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CUADERNO DE BITÁCORA

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FLASHBACK

FLASHBACK

Por: Axel Varela

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La superficie monegasca durante el transcurso de la historia ha sido codiciada por infinitud de pueblos y culturas, su fisionomía geográfica embelesaba las retinas de los mercantes, y, en especial, las de aquellos navegantes de la línea mediterránea. Una historia de enfrentamientos por su señorío que desde centurias pasadas ha intercambiado la fragancia a pólvora de cañón por Nº5 Parfum Grand Extraits de Chanel, en semejanza del “¡pum!” de las pistolas de caballería francesas por la castellanizada onomatopeya “ñiau” emitida por los monoplazas en su desfile por el Principado. Todo un compendio de lírica anecdótica archivado en los cuadernos de bitácora de los marines anclados a los pies del soberano peñón, cuyos más recientes caracteres se inmiscuyen en temática de grímpolas mexicanas y mascarones de proa enrojecidos.

GRÍMPOLA MEXICANA

El dominio territorial y de la realeza se sostiene simbólicamente sobre la bandera, en referencia a esta cuestión, en el ámbito náutico destaca la grímpola —pequeña bandera triangular de carácter ornamental—: a lo largo de la historia monegasca han existido múltiples vencedores, y, por ende, múltiples representaciones. Ejemplo de lo citado, en la reciente edición del Gran Premio del Principado, por primera vez en la historia, el águila, la serpiente y el nopal —simbología de la bandera mexicana, en descripción del peregrinaje desde Aztlán hasta la fundación de Tenochtitlán—, afloraron en el Boulevard Albert 1er.

Una victoria cuyo camino realza su excelencia —honrando la cita de Buda Gautama: “No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino”—: la finalización anticipada del evento por el exceso del tiempo estipulado en el reglamento (3 horas), le garantizó la supervivencia en el liderazgo a Checo Pérez —cuando sus neumáticos comenzaban a perecer—; independientemente de la dificultad de ejercer el adelantamiento sobre el asfalto monegasco, el Cavallino Rampante domado por Carlos Sainz bufaba a escasas décimas de segundo de su difusor.

La cocción triunfal se determinó a fuego lento, y, por la adición de ingredientes susceptibles de sanción, véanse: la ignorancia de la línea amarilla delimitante de la salida del pit lane por parte de Max Verstappen —hurtando al piloto anfitrión un potencial adelantamiento— o la ceguedad de Nicholas Latifi ante las numerosas banderas y paneles luminosos portavoces de destellos azulados —al momento en el cual Carlos Sainz se disponía a doblarle—. Una serie de detalles que no reducen la perfección presentada por Checo Pérez —quién en su última vuelta con neumáticos intermedios, en su objetivo de lograr el overcut sobre el piloto madrileño, rodó como si de qualy se tratase—, así como el ininteligible desperdicio de una primera línea.

La telemetría muestra mediante un trazo irregular —en velocidad, aceleración y frenada— como Carlos Sainz en la vuelta 22 —en la cual se sentenció la victoria en favor de Sergio Pérez—, no pudo ejercer una conducción idónea, en comparación con el piloto mexicano, entre la salida de la primera frenada hasta aproximadamente los 1400 metros de circuito (tras la curva de Portier), a causa de que el doblado Nicholas Latifi no se apartaba de la trazada del español.

© Axel Varela, The Finish Line, 2022

MASCARÓN DE PROA ENROJECIDO

Los antiguos galeones presentaban en su encabezado una figura decorativa de madera, un mascarón de proa; símil metafórico de la encabezada primera línea de Ferrari en la jornada dominical. Habitualmente, quienes guían la salida en Mónaco no suelen exteriorizar dificultad alguna en mantener su condición inicial al finalizar la carrera: la idiosincrasia del circuito permite mantener un ritmo cómodo —e inclusive lento en ocasiones— bajo el anhelo de reducir la degradación de los neumáticos, con la inexistencia de probabilidad de incrementar proporcionalmente el riesgo de adelantamiento. No obstante, la normalidad se mostró ausente en la septuagésimo novena edición del Gran Premio, en una primera instancia la llegada de la torrencial lluvia deslegitimó cualquier hoja de ruta planificada con antelación: abriéndose el telón a los actos de tyre management, y, la propia selección de compuesto de neumático.

En lo relativo a la planificación intra-carrera, la estrategia pronunciada por Carlos Sainz vía radio hacia sus ingenieros — consistente en realizar una única parada: cambiando directamente los neumáticos de lluvia por los de seco sin acudir a los intermedios— era óptima, véase su réplica en un porcentaje de su competencia, para conseguir alzar la grímpola rojigualda en el camuflado cielo azul monegasco, empero, la problemática mencionada con el piloto canadiense de Williams distorsionó la brillantez táctica. Con omisión de lo acontecido en torno a la figura del español, más perjudicado en la escudería maranellesi se mostró Charles Leclerc, cuya parada dos vueltas después que Checo Pérez, en la vuelta 19, desembocó en que el latinoamericano obtuviera el undercut, ganando una posición en virtud de una mejor estrategia. Asimismo, la selección temporal de la segunda parada para emprender el stint con neumático de seco no se podría definir como idónea: una entrada inmediatamente ulterior a la de su compañero disipó el suficiente margen de segundos para que un archiconocido holandés le privara —con cierto componente de ilegalidad reglamentaria— del último cajón del podio.

Un Gran Premio donde a pesar de la presencia de un mascarón de proa enrojecido en búsqueda de un buen porvenir, el Kraken estratégico emergió de las profundidades de la costa monegasca, depositando sus colosales tentáculos sobre el pit wall italiano […]

Fragmento de un cuaderno de bitácora, desempolvado en la marina monegasca, y, rubricado por Sergio ‘Checo’ Pérez —hasta la temporada 2024—.

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