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PARIPÉ AMERICANO

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GP MIAMI

GP MIAMI

Por: Axel Varela

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La industria del espectáculo está arraigada a la cultura estadounidense, prevaleciendo en ella enclaves como Miami. La concepción primaria en torno a la ciudad floridana circula sobre series como Corrupción en Miami, o producciones cómicas del séptimo arte caracterizadas en Ace Ventura —a ejemplo, Daniel Ricciardo, en el diseño de su casco para el fin de semana miamense, hizo mención de la citada—. Independientemente de la existencia de una excepción a toda regla, el Gran Premio de Miami acudió con firmeza al amparo del espectáculo barroco, propio de la idiosincrasia deportiva estadounidense, al objeto de captar las retinas de todos los aficionados — “atónitos” ante milagros de la índole de cruzar las aguas de la marina del circuito, encarnando la figura cristiana de Moisés; o, el plantel teatral de la existencia de escolta policial para el vencedor de la prueba en su camino hacia el podio—. En términos meramente deportivos, la inauguración del circuito miamense en el Gran Circo se alzó como gratificante en la mentalidad de los pilotos, en base a declaraciones posteriores. Quizás la exigencia física consolidó puntos a favor hacia la opinión, a mayor inri, cuando en la actualidad los monoplazas tienen un elevado número de elementos automatizados, y, por ende, el requerimiento atlético y mental es notoriamente inferior. A raíz de la excelencia del resultado en Miami, indistintamente de lo acontecido con el malogrado asfalto de origen georgiano —el reasfaltado de ciertos tramos del circuito se consolidó como uno de los atractivos del evento, atendiendo a las ondulaciones que se producían en el firme con el paso de los V6—, germina el temor en los aficionados más puristas de que a fechas futuras la sintomatología crónica de urbanización del calendario destine a la más profunda de las cavidades cerebrales el recuerdo de las “S” de Suzuka o Acque Minerali en Imola.

Una pandemia cuyo único confinamiento reside en la adquisición de las costumbres del espectáculo americano —constatándose el tráfico intensivo de celebridades en la parrilla de salida durante las previas de carrera—, teniendo en cuenta que es lo que demanda el nuevo público objetivo de la competición, procedente de plataformas audiovisuales como Netflix. La pandemia señalada, incidiendo en lo metafórico, desembocará en un incremento del interés en los sábados en detrimento de la visualización de las procesiones dominicales —la fisionomía de los circuitos urbanos no suele habituar a la espectacularidad—: una “MODA” en pro de los “Héroes del sábado”, los héroes de la qualy.

Un fin de párrafo en referencia a la agrupación indie burgalesa de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.), que en fragmentos de su lírica en “Héroes del sábado” describen, sin anhelarlo, afinadamente la contemporaneidad de la Fórmula Uno:

Llevaos la paloma blanca y traed ovejas negras En un año se han vendido muchas almas

Subjetivamente, sendos versos aluden a dos hipotéticas suposiciones: primero, cifrándose una evolución hacia la prima de los pilotos de pago, una tipología de “ovejas negras”, en vez de recompensar a pilotos con calidad, a citar el archiconocido caso de Oscar Piastri.

Prosiguiendo la canción, con relación a la venta de almas, nace la posibilidad de crítica hacia aquel aficionado que la temporada pasada alababa la actitud y tesón de Carlos Sainz o Lewis Hamilton, sin embargo, en la presente, una sátira sencilla y sin fundamento contemplan sobre sus resultados, cuando la problemática gravita en la demasía de presión, al convertirse en candidato al título, en gratitud del potencial del Cavallino Rampante, y, en la ausencia de motivación, a razón del quebranto de potencial de la ingeniería alemana.

En las noches más oscuras En las carreteras crudas En los golpes de la vida No te olvidas, no te olvidas

Por su parte, en evocación de los caracteres conclusivos de la composición, se selecciona la temática de la dificultad, ante lo cual, dando rienda suelta a nuestra imaginación, se rescata un trasfondo de utópica esperanza de retorno de la competición de antaño donde la dificultad del trazado actuaba en consonancia con la selección natural de Charles Darwin, premiando la valentía y talento sobre a los fajos de billetes.

Finalmente, ultimando el delirio musical, el compendio de líneas previas concuerdan con un artículo diferente en directa proporcionalidad con el Gran Premio diferente que relata: una crítica al decoro barroco de la competición automovilística reina, y, sobre todo, al contextualizado en Miami. Puro paripé americano, cuando lo realmente transcendental radica en pensar fin de semana tras fin de semana:

Y ya están ahí Los héroes del sábado ([…] matiz: y los del domingo […])

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