Las tres hipostasis de plotino

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LAS TRES HIPÓSTASIS DE PLOTINO.

TAMARA GINER CHANZÁ

Como sabemos, el problema del Uno es una constante que hunde sus raíces en los antiguos griegos presocráticos. En este caso, Plotino, cuyo pensamiento se basó en el sabio Platón, retoma el asunto convirtiéndolo en el eje central de su filosofía; así pues, su filosofía encierra problemas tradicionales de los antiguos griegos, esto es, el de la estructura de la realidad y, concretamente, el de la relación entre unidad y multiplicidad. ¿Porqué es necesario ese Uno? ¿Cómo demuestra la multiplicidad de las cosas? ¿Guarda esto alguna relación con la ética o la metafísica? Dentro del pensamiento plotiniano podríamos tratar distintos enfoques que se dan de un mismo sistema metafísico. Sin embargo, sería un error ahondar cuestiones específicas sin conocer el esqueleto de su filosofía, que es lo que aquí abordaremos ya que sin esto no podría entenderse gran parte de la originalidad de este neoplatónico, a saber: las tres hipóstasis. Es por esto fundamental conocer qué fueron exactamente esas tres hipóstasis así como su funcionamiento en el pensamiento de Plotino. Éste (204/4- 269/70 Campagna, Egipto) conocido por ser el autor de las Enéadas, es considerado el máximo exponente del neoplatonismo. Deseaba fundar una especie de monasterio pagano donde poder vivir de acuerdo con las enseñanzas platónicas, desligarse del cuerpo y unirse con la divinidad. Dicho esto hay que tener muy claro que, al igual que su maestro Platón, Plotino defendía un dualismo ontológico estricto; no obstante, intenta superarlo a través de la existencia de un único principio supremo: el Uno. Es este uno de los problemas tradicionales de la filosofía griega desde los presocráticos, el del origen y la multiplicidad, de lo Uno y lo mucho. Ante esto, Plotino considera que el origen de todas las cosas es el primer principio, “entendido platónicamente como Bien y como Uno, se produce a sí mismo y el acto de autoproducción es producción de todas las demás cosas” (Salvador Mas, 288). Ahora bien, a diferencia de los eléatas, que concebían el Uno como algo estático y era un principio monista, Plotino le otorga fuerza difusiva y potencia infinita, adquiere una trascendencia que ya se consideró en el neopitagorismo y el platonismo medio. Este Uno trasciende a todo ser del que tenemos experiencia y al concepto que en tales objetos se funda. De este modo, Plotino transforma el concepto de Dios en el de Principio metafísico que trasciende toda determinación, que es incognoscible e inefable. El Uno se aprehenderá a través de una experiencia privilegiada de unión, o mejor, de la anulación personal en el Absoluto más allá de cualquier conocimiento. (+ características) Plotino argumenta la necesidad de un principio estimando que lo múltiple implica y presupone el Uno; la primera es posterior a éste último de manera que el Uno existe necesariamente. Y será, por tanto, la causa de todo lo múltiple. De la plenitud superabundante del Uno procede por emanación lo múltiple sin que en esto pierda sustancia. Será aquí donde entran en juego las hipóstasis. Pero, ¿qué son exactamente las hipóstasis? ¿cuál es su función en la filosofía plotiniana? Hoy, dicho término posee un sentido bastante distinto al originado otorgado por Plotino y los neoplatónicos, ya que en la actualidad el verbo “hipostasiar” se refiere a dotar de personalidad, de sustancia, de realidad, a algo que no la posee en sí misma, sino sólo en sentido 1


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impropio; para aquellos, sin embargo, “hipóstasis” era la sustancia verdadera y real, el ser verdadero, un sinónimo de la ousía aristotélica. Por tanto, las tres hipóstasis de Plotino son las tres esencias reales y verdaderas del mundo. Así pues, las hipóstasis no son cosas, sino funciones y actividad espiritual que se encarga de establecer una continuidad total y absoluta entre el Principio supremo y las partes o aspectos más ínfimos de la realidad. Es decir, son el proceso a través del cual se explica la multiplicidad en el mundo sin que éste pierda su esencia/sustancia. Plotino determina tres hipóstasis, estándo ligadas entre ellas de manera que cada una procede de la anterior. A través de términos aristotélicos, Plotino diría que la hipóstasis inferior es materia respecto de la superior; esto es, el Alma respecto del Espíritu y el Espíritu respecto del Uno. Así pues, el Uno (primera hipótesis) introduciría unidad en el Nous, ésta en el Alma, y ésta última en el mundo físico o material. Por tanto, la primera hipóstasis que emana del Uno es el Espíritu o nous, en el cual están contenidas las Ideas. Es aquí donde aparece por primera vez la multiplicidad a pesar de tener un grado superior de unidad respecto al Alma. La multiplicidad aquí deriva de la dualidad de pensante y pensado y la multiplicidad de ideas, esto es, la totalidad de la realidad inteligible. Es por esto, sigue Plotino, que es absolutamente necesario que exista algo de lo que el Nous reciba la unidad, a saber, el Uno en sí, simple y principio absoluto que no conoce principio, como anteriormente se ha dicho. Pero volviendo al Nous -inteligencia generada por el Uno- diremos por tanto que no lo es por absoluta necesidad, sino por voluntad querida de la primera hipóstasis, hacia la cual la Inteligencia mira y desea contemplar. De este modo, lo visto por la Inteligencia es lo Uno, pero no tal y como es en su simplicidad sino tal y como el Nous lo percibe, a saber, pluralizado en un universo de formas (ideas platónicas), siendo esto es lo que Salvador Mas denomina “la tragedia de la Inteligencia”. Por esta razón, decir que la Inteligencia se contempla a sí misma (el Uno pluralizado) y decir que contempla a los seres reales (ideas platónicas) es decir lo mismo. Es por tanto, una y doble: se piensa a sí misma y en tanto que pensada implica una duplicidad. Ahora bien, es verdadera, inmutable, la eternidad misma, vida perfecta, acto puro. A diferencia del Alma, el Nous conoce todas sus cosas juntas, a la vez, puesto que no tienen ni pasado ni futuro sino que lo ve todo en un eterno presente. El nous es además belleza y de él procede, en secuenca conceptual, el alma incorpórea e indivisible del mundo, correspondiente al Alma del mundo de la que se habla en el Timeo. Este alma es el lazo entre el mundo suprasensorial y el sensorial, y así mira hacia arriba al nous, y abajo al mundo de la naturaleza. Constituye el mundo material como imagen de las ideas y simultáneamente está contenido en las almas individuales. Esta tercera hipóstasis, a diferencia de lo que pensaban los estoicos, era incorporal y de naturaleza divina. ¿En qué se diferencia entonces del Nous? Cuando se encuentra en el mundo superior, en nada, pero el alma no podía quedarse ahí puesto que se encargaba de otras cosas. Antes de seguir, es conveniente pues apuntar que, mientras Platón postuló únicamente la existencia de un Alma en el mundo, Plotino postulaba dos. La primera de ellas sería la superior y estaría más cerca de la Inteligencia por no estar en contacto con el mundo material; la segunda, engendrada por la primera, sería el alma 2


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real del mundo fenoménico. El Alma es así principio de organización de los seres vivientes, da a los cuerpos vida y movimiento, a todos los cuerpos, incluido el kosmos. Es esta una fuerza unificante gracias a la cual el mundo físico no derivaría en el caos de la multiplicidad sino que ayudaba a la armonización. Dicho esto, cabe apuntar que así como el Uno debía devenir Inteligencia para pensar, en este caso deveniría Alma para generar y gobernar todas las cosas del mundo sensible. ¿Cómo solventa Plotino el problema de la distancia entre el Alma y los objetos físicos o sensibles? Para esto, el filósofo acepta la existencia de razones generativas que posee el alma para dar vida a las cosas y que se convierten en el principio de la variedad y multiplicidad de las cosas individuales. Estas razones vendrían del Nous, de cuya racionalidad serian portadoras en el mundo sensible. Así pues, el alma actuaría según lo otorgado por la Inteligencia, siendo esto algo muy cercano a la verdadera realidad; no obstante, lo que el cuerpo recibiría sería ya una imagen, una imitación. Por esto, es obvio que la realidad divina y sustancial finaliza con el Alma. Ésta junto con las razones generativas o seminales, serían el final de la expansión del Uno, lo más lejano donde éste podría llegar. Sería por tanto el Alma la última de las realidades inteligibles, confinando ya con lo sensible, estando pues entre dos mundos pudiendo ser calificada, según el profesor Mas, como “anfibia”. Este terreno intermedio sería el constituido por los seres humanos ya que el verdadero yo del hombre es su alma; los seres humanos serían kosmos noétos pero en ningún caso serían nous, y es por esto mismo por lo que llegamos a uno de los aspectos cruciales de la filosofía de Plotinio, la necesidad de regresar al verdadero hogar de cada cual. Y es que, así como Platón fundó la Academia para formar filósofos que gobernaran el Estado, Plotino tenía como intención primordial enseñar al hombre a desligarse de este mundo terrenal para reunirse con lo divino y contemplarlo en una unión mística y trascendente. Y es que Plotino adquirió, además de temas cosmológicos platónicos y aristotélicos, la tesis órfica y neopitagórica de que la materia es el principio del mal. Así pues, se impone una ascensión ética para asemejarse a Dios como meta próxima y como meta última la unión con el Uno, estando el elemento ético subordinado al intelectual –igual que con Aristóteles-. El Alma, elevándose, deviene Inteligencia ya que si el Absoluto en sí es el Uno, en el hombre es la tendencia hacia él, una tendencia que significa aspirar a la propia liberad, reconquistar para el alma lo que ella misma es. Como decíamos, es necesaria una actividad intelectual pues la aspiración no sería suficiente; precisamente por la importancia de tal actividad intelectual es fundamental que ésta reconozca al Uno y lo sepa distinguir de aquello que no lo es. En esta ascensión es esencial conocer las tres hipóstasis aquí expuestas. Lo primero sería purificarse bajo, el impulso del eros, ascendiendo al ejercicio de las virtudes, siendo la phrónesis la más elevada. Luego el alma se volvería hacia el nóus, ocupándose de la filosofía y la ciencia para, a continuación, llegar a la unión con el nous. Estos diferentes grados serían pues una preparación para el objetivo final: la unión mística con el Uno que trasciende la belleza en su éxtasis, una unión de corta duración pero que se pretendería que en el futuro fuera posesión completa y permanente al estar liberados del impedimento del cuerpo. Conclusión personal: 3


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Para Plotino todo está en relación con el principio, que no es posible aislar de la realidad que de él procede. La realidad está constituida por niveles distintos de intensidad, de densidad ontológica, que son niveles distintos de unidad, de relación entre el Uno y los muchos, y no relaciones entre cosas diversas y aisladas. Ahora bien, tal relación no es para él recíproca, en el sentido de que todo está en relación con el Uno, todo es imagen del Uno, siendo el Uno distinto a todo. El Uno trasciende el mundo, siendo el mundo inmanente al Uno, potencia de todo, principio de determinación indeterminado. El Uno no se relaciona con el mundo en base a un proyecto extrínseco, sino que, siendo como es, se transmite en su imagen imperfecta que es el mundo. El Uno está en el mundo en el sentido de que el mundo está en él, de modo que la relación del Uno con el mundo no es exterior, sino interna, en cuanto que el mundo está contenido idealmente, también en su ser actual, en el principio. El Uno es siempre trascendente, siendo el mundo inmanente a él.

BIBLIOGRAFÍA: -

Mas Salvador, Copleston F., Historia de la filosofía, vol.1, Ed. Ariel, Barcelona, 2004. Muñoz Palacio, Rafael: Historia de la filosofía occidental, vol I, Ed. Edicep Valencia, 2005. Reale, G. y Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico,vol. 1, Ed. Herder, Barcelona, 1988.

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