierno a tomar una serie de medidas liberalizadoras que culminarían en el Plan de Estabilización en 1959, siendo este el inicio del lento pero exitoso proceso de liberación económica. Este plan implicaría, entre otras cosas, una mayor receptividad a la entrada de capitales extranjeros en el país, lo que ayudaba a establecer contactos con los inversores extranjeros; además, España se vio obligada, por la crisis, a buscar financiación internacional. Con esto, ha de decirse que en 1957, la política exterior de España ya se había normalizado parcialmente, y aunque más lentamente, recorrería ya el mismo camino que las potencias occidentales, pues desde este momento la posición internacional española iría mejorando progresivamente. Para Francia y Gran Bretaña, por ejemplo, este camino implicaba renunciar al Imperio colonial, entre otras cosas. España pues, recorrería este camino más lentamente, ya que el propio régimen impedía que llevara el mismo ritmo que estas otras potencias por sus limitaciones internas. No obstante, España, en diciembre de 1956 había entrado ya en la ONU, aunque por la puerta de atrás. En 1962, hubo un intento de acercamiento a la entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE) a través de una solicitud presentada por Castiella a la Comunidad Europea, pidiendo una “asociación susceptible de llegar en su día a la plena integración, después de salvar las etapas indispensables para que la economía española pueda alinearse con las condiciones del Mercado común”.6. Esta petición fue rechazada ya que, independientemente de la situación económica, España no cumplía los requisitos políticos para formar parte de la CEE.

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En Moradiellos, E: La España de Franco (1939-1975), Madrid, Síntesis, 2000 , pag.169

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No sería hasta 1970 cuando se consiguió la firma de un Acuerdo comercial preferencial con las comunidades europeas. Así pues, el régimen quería integrar a España en la Europa occidental, acercarse a Estados Unidos, resolver el tema de Gibraltar, llevar a cabo más acciones

en

Iberoamérica

y

abordar

racionalmente

los

temas

de

descolonización. Se abordaron unas mejores relaciones bilaterales y se buscó un acercamiento a las comunidades europeas. La integración de España en la sociedad internacional fue lo máximo que permitió el régimen y su pecado original; pero a pesar de esto, entre 1958 y 1969, España se integró en cuarenta organizaciones internacionales, entre las cuales estuvo la entrada en el Banco Monetario Internacional (1958) y en la Organización Europea de Cooperación Europea u OECE (1959). El límite a toda esta integración llegó con la celebración del IV Congreso del Movimiento Europeo o también conocido como el contubernio de Munich, celebrado en junio de 1962 y en el que participaron 118 políticos españoles de todas las tendencias opositoras al régimen, tanto del interior como del exilio, excepto del PCE: monárquicos liberales, socialistas, socialdemócratas, democristianos, nacionalistas catalanes y vascos, reunidos bajo la autoridad moral de Salvador de Madariaga. Se trataba de la primera vez después de la guerra civil que se reunían gentes del exilio y del interior de España para hacer una acción conjunta. Los europeístas pidieron a los seis países que formaban parte de la CE que no aceptasen la entrada de España en la misma sin una previa democratización.

Respecto al tema gibraltareño, Gran Bretaña tuvo que tomar una decisión, siendo consciente de las consecuencias que esto podía tener; y decidió colocar Gibraltar como uno de los focos a descolonizar en la agenda de la ONU. Castiella consideró que con la descolonización de Gibraltar por parte de Gran Bretaña, se estaba violando el tratado de Utrecht, que según decía el ministro de exteriores estipulaba que, si bien la soberanía sobre el peñón era inglesa, si dejaba de serlo tenía que pasar a estar bajo soberanía española de nuevo. 22


El éxito de Castiella fue que Gibraltar no se descolonizara siguiendo el modelo y que el tratado se puso sobre la mesa. El fracaso, por otro lado, fue que España no se entendió nunca con los gibraltareños y Gran Bretaña se comprometió con estos a no ceder su soberanía sin su consentimiento. España llevó el asunto al Comité de descolonización de la ONU, quien recomendó a ambos países a negociar y llegar a un acuerdo respetando la decisión de los habitantes del territorio; no obstante, España siguió empeñada en salirse con la suya e interpretó un párrafo de la resolución de 1960 en el que se primaba la unidad e integridad del territorio estatal, mientras que Gran Bretaña señaló el párrafo donde se reconocía el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Ante esto, el Comité de Descolonización dio la razón a España, pero Gran Bretaña ignoró la resolución y convocó un referéndum cuyo resultado fue una aplastante victoria de aquellos partidarios de seguir vinculados a Gran Bretaña, aprobando estos una constitución para Gibraltar en mayo del 1969, concediendo a sus habitantes derechos de autogobierno a un territorio que formaba parte de Gran Bretaña. Ante esto, Castiella presionó y cerró la verja que separaba España de Gibraltar, de manera que todos los españoles que iban allí a trabajar no podían hacerlo; esto hizo que aumentara el recelo hacia España entre la población gibraltareña. Fue este pues el período de la descolonización, acordada en una resolución aprobada por la ONU, esto es, la Carta Magna de descolonización. Respecto al tema de Marruecos y Sidi-fni, se trató de una guerra muy desconocida que duró entre noviembre de 1957 y febrero de 1958, y que solo fue resuelta gracias a la colaboración logística de Francia, que terminó por un tratado con Marruecos por el que España cedía Ifni a Marruecos (aunque se fue en 1959), el Tratado de Fez. Mauritania en 1963, y Argelia en 1966 consiguieron su independencia, de manera que el Norte de África se estaba, así, independizando. No hay que dejar de lado que en 1964 se descubrió en el Sahara español, una importante reserva de fosfatos, fundamentales para muchas cosas y materias primas de enorme importancia; con esto, se puso en marcha una empresa para explotar los fosfatos, una mina a cielo abierto que necesitaba maquinaria. La explotación estaba a 20 km de la costa y, para que 23


los minerales llegaran a la costa, se tenían que llevar con una cinta transportadora hasta el puerto. Así pues, el interés económico de los fosfatos complicó la resolución del conflicto, y hizo que recayera más presión sobre el gobierno español. Castiella hubiera pues deseado abordar la descolonización de forma ordenada, pero aquí también fue incordiado por Carrero Blanco y sus hombres, quienes entendían el problema del Sahara relacionándolo con el pensamiento militar tradicional que hizo del Sahara una necesidad de seguridad de Canarias, de forma que impidieron la descolonización cuando Castiella quiso hacerla. En cambio, según Carrero Blanco, Guinea sí podía descolonizarse, y España reconoció su independencia el 12 de octubre de 1968, preparándose entonces la Constitución guineana; a pesar de todo, después de la independencia las relaciones entre España y Guinea no fueron tan buenas como antes lo habían sido, y por la escasa habilidad española, se deterioraron muy pronto.

Finalmente, respecto a la relación con EE.UU, el ministro Castiella consideraba que España daba demasiado a cambio de muy poco, queriendo él reequilibrar pues, la relación con EE.UU. En diciembre de 1959, Einsenhower había visitado a Franco, lo que implicaba un gesto simbólico de gran respaldo internacional hacia el régimen de Franco; este gesto marcó la visualización de profundidad de las relaciones. En los años sesenta, el Consejo de ministros empezó a debatir sobre la relación entre los dos países. Castiella, negoció la renovación de los pactos en 1963 con pocos cambios respecto a diez años antes. Ya en 1967, había que renovar y volver a negociar los acuerdos con EE.UU, ante lo cual parecía que Castiella se había hecho fuerte tras hablar con Franco, y negoció con el secretario de estado de exteriores de Estados Unidos. Los acuerdos se prorrogaron hasta 1970, y es que Castiella había forzado mucho

las

negociaciones,

arriesgándose

a

que

las

bases

fueran

desmanteladas si no se conseguía un acuerdo antes de septiembre de 1970, y ganándose además, la fuerte enemistad de Carrero Blanco.Castiella fue destituido en octubre de 1969. 24


En otro orden, y con una relevancia menor, España intentó darle cuerpo a aquello de la Hispanidad de la mano de Castiella, tratando éste de convertir la retórica, en algo más consistente des del punto de vista de relaciones comerciales y económicas… Cuba y México serían los dos países con los que España tendría una mayor sintonía. Con Cuba la intensidad de las relaciones fue muy especial, y muchos españoles emigraron allí. Respecto a México, este fue totalmente fiel a la República, y no reconocería a España hasta 1977; las relaciones fueron también muy intensas, con un alto grado de entendimiento en cuanto a relaciones comerciales. Siguiendo con el tema estadounidense, en 1969, con la formación del nuevo gobierno de Franco, Gregorio López Bravo pasó a ser el nuevo ministro de exteriores, siendo él quien firmaría la renovación de las convenciones con Estados Unidos en 1970, con una duración de cinco años, aunque ha de reconocerse que Castiella tuvo una importancia enorme en la consecución de los mismos. Se firmó como un acuerdo de Amistad y Cooperación en el que desaparecía la cláusula secreta en la que EE.UU tenía acceso al uso de las bases en caso de guerra o situación amenazante y de urgencia. Con esto, España recuperaba un poco de soberanía. En este mismo año, en 1970, se produjo otro éxito diplomático, esto es, el ya citado anteriormente acuerdo preferencial con la Comunidad Económica Europeo, aunque su éxito duró poco. España conseguía relaciones con los seis, limitando los problemas que había tenido antes por estar fuera de esos seis. En 1971, el número de países aumentó a 9, de forma que los mayores beneficios que España había conseguido quedaban casi en parte, anulados por la entrada de Inglaterra. Tiempo después, se pusieron a renegociar este tratado preferencial que nunca se consiguió, y no sería hasta la instauración democrática en España cuando se negociaría ya la entrada en la Unión. Finalmente, ha de decirse que Bravo amplió las relaciones hacia países comunistas, y se realizaron algunos acuerdos en los que se obviaba la política para estrechar las relaciones comerciales, sin hacer falta ningún tipo de reconocimiento político. El primer país con el que España establecería relaciones completas fue con la República democrática alemana, lo que sí tuvo

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una gran importancia política. También se reconoció a la China de Mao, aunque no se reconoció a la URSS, lógicamente por asuntos políticos.

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1973-1975: LA CRISIS DEL RÉGIMEN El 9 de junio de 1973, en el Boletín Oficial del Estado se proclamaba la separación de la jefatura del gobierno de la del Estado (por primera vez en la historia del régimen), y se nombró el primer presidente del gobierno que no fuera Franco, Luis Carrero Blanco, al cual le sucedería Arias Navarro tras su muerte. Por su parte, Bravo fue sustituido por López Rodó en el ministerio de exteriores en el nuevo gobierno de 1973. En el contexto de estos años se produjo una crisis internacional y como consecuencia, de la política de exterior española que llevó a la instauración de un nuevo ministro en exteriores, Pedro Cortina Mauri. En 1974 la situación se complicó mucho para España, entrando en un contexto muy desfavorable para sus intereses, y es que ese año se dio por terminada la dictadura de los coroneles en Grecia, y se produjo en Portugal, la revolución de los claveles –protagonizada por el ejército-. Ante esto, y desde el punto de vista de la opinión pública, España quedaba como la última dictadura occidental. No obstante, en el lado opuesto, algunos temían

que el final del régimen

franquista se viera acompañado por un movimiento revolucionario, y el Mediterráneo se convirtiera en un foco de inestabilidad y peligro para la OTAN. En este periodo se llevó a cabo otro gran acontecimiento, la Conferencia de Helsinky, en agosto de 1975, con tal de completar los tratados después de la segunda Guerra Mundial. En el acta de Helsinki, Occidente reconocía las fronteras de Europa del este, y la URSS aceptaba que sus ciudadanos pudieran tener más contactos con occidente del que previamente tenían. Además, se alcanzaron también algunos compromisos respecto a los derechos humanos, con lo cual algunos grupos de disidentes pudieron fortalecerse un poco. El papel de España no tenía casi peso ante tal problema político, pero la promulgación de esos derechos humanos para los disidentes del este lo incomodaba porque fortalecía a sus disidentes. A pesar de estar dentro, las relaciones con Occidente se irían deteriorando poco a poco. En septiembre de 1975, la renegociación del trato preferencial fue paralizada por Bruselas, y el mismo mes, el Parlamento europeo aprobaba una condena formal al régimen de Franco y los embajadores de los miembros de la comunidad fueron llamados a consulta. En este contexto, parecía que España 27


había vuelto al principio de la instauración del régimen, ya que, inmerso en una enorme crisis, el régimen franquista volvió a recurrir a la represión: 5 terroristas fueron condenados a muerte en este mismo año, lo que alarmó a la sociedad internacional, decidiendo ésta la retirada de embajadores tal como había hecho después de la Segunda Guerra Mundial. La reacción de España, por su parte, fue también la misma que en aquel contexto: concentración de protesta en la plaza de Oriente y utilización de elementos fascistas como el saludo romano. Por otro lado, las relaciones de la Iglesia con el régimen se fueron estropeando. La Iglesia española fue cambiando acorde con el concilio Vaticano II, quedando muy transformada. Dirigida por Enrique Tarancón, se produjo una situación de tensión muy fuerte con el régimen, que se convirtió en crítica por el conocido como “caso Añoveros”. Éste era el obispo de Bilbao, e hizo una pastoral para que fuese leída en la que pedía respeto a los derechos nacionales vascos, lo que supuso el inicio de un enfrentamiento duro con el gobierno, que llegó a firmar la expulsión del nuncio (representante de la Santa Sede en Madrid) que estuvo a punto de consumarse, junto con la hipotética expulsión de Añoveros, de quien se llegó a decir que tenía una carta de excomunión para Franco que nunca llegó a darse. Esta ruptura fue muy importante, y fue clave para el final del régimen, que se sintió traicionado por la iglesia de Tarancón, mucho más abierta, en una línea más cercana al concilio Vaticano II, donde por primera vez se dijo que la salvación era posible fuera de la Iglesia. La Iglesia había sido hasta el momento el factor de legitimación más importante para el régimen, y a partir de este momento empezaría a distanciarse del mismo, de forma que la ruptura con el régimen sería una de las más destacadas. Otro elemento importante de la política exterior en este período fue la visita del presidente de EE.UU, Gerald Ford, a Madrid en junio de 1974, de la cual salió una declaración de principios hispanoamericana, que abriría la vía para la renovación en 1976, del tratado bilateral. El gobierno español, concretamente Cortina Mauri, hubiese deseado activar la negociación, pero la situación de España no era buena. Finalmente, el proceso de crisis del régimen se cerró con la unión de dos problemas que eran uno, el Sahara colonial y la relación con Marruecos.

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Castiella no manejó la descolonización del Sahara cuando tocaba, como hemos dicho anteriormente. Marruecos tenía un planteamiento de sus límites territoriales que poco tenían que ver con la colonización reciente: el Sultán tenía una soberanía medieval, y consideraba que la zona de las Caravanas existía antes de que España adquiriera Ceuta y Melilla, y antes también de la creación de las fronteras de Argelia. Con esto, desde el principio reivindicaba un Gran Marruecos, de forma que el Sáhara también estaba en la órbita de Marruecos, que pensaba que los saharawis no tenían derecho de autodeterminación. La situación en el Sahara se complicaba mientras se daban manifestaciones a favor de la independencia, ante lo cual, la legión reprimió y mató a muchos de los manifestantes. En los años setenta se formó el frente Polisario (reconocido por la ONU); misiones de la ONU visitaron el Sáhara y plantearon a España la necesidad de hacer un referéndum que la ONU controlaría. Ante esto, Marruecos intentaría la solución jurídica. Puesto que la ONU dijo que España y Gran Bretaña tenían que negociar para descolonizar Gibraltar, Marruecos quería lo mismo para el Sáhara, pero éste no tenía un tratado como el de Utrecht, y llevó la cuestión al tribunal internacional de la Haya presentando toda la documentación posible para que se reconociera que el Sáhara estuvo bajo soberanía marroquí antes de época colonial sin conseguirlo, lo que colocó a Hassan II en una situación complicada mientras Franco se moría. Marruecos contó con algunas simpatías en la ONU y los países africanos (excepto Argelia), pero la declaración de la Haya no fue todo lo rotunda que se pretendía. Con esto, Hassan II diseño una importante operación, muy bien diseñada: la Marcha Verde. En esta marcha, masas marroquíes fueron a la frontera de Marruecos con el Sahara para liberar a sus “hermanos” los españoles, y así incorporarlos. Se trató de unos 350.000 civiles sin intendencia los que se dirigieron hacia una frontera que en parte estaba minada. En un consejo de ministros, mientras Franco estaba ya en sus últimos días de vida, se aceptó el órdago de Marruecos y el 14 de noviembre de 1975, España comunicaba a la ONU que suspendía el ejercicio de la soberanía que 29


tenía sobre el Sáhara y la transferencia de la misma a Marruecos, dejando el asunto en manos de la OTAN, quedando la soberanía en suspense. El gobierno español se puso nervioso, a lo que se sumó la debilidad del régimen de Franco en sus últimos años. Además, el descubrimiento de la existencia de la UME (Unión Militar Española) también contribuyó a la decisión tomada, puesto que la UME era un pequeño grupo de oficiales del ejército que intentaban conspirar y hacer una asociación liberal a favor de la democracia en el seno del ejército español. Los miembros de la UME fueron trataron muy mal por parte del régimen: fueron detenidos y echados del ejército. Fue un movimiento pequeño y nada peligroso, pero todo ha de ser entenderlo en que esto se procesó a través de una cultura política (sentimientos nacionales) y se interpretó en clave portuguesa, pensándose que eran más peligrosos de lo que realmente eran.

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CONCLUSIÓN Así pues, el régimen franquista lucho desde el principio por insertarse en una sociedad internacional que poco comulgaba con sus postulados ideológicos; como explicó David W. Pike, el objetivo fundamental del régimen fue desprenderse del llamado “estigma del Eje”.. Mientras las democracias empezaban

a

consolidarse

en

Europa, España

quedaba como

una

reminiscencia del pasado cuyos rasgos fascistas le impidieron avanzar en la misma dirección en que lo hacía Europa. Sólo fue con la llegada de la Guerra fría cuando España empezaría a remontar, sabiendo explotar muy bien su discurso anticomunista y su posición estratégica en el conflicto de esa guerra no declarada.

Con esto, las relaciones con Estados Unidos y el Vaticano le abrirían las puertas a la sociedad internacional, dándole el impulso necesario para llevar a cabo reformas en el interior del régimen que, a su vez, ayudarían a que España se fuera insertando, poco a poco, en organismos internacionales como la ONU, o pudiera acercarse (sin adherirse) a través de diferentes tratados, a la Comunidad Europea.

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